Documentos Diocesanos

II Sínodo Diocesano para la Nueva Evangelización

Familia

I. Iluminación

141 -El compromiso por la familia aparece como una realidad prioritaria, en la perspectiva de la Nueva Evangelización. La familia actual está sometida a un profundo proceso de transformación. El porvenir de nuestras comunidades eclesiales, no menos que el progreso de nuestras organizaciones y comunidades civiles, está ligado indisolublemente al futuro de nuestras familias, y de la familia como su célula vital y primaria (AA, 11). El crecimiento y desarrollo armónico de nuestras familias, lo mismo que sus crisis y tropiezos, tendrán necesariamente una repercusión positiva o negativa en la evolución o deterioro de nuestra realidad en todos sus ámbitos: humano, religioso, económico, cultural, político y social.

142- Bajo este supuesto, el compromiso de la Iglesia por la Nueva Evangelización no podrá tener éxito si no se vive y se proclama como prioridad indiscutible el "Evangelio sobre la familia", es decir, la verdad y la belleza del proyecto de Dios sobre ella. Como bien lo sabemos: "la familia cristiana es una comunión de personas, signo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo" (CIC, 2205) y por tanto, ha de asumir consciente y gozosamente "la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor de Dios por la humanidad y el amor de Cristo por su Iglesia" (FC, 17).

143- De esta manera, la familia cristiana está llamada a manifestar a todos "la presencia viva del Salvador del mundo y la naturaleza genuina de la Iglesia, tanto con el amor, la fecundidad generosa y la fidelidad de los esposos, como con la amorosa cooperación de todos sus miembros" (GS, 48). "Por eso la familia representa el primer espacio donde la Iglesia se edifica como misterio de comunión y de misión y donde la sociedad nace y se constituye a partir de personas que se maduran en el don responsable de sí mismas y llegan a ser luego capaces de entrelazar auténticas relaciones de fraternidad y de solidaridad" (Libro del Sinodo della Diocesi di Roma, 1993, 251).

144- En la fiesta de la Sagrada Familia de 1993, se inauguraba en toda la comunidad eclesial el "Año de la Familia", como una de las etapas significativas en el itinerario de preparación para el gran Jubileo del año 2000, que señalará el fin del segundo y el inicio del tercer milenio del nacimiento de Jesucristo. El 2 de Febrero de 1994, Año internacional de la familia -gracias a una loable iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas- el Papa Juan Pablo II dirigía una Carta a las Familias en la que, de alguna manera, trata de resumir y de aplicar el rico acervo doctrinal y pastoral de la Iglesia acerca de esta institución fundamental, patrimonio común de la sociedad civil y de la comunidad eclesial. Además de la inmensa riqueza que sobre la familia nos ofrece el Papa, nos traza ahí también una especie de mapa orientador, en donde se resaltan las acciones más significativas del Magisterio de la Iglesia del postconcilio en torno a esta realidad humana y divina, que es la familia.

La "Carta a las familias"

145- Decía el Sumo Pontífice en esa ocasión: "La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña, y como tal es una institución fundamental para la vida de toda sociedad". E inmediatamente se preguntaba: "La familia como institución, ¿qué espera de la sociedad? Ante todo que sea reconocida en su identidad y aceptada en su naturaleza de sujeto social. Esta va unida a la identidad propia del matrimonio y de la familia. El matrimonio, que es la base de la institución familiar, está formado por la alianza ‘por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole’ (CDC, 1055; CIC, 1601). Sólo una unión así puede ser reconocida y confirmada como ‘matrimonio’ en la sociedad" (CF, 17).

146- "La familia, como comunidad de amor y de vida, es una realidad social sólidamente arraigada y, a su manera, una sociedad soberana, aunque condicionada en varios aspectos: la afirmación de la soberanía de la institución-familia y la constatación de sus múltiples condicionamientos, inducen a hablar de los derechos de la familia. A este respecto, la Santa Sede publicó en el año 1983 la Carta de los Derechos de la Familia, que conserva aún hoy toda su actualidad. Los derechos de la familia están íntimamente relacionados con los derechos del hombre... Sin embargo, los derechos de la familia no son simplemente la suma matemática de los derechos de la persona, siendo la familia algo más que la suma de sus miembros considerados singularmente" (CF, 17).

