I. Iluminación
275 -En el horizonte de la Nueva Evangelización, otra de las apremiantes prioridades pastorales -incluida en el ámbito del servicio de la caridad- es la promoción de la vida humana en todas sus expresiones y momentos, desde la concepción hasta la muerte. Nos dice la Palabra de Dios que desde el principio el Señor puso al hombre como centro de todo lo creado; de ahí que su vida tenga una especial dignidad y el valor de esta misma vida sea inviolable. Al llegar la plenitud de la Revelación, Jesucristo -"por quien fueron hechas todas las cosas" (Jn 1, 3)- comunica al hombre la misma vida divina, dándonos el don de su Espíritu. Todavía más, por medio de su Pascua de muerte y resurrección, Jesús nos muestra el camino para llegar a una vida más plena, vida que tiene sus inicios en este mundo, pero que sólo llegará a su pleno cumplimiento y realización en la eternidad.
276- El testimonio de caridad de los cristianos, es requisito indispensable para que llegue a ser creíble el anuncio del Dios de la vida y del Evangelio de la esperanza en el mundo de hoy. La caridad también nos lleva a ese compromiso inseparable de la promoción y la defensa de la vida y de los derechos fundamentales de la persona humana. Además de las acciones concretadas en el seno de cada grupo o comunidad, es necesario, además, el ejercicio de la dimensión personal de la caridad, la cual se lleva a la práctica a través de gestos y hechos cotidianos de servicio a nuestros prójimos, siguiendo los imperativos de las obras de misericordia, espirituales y corporales.
277- "El Evangelio de la vida -como nos lo ha recordado recientemente el Papa Juan Pablo II- está en el centro del mensaje de Jesús... ‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’ (Jn 10, 10)... El hombre está llamado a esta plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la misma vida de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal" (EV, 1-2). Esta aspiración a la plenitud de vida -tan legítima y tan necesaria a la vez- tiene hoy, sin embargo, muchas amenazas y se enfrenta desgraciadamente a serios descuidos y a grandes obstáculos, más concretamente en lo relacionado con el campo de la salud, como derecho elemental de la persona humana.
278- Sin embargo, "El evangelio del amor de Dios al hombre, el evangelio de la dignidad de la persona y el evangelio de la vida son un único e indivisible evangelio" (EV, 2), y es así, en forma integral y armónica, como han de ser presentados, defendidos y practicados por todos los que nos reconocemos como seguidores de Jesús, el Buen Samaritano por excelencia (Lc 10, 25-37; SD, "Discurso inaugural", 13). "No hay que olvidar que el compromiso de la Iglesia en el ámbito de la salud es una concretización de su fidelidad al mensaje evangélico de caridad, el cual nos enseña la inseparable relación salvación-salud, y pide a los discípulos de Cristo el tener una predilección por los más desprotegidos. El cristiano no se limita a iniciativas asistenciales, sino que -con todo el respeto a la dignidad del hombre y al principio de subsidiaridad- busca crear condiciones que permitan a cada uno de los individuos su propia superación y conduzcan a cada comunidad a llegar a hacerse cargo ella misma de su propio desarrollo" (Pontificio consejo Cor unum, Actividades de la Iglesia en el campo de la salud, Diciembre de 1980, EnV, 7, 970).
Nuestro Dios, el Dios de la vida
279- Una de las convicciones fundamentales de la fe veterotestamentaria es la de que "Yahvé vive" (Sal 18, 47). Para la fe del Antiguo Testamento Dios es "fuente de vida" (Sal 36, 10), que llama a todos los seres a la existencia (Sal 104). Todas las criaturas vivientes deben su existencia al "hálito" de Dios (Sal 104, 30; Is 42, 5). Si Dios lo retira, las criaturas "expiran y retornan al polvo" (Sal 104, 29; Job 17, 1; 34, 14s). Por esta razón, Dios es también Señor de la vida y de la muerte (1 Sam 2, 6; Job 12, 9s; Dt 32, 39).
280- El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios... Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal... El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados de los demás (Is 53, 11). Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad (Is 33, 24).
