LUIS MAGAÑA SERVÍN
En febrero de 1928, un grupo de soldados federales al mando del general Zenón Martínez ocupó la plaza de Arandas, posesionándose de la iglesia parroquial y del curato, donde se instaló el Centro de Operaciones. El militar tuvo informes de algunos católicos de la población solidarios con la resistencia y se propuso escarmentar en uno a todos; eligió pues dos nombres, José Refugio Aranda y Luis Magaña Servín.
El mediodía del día 9 de febrero los emisarios de Martínez llegaron a su domicilio pero no dieron con él porque se ocultó en un subterráneo que unía su domicilio particular con el de sus padres. Para no irse con las manos vacías, hicieron prisionero al segundo de los Magaña Servín, Delfino.
Reunidos los padres y el hijo mayor, deliberaron sobre el caso y Luis tomó la firme determinación de presentarse ante los captores. Se vistió con sus mejores prendas y pidió al general Martínez la libertad de su hermano a cambio de la suya. El militar aceptó el trato, y sin mayores trámites, como si se sentenciara a un peligroso delincuente, ordenó se formara en el atrio de la iglesia el cuadro para ejecutar a los dos prisioneros, José Refugio Aranda y a Luis Magaña Servín.
Eran las tres y media de la tarde. Le ataron las manos pero no quiso ser vendado. Hizo uso de la palabra y dijo:
"Yo no he sido nunca ni cristero ni rebelde, como ustedes me acusan. Pero si de cristiano me acusan, sí lo soy, y por eso estoy aquí para ser ejecutado.
Soldados que me van a fusilar, quiero decirles que desde este momento quedan perdonados y les prometo que al llegar ante la presencia de Dios serán los primeros por los que yo pida. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!".
Sus palabras fueron interrumpidas por la descarga de los fusiles.