147- "En nuestros días recordamos frecuentemente la expresión ‘iglesia doméstica’, que el Concilio ha hecho suya (LG, 11) y cuyo contenido deseamos que permanezca siempre vivo y actual. Este deseo no disminuye al ser conscientes de las nuevas condiciones de vida de las familias en el mundo de hoy... Después del Concilio otro punto importante de referencia es la Exhortación apostólica Familiaris consortio, de 1981. En este documento se afronta una vasta y compleja experiencia sobre la familia, la cual, entre pueblos y países diversos, es siempre y en todas partes ‘el camino de la Iglesia’. En cierto sentido, aún lo es más allí donde la familia atraviesa crisis internas, o está sometida a influencias culturales, sociales y económicas perjudiciales, que debilitan su solidez interior, si es que no obstaculizan su misma formación" (CF, 3). En este documento del Papa, de manera explícita y directa la familia cristiana es exaltada como iglesia doméstica o pequeña iglesia. Esta expresión la toma muy frecuentemente Juan Pablo II para calificar la identidad de la familia, no sólo en su participación de la tarea salvífica de la Iglesia o en su proyección sociológica dentro del ambiente concreto donde se encuentra ubicada sino, sobre todo y primariamente, en su mismo ser.

148- Efectivamente, no se puede hacer un proyecto serio y consistente de pastoral familiar, sin hacer conciencia de los fundamentos teológicos que la han de sustentar. Por esto el Santo Padre, hablando de la iglesia doméstica, en la apertura del Sínodo sobre la familia (26 de Septiembre-25 de Octubre de 1980) decía: "Este tema, durante las próximas semanas, deberá constituir la base de nuestras consideraciones, ya que estamos profundamente convencidos de que la Iglesia vive y cumple la misión que le ha confiado Cristo a través de la familia cristiana... Pues la Evangelización, tema del sínodo de 1974, y la Catequesis, tema del sínodo de 1977, no sólo están dirigidos a la familia, sino que de ella toman su auténtica vitalidad. La familia es el objeto fundamental de la evangelización y de la catequesis de la Iglesia, pero más aún, ella es indispensable e insustituible sujeto: el sujeto creativo". Y añadía inmediatamente: "Precisamente por esto, por ser este sujeto, no sólo por estar en la Iglesia y participar de sus recursos espirituales, sino por constituir la Iglesia en su dimensión fundamental, como una iglesia en miniatura, ecclesia domestica, la familia debe ser consciente, de manera particular, de la misión de la Iglesia y de su propia participación en esta misión".

La situación de la familia

149- En la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en Medellín en 1968 se constataba: "No es fácil, por varias razones, una reflexión sobre la familia en América Latina. Porque la idea de familia se encarna en realidades sociológicas sumamente diversas. Porque la familia ha sufrido, tal vez más que otras instituciones, los impactos de las mudanzas y transformaciones sociales. Porque en América Latina la familia sufre de modo especialmente grave las consecuencias de los círculos viciosos del subdesarrollo: malas condiciones de vida y cultura, bajo nivel de salubridad, bajo poder adquisitivo, transformaciones que no siempre se pueden captar adecuadamente... Es por tanto necesario tener en cuenta la doctrina de la Iglesia para fijar una acción pastoral que lleve a la familia latinoamericana a conservar o adquirir los valores fundamentales que la capaciten para cumplir su misión" (DM, "Familia", 1.4).

150- La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Puebla en 1979, abordó aún con mayor amplitud (DP, 568-616) los principales temas relacionados con la situación de la familia. "En el gran sentido de familia que tienen nuestros pueblos, los Padres de la Conferencia de Medellín vieron un rasgo primordial de la cultura latinoamericana. ‘Pasados 10 años, la Iglesia en América Latina se siente feliz por todo lo que ha podido realizar en favor de la familia. Pero reconoce con humildad cuánto le falta por hacer, mientras que percibe que la pastoral familiar, lejos de haber perdido su carácter prioritario, aparece hoy todavía más urgente, como elemento muy importante de la evangelización’ (Juan Pablo II, Homilía)... Es preciso reconocer, además, que la realidad de la familia no es ya uniforme, pues en cada familia influyen de manera diferente -independientemente de la clase social- factores ligados al cambio... A esto contribuyen también las estructuras injustas, sobre todo los medios de comunicación, no sólo con sus mensajes de sexo, lucro, violencia, poder, ostentación, sino también destacando lo que contribuye a propagar el divorcio, la infidelidad conyugal y el aborto o la aceptación del amor libre y de las relaciones pre-matrimoniales" (DP, 570.572-573).

