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Monseñor Miguel María de la Mora, subsecretario del Comité Episcopal.

Lic. Manuel Bonet Ochoa[1]

 

Este interesante texto nos presenta algunas

aristas poco tomadas en cuenta del conflicto

entre la Iglesia y el Estado en el siglo pasado.

 

 

Las biografías sobre Miguel María de la Mora, V Obispo de San Luis Potosí ignoran prácticamente su participación en el Sub Comité Episcopal entre 1927 y junio de 1929. Este trabajo no permite un análisis más amplio de su labor durante estos años, por lo que presentaremos un breve análisis de su participación en el Comité Episcopal.

El Comité Episcopal Mexicano surge el 10 de mayo de 1926 debido a la intervención del entonces Delegado Apostólico, George Caruana que ante la diversidad de opiniones de los obispos mexicanos, propone la creación de este órgano eclesiástico que buscaba inicialmente defenderse de la Ley Calles.  Este se formaba por cinco miembros: Presidente (José Mora y del Río), vicepresidente (Leopoldo Ruiz y Flores), secretario (Pascual Díaz Barreto) y dos consejeros (Francisco Orozco y Jiménez y Pedro Vera y Zuria). La decisión más grave de este fue decretar la suspensión del culto el 31 de julio de ese año a través de una Carta Pastoral colectiva en la que si bien aparecían todos los obispos mexicanos no todos ellos estaban de acuerdo.

Ante la necesidad de mantener informada a la Santa Sede acerca de la situación de la Iglesia en México, en octubre de 1926 se encontró una Comisión Episcopal en Roma formada por un presidente (el arzobispo de Durango, José María González y Valencia); un secretario (Emeterio Valverde y Téllez, obispo de León) y un vocal o consejero (Genaro Méndez del Río, obispo de Tehuantepec), la cual permaneció en esa ciudad hasta finales de 1927 que se dispersa por hechos que mencionaremos luego.

 

Subsecretario del Comité Episcopal.

 

El 10 de enero de 1927 fue arrestado en las oficinas de Gobernación, Mons. Pascual Díaz Barreto, S. J. Al parecer en el momento del arresto se encontraba en su compañía el Obispo de Saltillo quien comunicó la noticia a los Obispos que se encontraban en las oficinas del Comité Episcopal, el arzobispo de Michoacán y el obispo de San Luis Potosí quienes fueron consignados ante Gobernación y en los sucesivos días se presentaron para firmar el arraigo.[2]

El día doce de enero el Comité Episcopal Mexicano expresó su opinión sobre las acusaciones hechas por el Presidente Calles en su Mensaje al Pueblo en el que acusaba públicamente al episcopado de oposición a la autoridad, de sedición, de conspiración o rebelión y esperaba se presentaran las pruebas anunciadas desde el inicio del movimiento armado y declaraba que la única acción de defensa del episcopado mexicano ha sido deshacer las calumnias y cargos que se le han atribuido oficialmente a la Iglesia Católica México. Añadiendo una queja pública del cúmulo de arbitrariedades y vejaciones cometidas contra obispos, sacerdotes y fieles y de manera especial contra la persona del Obispo de Tabasco.[3]

Dos días más tarde, el Comité Episcopal mediante una Circular daba a conocer a sus miembros la prisión y deportación del Obispo de Tabasco, Secretario de ese órgano eclesiástico y la necesidad de nombrar un Pro – Secretario, “dejando al benemérito Sr. Díaz su título de Secretario; pero no se ha creído conveniente que se divulgue el nombre del Prelado que desempeñara dicho encargo, para evitar en lo posible un nuevo atropello y tampoco, porque nos parece conveniente confiarlo al papel”.[4]

A partir de esa fecha, de la Mora realizará las funciones de Pro – Secretario del Comité Episcopal. ¿Cuáles serán esas acciones?  Debido a la ausencia de un documento que expresa las acciones del Secretario o Sub – Secretario del Comité, tras analizar las numerosas circulares y comunicaciones que redactó entre enero de 1927 y junio de 1929 para enviar a los obispos mexicanos podemos decir que entre estas funciones debía recopilar la correspondencia de las diócesis que llegaban a esa institución, sacar los puntos más importantes y darlos a conocer a los obispos mexicanos a través de las juntas de Ternas, juntas de Presidentes de Ternas y circulares o comunicaciones, replicar las opiniones de las juntas de Ternas y darles seguimiento a modo de minutas, dialogar con las distintas asociaciones católicas y dar en declaraciones escritas a la prensa mexicana para expresar la opinión del episcopado mexicano.

