LUIS PADILLA GÓMEZ
El 1º de abril de 1927, a las dos de la mañana, su domicilio familiar fue acordonado por un grupo de agentes encabezados por el general Jesús M. Ferreira. Escalan los muros exteriores de la vivienda y se introducen en el dormitorio de Luis, arrancándolo literalmente del lecho. Pronto un nutrido contingente, armado en toda forma, toma la casa y a sus moradores: Luis, su madre doña Mercedes y su hermana María de la Luz. Las mujeres son enviadas a la Inspección General de Policía; Luis, a la Jefatura de la zona de Operaciones Militares, donde es interrogado, y más tarde remitido al Cuartel Colorado, al oriente de la ciudad.
El general Ferreira, ha recibido de la Presidencia de la República el mandato de bañar en sangre la capital del Estado de Jalisco y se dispone a cumplir las órdenes con exactitud; va de por medio su carrera, y, de paso, la oportunidad de extorsionar a algunos católicos pudientes.
La mañana del 1º de abril, en el Cuartel Colorado de Guadalajara, esperan la muerte en sendos calabozos Jorge y Ramón Vargas González, Anacleto González Flores y Luis Padilla Gómez.
En el momento señalado, son conducidos al paredón de fusilamiento, cuando le llega su turno, Luis hace una petición: desea confesarse por última vez, pero su solicitud no es atendida. Entonces, arrodillado y con los brazos en cruz, perdona a sus verdugos y recita el acto de contrición que es interrumpido por los disparos.
La familia Padilla Gómez realizó todas las gestiones posibles para evitar lo inevitable, de manera que la terrible noticia no deja de conmoverlos hondo, especialmente a su madre. Sus familiares recogieron el cadáver encontrando, además de los impactos de los fusiles, ciertas escoriaciones en la lengua que hacen suponer el tipo de tortura al que fue sometido.