Documentos Diocesanos

II Sínodo Diocesano para la Nueva Evangelización

Vida y Ministerio de los Obispos

I. Iluminación

475 -"Entre los diversos ministros que existen en la Iglesia -nos dice la Lumen Gentium- ocupa el primer lugar el ministerio de los obispos que, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica" (LG, 20). Por medio de esta sucesión apostólica, los obispos prolongan en el tiempo la misión que Cristo confió a los apóstoles y que no es otra que la de evangelizar: "Vayan por todo el mundo y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que yo les he mandado" (Mt 28, 19-20). De este envío, que abarca la atención integral del rebaño, se desprende que los obispos tienen, como Cristo y los apóstoles, "un ministerio que los capacita para ser verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores" (CD, 2).

476- El Concilio Vaticano II "enseña que por la consagración episcopal se recibe la plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos Padres, ‘sumo sacerdocio’ o ‘cumbre del ministerio sagrado’ (LG, 21). La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar y gobernar... En efecto... por la imposición de las manos y por las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y queda marcado con el carácter sagrado. En consecuencia, los obispos de manera eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre (‘in eius persona agant’)" (CIC, 1558).

El obispo, sucesor de los apóstoles

477 -Del obispo se espera una acción eficaz en la obra de la Nueva Evangelización y de la santificación de su propia Iglesia, no sólo por lo que dice y hace, sino, sobre todo, por lo que es y por lo que vive. Ha de ser agente de vida nueva por el testimonio de su conducta, hecho de santidad, de caridad, de humildad, de sencillez, de austeridad y cercanía al pueblo y, en general, por toda su vida, digna de un verdadero ministro de Dios.

Maestros de la fe

478 -Al igual que los apóstoles, los obispos tienen como tarea prioritaria la predicación del Evangelio (LG, 25; CD, 12-24; DP, 682; CDC, 386, 753; SD, 25). En su diócesis, el obispo es el primer evangelizador, el primer catequista. Ninguna otra actividad lo puede disculpar de esta tarea sagrada. Debe predicar personalmente al pueblo e interesarse por que todos los fieles progresen en el conocimiento y meditación de la Palabra de Dios. El obispo, con la autoridad de Cristo, enseña tanto las verdades que han de ser creídas con fe, como las actitudes concretas que se esperan de quien recibe la Palabra con corazón sincero. Por eso el Concilio afirma: "Los fieles tienen la obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión de espíritu al parecer de su obispo, en materia de fe y costumbres, cuando él las expone en nombre de Cristo" (LG, 25).

479 -La predicación debe descender a iluminar las condiciones concretas de la vida y a capacitar a los individuos y a las comunidades para que tomen decisiones ponderadas, según los criterios del Evangelio. Del obispo se espera un ministerio profético que ayude a discernir el camino para solucionar los problemas relacionados con el inmenso campo del actuar humano, comenzando por el respeto a los derechos de la persona dentro de la sociedad civil e iluminando con la luz evangélica aspectos tan trascendentales como los valores de la familia humana, el significado cristiano del trabajo, la dimensión social de los bienes materiales y, en fin, el proyecto de Dios sobre los individuos y la comunidad (EN, 30-35; CD, 12-13).

Pontífices

480 -En el Nuevo Testamento solamente existe el sacerdocio de Cristo, y todo sacerdocio es participación de ese único sacerdocio (Heb 10, 17-21). Cristo es Sacerdote porque es el Hijo y nuestro hermano por la encarnación; porque permaneciendo fiel a Dios, su Padre, se solidariza misericordiosamente con los hombres, sus hermanos (Heb 2, 17-3, 2).

481 -El es la Palabra por quien el Padre nos habla y se nos revela (Jn 1, 18). Es modelo de los profetas (Mt 12, 14). Es el sumo sacerdote que, dejando los sacrificios rituales, los sustituye con la ofrenda de su obediencia filial y total al Padre (Heb 7, 26-27; 10, 1-14). El es el Mesías que, resucitado y después de haber realizado nuestra purificación, se sentó a la derecha de Su Majestad en las alturas (Heb 1, 3). El es el único Mediador por naturaleza, porque en su persona se establece la comunión entre Dios y el hombre (1 Tim 2, 5).

