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Plan de Pastoral


V Plan de Pastoral (Descargas)

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Actuar bajo el impulso del Espíritu Santo



Leer los signos de los tiempos

100. El discernimiento es un juicio que nos ayuda a clarificar y distinguir, que se realiza por medio de un esquema de valores, a fin de hacer lo que más conviene. El discernimiento pastoral es la búsqueda de la voluntad de Dios para una persona o comunidad en una situación concreta. «Es la mirada del discípulo misionero» (EG 50) es la «siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos» (ES 19). El discernimiento cristiano no se puede hacer desde el propio criterio o interés, se necesita una nueva mentalidad, la que Dios nos da al pasar del «hombre viejo» al «hombre nuevo» (1 Cor 1, 10). Esta nueva mentalidad conlleva el no «amoldarse al mundo” (Rom 12, 2); hay que romper con el orden vigente caracterizado por el tener, el poder y el competir para poder discernir.

101. El Concilio Vaticano II insistió en la necesidad de que los fieles y pastores entráramos a fondo en la lectura de los signos de los tiempos, ya que éstos necesitan ser analizados en profundidad y con talante evangélico (Cf GS 11,18, 27, 37; PO 28, 36; PDV 40). Para realizar un buen discernimiento es necesario centrar bien el tema que se quiere discernir, querer buscar ante todo y sobre todo la voluntad de Dios. Mostrarse indiferente a los propios intereses y dispuestos a acoger y hacer lo que Dios pide. El discernimiento pastoral es la confrontación entre al Marco de la Realidad y el Marco Doctrinal. De esa comparación entre “quiénes somos” y quiénes “deberíamos ser” se determinan las prioridades.

PRIORIDADES DIOCESANAS

102. Analizada la realidad en su perspectiva social y eclesial (que nos ha arrojado los RETOS) y a la luz de la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones pastorales, propias de la Arquidiócesis (que nos han mostrado las EXIGENCIAS), se establecen las prioridades, las cuales determinarán la acción pastoral.

103. Las prioridades pastorales resultan del proceso de elección que mediante la ponderación y el análisis de las realidades positivas y negativas, vistas a la luz del Evangelio, permiten escoger y descubrir la respuesta pastoral a los vacíos puestos a la evangelización (DP 1299). Con las actitudes fundamentales como la libertad interior, la honestidad, la objetividad y con un alto sentido de conversión personal y pastoral, la Asamblea Diocesana consideró y nuestro Arzobispo determinó que nuestras prioridades sean:

El anuncio del kerigma a todos.
La formación integral permanente.


104. Las prioridades diocesanas deberán ser consideradas como vinculantes para todos en nuestro trabajo pastoral en los próximos años, ya que fueron sentidas por la mayoría de los asambleístas, como las respuestas apropiadas a los vacíos pastorales más urgentes. No se llegó a ellas por dictamen, sino que, después de un fecundo diálogo, se llegó al consenso. Estas prioridades tienen, pues, alcance diocesano; se consideró que de estos vacíos dependen otros y se cuenta con recursos suficientes para darles respuesta pastoral.

OBJETIVO DIOCESANO

Objetivo general

105. EL Objetivo de nuestro VI Plan de Pastoral es el resultado último que queremos alcanzar a través de metas y acciones orientadas hacia él. Consideremos que en cualquier plan es importante un objetivo claro, pues esto ayuda a determinar acciones, a definir las responsabilidades de los agentes y a evaluar los resultados de dichas acciones. El objetivo general señala un resultado ideal que orienta todo el plan global de acción. Es un punto de convergencia de todo trabajo evangelizador y de todos los agentes, pues no se trata de dinamizar algunos aspectos de la pastoral, sino de dar la misma dirección a las actividades de todas las instancias de pastoral: Parroquias, Decanatos, Vicarías Episcopales, Vida Consagrada y Comisiones y Secciones de Pastoral.

106. El objetivo general implica el ideal de sociedad, de hombre, de Iglesia y de evangelización al cual se dirige toda la acción pastoral. Es una especie de utopía, no en el sentido de algo puramente ilusorio o inalcanzable, sino en el sentido de algo inagotable y siempre inspirador.

107. Nuestro Objetivo Diocesano es:

Impulsar la Nueva Evangelización, mediante el anuncio del kerigma a todos y la formación integral permanente, para fortalecer nuestras comunidades eclesiales y nuestro pueblo en Cristo tenga vida.

