I. Iluminación
312 -La Doctrina social de la Iglesia, como parte integrante del mensaje cristiano (SRS, 41; CA, 5.57), ha de ser un compromiso irrenunciable de su misión evangelizadora, de su enseñanza fundamental en el ámbito de la moral, lo mismo que criterio e inspiración, sobre todo para que los fieles laicos actúen en consecuencia dentro del tejido social, económico y político de su comunidad, en sincera colaboración con todos aquellos que buscan el auténtico bienestar de la persona humana. El mundo del trabajo es una realidad plural y, en las actuales circunstancias, constituye un verdadero reto para la acción evangelizadora de la Iglesia.
313- Hablando de la libertad cristiana y la liberación, en la Instrucción del 22 de Mayo de 1986 Libertatis conscientia, la Congregación de la Doctrina de la Fe, usa la expresión Evangelio del trabajo que, por no escucharse muy frecuentemente, llama inmediatamente la atención. Textualmente se nos dice (Nos. 82-83): "La existencia de Jesús de Nazaret, verdadero evangelio del trabajo, nos ofrece el ejemplo viviente y el principio de la radical transformación cultural que hay que emprender para resolver los grandes problemas que nuestra época debe afrontar. Aquel que, siendo Dios, se hace en todo semejante a nosotros, se dedicó durante la mayor parte de su vida terrena a un trabajo manual (LE, 6). La cultura que nuestra época espera, estará caracterizada por el pleno reconocimiento de la dignidad del trabajo humano, que aparece en toda su nobleza y fecundidad a la luz de los misterios de la creación y de la redención (LE, cap. V). Reconocido como expresión de la persona, el trabajo llega a ser razón para el sentido de la vida y para el esfuerzo creativo. De esta manera, la solución de la mayor parte de los graves problemas de la miseria, se encuentra en la promoción de una verdadera civilización del trabajo. El trabajo es, en cierta manera, la clave de toda la cuestión social (LE, 3).
314- El Concilio nos ha hablado con mucha claridad a este respecto: el desarrollo económico ha de estar al servicio (GS, 64) y bajo el control (GS, 65) del hombre. Es el hombre también quien se ha de empeñar incansablemente por hacer desaparecer las enormes desigualdades económico-sociales que aún existen (GS, 66). De ahí la necesidad de situar siempre al hombre alcentro de la vida económico-social (CL, 43). Entre los baluartes de la Doctrina social de la Iglesia, está el principio del destino universal de los bienes de la tierra, por eso: también en la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social (GS, 63).
315- Ante un mundo que pasa por radicales cambios en la economía; cambios egoístas que dan como fruto ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres debemos, como Iglesia, hacer una opción más clara, efectiva y desinteresada por los pobres; opción preferencial, no excluyente, viendo en ellos el rostro sufriente de Cristo (SD, 178-179.200.292). Para esto es necesario, entre otras cosas, que haya "un adecuado y sano diálogo de la Iglesia con los responsables de la economía, no para sacar provecho material, ni mucho menos para ser testigos mudos de la injusticia y amigos de ésta, sino para evangelizar ese ambiente de una manera nueva" (Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Mensaje a los empresarios, 1º de Enero de 1993).
El "Evangelio del trabajo"
316- Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dándole con eso una gran dignidad; y creó todas las cosas para que las trabajara con responsabilidad y las compartiera fraternalmente. A través de la historia de un pueblo, Israel, Dios fue orientándolo a vivir en el respeto y ayuda mutuos, animándolo a no acaparar, sino a com partir los bienes creados (LE, 4). Dios entrega al hombre la creación haciéndolo colaborador en la recreación de las cosas, al transformarlas con su trabajo, llegando a ser cocreador con Dios, ya que Él pone en sus manos la creación misma para que la continúe y la perfeccione (Gén 1, 28-29). Es de ahí de donde viene al hombre su gran dignidad.