151- La IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Santo Domingo en 1992, se ocupa del tema en profundidad y, "a causa de los tremendos problemas que hoy afectan a la vida humana" (SD, 210), lo incluyen en la parte que trata de la Promoción Humana (SD, 210-227). Dicen nuestros obispos: "La Iglesia anuncia con alegría y convicción la Buena Nueva sobre la familia, en la cual se fragua el futuro de la humanidad y se concreta la frontera decisiva de la Nueva Evangelización. Así lo proclamamos, aquí en América Latina y el Caribe, en un momento histórico en que la familia es víctima de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla... Ciertamente reconocemos la diversidad de familias rurales y urbanas, cada una dentro de su contexto cultural; pero en todas partes la familia es fermento y signo del amor divino y de la misma Iglesia y, por tanto, debe estar abierta al plan de Dios... No obstante las graves crisis de la familia, constatamos que muchas familias latinoamericanas y del Caribe se esfuerzan y viven llenas de esperanza y con fidelidad al proyecto de Dios Creador y Redentor, la fidelidad, la apertura a la vida, la educación cristiana de los hijos y el compromiso con la Iglesia y el mundo" (SD, 210.214).

152- Hay que subrayar, finalmente, que nuestros obispos mexicanos en repetidas ocasiones se han ocupado de la situación de las familias: "Ha sido preocupación constante de la Iglesia mexicana el cuidado de la familia, como aparece claramente por los documentos del episcopado acerca del matrimonio, de la educación de la niñez y de la juventud y en los últimos tiempos, acerca de la paternidad responsable, el amor conyugal, la planeación de la familia, el aborto, la defensa de la vida humana... Esta preocupación la han acogido con mayor profundidad algunos grupos especializados, pero debido a la crisis de la religiosidad en México, acontece que esta benéfica influencia todavía no se siente en la gran masa... La familia mexicana ha sido baluarte de los valores religiosos y transmisora de la religiosidad primera. Sin embargo, la vida espiritual familiar, como toda forma de vida espiritual, ha sufrido o está sufriendo los cambios por los que pasan todas las formas de religiosidad en México" (Aportaciones del Episcopado mexicano al Sínodo sobre la familia, 1980, 241.243).

La familia, comunidad de vida

153- "El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos. Es un compromiso que sólo puede llevarse a cabo adecuadamente teniendo la convicción del valor único e insustituible de la familia para el desarrollo de la sociedad y de la misma Iglesia" (CL, 40). La familia debe ser "célula primera y vital de la sociedad" (FC, 42; CL, 17), cuna de la vida y del amor en la que el hombre nace y crece. Esta merece de los laicos una solicitud privilegiada; para que la familia se convierta en protagonista activa y responsable del propio crecimiento y de la propia participación en la vida social.

154- Dios es comunión de vida y amor y la familia se realiza como imagen de Dios cuando en sus relaciones resplandece la paternidad de Dios Padre, creador y misericordioso, la filiación del Hijo y el amor unificador del Espíritu Santo (DP, 582-583). Para los cristianos, Cristo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento. A imagen del amor esponsal de Cristo con la Iglesia, que es permanentemente fiel, el matrimonio excluye toda separación y divorcio (CF, 19; SD, 211). Sólo en el designio de Dios Creador y Redentor, la familia descubre su identidad, su ser y su misión (FC, 17). La familia es una institución de origen divino y no producto de la voluntad humana; así lo muestra el proyecto original de Dios cuando el Señor nos dice: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne" (Gén 2,24). "Esto corresponde a la esencia más íntima del hombre y de la mujer, y a su natural y auténtica dignidad de personas" (CF, 8).