281- En el Antiguo Testamento Dios se nos manifiesta como el Dios de la vida, el Dios de las promesas que abre el futuro en la historia humana, porque es el Dios que invita a caminar y acompaña en su camino a su pueblo (Gén 17, 1; Ex 6, 3). Este Dios creó la vida humana con un amor infinito (Gén 2, 27-31); de sus manos salió la vida humana, vigorosa y pura. El maligno y el pecado hicieron frágil y mortal la vida humana (SD, 9). Por eso, el ser humano, frágil y amenazado, no sólo requiere del apoyo y ayuda mutua, sino que Dios mismo sale al encuentro de esta vida para protegerla y liberarla, si es preciso (Ex 3, 7-9). Porque, como dice S. Ireneo, la gloria de Dios es que el hombre viva (CIC, 294; SD, 34).
282- "La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte. La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial, para volverse hacia lo que sí lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él. La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (Mt 4, 24) son un signo maravilloso de que ‘Dios ha visitado a su pueblo’ (Lc 7, 16) y de que el Reino de Dios está muy cerca" (CIC, 1500-1501, 1503).
283- Jesús mismo se conmueve hasta las entrañas cuando ve a la multitud hambrienta (Mc 6, 34). Se alegra sobremanera porque Dios revela su secreto a los humildes (Mt 11, 25-26). Por esta luz divina, ellos entienden el por qué de la impiedad humana que da la espalda al hermano, y descubren la belleza de vida que está latente aún en las condiciones violentas de la vida de los pobres. Cristo se acerca, sobre todo, a los marginados tomando como suya su causa, para que sientan el amor de Dios (SD, 4). Cristo se lo propone como programa de vida (Lc 4, 16-21) y lo lleva a la práctica hasta las últimas consecuencias (Fil 2, 28). Este Evangelio es el que anuncia la Iglesia: haciendo de la ayuda al necesitado una exigencia esencial de su misión (SD, 165).
284- La base de esta opción preferencial por los pobres, es el ejemplo de Jesús; siempre podremos reconocer el rostro de Jesús en los rostros sufrientes de nuestros hermanos del mundo (SD, 178; "Discurso inaugural", 16); sólo a través de una sincera y profunda conversión personal y eclesial es como podremos estar presentes en la vida de los pobres (DP, 1157-1158). Desde esta conversión nos será fácil anunciar con fidelidad que sólo Dios es el único Señor de la vida (SD, 223). Y que este anuncio del Evangelio de la vida será la razón de nuestra esperanza (SD, 287).
Evangelización y promoción humana
285- El amor a Dios y el amor al prójimo sintetizan maravillosamente la vocación de todo cristiano en orden a la implantación del Reino de Dios en este mundo. Este mandamiento nuevo, dejado como testamento y como imperativo de Jesús para todos sus seguidores es, al mismo tiempo, la certificación de la autenticidad de nuestro seguimiento (Jn 13). Como bien lo sabemos, especialmente como fruto de la maduración posconciliar de nuestra Iglesia en diálogo con el mundo actual, no es legítimo separar la evangelización de la promoción humana, entendida ésta en sus más amplias y diferentes formas. Y una de estas formas privilegiadas se ha de expresar en la preocupación por la salud integral, lo mismo de los individuos que de las comunidades. La promoción humana es una dimensión privilegiada en orden a la Nueva Evangelización.
286- Gozosamente proclaman nuestros obispos en Santo Domingo que la promoción humana es un canto a la vida (SD, 162). Y con gran claridad añaden (SD, 157): "Entre evangelización y promoción humana -desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir, y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico, como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? (EN, 31)".
La labor de la Iglesia en el campo de la salud
y la defensa de la vida
287- "La Iglesia, desde siempre, se ha interesado de los problemas de la salud. La historia de la Iglesia demuestra que, a través de los siglos, ella se ha preocupado siempre de aliviar los sufrimientos y de promover el bienestar en ambientes socio-económicos y culturales diversos y dispersos en todo el planeta. La miseria del mundo actual la empuja a incrementar aún más esta acción a todos los niveles. Ella está convencida que la salud y el trabajo sanitario son de primordial importancia y, por tanto, pretende continuar su acción de ‘apoyo’ a las acciones emprendidas por los gobiernos, en donde se vea tal necesidad, y siempre para estar, con todos los medios a su disposición, al servicio de los más abandonados" (Pontificio consejo Cor unum, Acciones de salud para una promoción humana, 1º de Abril de 1976, EnV, 5, 1950).