En febrero de 1927, la Secretaría de Estado de la Santa Sede delegó las funciones de Delegado Apostólico en México a Mons. Pietro Fumasoni – Biondi, quien realizaba estas en los Estados Unidos, en su comunicación daba a conocer que toda decisión sobre el conflicto Iglesia – Estado en México debía tomarse con la previa consulta de la Santa Sede. Estas comunicaciones fueron dadas a conocer al pueblo mexicano, a través de un documento titulado “A los Católicos Mexicanos”. [5]

Entre enero y abril de 1927, los miembros del Comité Episcopal mexicano y aquellos obispos que formaban parte de las Ternas se reunieron en varias ocasiones para tratar diversos temas que llegaban a ser del interés de la Iglesia Mexicana[6]. La sede de estas reuniones era la sede del arzobispado de México, en Ave. Rep. de Brasil # 20. Algunas de las propuestas desarrolladas en estas ocasiones fueron publicadas en la Gaceta Eclesiástica Potosina: El Episcopado Nacional se dirige a los Católicos Mexicanos. México, D. F., 1º febrero 1927[7]; Exhortación del Comité Episcopal a los Sacerdotes para que trabajen por sostener la moral del pueblo católico. México, 17 febrero 1927.[8] Exhortaciones del Comité Episcopal al Pueblo Católico Mexicano acerca del Tiempo de Cuaresma, incluye el decreto de la Sagrada Congregación de Sacramentos, Roma, 8 agosto 1910 y días de ayuno y abstinencia. [9] Rogativa Nacional a Sr. Sn. José. Acto de Consagración al Castísimo Patriarca Señor San José para lo cual se desea que durante los tres días que preceden al día del Patrocinio de Señor San José. México, D. F., 7 febrero 1927 (Doc. 76) [10] Programa aprobado por el V. Comité Episcopal, para que los fieles puedan celebrar santamente la Semana Mayor, sin intervención del Sacerdote, México, 22 marzo 1927 (Doc. 79)[11]. Incluso, se expusieron algunas iniciativas propuestas por el mismo de la Mora:

“El Ilmo. Sr. Obispo de S. Luis Potosí propone que se estudie un plan de reconstrucción religiosa y social cuyos lineamientos principales sean:

a) la organización completa de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa encaminada a la reconstrucción.

b) la celebración de un Concilio Nacional, previa la autorización pontificia, debidamente preparado cuyos principales temas sean: 1. La santificación del clero. 2. El Seminario Interdiocesano. 3. Los problemas sociales. 4. Dotación de la Iglesia, Clero y obras de beneficencia, instrucción, etc. Modificación del diezmo y creación de una contribución de todas las clases que puedan contribuir. 5. La prensa. 6. La cuestión política.

c) Fundación de una Universidad Católica autónoma a semejanza de la Milán. d) La instrucción en las escuelas parroquiales.

e) La Basílica de Ntra. Señora de Guadalupe.

f) El cabildo de la misma Basílica.” [12]

De la Mora a pesar de sus nuevas ocupaciones en el Comité Episcopal, sigue de cerca las necesidades y esperanzas de su diócesis.  A las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento establecidas en Matehuala en 1924, que se trasladaron en 1926 a Reus, España, les escribe.  En marzo de 1927 se dirigió al Pbro. Ramón Bergadá, Párroco de la Preciosa Sangre, en la arquidiócesis de Tarragona para agradecer las iniciativas que desarrollaban a favor de las religiosas [13] y para agradecer al Vicario Capitular de Toledo por el auxilio a los seminaristas mexicanos que se encontraban estudiando en aquella nación.[14]

 

Sub Comité Episcopal

 

El 19 de abril de 1927, de la Mora realiza un inventario de los libros y muebles, etc., que había en la oficina del Comité Episcopal, en la Ave. Oaxaca. [15] El día 21 de ese mes, el obispo de Saltillo escribe:

“Hoy a las seis de la tarde, el Presidente Calles dio orden de destierro contra todos los arzobispos y obispos católicos mexicanos. Tomaron presos a seis este mismo día y lo fueron los ilustrísimos señores arzobispos de México y de Michoacán, los ilustrísimos señores obispos de Aguascalientes, Cuernavaca, Saltillo y Chiapas; y custodiados por cinco policías los trajeron a Laredo, Texas, a donde llegaron el 23 de abril por la mañana. Arreglados los pasaportes, el mismo día se trasladaron a San Antonio los seis prelados.” [16]

Los obispos fueron buscados y detenidos en iglesias y residencias particulares para ser conducidos a la frontera norteamericana.  Los que no fueron encontrados pudieron esconderse las próximas semanas.