155- La familia debe ser "como santuario de la vida" (CA, 39), es decir, servidora de la vida, en donde se promueven, estiman y cultivan los valores del amor, de la verdad, de la justicia, de la fraternidad y responsabilidad, y se respetan tanto las leyes naturales de la transmisión de la vida, como su desarrollo, una vez iniciado en el seno materno (HV, 14.17; DP, 585; GS, 49-51). La familia está llamada a ser la "escuela del más alto humanismo, donde cada uno de los miembros pueda alcanzar la plenitud de su vida, cumpliendo su misión con responsabilidad, con una cuidadosa cooperación de los padres en la educación de los hijos, donde la presencia activa del padre es de enorme trascendencia y también el cuidado doméstico de la madre, especialmente de los hijos más pequeños, sin que por esto menosprecie su legítima promoción social" (GS, 52).

La familia, comunidad educativa

156- La familia debe ser promotora de una educación que forme hombres libres que posean fina sensibilidad moral, conciencia crítica, sentido de responsabilidad, que sea instrumento de una auténtica humanización social (SD, 241; CL, 16). Así pues, los hijos podrán ser formados y educados de tal manera que al llegar a la edad adulta sigan la vocación a la que han sido llamados en sus diferentes misiones, dando testimonio con su forma cristiana de vida. "También la familia cristiana, en cuanto iglesia doméstica, constituye la escuela primigenia y fundamental para la formación de la fe. El padre y la madre reciben en el sacramento del Matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana en relación con los hijos, a los que testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Aprendiendo las primeras palabras, los hijos aprenden también a alabar a Dios, al que sienten cercano como Padre amoroso y providente; aprendiendo los primeros gestos de amor, los hijos aprenden a abrirse a los otros, captando en la propia entrega el sentido del humano vivir" (CL, 62).

157- "Tarea propia de la familia es: -l Educarse en la comprensión y vivencia de su identidad y misión. l Educarse en el amor, en el respeto mutuo, especialmente del hombre para la mujer, el aprecio y la promoción de la vida humana para una recta comprensión, educación de la sexualidad y de la afectividad. l Educar a los padres y a los hijos para un auténtico diálogo familiar, como elemento de comunión y participación. l Educar para la libertad y la responsabilidad. l Educar para la solidaridad y la fraternidad al interior y al exterior de la familia. l Educar para las responsabilidades sociales y eclesiales. l Enseñar a los esposos qué es y en qué consiste la espiritualidad. l Acompañar la espiritualidad familiar y conyugal. l Acompañar a los padres de familia en el proceso educativo de sus hijos. l Acompañar a las familias a vivir el Evangelio con sentido de pertenencia a una comunidad parroquial e insertando los valores cristianos en la vida diaria" (Orientaciones para la organización de la pastoral familiar en las regiones y diócesis de México, 14 de Abril de 1994).

158- Por vocación divina la familia está llamada a desarrollarse y a crecer; por esto la pastoral familiar ha de ser progresiva y permanente, debe seguir a la familia, acompañándola paso a paso en las diversas etapas de su formación y de su pleno desarrollo (FC, 65). "La educación es pues, un proceso singular en el que la recíproca comunión de las personas está llena de grandes significados. El educador es una persona que engendra en sentido espiritual. Bajo esta perspectiva, la educación puede ser considerada verdadero y propio apostolado" (CL, 16). De aquí que los padres de familia, deben de considerar una verdadera vocación la formación y educación de sus hijos, procurando para esto una comunicación vital que hace crecer en el verdadero amor, tanto al educador como al educando.

La familia, comunidad eclesial

159- La familia cristiana es iglesia doméstica en cuanto participa y revela el misterio de la Iglesia. Es decir, en cuanto está injertada y vive en relación a la Madre Iglesia. Esta relación es doble, ya que la familia cristiana es, al mismo tiempo, objeto y sujeto de la acción salvífica de la Iglesia. En este sentido toda familia cristiana tiene necesidad de la Iglesia; tiene el derecho y el deber de exigir, de recibir de ella la gracia y las normas para ser y vivir su fisonomía propia como pequeña iglesia.