317- El hombre, creado a imagen de Dios, participa por su trabajo en la obra del Creador. El cristiano está llamado, por tanto, a ver en su trabajo un servicio a la humanidad entera y una aportación personal a la realización del proyecto de Dios acerca del mundo (LE, 25). El trabajo es, por supuesto, un derecho pero también es un deber. En realidad, cualquier género de trabajo -sea éste manual o intelectual- implica necesariamente mucho de esfuerzo y a veces no poco de sacrificio, pero este sufrimiento, vivido en la fe y en comunión con el Espíritu de Cristo resucitado, puede permitir al hombre llegar a colaborar de alguna manera, unido al Hijo de Dios, a la redención de la humanidad.
318- El Magisterio de la Iglesia ha resaltado siempre el principio de la prioridad del trabajo en relación al capital y, todavía más, la necesidad del respeto absoluto a la dignidad del hombre. Este respeto, en el mayor de los casos, está ligado a la participación de los mismos trabajadores en la toma de decisiones, lo mismo en las empresas que en los sindicatos y asociaciones similares, a fin de mantener sus conquistas e incrementar sus legítimas prestaciones.
La propiedad: necesidad y límites
319- El trabajo permite al hombre el poder procurarse todo aquello que él necesita para satisfacer un adecuado bienestar. Para vivir y para crecer, los hombres tenemos necesidad de un mínimo de bienes. De bienes materiales: alimento, vestido, habitación... Y de bienes espirituales: instrucción, cultura, libertad, religión... El hombre busca no solamente el uso de estos bienes, sino también una cierta propiedad. La propiedad privada favorece un mejor uso y un mejor manejo de los bienes de este mundo. Sin embargo, según la enseñanza más tradicional de la Iglesia, la propiedad privada está gravada de una hipoteca social. En efecto, la tierra es un don de Dios para todos los hombres y el propietario, por su parte, no es más que un administrador de este don. Por supuesto que es legítimo que él se beneficie de los bienes de la tierra, pero jamás ha de olvidar que la tierra es de todos. De ahí, además, la necesidad de ser cada día más sensibles al respeto a la naturaleza, es decir, a la cuestión ecológica.
320- Hablando de las tendencias actuales y de la evangelización en el futuro, Puebla nos dice: "Parece que la programación de la vida social responderá cada vez más a los modelos buscados por la tecnocracia, sin correspondencia con los anhelos de un orden internacional más justo, frente a la tendencia de cristalización de las desigualdades actuales". Y en seguida señala como una de las principales aspiraciones de nuestro pueblo el llegar a una: "distribución más justa de los bienes y las oportunidades: un trabajo justamente retribuido que permita el decoroso sustento de los miembros de la familia y que disminuya la brecha entre el lujo desmedido y la indigencia" (DP, 129.133).
321- En nuestra sociedad actual, el trabajo multiplica las relaciones entre los hombres, y esto lo mismo para mejorarlas que para deteriorarlas. El trabajo puede servir para incrementar la colaboración de los hombres entre sí, pero puede servir también para dar pie a grandes conflictos relacionados con las condiciones en que se desarrolla: desempleo y subempleo, salarios insuficientes, condiciones de injusticia, de insalubridad o de discriminación, y políticas laborales corruptas que, entre otras cosas, perpetúan las grandes desigualdades sociales y fomentan la inmigración del campo a la ciudad y la emigración del país al extranjero.
Situar al hombre en el centro de la vida económico-social
322- El trabajo puede y debe ser una fuente permanente de realización personal. Al empeñarse el hombre en la transformación del mundo, él mismo se transforma y desarrolla sus capacidades, sobre todo en aquellos campos donde él tiene margen para ejercitar su iniciativa y su creatividad, ya que "el principal recurso del hombre... es el hombre mismo" (CA, 32.35). Sabemos, sin embargo, que hay muchos trabajos que lejos de ayudar a un sano desarrollo, desembocan más bien en muchas formas de deshumanización y alienación.
323- Nuestros obispos latinoamericanos han abordado en múltiples ocasiones los temas relacionados con la economía y el trabajo. En Santo Domingo nos invitan a un nuevo orden económico: "Conscientes de que se está gestando un nuevo orden económico mundial que afecta a América Latina, la Iglesia desde su perspectiva está obligada a hacer un serio esfuerzo de discernimiento. Tenemos que preguntarnos: ¿hasta dónde debe llegar la libertad de mercado? ¿Qué características debe tener para que sirva al desarrollo de las grandes mayorías?" (SD, 194).