482 -Cristo estableció el sacerdocio ministerial. Escogió a los doce apóstoles para que estuvieran con él (Mc 3, 13). Les comunicó su propia misión salvífica: "Como el Padre me envió así los envío yo a ustedes" (Jn 20, 21). Les pidió que celebraran la Eucaristía en su nombre: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22, 19). Los envió a anunciar el Evangelio: "Vayan y prediquen" (Mt 28, 19). Les dio el poder de perdonar los pecados: "A quienes perdonen, quedarán perdonados" (Jn 20, 23). Así, Cristo hizo participantes de su consagración y de su misión pastoral a los Doce y, a través de ellos, a los obispos que son los sucesores de los apóstoles y, en grado subordinado, a los presbíteros que son cooperadores de los obispos (PO, 2; LG, 28). Como dice el Documento de Santo Domingo: "El sacerdocio procede de la profundidad del inefable misterio de Dios. Nuestra existencia sacerdotal nace del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y de la acción santificadora y unificante del Espíritu Santo" (SD, 70).

483 -Los obispos son los principales responsables en la tarea de comunicar al Pueblo santo de Dios los dones sagrados con que la Iglesia se edifica (LG, 26; CD, 15; DP, 682; CDC, 835, 838, 839). En esta tarea se fundamenta la responsabilidad del obispo como moderador, promotor y guardián de toda la vida litúrgica de la Iglesia que se le ha encomendado. En la Iglesia particular "el obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey; de él se deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles" (SC, 41; DP, 919).

484 -En palabras del Papa Juan Pablo II: "Por la naturaleza misma de su ministerio, el obispo es, sobre todo, pontífice de su pueblo; y el pueblo de Dios es, ante todo, pueblo sacerdotal. No puede, por tanto, de ningún modo descuidar la liturgia -su fuerza y riqueza, su belleza y su verdad- un obispo auténticamente solícito del bien de la Iglesia. Más aún, dentro de toda la acción pastoral, el cuidado por la liturgia ocupa lógicamente el primer lugar y es como el culmen de cualquier otra opción. La liturgia, de hecho, como lo recuerda el Concilio Vaticano II- es ‘el culmen hacia el cual tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que dimana toda su fuerza’ (SC, 10), de manera que ‘ninguna otra acción de la Iglesia le iguala en eficacia’ (SC, 7)" (EnV, 7, 5).

Pastores

485 -A los obispos se les confía plenamente el oficio pastoral, es decir, el cuidado constante y cercano de la Iglesia local. Para desempeñar este ministerio, gozan de una verdadera autoridad que debe ser ejercida de manera evangélica: con firmeza y humildad (LG, 27; CD, 16; DP, 688; CDC, 391).

486 -Los obispos tienen en la Iglesia una función paternal, pero también fraternal, porque son hermanos en la Iglesia, familia de Dios. En ella están llamados a vivir en actitud de servicio, de cercanía y amistad con todos los fieles (LG, 28; CD, 16; PO, 9; DP, 248-249). Por ser pastor de todo el pueblo de Dios, le corresponde al obispo conocer las necesidades concretas de los institutos o comunidades de vida consagrada y, en general, de todos los fieles, para ayudarlos a todos según sus posibilidades.

487 -Sin embargo, los obispos deberán ejercer una función de cuidado y cercanía muy especial en favor de los sacerdotes "teniéndolos como hijos y amigos" (CD, 16), y estarán siempre dispuestos a oírlos y a fomentar las actitudes que favorezcan el desarrollo humano y espiritual del presbiterio. "El obispo es el responsable de la formación permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros sean generosamente fieles al don y al ministerio recibido, como el pueblo de Dios los quiere y tiene el derecho de tenerlos. Esta responsabilidad lleva al obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y a establecer un programa, capaz de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV, 79).

488 -Del obispo se espera un trato que infunda confianza a sus sacerdotes, buscando una relación amistosa y fraterna y no sólo funcional. "Al ocuparse de la formación de sus sacerdotes, es necesario que el obispo se comprometa con la propia y personal formación permanente. La experiencia enseña que, en la medida en que el obispo está más convencido y empeñado en la propia formación, tanto más sabrá estimular y sostener la de su presbiterio. En esta delicada tarea, el obispo -si bien desempeña un papel insustituible e indelegable- sabrá pedir la colaboración del consejo presbiteral que, por su naturaleza y finalidad, parece el organismo idóneo para ayudarlo especialmente en lo que se refiere, por ejemplo, a la elaboración del plan de formación. Todo obispo, pues, se sentirá sostenido y ayudado en su tarea por sus demás hermanos en el episcopado, reunidos en Conferencia" (DIR, 89).