160- Por otra parte, la Iglesia tiene necesidad de la familia cristiana para ser y vivir como Iglesia, ya que Jesucristo ha querido edificar y alimentar a su pueblo santo a través de los sacramentos por Él mismo instituidos, entre los cuales está el sacramento del Matrimonio. Además, la Iglesia tiene necesidad de la familia cristiana para poder revelarse y actuar en la historia humana con toda su plenitud, en especial como comunión familiar y como fraternidad. La familia cristiana está "llamada a santificarse y a santificar a la comunidad eclesial y al mundo" (FC, 55). Por eso, en esta iglesia doméstica, los papás han de ser para sus hijos los primeros predicadores con su palabra y ejemplo, los ministros de la oración y del culto a Dios (LG, 11).

161- La familia también ejerce su dimensión eclesial cuando lucha por defender y promover la dignidad humana; cuando es instrumento de humanización; cuando se dedica a las obras sociales en opción por los más pobres (Mt 10,42); cuando cumple su función profética dando testimonio de los valores del Reino (FC, 43; DP, 583); cuando se constituye en el "centro y corazón de la civilización del amor" (CL, 13), a semejanza de Cristo que, encarnándose, ha querido realizar la salvación (Mt 11, 19-25; Mc 1, 17). La Iglesia, en su solicitud por tutelar la familia en toda su dimensión, no sólo la religiosa, no ha dejado de considerar atentamente algunas situaciones irregulares como son: matrimonio a prueba, uniones libres de hecho, católicos unidos con mero matrimonio civil, separados y divorciados no casados de nuevo, divorciados casados de nuevo, etc. (FC, 79-85).

II. Desafíos de la realidad

162- Desconocimiento sobre el ser y quehacer del matrimonio como proyecto de Dios. La familia ha venido perdiendo sus valores humanos y cristianos tradicionales, tales como: la unidad, el amor, la integración, el diálogo y el respeto a la vida.

163- La falta de una pastoral clara, constante y bien planeada sobre la familia; un acompañamiento efectivo y afectivo de los agentes, y la falta de un verdadero testimonio cristiano.

164- Ausencia de normas legales adecuadas para que la familia pueda proteger sus principios morales frente a los medios de comunicación social, particularmente ante aquellos que agreden su integridad y las buenas costumbres, con programas que exaltan el consumismo, la violencia y el desorden sexual.

165- La aceptación de ayudas económicas condicionadas al establecimiento de políticas antinatalistas en la difusión de métodos contraceptivos, abortivos y esterilizantes, así como programas de supuesta educación sexual, no adecuados a la niñez, que producen en ellos daños psicológicos.

166- La manipulación del problema demográfico para favorecer campañas que van en contra de la familia. La abundancia y distribución sin costo de medios anticonceptivos, que atentan contra la integridad de la vida familiar; en muchos casos y, sobre todo en instituciones oficiales, éstos son prácticamente impuestos.

167- La estrechez económica de un número grande de familias por el deterioro del poder adquisitivo del ingreso familiar, por la inestabilidad del empleo, por la falta de políticas adecuadas de estímulo laboral, de capacitación, educación y dignificación del trabajo.

168- El número cada vez mayor de hijos que nacen o se crían fuera de la familia, por el aumento de las uniones temporales u ocasionales. La generalización del permisivismo de las relaciones prematrimoniales y extramatrimoniales.

169- Las variadas manifestaciones del machismo que ultrajan a la mujer, para luego abandonarla sin cuidar siquiera a los hijos que quedan. La existencia de prácticas de dominación abusiva del hombre contra la mujer y los hijos, no sólo discriminándolos, sino ejerciendo también sobre ellos violencia física y psicológica.

170- El incremento acelerado del divorcio, con los consecuentes daños a la pareja y a los hijos en el orden moral, económico y social.

171- El aumento del número de abortos, por el incumplimiento de principios morales, a veces avalados por la legislación civil, por el desconocimiento de que éste es un homicidio, y por la tolerancia de la sociedad.

III. Líneas pastorales

172- Reestructurar la pastoral familiar, por medio de una interrelación con otras pastorales (catequética, juvenil, social, vocacional, etc.), para hacerla más dinámica y efectiva.