En mayo, se constituyó un Subcomité Episcopal formado por algunos de los obispos que pudieron escapar a la redada general decretada por el Presidente Calles dos semanas atrás. Este se formaba por un presidente (José Othón Núñez, arzobispo de Oaxaca) y un secretario (Miguel de la Mora), además de varios consejeros (Serafín Armora González, de Tamaulipas; Manuel Fulcheri y Pietrasanta, de Zamora; Leopoldo Lara y Torres, de Tacámbaro y Maximino Ruiz, obispo auxiliar de la arquidiócesis de México). [17]Además de estos, en el país se encontraban varios prelados aunque con domicilio desconocido.[18]

El 16 de abril de 1927 se presentó a Pío XI un nuevo documento de los obispos mexicanos, en el que informaban de una propuesta totalmente insatisfactoria presentada por el Gobierno mexicano, desarrollada por el Lic. Eduardo Mestre Ghigliaza. En el Subcomité se analizó la propuesta y en julio, se presentó un análisis del mismo bajo el título “Proyecto inaceptable y razones para no aceptarlo”[19]y el 16 de agosto, un nuevo análisis bajo el título de “Objeciones sobre el Proyecto anterior”[20]. En octubre un nuevo documento dirigido al Delegado Apostólico por parte de la Mora como vocero de los obispos que permanecían en México, manifestaba “que no entraña solución alguna de dicho conflicto, sino que deja las cosas en el mismo estado en que se hallan actualmente”[21]

El 16 de septiembre, de la Mora envió a los miembros del Subcomité una comunicación en que a nombre del Presidente de ese órgano, solicitaba realizar una junta el 20 de ese mes, a las seis y media de la tarde, en la casa en que se hospedaba el sub – secretario en la residencia de la Sra. Refugio Goríbar de Cortina, en la Colonia San Ángel. [22]

El 19 de diciembre de 1927, la Santa Sede nombró Intermediario Oficial entre la Delegación Apostólica en Estados Unidos y los Obispos Mexicanos a Pascual Díaz Barreto, lo cual fue informado por este último al resto de los obispos mexicanos dentro y fuera de México. [23] Con su nombramiento se suprimía la Comisión episcopal en Roma y sus miembros se dispersaban temporalmente en Europa, no reconociendo la obra del Obispo de Tabasco.

 

Defensa a través de la palabra

 

El último día del año 1927, el presidente Calles se dirigió al pueblo como era habitual. En su disertación acusó nuevamente al Alto Clero de apoyar la lucha armada y ser responsable del conflicto religioso. Tras recibir de la Mora una comunicación del obispo de Tacámbaro, solicitando se redactase una Declaración del Subcomité Episcopal, el 4 de enero de 1928 se envió una Circular a los miembros y tras la respuesta positiva de estos se publicó una “Contestación del Sub – Comité Episcopal al mensaje del Sr. Gral. D. Plutarco Elías Calles al pueblo mexicano el día último del año de 1927”. [24] Aun el 19 de enero las comunicaciones del Comité Episcopal en Estados Unidos y los miembros del Sub – Comité en México sugerían se redactaran nuevos documentos dirigidos a Calles esclareciendo el papel de la Iglesia en el conflicto religioso. [25]

En febrero de 1928 nuevos cateos propician la expulsión del obispo Armora, el cierre del Seminario Conciliar de México y la búsqueda del obispo potosino tanto en la capital de país como en su sede episcopal para su arresto y deportación. En su lugar, fue apresada su hermana Chole quien permaneció varios días arrestada en San Luis Potosí. La prensa española hace eco de estas noticias.[26]

El 10 de febrero se divulgó la noticia del viaje de Mons. John G. Burke a la Ciudad de México, en un intento de entrevista con el presidente Calles para buscar un arreglo al conflicto Iglesia-Estado.[27] La prensa del día 18 informaba que durante el viaje a México, el sacerdote regresó a Canadá debido a que no iba ser recibido y que el gobierno declaraba que no existía ningún conflicto religioso. [28]

