I. Iluminación
La liturgia, obra de la Santísima Trinidad
40- Al concluir su Carta apostólica Vicesimus quintus annus, del 4 de Diciembre de 1988, el Papa Juan Pablo II nos decía: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, como lo ha recordado la Constitución Sacrosanctum Concilium (SC, 9). Ella es, sin embargo, su fuente y su culmen (SC, 10). Es fuente porque, sobre todo en los sacramentos, los fieles obtienen abundantemente el agua de la gracia, que brota del costado de Cristo crucificado. Retomando una imagen muy querida del Papa Juan XXIII, ella es como la fuente de la aldea a la cual cada generación viene a sacar el agua siempre viva y fresca. Es también culmen, sea porque toda la actividad de la Iglesia tiende hacia la comunión de vida con Cristo, sea porque es en la liturgia donde la Iglesia manifiesta y comunica a los fieles la obra de la salvación, realizada una vez por todas en Cristo" (VQA, 22).
El Padre, fuente y fin de la liturgia
41- La obra de Dios en favor del hombre, desde el comienzo hasta la consumación de los siglos, es bendición (Ef 1, 3-6), manifestada en acontecimientos salvadores. "En la liturgia de la Iglesia la bendición divina es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado... En su Verbo encarnado, muerto y resucitado, nos colma de bendiciones, y por Él derrama en nuestros corazones el don que contiene todos los dones: el Espíritu Santo" (CIC, 1082). Como respuesta de la fe a la acción de Dios, la liturgia tiene dos dimensiones: la Iglesia bendice al Padre mediante la adoración, la alabanza y la acción de gracias y no cesa de presentar la ofrenda agradable para que produzca frutos de vida eterna (CIC, 1083).
Cristo y su acción en la liturgia
42- La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo (SC, 7). La finalidad del sacerdocio de Cristo es ofrecer el sacrificio espiritual agradable al Padre (1Pe 2, 5). Por sacrificio espiritual entendemos toda la vida hecha en docilidad al Espíritu de Cristo (LG, 34). "La muerte de Cristo en la cruz y su resurrección constituyen el centro de la vida de la Iglesia y la prenda de su Pascua eterna; la liturgia tiene como su principal función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la Vida" (VQA, 6). Como Cristo fue enviado por el Padre, el Señor envió a los apóstoles a anunciar el Evangelio y a realizar la salvación por medio del sacrificio eucarístico y los sacramentos en torno a los cuales gira la vida litúrgica (SC, 6), misión que es transmitida a los sucesores de los apóstoles, los obispos (LG, 26) y a sus inmediatos colaboradores, los presbíteros.
43- "Para llevar a cabo obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la Misa no sólo en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia proclama y canta salmos..." (SC, 7).
44- El culto integral de la Iglesia está constituido tanto por el culto existencial, que abarca toda la existencia de la persona vivida en docilidad al Espíritu Santo, como por el culto simbólico-ritual, que expresa y hace visible el encuentro sacramental de la obra salvadora realizada por Cristo y la vida entera del creyente.
El Espíritu Santo y la Iglesia en la liturgia
45- El Espíritu Santo, como pedagogo de la fe del pueblo de Dios y artífice de los sacramentos, actúa eficazmente en la liturgia. Prepara a la Iglesia para el encuentro con su Señor, recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea, hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su poder transformador, une a la Iglesia a la vida y misión de Cristo (CIC, 1093-1109). La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia (SC, 9); sin embargo, es la cumbre y la fuente de su acción pastoral (SC, 10). La pastoral litúrgica es una dimensión de la misión de la Iglesia que tiene como finalidad promover la participación consciente, activa y fructuosa de los fieles en la celebración de los divinos misterios (SC, 11).
46- La pastoral litúrgica atiende a los siguientes campos: los sacramentos y sacramentales, el tiempo litúrgico (año litúrgico y liturgia de las horas), la música, el arte sacro, los servicios y ministerios en la Iglesia. "La Santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del Bautismo, el pueblo cristiano... los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia en toda su actividad pastoral..." (SC, 14).
47- Para promover dicha participación, se debe tener en cuenta lo siguiente: -l Atender a las condiciones reales de la asamblea celebrante: su cultura y la situación de las personas que la integran (SC, 19; SD, 35.248) y tratar de ser sensibles a las formas de religiosidad popular (EN, 48; SD, 53). l Asegurar la adecuada formación litúrgica, primero de los sacerdotes, desde el seminario, como parte de su formación permanente (SC, 15.18). Los fieles deben ser formados atendiendo a su condición, edad y estado (SC, 19). l Llevar al compromiso de vivir en la justicia y la caridad: "la liturgia es anuncio y realización de los hechos salvíficos que nos llegan a tocar sacramentalmente; por eso, convoca, celebra y envía... sostiene el compromiso con la promoción humana... la celebración no puede ser algo separado o paralelo a la vida" (SD, 35).
