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A 1700 años del Símbolo Niceno. Conmemoración del aniversario del xvii centenario del Sínodo de los 300 padres Pbro. José de Jesús Ortega Montes[1]
El 20 de mayo se cumplen 1700 años del inicio del Concilio de Nicea. El aniversario es especialmente simbólico en este 2025, en el que han coincidido la pascua católica y la ortodoxa.
Introducción
En mayo del año 325, hace 1700 años, la comunidad cristiana de su tiempo fue convocada, por decreto imperial, para realizar una asamblea sinodal en la ciudad de Nicea. Ese lugar lleva hoy en día el nombre de Iznik, en la República de Turquía. Al parecer la Iglesia cristiana de entonces no tenía una identidad universal, como la concebimos ahora. Pocos años antes habían cesado las hostilidades contra los cristianos y por testimonios antiguos sabemos que a la asamblea sinodal de los trescientos padres (como se le conoce al Concilio de Nicea) habían acudido obispos que mostraban heridas, cicatrices, mutilaciones o alguna marca de las pasadas persecuciones. De ahí que la identidad cristiana de las diversas comunidades fuera un tanto distinta entre una y otra. Se sabe que uno de los temas que motivó a este Sínodo fue la doctrina arriana, que enseñaba que Cristo era creatura del Padre, colocándolo así al nivel de las demás creaturas. Pero no solo estaba a la base ese tema. Otra preocupación más era determinar los asuntos referentes a la disciplina canónica en la Gran Iglesia y ocuparse de la fecha de la Pascua, que ya entonces se celebraba con base en cómputos distintos. Lamentablemente los cánones del Concilio de Nicea no se han conservado en su integridad y los que existen son examinados con sospecha dudando de su autenticidad. Sobre la disciplina eclesiástica se siguieron ocupando los Sínodos regionales y los Concilios ecuménicos en los siglos posteriores hasta la aparición de los Códigos de Derecho Canónico del siglo XX. Respecto a la fecha de la Pascua, somos testigos que sigue habiendo divergencia en los cálculos y que no hay unificación en este tema; aún en nuestros días la Iglesia Católica sigue dispuesta a dialogar para llegar a un acuerdo común, como lo ha señalado el Papa Francisco, haciendo ver que prima la unidad de los cristianos celebrando al Señor resucitado. Sin duda el fruto maduro de este acontecimiento eclesial es y ha sido la promulgación del Símbolo de la Fe, conocido como Credo de Nicea o Símbolo niceno. De ello nos ocuparemos en las siguientes líneas.
El símbolo de la fe como "santo y seña"
En el uso de distintas religiones en el Orbe existen expresiones que de alguna manera sintetizan la fe y la expresan en pocas palabras, a eso nos podemos referir cuando decimos "santo y seña". Tal es el caso del célebre Shemá Israel שְׁמַע יִשְׂרָאֵל (Escucha Israel) entre los judíos, o del Allahu akbar ( الله اكبر ) Allah es grande o el Bismi-llāhi r-raḥmāni r-raḥīm, ( 'بِسْمِ ٱللَّٰهِ ٱلرَّحْمَٰنِ ٱلرَّحِيمِ en el nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso) de los musulmanes o incluso nuestro En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, que junto a la Doxología menor o mayor son expresión inequívoca de nuestra fe triniatria. Con lo anterior no busco equiparar el tema de la fe sino hacer mención de expresiones sintéticas que en el lenguaje humano condensan los enunciados de fe, incluso para delimitar fronteras entre grupos de creyentes. Las comunidades cristianas de la antigüedad no solo recurrieron a signos gráficos como el pez, el ancla, el pastor o el pavorreal para usarlos como referencia, sino que usaron la viva voz como filtro y distinguir así a quienes ya habían recibido el baño bautismal y pertencecían a la fe, a eso responden los símbolos de la fe. A eso se añade también el sentido de pertenencia y la necesidad de una exposición segura de la fe.