El 22 de abril de 1928 fallece en el Hospital Santa Isabel de San Antonio, Tx., el arzobispo José Mora y del Río con lo cual quedaba disuelto el Comité Episcopal en el exilio. En junio, al regresar de la Mora de un periodo fuera de la capital, recibe una carta de Leopoldo Ruiz y Flores, en la que le menciona que los obispos mexicanos reunidos en esa ciudad en los Estados Unidos le han nombrado presidente del Comité Episcopal, lo cual es comunicado al resto de los prelados que formaban el Sub Comité en México. [29] Mientras de la Mora solicitaba a sus hermanos el enviar una carta de felicitación al aludido, el arzobispo de Durango manifestaba que no reconocía al nuevo presidente del Comité Episcopal, lo cual pudo zanjarse gracias a la intervención del Sub - secretario. [30]

Tantas penas y sufrimientos morales le causan en mayo a de la Mora, una “gastralgía” o dolor de estómago intenso en forma de cólicos o calambres, distensión abdominal, náuseas y vómitos, pérdida de apetito y sensación de saciedad temprana.

Los primeros meses de 1928 expusieron una obvia realidad: la separación existente al interno de los miembros del Episcopado mexicano. Las divisiones no eran solo por aceptar o no la lucha armada o mantener una postura neutral ante el conflicto religioso. En México, los miembros del Sub – Comité se dividía en sus posturas y resoluciones. Fulchery restaba importancia a estos comentarios, mientras Corona en Papantla buscaba una solución pacifica con el gobierno local que le permitiera mantenerse entre el pueblo. En Estados Unidos, los obispos que se encontraban allá, no podían reunirse para tomar decisiones sobre el conflicto religioso por lo que decidían dejar toda solución en manos de la Santa Sede. Los miembros de la ex – Comisión episcopal en Roma se oponían a todo trámite o intervención realizada por el Arzobispo de Morelia y el Obispo de Tabasco. [31]

En junio de 1928, a petición de varios miembros del Sub Comité episcopal y otros obispos que radicaban aun en el país, se publica el Consolador mensaje de S. S. Pío XI al V. Clero y pueblo mexicanos. [32] En este mes, de la Mora recibe una carta de Arzobispo de Durango que le consuela pues le manifiesta su unidad con el Episcopado Mexicano en la resolución del conflicto religioso. [33]

En enero de 1927 había sido modificada la Constitución mexicana para permitir la reelección presidencial. De esta forma, Álvaro Obregón se pudo postular para la contienda electoral de 1928.  Entre altercados e intentos de asesinatos, Obregón ganó las elecciones. El presidente electo se presentó en la Ciudad de México el 15 de julio de 1928 días antes de ser proclamado presidente para el periodo 1928 – 1934. Dos días más tarde, cae abatido por José de León Toral.

El 6 de agosto de 1928 el periódico “Excelsior” publicaba las Declaraciones del Sub Comité Episcopal a través de su representante. Sin embrago, las mismas fueron acompañadas de los siguientes titulares “El Obispo de San Luis Potosí, Dr. Don Miguel de la Mora, en nombre del Subcomité Episcopal, reprueba el Crimen y estudia el caso de Toral” “La Madre Conchita es de familia de locos”. Las reacciones a las declaraciones fueron de una adversa diversidad dirigidas hacia el Obispo potosino. [34]

En medio de estas nuevas dificultades, se buscaba una nueva solución al conflicto religioso promovida entre la Santa Sede, los obispos Ruiz y Flores y Díaz Barreto y el Estado mexicano.

A finales de agosto, el periódico El Demócrata publicaba un largo artículo del Lic. Valenzuela, Ministro de México en Inglaterra titulado “La condición legal de la Iglesia” a raíz de una encuesta del Daily Express de Londres.  Plagado de errores históricos, varios miembros del Subcomité solicitaban que el Obispo de Querétaro, Francisco Banegas Galván, respondiese al mismo o en su defecto algún sacerdote especializado en Historia. La respuesta del obispo señalado fue ambigua