324- "Según la reciente enseñanza de Juan Pablo II (Carta Encíclica Centesimus annus), es lícita la libre actividad de los individuos en el mercado. Esto no significa que el mercado pueda ofrecer todos los bienes que requiere la sociedad... La economía de mercado debe tener en cuenta estos límites. Por eso las enseñanzas del Santo Padre señalan la necesidad de acciones concretas de los poderes públicos para que la economía de mercado no se convierta en algo absoluto a lo cual se sacrifique todo, acentuando la desigualdad y la marginación de las grandes mayorías. No puede haber una economía de mercado creativa y al mismo tiempo socialmente justa, sin un sólido compromiso de toda la sociedad y sus actores con la solidaridad a través de un marco jurídico que asegure el valor de la persona, la honradez, el respeto a la vida y la justicia distributiva, y la preocupación efectiva por los más pobres" (SD, 195).
325- En el Antiguo Testamento vemos cómo el hombre se rebela contra Dios, quiere ser igual que su Creador y peca frustrando el plan que Dios tenía para él. Queda inclinado al mal y le viene la tentación de acaparar la creación que Dios hizo para todos y de esclavizar para esto a sus hermanos, imponiendo la ley del más fuerte, a tal grado que el poderoso pueblo egipcio esclaviza durante muchos años a la comunidad de los hijos de Israel para enriquecerse, haciendo del trabajo no ya un medio de realización personal, sino un instrumento de opresión e injusticia (Ex 1, 8-14). En el Nuevo Testamento se habla fuertemente contra la riqueza y los ricos que se aferran a sus riquezas; y se pone a las riquezas como un obstáculo para acercarse a Dios (Mt 6, 24) y para seguir al Señor (Lc 14, 33). La condición para que un rico se convierta es que reparta sus bienes con generosidad entre los pobres, como en el caso de Zaqueo y del joven rico del Evangelio. Con esto llegamos a descubrir que la riqueza tiene una dimensión social (Mt 19, 21).
326- En su Exhortación apostólica que trata de la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, el Papa Juan Pablo II nos recuerda: "El servicio a la sociedad por parte de los fieles laicos encuentra su momento esencial en la cuestión económico-social, que tiene por clave la organización del trabajo. La gravedad actual de los problemas que implica tal cuestión, considerada bajo el punto de vista del desarrollo y según la solución propuesta por la Doctrina social de la Iglesia, ha sido recordada recientemente en la Encíclica Sollicitudo rei socialis, a la que remito encarecidamente a todos, especialmente a los fieles laicos" (CL, 43).
327- Todo campo económico debe ser regulado por la justicia; sólo así vendrá la paz. Debemos denunciar como antievangélico cualquier sistema económico que haga muy ricos a unos a costa de la miseria de otros (SRS, 16). Hay que recordar, además, que en asuntos como estos la moral va más lejos que la ley civil. La solidaridad es el camino de la paz y al mismo tiempo del verdadero desarrollo (SRS, 39).
328- Ciertamente la actividad económica es necesaria, pero sólo si está al servicio del hombre. Si está al servicio del hombre, podrá ser fuente de fraternidad y signo de la providencia. El bien común y el cambio social sólo vendrán cuando la humanidad asuma un nuevo símbolo social, capaz de superar las barreras de los egoísmos nacionales. El Papa Pablo VI encuentra este símbolo y lo propone a todos los hombres de buena voluntad: la solidaridad en la promoción. "El desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad" (PP, 43).