El obispo, al servicio de la comunión eclesial

489 -Conocemos la identidad del obispo y su ministerio sólo por referencia a Cristo Pastor y Obispo (1 Pe 2, 25) de todos los fieles. La misión episcopal consiste en un servicio de cercanía, de acompañamiento, de preocupación por aquellos que le han sido confiados, de empeño generoso hasta el extremo, hasta la entrega de la propia vida si fuere necesario (Jn 10, 11), a semejanza de Cristo.

El obispo y la Iglesia universal

490 -"Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias" (CIC, 1560). En virtud de la ordenación, el obispo queda integrado en el Colegio Episcopal, cuya cabeza es el Romano Pontífice. Por esta inserción el obispo está comprometido a vivir en unión y afecto fraternal con los demás obispos y en respeto y obediencia al Papa (LG, 22-23; CD, 4-10; DP, 686).

491 -El ministerio apostólico, el servicio de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, es un servicio a la comunión eclesial. La unidad de la Iglesia no es solamente aquella que redunda de en una buena organización o en una firme disciplina. La Iglesia está convencida de que su unidad y su vitalidad no provienen de sí misma sino que son dones del Espíritu Santo. Esta unidad y esta vitalidad se manifiestan de manera privilegiada en la comunión de los obispos entre sí y con el sucesor de Pedro, a quien está confiada una jurisdicción "ordinaria, suprema, plena, inmediata y universal" (CDC, 331; LG, 22).

492 -El Sumo Pontífice "es el principio perpetuo y visible, y el fundamento de la unidad que vincula entre sí, sea a los obispos que a la multitud de los fieles" (LG, 23). Los obispos, unidos al Obispo de Roma, constituyen, en efecto, el Colegio Episcopal, heredero del colegio de los apóstoles, enviados por Cristo. La fidelidad a esta comunión es, para los obispos, una exigencia particularmente grave y una necesidad absoluta para mantener la verdad y fecundidad en su ministerio.

493 -Porque es en esta unión al propio obispo y, con él, al Papa, como los cristianos se ponen en contacto con la comunión universal y reciben sus benéficos efectos. En una Iglesia particular, en una diócesis, la comunión se vive de muchas formas, por la participación en la vida sacramentaria, en el testimonio, en la misión y en las responsabilidades asumidas en el seno de las comunidades cristianas. De esta manera, la Iglesia, viviendo en la unidad, hace patente el amor de Cristo por todos los hombres y contribuye a la unidad de todo el género humano.

494 -Es deber del obispo abrirse y abrir a su Iglesia diocesana a la comunicación con la Iglesia universal; debe preocuparse por la evangelización en todas las regiones del mundo donde todavía no se conoce la Palabra de Dios y tener sensibilidad para compartir los recursos -sobre todo los recursos humanos- con otras comunidades, puesto que todas las Iglesias son actualización de la única Iglesia de Cristo.

El obispo y la iglesia particular

495 -"Los obispos son el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG, 23). A ellos corresponde ser punto de convergencia, principio de armonía y unificación de todos los fieles y de las distintas vocaciones que el Espíritu suscita en la comunidad.

496 -En la realización de su tarea ministerial, deberá el obispo "promover el aumento y la adecuada formación de los agentes para los diversos campos de la acción pastoral... deberá impulsar procesos globales, orgánicos y planificados que faciliten la integración de todos los miembros del pueblo de Dios" (SD, 57).