Uno de los grandes sueños evangélicos del obispo de San Luis Potosí era contar con un grupo de sacerdotes religiosos que se encargaran de las misiones entre los pueblos indígenas de la Huasteca, para ello el 10 de septiembre de 1927 solicitó a la Sagrada Congregación de Religiosos y al Superior General de los PP. Franciscanos, licencia para que el P. Antonio de Jesús Rábago, O. F. M., diera inicio a la pequeña comunidad religiosa que recibió el nombre de Congregación de Misioneros de Santa María de Guadalupe.  Se concedió en junio de 1928 el decreto de erección de la asociación en la Parroquia de Tancanhuitz, pero debido al contexto mexicano se trasladó a la parroquia de Beeville, Tex., con permiso del obispo de Corpus Christi, Texas. [35]

Tres años más tarde, ya desaparecido el Sr. de la Mora, la obra se enfrentaba a terribles dificultades que hacían pensar en la dispersión de la pequeña obra, a pesar de que

“Hay además de los ocho religiosos que pronunciaron sus primeros votos ad annum, según las Constituciones, otros 19 jovencitos que aún estudian 1º y 2º año de latín o humanidades. Varios candidatos, algunos son seminaristas de Guadalajara y ya muy aventajados en sus estudios y cuentan con el permiso del Ilmo. Señor Arzobispo prometido a mí mismo.” [36]

El 24 de septiembre de 1928, dirige de la Mora una carta abierta al Secretario de Gobernación, Lic. Emilio Portes Gil, respondiendo a sus palabras del 18 de ese mes y publicadas en “Excelsior”. En su larga exposición hace distinción entre culto público y actos religiosos privados distinguiendo

“1°, que las misas, rosarios, horas santas, bautismos, matrimonios, etc., que se verifican en el hogar inviolable y en cualquier otro lugar privado y a los cuales no hay libre acceso, sino que sólo pueden asistir las personas, muchas o pocas, que invitare el dueño, NO SON PÚBLICOS NI ESTÁN PROHIBIDOS POR LA CONSTITUCIÓN, y según los dictados de una sabia y sana jurisprudencia y, por lo mismo, son actos respetabilísimos y tan dignos de ser garantizados por las autoridades, como lo es todo lo que pasa en la sagrada intimidad del hogar.

2° Que quienes permiten en sus casas u ordenan tales actos e invitan a ellos a las personas que les plazca, no pueden ser legalmente perturbados, ni llevados a cárceles o lugares de detención policiaca, ni mucho menos amonestados, multados o castigados.

3° Que los objetos de culto, los cálices, misales, estatuas o pinturas piadosas,

etc., que sirven para tales actos, no pueden ser considerados como cuerpo de delito, ni por lo mismo ser extraídos o recogidos por las autoridades, ni mucho menos confiscados.

4° Que no es aceptable a la luz de la sana jurisprudencia la opinión de aquellas personas que consideran como público todo acto de culto en el hogar, al cual asista una persona más de las que forman la familia.”[37]

A pesar de las promesas de Portes Gil, la situación empeoró al llegar a la Presidencia del país, temeroso y sometido a la autoridad del Jefe Máximo.

En octubre de ese año, un tema del Sub Comité Episcopal fueron las Juntas vecinales que se habían encargado de los templos del país a raíz de la Ley Calles. Las posturas divergían, pero la opinión de la Mora prevaleció aun cuando no hubo un consenso sobre ellas.[38]

La figura del obispo de Colima, José Amador Velasco había sido motivo de atención de la prensa ofreciendo noticias falsas sobre su muerte en junio de 1928[39] y ahora el periódico “Omega” publicaba una nueva nota sobre su sometimiento a las autoridades gubernamentales.  El 18 de enero de 1929 envió el prelado potosino una carta a ese y una copia al Excelsior explicando la postura pacifista del mencionado obispo, la cual se publicó bajo el título “El Ilmo. Señor Obispo de San Luis hace importante rectificación”.[40]

El lunes 18 de febrero de 1929, El Universal gráfico publicó nuevas declaraciones del Subcomité Episcopal a nombre de Mons. de la Mora, con fecha 14 de ese mes. [41]

 

Se le declara subversivo

 

El 20 de febrero, la prensa capitalina publicó una nota de la Secretaría de Gobernación en la que declaraba que estimaba como subversivas las declaraciones que hizo el Obispo de San Luis Potosí relacionadas con la declaración de los domicilios de los sacerdotes ante el Gobierno y declaraba además cómplices de este delito a los periódicos La Prensa, Excelsior, El Universal entre otros que a través de sus diarios daban a conocer las notas del Subcomité Episcopal.[42] Ante la magnitud de las acciones emprendidas por el Gobierno, se pensó la disolución del Subcomité. El 7 de marzo a través de una Circular de ese órgano eclesiástico, el prelado reconocía que esta medida era improducente, pero pedía no se suprimiera el Sub Comité Episcopal, aunque se tuviera que nombrar un nuevo subsecretario en su lugar.