El problema del trabajo, clave de la cuestión social
329- "Una de las realidades que más nos preocupa en nuestra tarea pastoral es el mundo del trabajo, por su significación humanizadora y salvífica, que tiene su origen en la vocación cocreadora del hombre como imagen de Dios (Gén 1-26) y que ha sido rescatado y elevado por Jesús, trabajador e hijo de carpintero (Mt 13, 55; Mc 6, 3). La Iglesia, como depositaria y servidora del mensaje de Jesús, ha visto siempre al hombre como sujeto que dignifica el trabajo, realizándose a sí mismo y perfeccionando la obra de Dios, para hacer de ella una alabanza al Creador y un servicio a sus hermanos. La permanente enseñanza del Magisterio de la Iglesia, respecto al trabajo como clave de la cuestión social, ha sido confirmada y desarrollada en las recientes Encíclicas sociales de Juan Pablo II (Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus). Y de modo especial subraya la dimensión subjetiva del trabajo (LE, 6), que es la expresión más elocuente de la dignidad del trabajador" (SD, 182).
330- En el Mensaje del episcopado mexicano al pueblo de México acerca de El compromiso cristiano ante las opciones sociales y la política, del 18 de Octubre de 1973, se nos invita a asumir en estos campos nuevas actitudes evangélicas: "La vida económica, como la vida social en general, es como la vida de un cuerpo: sólo el bienestar de todo el cuerpo puede traer el bienestar a cada uno de sus miembros, e igualmente, la vida no sana en cada miembro acarrea el mal para sus miembros, y el mal de los miembros produce el malestar de todo el cuerpo... La solidaridad, supuesta nuestra condición de pecadores tocados de egoísmo, implica la práctica de la austeridad en el uso de los bienes y en la satisfacción de los sentidos... Además, en una sociedad en la que hay miseria, la solidaridad significa misericordia... Una pretendida conversión que no abarque al hombre en su totalidad -persona y sociedad- y que no se traduzca en la realización de nuevas estructuras, en donde las personas encuentren un modo concreto de relacionarse en justicia y amor, sería la ilusión de una mentalidad individualista, que fatalmente adormecería las conciencias" (Nos. 34.36.37.40).
331- "Si la Iglesia considera como deber suyo pronunciarse a propósito del trabajo desde el punto de vista de su valor humano y del orden moral, dentro del cual él se encuadra, lo hace cumpliendo una tarea importante en el servicio que ella presta al mensaje evangélico; en nuestros días, ella descubre un deber muy particular en la formación de una espiritualidad del trabajo, que sea capaz de acercar por su medio a todos los hombres a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos en relación al hombre y al mundo, y a profundizar en su vida la amistad con Cristo, asumiendo, mediante la fe, una viva participación a su triple misión: de sacerdote, de profeta y de rey, tal como nos lo enseña con expresiones admirables el Concilio Vaticano II" (LE, 24).
II. Desafíos de la realidad
332- Falta más presencia evangelizadora de la Iglesia en las organizaciones laborales. El acompañamiento pastoral de los obreros se reduce a ocasiones aisladas y de muy limitada repercusión.
333- Hay un empobrecimiento creciente de amplios sectores de la sociedad; pocas fuentes de trabajo y mal remuneradas, que no ofrecen perspectivas de auténtico progreso para el trabajador.
334- Presencia de estructuras económicas, como el neoliberalismo, con escasa proyección hacia el bien de la sociedad.
335- Hay un peligroso sometimiento en lo económico a políticas e intereses extranjeros, que ponen en riesgo la soberanía y la misma idiosincracia de nuestro pueblo.
336 -El consumismo ha llegado a ser un modo de vida pacíficamente aceptado en la mentalidad y en las actitudes de nuestra sociedad.
337- Existencia de sindicatos y organizaciones obreras que no están al servicio de los trabajadores sino de otros intereses, incluyendo los de sus líderes.
338- Hay parcialidad y hasta corrupción en la aplicación de la justicia en muchas instancias jurídico-laborales.
339- Grandes descuidos y carencias en la atención y apoyo a los trabajadores del campo.
340- Hay un vacío en la reflexión y en la sistematización de una pastoral campesina, y en una adecuación de la pastoral urbana, sobre todo para las grandes masas que se asientan -casi siempre regularmente- en torno a la zona metropolitana.
III. Líneas pastorales
341- Iluminar con el mensaje evangélico el mundo de la economía y del trabajo, y ofrecer, por parte de la jerarquía y del laicado comprometido, un testimonio creíble en el campo de la justicia social.