LÍNEAS COMUNES DE ACCIÓN

108. Una línea común de acción:

• Es un valor que ayuda a orientar el plan y los programas.

• Es un imperativo que invita a la acción, fundado en la sólida doctrina y en la realidad concreta.

• En ella reside la fuerza de la mística de la acción, es decir, suscita actitudes prácticas, lleva a un compromiso existencial.

• Es una norma, una regla para juzgar y discernir nuestra pastoral.

• Es universal, es decir, que puede ser cauce para la acción pastoral de todas las personas, agentes de pastoral e incluso de los cristianos que no son agentes; de todas las instancias, es decir, aquellas en orden al territorio: la Parroquia, el Decanato y la Vicaría Episcopal, aquellas otras en orden a la función: Secciones, Comisiones, Seminario y Vida Consagrada; y en todos los niveles o en todas las dimensiones de la vida cristiana.

• Es una corriente que arrastra todas las acciones pastorales y las conduce, como un cauce de río.

• Tiene una redacción sencilla, clara, busca generar actitudes y llevar a la acción

PROPICIAR EL ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO VIVO EN TODAS LAS INSTANCIAS Y TAREAS PASTORALES

109. La evangelización que es nueva en su ardor, comienza en el corazón de cada persona que encuentra a Cristo como el gran tesoro de su vida, por el que se es capaz de relativizarlo todo, porque se es una nueva creatura. Se trata de una hermosa experiencia que llena de alegría, fascinación y estupor y que es suscitada por el anuncio del kerigma. Del encuentro con Cristo nace la vida cristiana y el deseo ardiente de llevar la buena noticia del Evangelio a todos, con parresía, con gozo y valentía. El encuentro es el primer momento del camino formativo del discípulo misionero que lo induce a la misión, siempre en una permanente conversión personal y pastoral, en fiel seguimiento de Jesús y en comunión con la comunidad eclesial (Cf. DA 278). Es tarea de la Iglesia, que existe para evangelizar, y de todos los agentes de pastoral propiciar, en nosotros (ad intra) y en todos (ad extra), en todas las tareas que realizamos y en todas las instancias eclesiales, el encuentro vivo, existencial y transformador con Cristo, especialmente atendiendo a los lugares de encuentro que nos señala el documento de Aparecida: la Escritura, la Liturgia, la Eucaristía, la Reconciliación, la oración personal o comunitaria, en la lucha por la justicia, la paz y el bien común, los pobres (DA 246-257). A la luz del encuentro con Cristo, que es la razón por la que se es cristiano, se deben revisar nuestras personas, estructuras y mé- todos pastorales.

ASUMIR LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN COMO CIMIENTO E INSPIRACIÓN DE TODA ACCIÓN PASTORAL

110. Como Cuerpo de Cristo la Iglesia goza y agradece los diversos ministerios, carismas y dones que el Espíritu suscita en ella. «El reconocimiento práctico de la unidad orgánica y la diversidad de funciones asegurará mayor vitalidad misionera y será signo e instrumento de reconciliación y paz para nuestros pueblos» (DA 1629). La diversidad es un gran don del Espíritu, por lo que nunca puede ser ocasión de división ni de fragmentación. Nuestra Iglesia de Guadalajara ha sido bendecida por el Espíritu con la abundancia de estos ministerios, carismas y dones, que poniéndolos al servicio de toda la Iglesia, y alejando siempre todo mezquino interés sectario, hace florecer la vida de Cristo en nuestra sociedad hasta llegar a convertirnos en agentes de transformación social, al dar «un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente para que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis» (EG 99). La Iglesia debe ser “casa y escuela de comunión” porque con todas sus acciones hace presente el Reino de Dios, que es comunión con Dios y comunión con los hermanos. La comunión hace creíble la misión y orienta con mayor facilidad todas las acciones a la consecución de un objetivo común. Podemos más juntos que cada “genio” desde su trinchera. Por otra parte, la espiritualidad de comunión fortalece la comprensión y el afecto fraterno, la solidaridad, la subsidiaridad, la corresponsabilidad, la conciencia y el agradecimiento de las cualidades del hermano, de las cuales Dios se vale para evangelizar; igualmente, evita las envidias, el carrerismo clerical y un ambiente de competencia malsana en el ámbito pastoral (Cf NMI 43).