El obispo, imagen de Cristo Buen Pastor

497 -La palabra epískopos viene del griego y significa "el que mira desde arriba", "el que supervisa"... Le corresponde al obispo, como guardián y pastor, salir en defensa de los individuos y de las comunidades cada vez que se atente contra la dignidad fundamental de la persona humana, especialmente de los más pobres (DP, 1214; SD, 67.74.178). Entre nosotros abundan los ejemplos de obispos cercanos a los más necesitados y que se han mostrado interesados por la promoción y defensa de los derechos de los marginados. Bastaría recordar, como muestra, los casos de los Señores Obispos Fray Antonio Alcalde y Juan Ruiz de Cabañas, benefactores de los enfermos y de la niñez; y el ejemplo del Señor Arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, defensor intrépido del derecho a la libertad religiosa.

498 -En el obispo encontrarán un defensor de su legítima diversidad los institutos de vida consagrada. "De hecho, uno de sus oficios específicos es el de defender la vida consagrada, el de promover y animar la fidelidad y la autenticidad de los religiosos y el de ayudarlos a insertarse, según su propia índole, en la comunión y en la acción evangelizadora de su Iglesia" (MR, 52).

499 -En él los fieles laicos tendrán un apoyo para tutelar sus derechos y para la realización de sus iniciativas apostólicas. En efecto, "la misión salvífica de la Iglesia en el mundo se lleva a cabo no sólo por los ministros, en virtud del sacramento del Orden, sino también por medio de todos los fieles laicos. Estos, de hecho, en virtud de su condición bautismal y de su específica vocación, en la medida propia de cada uno, participan del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo. Los pastores, por tanto, deben reconocer y promover los ministerios, los oficios y las funciones de los fieles laicos, que tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y en la Confirmación, lo mismo que, para muchos de ellos, en el Matrimonio" (CL, 23).

II. Desafíos de la realidad

500- Promover en nuestra diócesis la unidad de criterios teológico-pastorales, manteniendo una gran apertura a la realidad y, al mismo tiempo, una fidelidad ejemplar al Magisterio de la Iglesia. Crear una organización diocesana que manifieste, en la diversidad pastoral, la unidad en torno al obispo.

501- La jerarquización adecuada de las actividades del obispo, a fin de que oriente sus mejores energías a lo que es esencial y prioritario en su ministerio, de manera que ejercite su servicio pastoral con mayor eficacia y menor desgaste. Favorecer la descentralización de las tareas más importantes de la vida diocesana, tanto cuanto sea posible jurídica y pastoralmente.

502- Promover carismas y ministerios, estimulando las potencialidades de todo el pueblo de Dios, singularmente de los consagrados y de los laicos, y brindar especial apoyo y reconocimiento a los movimientos laicales.

503- Que las visitas pastorales sean momentos centrales de la presencia del obispo en las comunidades; que se realicen, al menos, conforme a lo establecido por el Derecho en cuanto a periodicidad (CDC, 396) y que se dé primacía a lo pastoral, sin descuidar lo administrativo.

504- Lograr que el trato entre obispos y sacerdotes no sea puramente funcional, sino que llegue a contactos más espontáneos y de mayor profundidad y confianza.

505- Una de las grandes prioridades del obispo será su estrecha relación con el seminario y, en especial, con los seminaristas que cursan la última etapa de su formación, como son los de tercero y cuarto de teología.

506- Buscar un acercamiento frecuente y de mayor calidez pastoral con todos los sectores del pueblo de Dios, especialmente en los ambientes rurales y marginados de la diócesis.

507- Mayor presencia del obispo en los medios de comunicación social para anunciar el mensaje evangelizador con claridad y sencillez.

508- La opción clara, evangélica y preferencial del obispo en favor de los pobres y marginados, anunciando con libertad y denunciando con audacia evangélica las situaciones de pecado y, sobre todo, las violaciones a los derechos humanos.

III. LINEAS PASTORALES

509 -Optimizar los recursos humanos con que cuenta la diócesis, auspiciando una equitativa distribución de los sacerdotes y, al mismo tiempo, involucrando en tareas de responsabilidad, en forma más decidida y de acuerdo a sus carismas, a los consagrados y a los fieles laicos.

510 -Fomentar sistemática e integralmente, a través de los centros de estudio y de las comisiones establecidas en nuestra diócesis, las tareas fundamentales de la acción pastoral.

511 -Que el obispo procure, de forma sistemática y programada, asegurar una buena preparación de sacerdotes, religiosos y laicos para las tareas prioritarias de la diócesis y no sólo se ofrezcan estudios de especialización a quienes van a trabajar en el seminario.