342- Dar a conocer, difundir y practicar la Doctrina social de la Iglesia, que forme nuestra conciencia social cristiana y nos impulse a ser solidarios con el pueblo pobre.
343- Que los agentes de pastoral de cada comunidad se formen en la Doctrina social de la Iglesia y en el análisis de la realidad, para que apoyen y den un impulso serio a la pastoral de la economía y del trabajo, educando en la solidaridad cristiana, con el ofrecimiento organizado de servicios concretos.
344- No hemos sabido integrar del todo a una pastoral urbana a las grandes masas que emigran a las periferias de nuestra ciudad y que, por falta de un apoyo y de una acogida verdaderamente cristiana, con frecuencia se resfrían o pierden su fe.
345- Que las parroquias, apoyadas por la comisión diocesana de pastoral social, organicen servicios para los emigrantes, en especial para el gran número de campesinos que llegan a la ciudad en busca de trabajo.
346- Que la comisión diocesana de pastoral social organice congresos, semanas, o estudios sobre los problemas sociales que más afectan a nuestro pueblo.
347- Incrementar las instancias intermedias de participación de la sociedad y del pueblo en general, y denunciar la manipulación de algunas de las existentes, que tradicionalmente han tomado las grandes decisiones económicas y políticas del país.
348- Crear Asociaciones Civiles con los laicos más comprometidos en la pastoral social y del trabajo para que, con personalidad jurídica y criterios evangélicos, puedan animar, asesorar o coordinar proyectos realistas y prioritarios, que promuevan al pueblo de Dios en sus necesidades más urgentes.
349- En la promoción de los derechos humanos tener en cuenta a los menores que son explotados y a las mujeres, que no han llegado a adquirir en la práctica plena igualdad de derechos en relación a los varones.
350- Difundir con amplitud los servicios que en este campo ofrece Cáritas diocesana, y apoyar su acción asistencial y promocional, involucrando a las personas, a las empresas y a los organismos que estén en posibilidad de colaborar en estos esfuerzos.
351- Impulsar la sección de pastoral del trabajo, dedicando a ella personal capacitado y que esté impulsado a su acción por motivos evangélicos.
IV. Disposiciones
73- La comisión diocesana de pastoral social, elabore un plan de trabajo que involucre en forma permanente a organismos eclesiales y a asociaciones profesionales de inspiración cristiana, que faciliten la difusión y la vivencia del Evangelio del trabajo, sobre todo en las relaciones obrero-patronales.
74- Promuévase en las parroquias formas concretas de asociación, apoyo y solidaridad recíproca entre las familias, con el fin de atender los siempre presentes problemas de pobreza, marginación y salud.
75- Las comunidades y las asociaciones cristianas presentes en el mundo del trabajo, favorezcan la formación cultural, profesional y religiosa de los trabajadores, sobre todo de los más jóvenes.
76- Para los cristianos, participar en el esfuerzo por dignificar el trabajo, ha de ser uno de los principales aspectos de la promoción humana y de su compromiso como evangelizadores entre sus compañeros trabajadores.
77- Toca a los trabajadores cristianos llevar el fermento del Evangelio a las realidades concretas, sobre todo por un compromiso coherente de vida, que influya positivamente en la superación y buen manejo de sus estructuras de asociación, en especial de los sindicatos.
78- La presencia de los cristianos en las empresas y en la vida económica de la sociedad sea ejemplo de competencia, de honestidad y de ayuda a los más necesitados.
79- Las parroquias, en especial de la periferia y de lugares marginados, establezcan comedores para la gente más necesitada, buscando, de ser posible entre parroquias de zonas más pudientes, un apoyo más constante en recursos económicos y en la presencia de sus agentes más cualificados.
80- En la programación de actividades apostólicas y de horarios de servicios, se tendrá muy presente las necesidades de los trabajadores, tomando en cuenta también las particulares circunstancias de aquellos que por sus turnos de trabajo no pueden adaptarse a las normas más generales de la comunidad parroquial.
81- Los responsables de organismos diversos y los sacerdotes que tienen trabajadores, empleados al servicio de la Iglesia, han de remunerarlos con un salario justo y otorgarles todas las prestaciones de ley.