“Si la causa del desconcierto fueren algunas imprudencias mías o algunas deficiencias, ya he dicho a mis amados HH. que estoy muy de acuerdo en que se me sustituya en mi oficio; pero no conviene morir un Cuerpo cuyas actividades son ahora tan necesarias.”[43]

  Las peores dificultades producidas por aquellas declaraciones sobrevinieron del mismo Subcomité. Algunos opinaban que no se disolviera el Subcomité, pero se evitaran las declaraciones aisladas de los demás; otro opinaba que eran necesarias nuevas declaraciones aclarando los hechos y su interpretación por parte del Gobierno y alguno otro manifestó que se evitara usar “el título “Sub Comité” sino cuando hubiere unanimidad entre sus miembros; en caso contrario, y cuando pueda hacerse, poner: El Subcomité por mayoría de tantos votos contra tantos”.[44]

El 25 de marzo, de la Mora le escribió a su amigo Díaz Barreto dándole su opinión sobre los últimos hechos y aclarando la postura general de los obispos que estaban en México, sin embargo su ánimo es el mismo:

“Yo no he querido dar mi domicilio, pues considero que el Presidente en virtud de sus sonadas declaraciones, está moralmente comprometido a aprenderme y procesarme, aunque no sé cómo iniciaría dicho proceso, pues no tiene ni puede tener prueba alguna. Me tiene pues un poco más bajo la mano del Señor, en un periodo de catacumbas más agudo, pues no he dejado de tenerlo más o menos estrecho desde el 12 de marzo de 27. Por todo sea Dios bendito. Si me toca ir acompañar a ustedes o morir, a todo estoy dispuesto siendo por Dios y por su santa causa.” [45]

En abril se insistía en la consagración de México a la Tercera Persona de la Trinidad.  En cada diócesis se recomendaba se dedicara un templo al Espíritu Santo.  La propuesta se pospuso en las Circulares del Sub Comité ante la noticia de un presunto atentado contra el embajador de los Estados Unidos y ante la posibilidad de que en caso de realizarse este fuera atribuidos a elementos católicos, se decidió realizar una “sesión que tendrá lugar el martes 16 del presente, a las siete de la noche en la calle de la reforma o mejor, Paseo de la Reforma N. 72, casa de la Sra. María Guadalupe Cortina de Bermejillo”. [46]

 

Hacia los Acuerdos

 

El 21 de mayo de ese año, Fumasoni Biondi, Delegado Apostólico en Washington y a su vez, para México, concluía esta misión informando al episcopado mexicano del nombramiento de un nuevo representante pontificio ad referendum:

“Me es grato comunicarle que el Santo Padre el 18 del corriente ha tenido a bien nombrar al Sr. Arzobispo de Morelia, D. Leopoldo Ruiz, Delegado Apostólico de México con especial encargo de unificar el pensamiento y la acción del Episcopado en las presentes circunstancias, y con autorización especial de conferenciar con el Gobierno de México ad referendum reservándose el Santo Padre la aprobación definitiva de los acuerdos a que puede llegarse.” [47]

El último día de mayo el nuevo Delegado Apostólico en México se dirigía al episcopado para informarles de las disposiciones que la Santa Sede ante el conflicto religioso: “uniformidad de criterio y de acción de todos los Prelados”, “un arreglo decoroso para la Iglesia, y por lo mismo ha aceptado entrar en negociaciones con el Gobierno de México, reservándose la aprobación definitiva del arreglo a que pueda llegarse, y reservándose también autorizar la reanudación del culto público en los templos para cuando él crea que haya suficientes garantías por el curso de las negociaciones” y “respecto de la defensa armada, manda a los prelados y sacerdotes que se abstengan de toda ayuda material y moral a la misma”.[48]

Durante el mes de junio el nuevo Delegado Apostólico acompañado del obispo de Tabasco ingresó al país para buscar un arreglo decoroso con el Estado mexicano para la Iglesia.