512 -Favorecer la creación y funcionamiento de centros de formación de agentes, tratando de que, en lo posible, no se concentren sólo en la zona metropolitana.

513 -Intensificar la presencia del obispo como padre, hermano y amigo de los sacerdotes y consagrados, sobre todo de los que están en problemas, de los enfermos, de los ancianos y de los marginados. Establecer criterios pastorales comunes para sacerdotes religiosos y diocesanos, sobre todo en los campos de la liturgia y de la moral.

514 -Que el obispo esté enterado de las posibilidades y aptitudes de cada uno de los sacerdotes, auxiliándose de otras personas, tales como los vicarios episcopales; o de otras instancias, por ejemplo la comisión de formación permanente del presbiterio, para que se les ofrezcan oportunidades de desarrollo y trabajo adecuado en el ejercicio de su ministerio pastoral.

515 -Que el obispo tenga especial cuidado con los sacerdotes recién ordenados, destinándolos, de ser posible, a comunidades donde puedan encontrar apoyo y un adecuado testimonio sacerdotal.

516 -Que el obispo se asesore eventualmente de gente capacitada que lo apoye en el discernimiento de situaciones o eventos especialmente apremiantes -a través de análisis serios de investigación de la realidad, por ejemplo- de manera que se le apoye con recomendaciones concretas y bien fundamentadas en su acción profética.

517 -Tomar una postura clara y valiente ante los acontecimientos sociales de mayor relevancia: orientando, anunciando e incluso denunciando las injusticias y atropellos a la dignidad humana, sobre todo de los más débiles y necesitados.

518 -La gran extensión de la diócesis dificulta el que el obispo se haga presente físicamente y con más frecuencia en todas y cada una de las comunidades parroquiales; de ahí que se pueda considerar seriamente la conveniencia de proponer su división a la Santa Sede.

IV. DISPOSICIONES

-106- Para fomentar mejor la acción pastoral, el obispo diocesano se valdrá de los mecanismos adecuados para afianzar la integración del Consejo Episcopal (CDC, 473, 4) con el fin de lograr la unidad de criterios en las actividades fundamentales de la diócesis.

107- El obispo ha de impulsar, a través de la Vicaría episcopal de pastoral, la programación anual de zonas y decanatos, tratando de lograr un verdadero proceso global, integral y planificado.

108- Asegure el obispo que, al menos una vez al año, se organicen, a través de las zonas y de los decanatos, estudios de profundización para los agentes de pastoral: sacerdotes, religiosos y laicos, dando prioridad a los documentos recientes del Magisterio que vengan a iluminar y a fortalecer el compromiso en la acción pastoral.

109- Se urgirá a los sacerdotes su puntual y activa participación en las reuniones periódicas, según el programa de la comisión para la formación integral del presbiterio aprobado cada año por el obispo.

110- Se han de continuar las reuniones anuales del obispo con los superiores mayores y con los superiores locales de las distintas congregaciones e institutos de vida consagrada de la diócesis, a fin de coordinarse mejor en acciones conjuntas al servicio de la pastoral diocesana.

111 -Que el obispo conozca más de cerca los movimientos apostólicos de seglares y los acompañe, por sí mismo o a través de sacerdotes asesores competentes, a fin de mantener la unidad en la fe y en la caridad, aún dentro de una muy deseable pluralidad de iniciativas y de campos de acción.

112 -Cuide el obispo que en los colegios y universidades de inspiración cristiana existan y se pongan en práctica programas de educación en la fe, sólidamente conformados, respetuosos de la doctrina del Magisterio y en consonancia con los programas pastorales diocesanos.

113 -Cuide el obispo que la comisión de economía del arzobispado se mantenga en estrecho contacto con los organismos, comisiones e institutos que llevan adelante la acción pastoral en nuestra diócesis, a fin de dotarlos, en forma equitativa, de suficientes recursos materiales. Esta misma comisión estará al pendiente de la recta utilización del presupuesto y de que se cubran las necesidades de la vida pastoral en base a prioridades bien evaluadas.

114- Compete al Señor Arzobispo, cuando juzgue maduros tiempos y circunstancias, establecer el Consejo pastoral de la diócesis, conforme lo pide el Código de Derecho Canónico (CDC, 511-514).


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