ASEGURAR LA CREACIÓN Y FORTALECIMIENTO DE ESPACIOS Y PROCESOS DE FORMACIÓN INTEGRAL

111. La formación integral de los agentes de pastoral es una de las prioridades diocesanas, por lo que hay que encausarla en la creación o fortalecimiento de los espacios y procesos de formación. Esta línea invita a dos cosas: la primera es tomar conciencia de que toda acción pastoral debe ser formativa, ya que debe llevar a quien la realiza como agente (misionero), o quien es interlocutor (receptor activo), a un encuentro o a un reencantamiento con Cristo, de tal forma que sea el inicio o re-inicio de su proceso formativo como discípulo misionero: «Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a encontrarse siempre con Cristo» (DA 279). No debemos perder de vista que el sentido de todas las acciones de las tareas fundamentales de la pastoral existen para hacernos discípulos misioneros de Jesucristo. En este mismo sentido, todas las acciones pastorales deben buscar la integralidad de las diversas dimensiones de la persona: la humano-comunitaria, la espiritual, la intelectual y la pastoral-misionera. La segunda cosa a la que nos invita esta línea es asegurar que, de forma explícita y metódica, existan lugares y momentos para la formación integral de los agentes, siempre conforme a las posibilidades de cada instancia pastoral. En nuestra Diócesis podemos agradecer el que se puedan ofrecer estos espacios en los institutos de Biblia y Teología, en las escuelas para agentes de Vicarías, Decanatos, Parroquias y Movimientos. Por otra parte, se debe respetar el carácter progresivo de la formación, que por ello, debe ser permanente. La apuesta pastoral por los procesos, desde el inicio con la catequesis infantil hasta la formación permanente del clero, es la de favorecer no el sacramentalismo o la vivencia aislada e intermitente de eventos religiosos, sino el seguimiento de Cristo y la madurez humana, espiritual, doctrinal y pastoral de todos.

SITUAR Y ASUMIR TODA ACCIÓN EVANGELIZADORA EN EL MARCO DE NUESTRO PROCESO PASTORAL

112. La evangelización se realiza generalmente de dos modos: a través de procesos de seguimiento de Cristo y de eventos puntuales. Los eventos nunca deben romper con los procesos, sino deben potenciarlos, así como los procesos, «con perseverante paciencia y sabiduría» (DA 276) deben ayudar a enmarcar los eventos en el caminar pastoral de la comunidad y rescatar de ellos su potencial transformador. Cuando se habla de proceso pastoral se tiene de trasfondo una teología de la historia, es decir, se ve la acción pastoral desde la perspectiva del plan de salvación obrado por Dios en su Hijo Jesucristo y por el impulso vivificador del Espíritu en la historia por medio de la Iglesia. Dios no actúa la salvación de forma intermitente, sino que todas sus intervenciones las encamina pedagógica y gradualmente a su finalidad última, escatológica, de la comunión perfecta con el Dios Amor Trinidad; la misma creación tiene este horizonte escatológico y se inserta en la única economía de salvación. Toda acción pastoral, en cuanto inserta en un proceso, debe ser una realización actual y auténtica, aunque sea parcial y penúltima, del “para qué” del objetivo, es una “probadita” de lo que queremos lograr a largo plazo; en este sentido toda nuestra pastoral debe estar encaminada a fortalecer nuestras comunidades eclesiales y a la transformación de la sociedad por la vida nueva de Cristo y debe ser ya una realización de ello. Por esto, la acción pastoral, acción de la Iglesia que prolonga la obra salvífica de Cristo, se debe insertar en el plan de Dios, concretado en un plan pastoral, que partiendo del Obispo, da garantía de fidelidad a Cristo, suscita la comunión eclesial, y promueve la búsqueda y la consecución de un objetivo común; al mismo tiempo, da un amplio margen a la libre creatividad, en cuanto que son diversas realidades o contextos en los que realizamos la acción pastoral. Podemos decir que se trata de mirar el mismo horizonte, caminar hacia él, pero cada quien desde su propio contexto, con los pies bien puestos en “su” tierra.