El 12 de mayo tras dialogar con Ruiz y Flores, de la Mora envía una Circular a los miembros del Subcomité en la que previa consulta, ante el inminente establecimiento de los deseados Acuerdos entre la Iglesia y el Estado.

I.           Suplicar a los Rmos. Ordinarios que lo crean conveniente, que imperen la Oración del Espíritu Santo por el tiempo que duren las negociaciones para la solución del conflicto religioso.

II.          Que se exhorte a orar y desagraviar a Dios a los sacerdotes y fieles del país.

III.        Que se nombre una comisión de señoras para que acudan a las comunidades de ambos sexos a pedirles oraciones, desagravios, etc.

IV.        Que durante las negociaciones no hagamos declaraciones ni publiquemos escrito alguno fuera de los necesarios para cumplir los acuerdos que se tomen sobre las actuales proposiciones. [49]

En la misma Circular, de la Mora proponía la divulgación de la siguiente comunicación al pueblo mexicano “Oración y penitencia para obtener del cielo la solución del conflicto religioso. Exhortación del Subcomité Episcopal a los sacerdotes y fieles del país” pero no se publicó, pues no se consideró prudente informar de la presencia del Delegado Apostólico en México.

El 18 de junio se enviaba a los miembros del Subcomité una Circular, en la que mencionaba de la Mora que “estando en esta ciudad los II. SS. Presidente y Secretario del V. Comité Episcopal y estando éste formado por los miembros fijos nombrados al efecto cuando se constituyó y los demás obispos que estuvieren de paso en la ciudad, siendo condición para su funcionamiento que asistieran los miembros fijos que pudieran acudir al llamamiento del Sr. Presidente y los demás que estuvieren en la ciudad, como se ha dicho; era natural pensar, digo, que habían terminado las funciones supletorias del Subcomité y que debía seguir actuando el V. Comité Episcopal”[50]. Con esta noticia, daba por cerrada sus funciones como subsecretario del Comité y solicitaba se diera gracias a Dios por el bien que se pudo haber hecho a la Iglesia mexicana en ese tiempo, además de agradecer al Pbro. Mauricio Quintos por su ayuda. El 21 de junio de 1929 se realizaron los Arreglos entre la Iglesia y el Estado en México.

Así concluyó la intervención del Obispo de San Luis Potosí en estos años de persecución religiosa, como subsecretario del Comité Episcopal.

 

 

 



[1] Cubano que radica en México desde hace 15 años, ahora en San Luis Potosí. Tiene una licenciatura en Educación y otra en Teología, y obtuvo un máster en Historia Eclesiástica de América; ha colaborado en varias causas de canonización.

[2]  Carlos Francisco Vera Soto, Espero contra toda esperanza, 142 – 150.

[3] Archivo Diócesis Zamora, Documentos de Gobierno 36, Conflicto Religioso 1921 – 1927, Documento 61.

[4] ID., 62.

[5] ID., 65

[6] Según la documentación del Comité Episcopal las Juntas de Ternas y Juntas de Presidentes de Ternas se celebraron en las siguientes fechas: 1º de febrero (Doc. 63), 15 de febrero (Doc. 70), 1º de marzo (Doc. 74), 22 de marzo (Doc. 82) y el 12 de abril (Doc. 83).

[7] Gaceta Eclesiástica Potosina, 12 marzo 1927, No. 8, Año 5º, pp. 284 - 285

[8] ID., 289 – 291.                                                                  

[9] ID., 291 – 294.

[10] Gaceta Eclesiástica Potosina, 12 abril 1927, No. 10, Año 5º, 346 – 350.

[11] ID.,  318 – 321.

[12] Archivo Diócesis Zacatecas, Documentos de Gobierno 36 Conflicto Religioso 1921 – 1927, Documento 83.

[13] “Religiosas expulsadas de Méjico”, en La Vanguardia, 21 noviembre 1926: 20; A APSS Azcapotzalco, Boletín Oficial Eclesiástico del Arzobispado de Tarragona. Año 63. Número 11. Tarragona. Talleres Tipográficos Suc. de Torres & Virgili. – San Francisco, 14. 1927, 135.

[14] “El episcopado español y los seminaristas mejicanos”, en La Vanguardia, 11 diciembre 1927: 13.

[15] AHCM, fondo José Mora y del Rio, Caja 046, Exp. 003.

[16] Gerardo Salvador González Lara, El obispo migrante, 205.