El misterio pascual en los sacramentos de la Iglesia
48- La salvación que el Padre nos ofrece llega hasta nosotros a través de los signos (símbolos) instituidos por Cristo en la Iglesia. Allí tenemos la gracia de hacer vida, en momentos diversos, la íntima comunión con Cristo y con los hermanos. Llamamos formas de celebración a los distintos momentos rituales que nos permiten experimentar esta comunión. Los momentos más intensos de esa comunión son los sacramentos: "Una catequesis renovada y una liturgia viva, en una Iglesia en estado de misión, serán los medios para acercar y santificar más a todos los cristianos y, en particular, a los que están lejos y son indiferentes" (SD, "Mensaje", 30).
49- En Cristo, el proyecto de salvación de Dios se realiza plenamente, se unen lo divino y lo humano. Por eso, en el Hijo nos hacemos hijos; su humanidad es instrumento de nuestra salvación (SC, 5). Cristo unió las palabras, acciones y actitudes significativas que muestran que el Reino anunciado por Él se hizo presente. A Cristo se da el título de Sacramento del Padre porque con su vida, sus palabras y obras, está manifestando visiblemente la presencia del misterio del poder invisible de Dios. El ser sacramental de la encarnación lo realiza y lo concreta a lo largo de toda su vida; con sus acciones posibilita el encuentro real de los hombres con Dios (Jn 1, 14; Col l, 1ss; Tt 2, 11).
Los sacramentos de la Iglesia
50- Toda la vida litúrgica de la Iglesia gravita en torno al sacrificio eucarístico y a los sacramentos. Hay en la Iglesia siete sacramentos: Bautismo, Confirmación o Crismación, Eucaristía, Penitencia o Reconciliación, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento; curación y misión a la vida de fe de los cristianos.
51- Mirando a Cristo, Palabra del Padre y escuchando la voz del Espíritu Santo, la Iglesia se hace "íntimamente solidaria con el género humano y con su historia" (GS, 1), ya que por medio de la encarnación "el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre", haciéndose "verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado" (GS, 22). De ahí que el hombre sea "el camino fundamental de la Iglesia" (RH, 14), de ahí que el pueblo de Dios busque "discernir en los acontecimientos, en las inquietudes y en las aspiraciones que comparte con los hombres de nuestro tiempo, cuáles son los signos verdaderos de la presencia y del designio de Dios" (GS, 11).
Los sacramentos de iniciación cristiana
52- Los sacramentos de iniciación cristiana son: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su fortalecimiento y desarrollo; la Eucaristía que alimenta al discípulo con el cuerpo y sangre de Cristo para ser transformado por Él.
53- La Iglesia crece constantemente con nuevos miembros que se convierten al camino de Cristo y se adhieren a su alianza. Ella celebra esta alianza en el Bautismo, haciéndolos pasar por el agua a una nueva Pascua y ungiéndolos por el crisma con el perfume del Espíritu, para que, conformados y fieles a Cristo, vivan su vocación y misión en la construcción del Reino. "La entrada en el Reino de Dios se realiza mediante la fe en la palabra de Jesús sellada por el Bautismo, atestiguada en el seguimiento, en compartir su vida, su muerte y resurrección" (Rm 6, 9; SD, 5)
54- La Confirmación es la unción e imposición de manos -normalmente de un obispo- con la que Cristo quiere llenarnos de la fuerza del Espíritu Santo para capacitarnos a una vida de testimonio que, aún en medio de las dificultades, difunda el buen olor de Cristo.
55- La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor (CIC, 1322). La Eucaristía tiene, por tanto, un valor eclesiológico fundamental: ella edifica la Iglesia como signo visible e instrumento eficaz de la presencia de Cristo resucitado, "en virtud del cual se congrega la Iglesia, una santa, católica y apostólica" (LG, 26); ella, además, la inserta en la historia de los hombres y la invita a dar el testimonio de la caridad. "Nuestro Salvador, en la Ultima cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (SC, 47).
Los sacramentos de curación
56- El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación en sus miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: el sacramento de la Penitencia o Reconciliación y el de la Unción de los enfermos (CIC, 1421).
