Al concluir la etapa crítica del conflicto, en 1929, la imagen de la virgen reanudó sus visitas a los templos tanto en la ciudad como de otras poblaciones del obispado, nuevamente con las restricciones y límites que ya se habían vivido en la época de la reforma, pero nuevamente también con el apoyo heroico y esforzado de la comunidad diocesana, gracias a la cual, las visitas de la virgen volvieron a restablecerse con su acostumbrado esplendor, pero significativamente renovadas, de tal forma que no era la simple reanudación de una tradición estática, sino la constante combinación de lo antiguo y de lo nuevo. Es así que la antigua carroza es sustituida por un automóvil, los pasados arcos triunfales, por novedosos arcos de flores de fácil colocación y remoción, como convenían a una ciudad cada vez más abrumada por el tráfico; la propia imagen de la virgen será revestida de tal forma que sea fácil conducirla de un sitio a otro, en tanto que la urna de madera en que era llevada será reemplazada por un capelo de cristal sencillo y seguro; esta iniciativa tendrá mucha influencia en la forma de presentar y llevar otras imágenes marianas veneradas en el occidente mexicano.
Como en el pasado, también a lo largo del presente siglo la presencia de Ntra. Sra. de Zapopan ha sido constante en todos los acontecimientos eclesiales y civiles. Así en la celebración del primer y segundo sínodo diocesano, en las asambleas de pastoral, en las fiestas jubilares de la ciudad y de la diócesis, en las grandes solemnidades de la Iglesia; pero también en los momentos difíciles, así frente a la gran crisis de sequía que sufrió el lago de Chapala entre 1950 y 1958, ante el drama de las explosiones ocurridas a lo largo de once kilómetros, en un sector populoso de la ciudad, o con ocasión del inesperado asesinato del Sr. Cardenal Juan Jesús Posadas.
Son igualmente diversos los nuevos patronatos que en esta centuria se han ofrecido a Ntra. Sra. de Zapopan, pero sin duda, el más destacado de todos, ocurrió el 12 de octubre de 1989, cuando el papa Juan Pablo II, a petición del señor cardenal Posadas, la nombró patrona universal de la Arquidiócesis de Guadalajara.