173- Preparación progresiva y permanente de agentes que atiendan a la familia en las diferentes etapas de su desarrollo: preparación remota para el matrimonio, preparación próxima al matrimonio, y seguimiento postmatrimonial.

174- Implementar programas de educación familiar en los círculos escolares y centros superiores que garanticen la enseñanza de los derechos fundamentales de los niños, adolescentes y jóvenes en las familias.

175- Orientación cristiana con lenguaje y medios sencillos y asequibles sobre la sexualidad humana, según el plan de Dios. Difundir los beneficios de una paternidad y maternidad responsables y de los métodos naturales de regulación de los nacimientos.

176- Establecer tribunales especializados en el poder judicial, que resuelvan oportuna y eficazmente los problemas de derecho familiar. Impulsar iniciativas de tipo legal para que el mundo del trabajo oriente sus esfuerzos hacia el bienestar de la familia, considerando para ello entre otros valores, el trabajo de la mujer, la maternidad y el salario familiar.

177- Propiciar medidas prácticas que ayuden a la solución del lamentable problema de niños abandonados en las calles, de los afectados por la adicción a las drogas y de los expuestos a contraer enfermedades como el sida, mediante programas de acción conformes a la exigencia de la moral, con la participación de todos los sectores sociales.

178- Destacar, por todos los medios, que la unidad y la indisolubilidad son valores inherentes a la institución del matrimonio, tomando conciencia acerca de la gravedad del divorcio como factor pernicioso para el matrimonio, la familia y la sociedad.

179- Formación y concientización de los agentes de comunicación social en favor de la familia y de la cultura de la vida.

180- Propiciar una legislación adecuada referente a los medios de comunicación social para lograr que se respete la dignidad de la persona humana, la integridad de la familia y los derechos del niño y tener en cuenta que la legislación reconozca los genuinos valores y tradiciones de las familias indígenas.

IV. Disposiciones

32- Reconozca la comunidad cristiana que los primeros agentes de pastoral familiar son los mismos esposos cristianos. Promueva por tanto para ellos, diversas acciones que los ayuden a seguir preparándose en esta noble tarea, y aliente su presencia en actividades y organismos de participación eclesial.

33- Que se forme un equipo de agentes de pastoral familiar en cada parroquia y que trabajen en coordinación con la pastoral familiar diocesana.

34- Que en cada decanato haya un equipo integral (psicólogos, matrimonios y sacerdotes), para que den orientación y preparación a novios, a matrimonios jóvenes y a parejas que viven situaciones conflictivas.

35- Que los vicarios episcopales, decanos y todos los sacerdotes apoyen los criterios y líneas de acción de la pastoral familiar diocesana.

36- Se encarece a los pastores, con el apoyo de los agentes de pastoral más comprometidos de su jurisdicción, la visita planeada a las familias, sobre todo en tiempo de Pascua o con motivo de acontecimientos significativos para ellos, especialmente penosos.

37- Que la sección de pastoral familiar, ofrezca apoyos a los decanatos; que elabore un plan pastoral específico para la atención de parejas que vivan en situaciones conflictivas o en una situación canónica insoluble, siguiendo las orientaciones de Familiaris consortio.

38- Preocúpense los párrocos también de las parejas que viven en situaciones irregulares, invitándolas a participar hasta donde les sea posible en las actividades comunitarias de oración y fraternidad; y aunque no sean aceptadas plenamente a la vida sacramental, impúlsenlas a mantener su sentido de pertenencia a la Iglesia y a sentir la necesidad de regularizar lo más pronto posible su situación.

39- Que el Instituto diocesano de pastoral integre en sus programas básicos la formación y capacitación permanentemente de agentes para la pastoral familiar con la ayuda de la comisión de laicos.

40- Se asegurará que la pareja haya participado en un curso serio de preparación a la vida matrimonial -sea organizado por la misma parroquia o por algunos de los movimientos apostólicos dedicados a la promoción familiar y matrimonial- antes de realizar la presentación matrimonial de los novios o cualquier otro trámite de lugar, fecha o celebrante.


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