57- Jesucristo no sólo exhortó a los hombres y a las mujeres a la penitencia, a fin de que dejaran los pecados y de todo corazón se convirtieran al Señor, sino también acogió a los pecadores, reconciliándolos con el Padre y con los hermanos. Siguiendo sus pasos, la Iglesia no cesa de invitar a sus miembros a la conversión y restauración de la vida por la celebración de la Penitencia, esmerándose en valorar la práctica de la confesión.
58- A través de la Unción de los enfermos, Cristo, por medio de la Iglesia, concede alivio a la enfermedad y libra de los pecados. Cristo une al enfermo al misterio de su pasión, y por la gracia del Espíritu Santo, lo asocia a su acción redentora en favor de la comunidad. Al enfermo que ve su vida afectada por la enfermedad, le da la fuerza suficiente para revisar su proyecto de vida cristiana.
Los sacramentos al servicio de la comunidad
59- El sacramento del Orden sacerdotal y el Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven para la edificación del pueblo de Dios (CIC, 1534). Cristo, mediante la Iglesia, escoge a algunos hombres en medio del pueblo, los cuales, marcados por el sacramento del Orden, actúan en nombre de la persona de Cristo Cabeza y así, unidos a Cristo Sacerdote, se hacen ministros de la unidad y servidores del pueblo. Por medio del Matrimonio cristiano, la Iglesia celebra la alianza de amor de Dios con los hombres y mujeres y el amor de Cristo y de la Iglesia. Los esposos, sumergidos de esta manera en el profundo misterio de amor, proclaman con su vida la fidelidad de Dios a la humanidad. "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre los bautizados" (CDC, 1055, 1).
Dimensión celebrativa de los sacramentos
60- La renovación litúrgica del Vaticano II ha puesto el acento en la dimensión celebrativa de los sacramentos. Los principios de la participación y la celebración festiva están señalados por la reforma litúrgica: "Siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada. Esto vale sobre todo para la celebración de la Misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pública y social de toda Misa, y para la administración de los sacramentos" (SC, 27). Así, nuestras celebraciones de los sacramentos serán un medio adecuado que propicie la Nueva Evangelización.
El sacramento en cuanto palabra
61- La Buena Nueva que anuncia y realiza la evangelización es el centro y corazón del sacramento. La celebración del sacramento da poder y eficacia a la palabra anunciada y hace que se convierta para nosotros en una palabra actual y operante que nos lleva a un compromiso de vida cotidiana: "Celebraciones dignas, vivas y participadas, con un profundo sentido de fe y de la contemplación de los misterios de la salvación" (SD, "Discurso inaugural", 9).
El sacramento en cuanto signo
62- "El hombre es un ser sacramental; a nivel religioso expresa sus relaciones con Dios en un conjunto de signos y símbolos; Dios, igualmente, los utiliza cuando se comunica con los hombres. Toda la creación es, en cierto modo, sacramento de Dios porque nos lo revela" (DP, 920). "La liturgia es anuncio y realización de los hechos salvíficos que nos llegan a tocar sacramentalmente; por eso, convoca, celebra y envía... La celebración no puede ser algo separado de la vida... es especialmente por la liturgia como el Evangelio penetra en el corazón mismo de las culturas. Toda la ceremonia litúrgica de cada sacramento tiene también un valor pedagógico; el lenguaje de los signos es el mejor vehículo para que, ‘el mensaje de Cristo penetre en las conciencias de las personas y (desde ahí) se proyecte en el ethos de un pueblo, en sus actitudes vitales, en sus instituciones y en todas sus estructuras’ (Juan Pablo II). Por esto las formas de la celebración litúrgica deben ser aptas para expresar el misterio que se celebra y a la vez claras e inteligibles para (todos) los hombres y mujeres (de nuestro tiempo)" (SD, 35).
63- La celebración renovada de toda acción litúrgica requiere una muy consciente preparación, especialmente del ministro que la celebra. "En una sociedad cada vez más sensible a la comunicación a través de signos e imágenes, el sacerdote cuidará adecuadamente todo lo que puede aumentar el decoro y el aspecto sagrado de la celebración. Es importante que en la celebración eucarística haya un adecuado cuidado de la limpieza del lugar, del diseño del altar y del sagrario, de la nobleza de los vasos sagrados, de los ornamentos, del canto, de la música, del silencio sagrado, etc. Todos estos elementos pueden contribuir a una mejor participación en el Sacrificio eucarístico. De hecho, la falta de atención a estos aspectos simbólicos de la liturgia y, aún peor, el descuido, la prisa, la superficialidad y el desorden, vacían de significado y debilitan la función de aumentar la fe. El que celebra mal, manifiesta la debilidad de su fe y no educa a los demás en la fe. Al contrario, celebrar bien constituye una primera e importante catequesis sobre el Santo Sacrificio" (DIR, 49).
