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La batalla de los seminaristas[1]

 

Al mirar en retrospectiva, pareciera que la represión

de los seminaristas fue solo una leve muestra de lo

que vendría después: La Guerra Cristera.

 

 

Hubo días en que las campanas prefirieron callar. Hubo jornadas en las que el silencio de las iglesias, más que reflejar resignación, mostraba rabia e impotencia. Hubo horas en las que los seminaristas tuvieron que resistir vejaciones por su fe.

El 27 y 28 de julio de 1925 la Policía cometió abusos en su contra, luego de los desalojos del Seminario Mayor y Menor.

Sin embargo, para comprender mejor los hechos, es necesario voltear a ver lo sucedido el 22 de diciembre de 1924.

 

Primer desalojo

 

De acuerdo con el Arzobispado de Guadalajara, la tercera sede del Seminario la proyectó y le dio vida Antonio Arróniz Topete, entre 1892 y 1914, y ocupó el lugar donde antes estuvo el convento de las monjas agustinas recoletas, salvándose tan solo de este conjunto el templo de Santa Mónica.

A partir de 1914 su locación fue errática, pero, al menos en 1924, tanto el Seminario Mayor como el Menor se encontraban en la antigua Casa de Ejercicios de San Sebastián de Analco.

El 22 de diciembre de 1924, el entonces Gobernador, José Guadalupe Zuno, llevó a cabo una estratagema en contra de los religiosos.

Según reportes periodísticos de la época, frente a Palacio de Gobierno se encontraba un camión lleno de policías. Estaban armados con rifles y tan solo esperaban órdenes.

Fue cerca de las 14:00 horas que emprendieron el camino hacia la plaza de San Sebastián de Analco.

El doctor Ignacio Chávez, Presidente del Consejo Superior de Salubridad del Estado, acompañado de subalternos, hizo una supuesta inspección de salubridad. Apenas con unos minutos de haber ingresado, ya había dictaminado que no había condiciones propicias de higiene, por lo que había que clausurar.

Era la señal para el teniente coronel David López.

Con violencia, los uniformados entraron al plantel y amedrentaron a cuanta persona se le atravesara.

"¡Tienen cinco minutos para desalojar!", les gritaron.

Los seminaristas, en medio de la confusión, no supieron qué hacer. Muchos de ellos no alcanzaron a tomar sus pertenencias y salieron solo con su sotana.

Al ver que tardaban en desalojar, los uniformados empezaron a disparar sus armas y a injuriar a los religiosos.

Incluso, cuando quisieron mover la imagen del Santísimo, los jóvenes se arrodillaron, provocando las carcajadas de los policías.

"¿Pos qué mitote traen con ese tiliche?", les cuestionaron entre burlas.

El pretexto: clausura por salubridad. ¿La realidad? Sería Zuno quien explicaría los verdaderos motivos.

"Los internados, como el que ha sido cerrado hoy, degeneran atrozmente al hombre.

Frecuentemente lo hacen caer en los peores vicios de los que la sociedad en general sufre las consecuencias", declaró para un periódico de la época.

"Por lo que se refiere al Seminario de esta Ciudad, debo decir que no era más que un conglomerado de jóvenes perezosos y desaseados".

Todos los seminaristas se agruparon en la plaza de San Sebastián, sin saber qué hacer, dado que muchos no tenían familia en la Ciudad. Fue así que algunas personas le dieron alojamiento temporal a los jóvenes.

 

Segundo desalojo

 

Con la clausura, el Seminario Mayor se estableció posteriormente en una quinta situada en el cruce de la Avenida Libertad y Tolsá, mientras que el Menor quedó en una casa de tres pisos ubicada en el número 338 de la Calle Pedro Moreno.

La tarde del 27 de julio de 1925 de nueva cuenta el Gobernador Zuno le daría la orden al teniente coronel David López de desalojarlos.

Fue así que los policías acudieron al Seminario Mayor y ordenaron a los jóvenes a salirse de la quinta. Las autoridades pensaron que sería un desalojo pacífico, pero fue todo lo contrario.

Los seminaristas se fueron agrupando afuera de la finca y se sintieron con ánimos de recuperarla.

Aunque no existen detalles del enfrentamiento, se sabe que los jóvenes se trabaron en una lucha desigual contra los gendarmes, quienes realizaron diversos disparos.

De acuerdo con registros de la época, en la trifulca resultaron lesionados los estudiantes Juan Rentería, Rafael Cortés y José Servín, además de otro compañero. Por parte de los policías hubo dos heridos.

Algunos de los jóvenes sospecharon que las autoridades irían también al Seminario Menor, por lo que acudieron al sitio.

Ahí ya se encontraban los seminaristas aglomerados en el tercer piso de la casa, en donde se atrincheraron para no ser sacados de la finca.

En medio de cánticos, los jóvenes resistieron. La autoridad llamó a los bomberos para tratar de desalojarlos mediante chorros de agua, pero las mangueras no funcionaron. Esto no dio más que mayores bríos a los seminaristas.

Sin embargo, de nueva cuenta hubo disparos de parte de la Policía y no hubo más opción que desalojar también.

 

Las consecuencias

 

Luego de las clausuras, las campanas de las iglesias callaron. Durante varios días permaneció el silencio. Oficialmente se dijo que no era por los desalojos, pero realmente no había otro motivo en el aire.

En las fincas se quedaron guardias policiales para que no regresaran los seminaristas y hubo diversas protestas en el Centro de la Ciudad.

El señor canónigo don José María Esparza, rector del Seminario Conciliar; el presbítero Salvador Morán, y el estudiante J. Trinidad Elizondo fueron aprehendidos tras los hechos, pero posteriormente obtuvieron su libertad mediante amparos.

Se menciona que algunos estudiantes fueron enviados a Roma y otros más a España. Otros más tuvieron que irse a pueblos de Jalisco.

Al mirar en retrospectiva, pareciera que la represión de los seminaristas fue solo una leve muestra de lo que vendría después: La Guerra Cristera.

Con la promulgación de la Ley Calles, en 1926, campesinos, religiosos y laicos se levantarían en armas hasta 1929.

Justo fue en ese año que los seminaristas pudieron volver a sus actividades, aunque los tiempos seguían turbios.

 

 



[1] Este texto fue publicado en el periódico Mural, de Guadalajara, el domingo 27 de julio de 2025, en la página 5, bajo la autoría de su staff.



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