ASUMIR EL COMPROMISO DE SOLIDARIDAD Y SALIDA A LAS PERIFERIAS EN EL ESPÍRITU DEL DISCÍPULO MISIONERO

113. El Papa Francisco invita a toda la Iglesia misionera a «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG 20). Por nuestro contexto social y eclesial asumimos este imperativo pontificio con un cariz especial y con una urgente necesidad: salir siendo solidarios con los pobres, los marginados, los excluidos que son tratados como “desecho” en nuestra sociedad de consumo. La vida nueva en Cristo, que abarca la vida de la gracia y la calidad de vida aquí y ahora, crea lazos de solidaridad entre las personas y crea o potencia estructuras que la promuevan; en nuestro contexto tan marcado por las desigualdades sociales, una lacerante pobreza y una grave descomposición del tejido social, es conveniente y urgente que los agentes de pastoral se formen en el valor social de la solidaridad, que «debe vivirse como la decisión de devolver al pobre lo que le corresponde» (EG 189); la espiritualidad cristiana no se puede realizar al margen o dando la espalda al hermano sufriente, sino crucificándose en el dolor con él, siendo su amigo, a fin de hacerlo partícipe de las riquezas de la salvación, tanto en el orden material como espiritual. De la misma manera, el proceso formativo lleva necesariamente a la misión, a salir fuera de sí mismo, dejar de ser autorreferenciales e ir a las periferias geográficas y/o existenciales de nuestra sociedad para anunciar la alegría del Evangelio: «es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo» (EG 22); reconocemos que la cultura está sufriendo una profunda transformación secularista y atea, pero también reconocemos que el corazón del hombre siempre estará abierto a la verdad, al bien y a la belleza, contenidas en el Evangelio de la vida y que nosotros tenemos la gracia de testimoniarlo.

ANUNCIAR A JESUCRISTO Y SU EVANGELIO CON UN LENGUAJE COMPRENSIBLE, TESTIMONIAL Y SIGNIFICATIVO A LOS HOMBRES Y MUJERES DE HOY

114. Nos damos cuenta de la dificultad de darnos entender a las nuevas generaciones que han creado un nuevo lenguaje, una nueva forma de comunicarse. No se trata sólo de un problema técnico, sino sobre todo antropológico y hermenéutico. Se ha pasado del lenguaje de la palabra y de la razón al del sentimiento, del símbolo y de la imagen. La tarea evangelizadora de la Iglesia nunca ha renunciado a la “traducción” de los perennes contenidos de la revelación a nuevas vasijas conceptuales: del mundo hebreo a la cosmovisión griega; del simbolismo mistagógico a las formulaciones metafísicas; de la escolástica a la existencia y a la historia. Hoy nos toca a nosotros conocer, entender y utilizar el lenguaje de nuestros contemporáneos para hacer comprensible, atractivo y significativo el único mensaje de salvación. Para el cristiano, el mensaje se une irremediablemente con el mensajero, de tal forma que, utilizándose el lenguaje que se utilice, el testimonio de vida será siempre la manera más elocuente de anunciar y hacer presente a Cristo. Es importante, en este sentido, que nos demos cuenta de que «una cultura inédita late y se elabora en la ciudad» (EG 73) y que se crean en ella nuevos lenguajes que debemos comprender y sintonizar con ellos para que sean vehículos del anuncio gozoso del Evangelio.

IMPULSAR EL PROTAGONISMO DE LOS LAICOS EN LA TRANSFORMACIÓN EVANGÉLICA DE LA SOCIEDAD Y SU PARTICIPACIÓN EN LA IGLESIA

115. Los laicos tienen una tarea específica dentro de la Iglesia y del mundo. En la Iglesia participan en la misma misión salvífica de la Iglesia, con sus carismas, no como colaboradores de los clérigos, sino con pleno derecho por el sacerdocio común del que participan desde el bautismo (Cf LG 33). Ofrecen a Dios el sacrificio existencial de su propia vida y reciben, de los legítimos pastores, el pan de la Palabra y de la Eucaristía para su sustento espiritual, participando de la vida de Cristo. También ejercen una función en el mundo, al que deben siempre impregnar de los valores del Evangelio, como el fermento en la masa «A los laicos corresponde, por propia vocación tratar de obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios» (LG 31). No se debe clericalizar a los laicos ni hacer de los clérigos unos promotores activos de la sociedad, tomando partido por una ideología. Los laicos deben formarse como discí- pulos misioneros para que ejerzan su misión con liderazgo en todos los campos, especialmente el de la cultura, la política y la economía, a fin de que la vida nueva de Cristo impregne toda la sociedad. En nuestra diócesis todavía se extraña el liderazgo social de los beatos Anacleto González Flores, Luis Padilla y los hermanos Vargas, entre otros.