288- El campo de la salud y de la promoción humana se ha ido haciendo cada vez más complejo, sobre todo en los llamados países en desarrollo, donde gran número de personas no cuentan con los más elementales servicios de seguridad social. El problema es, en gran parte, de orden político, económico y social, pero abarca aspectos tan vitales como el demográfico, epidemiológico, ecológico, sin olvidar los aspectos no menos importantes de los apoyos a los servicios de prevención de la salud, de las prácticas laborales en favor del personal médico y sanitario, del elevado costo de las medicinas y de la hospitalización, y la urgencia de un voluntariado más numeroso y activo. La Iglesia no pretende simplificar ingenuamente lo complejo de esta situación pero sí invita insistentemente a pugnar por una "cultura de la vida" (SD, 116) y a combatir la "cultura de la muerte" (EV, 87) en todo este ámbito de la salud. La Iglesia no pretende tampoco equipararse o competir con las organizaciones del Estado, por más que en el pasado haya debido cubrir vacíos y carencias que la sociedad civil, por las circunstancias de la época, no era capaz de afrontar por sí misma.
289- Al contrario, y de acuerdo al sano y sabio principio de subsidiaridad, la Iglesia invita a sus fieles y a sus organizaciones asistenciales y sanitarias a una leal colaboración con los organismos gubernamentales y sociales, "con tal de que sean serios y no instrumentalicen mediante ideologías incompatibles con su Doctrina social" (SD, 168). "Ahí donde el gobierno toma progresivamente en sus manos todos los servicios médico-sanitarios, la Iglesia debe revisar, en consecuencia, sus actividades, bien consciente de que éstas deben tener presentes prioritariamente a los más abandonados" (Pontificio consejo Cor unum, Ibid., EnV, 5, 1932).
290- Ya el Concilio Vaticano II denunció con fuerza los numerosos delitos y atentados contra la vida y la salud: "Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario, todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables; todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador" (GS, 27).
291- "Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico" (EV, 4), razón por la cual nuestra respuesta como Iglesia, pueblo de la vida y para la vida (EV, 78), ha de ser más intensa y efectiva.
II. Desafíos de la realidad
292- La violencia generalizada y la inseguridad pública, constituye una amenaza constante a la vida, por ejemplo: asaltos, secuestros, torturas, corrupción, asesinatos.
293- La vida amenazada por la proliferación del aborto y los medios artificiales de control de la natalidad.
294- El alcoholismo y la drogadicción que cada vez hacen más presas, sobre todo en la población joven.
295- El flagelo casi omnipotente y omnipresente del narcotráfico, capaz de dañar los más amplios sectores de la sociedad y de corromper las mismas estructuras que deberían combatirlo.
296- Los niños de la calle constituyen un creciente fenómeno de deterioro de la calidad de vida, y una denuncia evidente de las profundas desigualdades sociales.
297- La atención a minusválidos y discapacitados, la mayoría de las veces por simple ignorancia, y que no han llegado todavía a recibir atención y trato digno por parte de la sociedad y de amplios sectores de la Iglesia.
298- El problema del sida plantea a la Iglesia una adecuada pastoral preventiva y asistencial a los ya afectados, lo mismo que a sus familiares.
299- Los centros asistenciales católicos no están llegando a los más pobres y, si lo hacen, no es en igualdad de condiciones.
300- Insuficiente formación de la conciencia de médicos, enfermeras y directivos de hospitales, de manera que lleguen a ser ellos mismos, como cristianos, los más decididos defensores de la vida.
301- No se ha logrado estructurar una pastoral adecuada para las personas de la tercera edad.
III. Líneas pastorales
302- Que los agentes comprometidos en la pastoral realicen una evangelización integral que promueva los derechos humanos, en especial, el derecho a la vida y a la salud, los derechos del niño, de la mujer y del anciano.
303- Acercarnos a los afectados en su vida y salud como verdaderos amigos, evitando el tratarlos con frialdad y ofreciéndoles el respeto que nos merecen como personas.
304- Dar la oportunidad a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos con este carisma de servicio, de hacer cursos especializados que los capaciten para asesorar los procesos pastorales en defensa de la vida.
305- Que los programas de seminarios y casas de formación tengan en cuenta los desafíos contra la vida y la salud. Que se actualice a los sacerdotes para lograr unidad de criterios en estos problemas.
306- Establecer procesos pastorales de atención a familias desintegradas, ya que ellas son la principal fuente de los problemas que afectan a la integridad de la vida.
307- Organizar procesos de evangelización y concientización para personas especializadas en atender problemas de conducta y de salud, tales como: médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, maestros y personal encargado de los centros de readaptación social.
