MIGUEL GÓMEZ LOZA
Las primeras semanas del año 1928 transcurrieron sin incidentes notorios. En el mes de marzo se estableció Miguel en una ranchería próxima a Atotonilco, El Lindero. El 21 de marzo -irónicamente memoria civil por el natalicio de Benito Juárez-, una avanzada militar, aprovechando el descuido o la complicidad del centinela, se apostó en torno a la finca ocupada por Gómez Loza y su secretario, el señor Dionisio Vázquez.
Cuando se advirtió la presencia de los adversarios era demasiado tarde para escapar. Gómez Loza y Dionisio Vázquez emprendieron la huída; el primero, portador de documentos relativos a la resistencia activa de los católicos, intentó destruirlos antes de recibir, por el pecho y por la espalda, los disparos de sendos francotiradores apostados en lugares estratégicos.
Consumada la muerte, el cadáver fue trasladado a Atotonilco el Alto, de donde fue trasladado a Guadalajara. Parecía éste un golpe rotundo a la organización cristera, sin embargo, el pueblo católico lo interpretó como un triunfo, manifestando, como un año antes, con Anacleto González Flores, su congoja y su esperanza. A la capilla ardiente donde fueron velados los restos, decenas de católicos acudieron a honrar al fallecido, tocando con veneración sus restos. Al sepelio, verificado en el panteón de Mezquitán, acudió una muchedumbre inmensa.