[17] Andrea Mutolo, El episcopado mexicano durante el conflicto religioso en México de 1926 a 1929, 117 – 136, en: Cuicuiclo, volumen 12, número 35, septiembre – diciembre, 2005.

[18] José Juan de Jesús Herrera y Piña, arzobispo de Monterrey, quien se encontraba en su sede bajo prisión domiciliaria y que fallecerá el 16 de junio de 1927; Francisco Banegas Galván, Querétaro; Nicolás Corona y Corona, Papantla; Luis Ma. Martínez, obispo auxiliar de Morelia, Luis Benítez y Cabañas, obispo auxiliar de Tulancingo; Antonio Guízar y Valencia, de Chihuahua; Rafael Guízar y Valencia, Veracruz; Joé Amador Velasco, de Colima y Francisco Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara.

[19] ADZ, Documentos de Gobierno 36 Conflicto Religioso 1921 – 1927, Documento 93.

[20] ID., 94.

[21] Paolo VALVO, La Cristiada. Fe, guerra y diplomacia en México, 170 – 171.

[22] ADZ, Documentos de Gobierno 36 Conflicto Religioso 1921 – 1927, 95.

[23] ID., 108.

[24] ID., 109 – 110.

[25] ADZ, Documentos de Gobierno 36 Conflicto Religioso 1928 – 1939, 3 y 5.

[26] “Las Declaraciones del Obispo de San Luis Potosí. Otros dos productos del Romanismo”, El Abogado Cristiano, 23 agosto 1928: 1 – 2; “Al margen de las Declaraciones sub episcopales”, El Abogado Cristiano, 23 agosto 1928: 2 – 3: “Al Margen de las Declaraciones sub episcopales”. El Abogado Cristiano, 6 septiembre 1928: 1 – 2; “La Moral Purísima del Catolicismo”, El Abogado cristiano ilustrado, 5 octubre 1928: 5 – 6; “Carta abierta de Monseñor M. de la Mora. La dirige al Presidente Provisional Sr. Lic. D. Emilio Portes Gil”, El Informador, 2 octubre 1928: 1 – 2. La Vanguardia, 29 febrero 1928: 11. “La Cuestión Religiosa en Méjico. Incautación del Palacio episcopal de San Luis Potosí”, en La Vanguardia, 4 marzo 1928: 15.

[27] “Viene a México Mons. John. G. Burke a buscar un arreglo al actual asunto religioso”, Acción, No. 2280, 10 febrero 1928: 1

[28] Mons. Burke regresó al Canadá cuando venía ya con dirección a México”, Acción, No. 2289, 18 febrero 1928: 1.

[29] ADZ, Documentos de Gobierno 36 Conflicto Religioso 1928 – 1939, Documento 17.

[30] ID., Documento 19.

[31] ID., Documentos 12, 17 y 19.

[32] ID., Documentos 20 y 23.

[33] ID., Documento 21.

[34] AHAM, fondo Pascual Díaz, caja 86, exp. 89; Procura Misioneros Josefinos, Roma, San Luis Potosí, Miguel M. de la Mora a José Ma. Manterola, 25 marzo 1929.

[35] Procura Misioneros Josefinos, Roma, Miguel María de la Mora al P. José Ma. Manterola, México, 12 de junio de 1928.

[36] AHAM, fondo Pascual Díaz, caja 86, exp. 89, Antonio J. Rábago a Pascual Díaz Barreto, Tlalpan, 8 enero 1931.

[37] Consuelo REGUER, Dios y mi Derecho, II, 408 – 414.

[38] ADZ, Documentos de Gobierno 36 Conflicto Religioso 1928 – 1939, Documentos 40; 42 y 49.

[39] ID., 14.

[40] AHAM, fondo Pascual Díaz, caja 88, exp. 101.

[41] Consuelo Reguer, Dios y mi Derecho, II, 500 – 502.

[42] ID., 503 – 504.

[43] AHAM, fondo Pascual Díaz, caja 90, exp. 80.

[44] AHAM, fondo Pascual Díaz, caja 90, exp. 80.

[45] AHAM, fondo Pascual Díaz, caja 16, exp. 19, Miguel de la Mora a Pascual Díaz, México, 25 marzo 1929.

[46] ADZ, Documentos de Gobierno 36, Conflicto Religioso 1928 – 1939, Documento 61.

[47] ID., 62.

[48] ID., Documento 64.

[49] ID., Documento 65.

[50] ID., Documento 66.



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