II. Desafíos de la realidad
64- Falta una formación litúrgica seria y permanente en todos los niveles del pueblo de Dios. Falta capacitación y actualización del sacerdote presidente en las celebraciones sacramentales. Se perciben celebraciones ritualistas y rutinarias, tanto en los pastores como en los fieles.
65- Carencia de sana creatividad conforme a las opciones diversas que presentan los libros litúrgicos. Se toman decisiones arbitrarias en la celebración de ciertos sacramentos y sacramentales. Se necesita cuidar más la calidad de las acciones litúrgicas, especialmente la homilía dominical.
66- Falta de criterios comunes en la preparación, celebración y compromiso de los sacramentos. Deficiente preparación, tanto en quienes los reciben como en quienes los administran.
67- La dimensión social de la liturgia es poco considerada. Hay que inculcar la congruencia entre fe y vida, para vivir a fondo los acontecimientos celebrativos, tristes o alegres, de nuestras comunidades.
68- Carencia del sentido comunitario de las celebraciones; se exaltan intenciones muy particulares o familiares; se busca el rito solo sin un compromiso subsiguiente dentro de la comunidad particular.
69- A veces se pierde la dimensión eclesial en la celebración de los sacramentos: misas privadas a manera de privilegio, primeras comuniones en oratorios sin una causa razonable.
70- No se ha logrado aún plena conciencia de la centralidad de la Eucaristía como fuente y culmen de la vida eclesial. La renovación litúrgica del Vaticano II se ha asimilado en parte; resta aplicar aún su espíritu en la pastoral de los sacramentos.
71- Destacar la dignidad y significado del lugar celebrativo con todos sus elementos: altar, ambón, sede, crucifijo e imágenes. Se está perdiendo el sentido de lo sagrado en las celebraciones de algunos sacramentos y en la santificación del Domingo.
72- Falta una buena iniciación litúrgica de los niños. El núcleo familiar de donde procede la educación en la fe cada día está más privado de valores auténticamente evangélicos.
73- En la catequesis presacramental falta unidad de criterios en cuanto a contenidos, métodos y duración. Hay también injustificables intransigencias de parte de algunos sacerdotes.
III-. Líneas pastorales
74- Que la comisión diocesana de pastoral litúrgica colabore en la formación y actualización del presbiterio, del seminario diocesano y de las casas de formación para la vida consagrada. Que se asegure que esta formación litúrgica sea adecuada, gradual y permanente.
75- Que los cursos que organiza la comisión de pastoral litúrgica, en cuanto sea posible, se impartan dentro y fuera de la ciudad, por zonas pastorales. Que la preparación de los ministros extraordinarios de la Eucaristía sea más adaptada a la realidad pastoral y se tengan varios centros.
76- Que los vicarios episcopales promuevan, juntamente con los decanos, la formación y el acompañamiento de los equipos animadores de la liturgia e impulsen los ministerios laicales.
77- Que se cuide la selección, preparación y formación permanente de los agentes de pláticas presacramentales, y se unifiquen los criterios en relación a la preparación sacramental y en los requisitos para su recepción fructuosa.
78- Poner especial atención a la pastoral litúrgica del Domingo. Que en la homilía, la Palabra revelada ilumine la realidad histórica que vive la comunidad y estimule a dar pasos para comprometerse en ella con acciones congruentes.
79- Potenciar, mediante una adecuada catequesis, las celebraciones comunitarias de los sacramentos y las ceremonias (XV años, graduaciones, etc.), cuya celebración ayuda a integrar en Cristo los acontecimientos de la propia vida y hacer crecer en la fraternidad y solidaridad.
80- Renovar la celebración del sacramento de la Unción de los enfermos, haciendo resaltar su poder sanador, especialmente con celebraciones comunitarias durante los tiempos fuertes del año litúrgico.
81- Utilizar los medios de comunicación social para la transmisión accesible y sólida de mensajes dominicales por radio y asegurar que se conozcan los horarios y frecuencias en que se difunden.
82- El vicario episcopal en cada zona vigilará que, sobre todo cuando haya cambios de sacerdotes, los planos de construcción de iglesias y conjuntos de pastoral, no se modifiquen arbitrariamente, sino que se apeguen fielmente a lo aprobado por la comisión de arte sacro.
83- Que la comisión diocesana de pastoral litúrgica en sus tres secciones (liturgia, música y arte sacro), impulse la formación y actualización de los equipos de pastoral litúrgica integrados por sacerdotes, religiosos y laicos, en cada una de las zonas y decanatos.
84- Que en cada parroquia se establezca el equipo animador de pastoral litúrgica, integrando a los ministros extraordinarios de la Eucaristía, cuando los haya.