ENFOQUES, METAS Y PROGRAMACIÓN DE CADA INSTANCIA ECLESIAL

116. Cada línea pastoral se enfatiza a través de los enfoques, pero ¿qué entendemos por enfoque? Cuando vamos a tomar una fotografía movemos el obturador para que pueda tener mayor definición y claridad la imagen; a veces también es necesario acercarnos o alejarnos, dependiendo de cómo queramos hacer la fotografía. Esto supone que estamos ubicados en un punto determinado que hace que nuestra visión sea desde ese ángulo y desde el cual tenemos que preparar la mejor perspectiva. Por enfoque, por tanto, podemos entender el analizar o examinar, a partir de nuestra ubicación o contexto, el cómo podemos dirigir nuestras acciones pastorales conforme a la línea común de acción, con qué matiz o modalidad.

117. El enfoque tiene en cuenta la realidad, que en nuestra Diócesis es muy distinta de un lugar a otro, de una instancia a otra, y también el momento que se está viviendo. En síntesis, podemos decir que un enfoque:

• Es el énfasis o modalidad que se da a una línea de acción, y que es determinado por el contexto particular.

• Es la opción concreta que tenemos aquí y ahora para hacer operativa la línea de acción. Parte siempre de la realidad y responde al “cómo” aplicar la línea.

• Se vive como criterio que da sentido e intencionalidad a la acción pastoral.

• Se expresa en gerundio.

118. Las líneas comunes de acción nos permiten, a cada instancia eclesial, llegar a las metas, que son el resultado que se pretende alcanzar en un plazo determinado para avanzar hacia el cumplimiento del objetivo diocesano por medio de los enfoques de nuestras líneas comunes. Su medición debe hacerse en términos de tiempo, cantidad y, si es posible, de calidad. Las metas hacen operativas las prioridades. Son importantes porque ayudan a que el objetivo no se quede en un simple enunciado, en propósitos plausibles, pero no operativos; hay que traducirlo cuantitativamente en metas. La formulación de las metas es un momento clave de la planeación pastoral participativa, por lo que deben ser elaboradas por quienes las han de poner en práctica. Por esta razón es tarea de cada instancia eclesial establecer sus propias metas y su programación

119. Una meta debe ser verificable (comprobable), específica (precisa), mensurable (medible), realizable (posible y viable), realista (práctica), temporal (plazos de realización). Cuanto más claras y precisas sean las metas, más eficazmente se pondrán los medios para conseguirlas, y si son alcanzables generarán una fuerza operativa motivadora que impulsa a seguir adelante. La precisión de metas combate la pereza, la indecisión, la dispersión, la improvisación, dando lugar a un mejor rendimiento. Las metas hacia un fin determinado son las que mueven a actuar, sin ellas no existiría conducta inteligente, sino conducta instintiva o refleja. Lo importante es tener claro lo que se quiere, pues esa claridad aparecerá también en la conducta diaria.

120. Recordemos, por último, que después de enunciada la meta, se realiza la programación anual de cada instancia, señalando las actividades, los có- mos, los tiempos, los lugares, los recursos, y los responsables, que nos ayudarán a llevar a cabo las metas que nos propusimos, como sugiere el siguiente esquema.

121. El VI Plan Orgánico Diocesano de Pastoral no está terminado. Este material recoge el trabajo pastoral que, en comunión y participación, se ha llevado a cabo desde las comunidades básicas, por medio de las instancias intermedias, hasta las dos primeras Asambleas Diocesanas del pastoreo del Emmo. Sr. Cardenal D. José Francisco Robles Ortega. Recoge las más grandes riquezas de nuestra historia y nos proyecta hacia el futuro, generando con alegría una situación eclesial y social más conforme al Evangelio. Como esfuerzo humano, el plan queda a perfeccionarse gracias al compromiso evangelizador, a la participación activa en cada una de nuestras comunidades y al fraterno compartir entre nosotros las gracias que Dios va derramando a manos llenas en nuestra Iglesia de Guadalajara.

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