308- Establecer, por parte de la comunidad diocesana, centros de prevención, formación y rehabilitación de personas con problemas de conducta y de salud.
309- Elaborar programas para los responsables de los centros de educación sexual y paternidad responsable, en los que se ofrezca con toda fidelidad las enseñanzas de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia.
310- Crear un centro para atención de enfermos de sida y de apoyo a sus familias en el campo psicológico y espiritual.
311- Apoyar la creación de un voluntariado en cada comunidad que esté dispuesto a compartir tiempo y recursos con las personas enfermas, ancianas o solas.
IV. Disposiciones
61- Los pobres y los enfermos han de ser integrados a la vida de la Iglesia no sólo como destinatarios, sino como sujetos activos del cuidado pastoral, responsables ellos mismos de su promoción humana y social. A los enfermos, ancianos y demás hermanos que sufren, se les invitará a unir sus penas, dolores y carencias al Sacrificio redentor de Cristo, como instrumento de gracia para ellos mismos y para los demás.
62- No descuiden las parroquias la atención pastoral de sus enfermos, lo mismo que la celebración comunitaria del sacramento de la Unción, en tiempos significativos para los fieles.
63- El Equipo diocesano de pastoral de la salud vigilará por que se asegure la adecuada atención de los grandes centros hospitalarios de nuestra ciudad, involucrando, si es posible, a miembros de institutos de vida consagrada.
64- Se procurará dotar de un adecuado número de sacerdotes a las parroquias que tengan dentro de su territorio centros hospitalarios, a fin de que se asegure la adecuada atención espiritual en cada uno de ellos.
65- Las parroquias ofrecerán una especial atención a los miembros de la tercera edad y a los ancianos, promoviendo encuentros fraternos entre ellos, que fomenten el sano esparcimiento y los induzcan a compartir sus valiosas experiencias, lo mismo que a seguir fomentando su vida espiritual y cultural, y a compartir recursos en sus necesidades materiales, familiares y espirituales.
66- Impúlsense los ministerios en favor de los enfermos, ancianos, minusválidos, entre los sacerdotes, religiosos y laicos, y procúrese que en las instituciones y organismos católicos esté al centro de esta pastoral no sólo el deseo de buscar la salud a toda costa, sino antes el anuncio de la Pascua de Cristo que ilumina el misterio de la vida y de la muerte, y da sentido al sufrimiento humano y al compromiso por la ética y la caridad.
67- La Cáritas, como organismo institucional de la diócesis para impulsar el ejercicio de la caridad, evite innecesarios burocratismos y siga promoviendo formas de atender en el aspecto sanitario a "los más necesitados de los necesitados", asegurando a este renglón parte de sus recursos. Se evitarán discriminaciones por parte de los solicitantes, al recabar información confiable del propio párroco.
68- El equipo de pastoral de la salud se asegurará de la suficiente presencia de sacerdotes y laicos comprometidos en el buen funcionamiento de SANE diocesana. Los vicarios episcopales de la zona metropolitana, se encargarán de asegurar esta presencia con la ayuda de los decanos. Excluyendo a sacerdotes ancianos o enfermos, ningún sacerdote en buenas condiciones de salud rehuirá este tan necesario ministerio. Para fechas especialmente difíciles, se pedirá este servicio a sacerdotes religiosos que no estén asignados directamente a las parroquias.
69- Se procurará que el Equipo de pastoral penitenciaria esté siempre formado de suficientes sacerdotes, religiosos y laicos, con verdadera vocación y carisma para un apostolado tan especializado y exigente.
70- Téngase presente en los planes pastorales, en las acciones caritativas y hasta en el diseño y disposición arquitectónica de los conjuntos de pastoral, los particulares requerimientos de las personas minusválidas y discapacitadas.
71- La diócesis anime con acciones concretas la acción del voluntariado con sentido cristiano entre los fieles laicos, lo mismo que el servicio de capellanes de hospitales entre los sacerdotes y la entrega generosa de los religiosos -sobre todo de las religiosas- en centros de salud y hospitales.
72- Los hospitales católicos destinarán un cierto número de camas para la gente de escasos recursos (ojalá un 5 ó 10%). Procurarán mantener sus cuotas dentro de un límite razonable, con tal de mantener la calidad, y evitarán ser presas de organizaciones médicas o sindicales que pudieran lucrar con su nombre o su prestigio.