85- Que se establezca un Directorio pastoral de los sacramentos y sacramentales, que propicie en forma continua y gradual, verdaderos procesos de crecimiento en la fe, antes de la recepción de cada uno de los sacramentos.
86- Que se elabore un Directorio diocesano litúrgico-musical que ofrezca criterios y normas para la formación, acompañamiento, promoción y ejecución de la música y el canto en las celebraciones litúrgicas.
87- Establecer en cada comunidad horarios suficientes y efectivos para el sacramento de la Reconciliación. Realizar celebraciones penitenciales comunitarias, especialmente en los tiempos fuertes del año litúrgico.
88- Que se establezcan, con sentido más creativo y actual, los ministerios laicales (ordenados, instituidos y de hecho) y se dé paso, en lo posible, al diaconado permanente.
IV. Disposiciones
13- El año litúrgico sea el itinerario privilegiado en el crecimiento en la fe de nuestras comunidades. Las parroquias desplegarán con especial empeñó su creatividad pastoral en los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.
14- Síganse con fidelidad las orientaciones pastorales en relación a la adecuada preparación de los sacramentos de iniciación cristiana, los cuales normalmente se celebrarán en la propia parroquia y con la participación de la propia comunidad. Dígase lo mismo, en lo posible, de las celebraciones de matrimonios.
15- Que la celebración dominical de la Eucaristía sea de verdad el momento culminante de la vida de las comunidades parroquiales y cuasiparroquiales. Cultívese el encuentro fraterno entre las familias, los movimientos apostólicos insertados en la pastoral y de las comunidades religiosas, que serán invitadas a participar como signo de su pertenencia a la única familia eclesial.
16- Dése lugar al silencio sagrado en los momentos apropiados, de manera que se promueva un clima de contemplación que lleve a la adhesión personal y comunitaria con el Señor y a la vivencia profunda de los misterios celebrados.
17- La parroquia dé importancia y espacio suficiente al culto del Santísimo Sacramento fuera de la Misa, especialmente en la ya un tanto descuidada Exposición y Adoración de la Eucaristía, según las normas de la Iglesia. La diócesis promoverá una especial veneración a la Santísima Virgen María. La recitación del Rosario y del Angelus ocupen un lugar especial en la piedad familiar y en la devoción de las comunidades cristianas.
18- Vigílese que el canto y la música se elijan de acuerdo a las celebraciones diferenciadas y a los distintos tiempos litúrgicos, de manera que favorezcan la real participación de la asamblea y eviten lo superficial y lo profano. Cuídese la observancia del Reglamento para la intervención de fotógrafos y camarógrafos en las celebraciones litúrgicas.
19- Ofrézcase a los coros una formación cristiana y litúrgica para que sus ejecuciones sean dignas y en ellas encuentren una oportunidad para la maduración en su fe. Del seminario y de la escuela diocesana de música sagrada se espera la difusión de un repertorio común de cantos litúrgicos para nuestra diócesis, ricos en contenidos temáticos y artísticos, sin olvidar los cantos populares tradicionales, los textos en latín más comunes y las melodías gregorianas más universalmente conocidas.
20- Los sacerdotes, ministros de la reconciliación, acérquense con frecuencia al sacramento de la Confesión y sean generosos para estar disponibles y atender las confesiones de los fieles, en forma y en horarios acomodados a ellos.
21- Sin contravenir las indicaciones del Derecho, se ve conveniente en nuestro medio conferir el sacramento de la Confirmación a adolescentes, hacia los doce años, después de una adecuada y consciente preparación. Este sacramento se realizará, de ser posible, en la propia parroquia.
22- Realícese la presentación matrimonial, después de que los novios hayan participado en un curso de preparación al sacramento del Matrimonio, suficiente en duración y en contenido.
23- No se celebren misas de sanación carismática, cuando no haya garantía de respeto a las normas litúrgicas, al orden y al sentido teológico pastoral de la Eucaristía y siempre con el consentimiento del sacerdote responsable del lugar.
24- Quedando a salvo la pastoral del ocio organizada por la diócesis, no se celebren misas en clubes deportivos los domingos y fiestas de precepto. Se permitirán estas celebraciones sólo ocasionalmente, cuando se requieran como medio de evangelización o por algún acontecimiento comunitario. Siempre debe contarse con el permiso de la curia y se le comunicará éste al párroco del lugar.
25- Que la sección de arte sacro elabore un Reglamento en donde se encuentren los criterios y lineamientos a seguir para la construcción y remodelación de los templos y de los conjuntos pastorales, con especial cuidado en los lugares celebrativos.