La devoción a la venerada imagen de Ntra. Sra. de Zapopan, hunde sus raíces en el proceso evangelizador del siglo XVI. En efecto, en el año de 1530, el padre franciscano Antonio de Segovia llegó al valle de Atemajac, llevando sobre su pecho una pequeña imagen de la Inmaculada Concepción. La imagen había sido hecha por manos indígenas, junto al lago de Patzcuaro, según la técnica que los purepechas empleaban, es decir, amasar la caña del maíz con miel de orquídeas, y con esa pasta hacer figuras. Se trata de una imagen pequeñita, apenas treinta centímetros, que formaba parte del material pedagógico del misionero.