Circular 41/2014
Prot. A4472/2014
Bicentenario del Nacimiento
del Segundo Arzobispo de Guadalajara,
Don Pedro Loza y Pardavé
A toda la Comunidad Diocesana
Les envío un saludo en Jesucristo, Buen Pastor.
Nos pide el Espíritu Santo, por medio del apóstol Pablo: “En todo den gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de ustedes” (I Tes 5,18). En atención a ello, cercano a cumplirse doscientos años del nacimiento del segundo Arzobispo de Guadalajara, Don Pedro Loza y Pardavé, varón de grandes méritos para la Iglesia y para la sociedad, benemérito de la educación y reconstructor de la Iglesia en lo material y en lo espiritual, he dispuesto que en la fecha efeméride, el próximo 18 de enero del 2015, se eleven oraciones de gratitud en las comunidades de esta Iglesia particular, de forma señalada en la ceremonia que yo mismo presidiré con tal motivo en nuestra Catedral Basílica de la Asunción de María, a las 12 hrs. de ese día.
Así mismo, he encomendado al Sr. Cura D. José Abel Castillo Castillo, responsable de los festejos por el aniversario 150 del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, que junto con su Comité se organicen diversas actividades en torno de esa fecha, especialmente una Asamblea de Escuelas Parroquiales, una Jornada Académica, algunos actos de reconocimiento público y una “Exposición gráfica itinerante”, que en las próximas semanas dé a conocer a los fieles algunos datos relevantes de tan insigne Arzobispo.
El Sr. Arzobispo D. Pedro Loza y Pardavé nació en la Ciudad de México el 18 de enero de 1815. A la edad de 13 años ingresó en el Seminario Conciliar de esa capital. Ya clérigo, pero antes de la ordenación presbiteral, aceptó acompañar, en 1837, a quien fuera su maestro y protector, Don Lázaro de la Garza y Ballesteros, Obispo electo de Sonora, con sede en la ciudad de Culiacán, donde fue ordenado presbítero el 19 de marzo de 1838, recibió el nombramiento de Secretario Canciller de la Curia y maestro del Seminario Conciliar, y en 1846, Rector. Trasladado su protector al Arzobispado de México, él mismo lo presentó al Papa como su sucesor; D. Pedro Loza, sólo por obediencia, aceptó tal encomienda el 22 de agosto de 1852. En su gestión afrontó las graves dificultades de un territorio episcopal enorme, escaso de clero y poco evangelizado, soportando además la persecución religiosa que lo llevó al destierro en tres ocasiones.
Electo segundo Arzobispo de Guadalajara el 22 de junio de 1868, arribó a su nueva sede el 27 de diciembre de ese año. Poco después salió del país para tomar parte en las sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano I, residiendo en Roma hasta la brusca interrupción de esta asamblea en 1870.
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A su regreso visitó todas las parroquias de su extensa Iglesia en cuatro giras, gracias a las cuales tuvo una visión sumaria y de conjunto de los enormes retos, responsabilidad que asumió de forma cabal: reconstruir en lo material y en lo humano una Iglesia devastada por la guerra, la persecución religiosa y la animosidad de las leyes anticlericales de ese tiempo.
Siempre en comunión con el Papa y sus hermanos en el Episcopado, procuró estar cerca de su disperso Presbiterio mediante cartas pastorales, edictos y decretos de mucho contenido doctrinal. Para remediar el analfabetismo y educar en la fe a los niños, en 1874 dispuso la creación de las escuelas parroquiales, particularmente en zonas rurales, con una atención especial para las comunidades de indígenas. Tan sólo en la Ciudad Episcopal se erigieron dieciocho escuelas.
Como reconstructor material, durante su gobierno se edificaron más de cien templos, entre los que resaltan el Santuario de San José de Gracia y los fundamentos del Templo Expiatorio; de sus bienes personales costeó el edificio del Seminario Conciliar, donde había estado el convento de Santa Mónica. Ya en las postrimerías de su longeva vida, convocó y presidió, el Primer Concilio Provincial de Guadalajara de 1897. Murió el 15 de noviembre de 1898, a la edad de 83 años, cumpliendo 60 de Presbítero y 46 como Obispo.
Como promotor social, el Sr. Arzobispo D. Pedro Loza y Pardavé alentó la pacificación de su grey, restauró y centuplicó las asociaciones piadosas de fieles laicos; sostuvo una relación respetuosa con las autoridades civiles, quienes honraron su memoria imponiéndole su nombre a una de las calles céntricas e importantes de la ciudad de Guadalajara.
Agradecidos con Dios por el servicio pastoral de tan insigne Arzobispo, pidámosle que avive en nosotros el deseo de evangelizar y promover la reconciliación, el bienestar y la paz social que tanto necesita nuestra patria.
Guadalajara, Jal., a 16 de diciembre de 2014.
+ José Francisco Card. Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara
Javier Magdaleno Cueva Pbro.
Secretario Canciller
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