El símbolo de los Apóstoles
Sería un error pensar que el uso de los credos o de los símbolos fue inventado por los padres sinodales durante el Concilio de Nicea. No hay evidencia de que esto haya sucedido. Lo más probable es que si se adoptó esta fórmula es porque ya había antecedentes de algunas comunidades que usaban estos códigos como una síntesis de su fe, como sigue sucediendo aún hoy. Es de la opinión de algunos que lo que nosotros conocemos como "Credo corto" o "Símbolo de los Apóstoles" está a la base de la redacción del Símbolo niceno, ya que sus similitudes aparecen a la vista, sigamos adelante. La primera vez que esté texto apareció citado como Symbolum apostolorum fue en una carta escrita por San Ambrosio (Ep 42, 5), esta correspondencia incluye el símbolo como una referencia a otra carta más que había sido enviada por el Papa Siricio al Sínodo de Milán del año 390. Tiempo después lo encontramos siendo explicado por Rufino de Aquilea, en una obra que le dedicó específicamente a comentarlo y de él conocemos la leyenda que le confiere el argumento de autoridad, de modo que dice que los apóstoles “establecieron... una norma concordada para su futura predicación... dando cada uno la contribución que les parecía conveniente” (Comm. in symb. apost. 2). Así, encontramos una concordancia notable con lo que San Ambrosio contaba en la misma época y que consignó en su obra Explanatio symboli ad initiandos. Para el cristiano de toda época ha sido importante el respaldo de autoridad de la fe que profesa y este es el rol que ha jugado un elemento cómo el Símbolo o Credo. Ya decíamos que no podríamos pensar que el primer credo cristiano fue el redactado en Nicea, porque ya la misma fórmula bautismal es una profesión de fe, de ahí ha tomado forma la doxología breve que hacemos hoy día al concluir un salmo y de ahí toma forma también la invocación trinitaria cuando nos santiguamos o cuando nos persignamos (qué también son profesiones de fe). Según las evidencias disponibles se sabe que desde el siglo II se tuvo la necesidad de una regula fidei que resumiera de modo esquemático la fe para ser transmitida a los que se preparaban al Bautismo, poco a poco esta también se usó como fórmula que permitía la profesión de fe de los creyentes. Esta es entonces la razón por la que se le asocia a este símbolo con el Bautismo, pues todo candidato a recibir el baño bautismal debía conocer y profesar su fe con esta fórmula de fe. Existen testimonios sobre la existencia de una regula fidei en la antigüedad. Autores cristianos de los primeros siglos atribuyeron esta composición a los apóstoles, pero solo hicieron mención del tema, no lo expusieron literalmente, así que asumimos que puede tratarse de la misma fórmula de la que hemos tratado y en ello coinciden Justino (Apol. I, 6, 2; I, 65, 3; I, 13), Ignacio de Antioquía (Magn. 13, Trall. 9, Smirn. I, 1-2), La Didaché (7), Ireneo de Lyon (Adv. Haer. I, 10, 1-2; III, 4, 1) y Tertuliano (Apol. 47, Praescr. 21 y 37). En todos estas referencias se acude al argumento de autoridad, diciendo que han sido los apóstoles mismos quienes han transmitido la fe y la prueba de ello es el texto en cuestión. Aunque se piense en la actualidad que el relato de la composición del Símbolo se trate de una invención hecha con devoción por algunos siguiendo la costumbre de la atribución pseudoepigráfica, conocer testimonios tan variados que sostengan que la regula fidei tenga como autores a los apóstoles, nos hace pensar en "el gérmen de verdad" que contiene el argumento. (Cf. J. Leal, NDPAC 3, 4948-4949). Dicho de otro modo "algo hay de cierto". Por sus semejanzas con el símbolo niceno de 325 algunos estudiosos han propuesto que para la redacción del Credo de Nicea se pudo haber tomado como base el Símbolo de los Apóstoles, que como hemos dicho poco antes ya tenía una notable difusión en el ámbito romano. La cuestión es aún debatida: ¿realmente fue la base para redactar el Símbolo niceno? Siendo de origen romano ¿cómo llegó a establecerse en el ámbito oriental y a ser adoptado como modelo del nuevo credo? ¿Realmente tiene un origen romano? ¿Desde cuándo se conocía y por cuántas comunidades era conocido para ser aceptado de buen agrado?
Tres versiones del Símbolo de los Apóstoles
Lo que nosotros conocemos como "Credo corto" o "Símbolo de los Apóstoles" tiene una particular historia que nos hace poner los ojos en este texto para considerarlo en el 1700 aniversario del Sínodo de los 300 padres. Veremos a continuación una tabla comparativa entre tres versiones del Símbolo de los Apóstoles, la primera es la que se asume como la versión latina. Y aunque el texto sea de origen romano no quiere decir que esa sea su lengua original, para ello tenemos la versión recogida por Marcelo de Ancira, que se presume como la más cercana a la inicial, pues hasta el siglo II-III todavía el griego estaba muy difundido en Roma. Por último tenemos la versión litúrgica, no es tanto la traducción sino la versión que la liturgia romana, en lengua española, utiliza para la profesión de fe comunitaria. Es de destacar que este Símbolo tiene 12 artículos, que conserva el Símbolo niceno y que también, aún con las adiciones conservó el de Constantinopla.
El Símbolo niceno
Presentamos a continuación la redacción original del Símbolo niceno y su traducción. La versión griega corresponde a la edición crítica de G. L. Dossetti (Il simbolo di Nicea e Costantinopoli, Roma 1967, 226-241).
La redacción que hemos presentado está dividida en cuatro secciones: las tres primeras están dedicadas a la Trinidad. Como podemos apreciar no aparece aún la confesión sobre la Iglesia y la concerniente al Espíritu Santo es demasiado escueta. La cuarta sección corresponde al anatematismo, la condena con la que el Concilio sancionó solemnemente los argumentos de Arrio y de otros herejes de tipo monarquiano. Aunque esta mención discreta dejó entreabierta la puerta a diferentes interpretaciones que derivaron en diversas controversias presentes en buena parte del siglo IV.
Consideración final
Con el paso del tiempo el Símbolo niceno se fue convirtiendo en un verdadero tesoro. Sucedió que en la época posterior al Concilio de Nicea se formularon otros símbolos de fe que buscaban ser más descriptivos, amplios, o atender las propuestas de facciones dentro de la Gran Iglesia, pero tras varios intentos el Concilio de Constantinopla del año 381 ratificó, con adiciones, el que fue promulgado en 325. Poco más tarde los Concilios de Éfeso del año 431 y de Calcedonia del año 451 prohibieron cualquier añadidura o alteración del Símbolo de fe, que mantiene aún la razón de sus orígenes: Nicea y Constantinopla, por eso lo llamamos nicenoconstantinopolitano. Hemos dedicado estas líneas a honrar parte de la herencia de Nicea 325, que forma parte de nuestra identidad cristiana. Vale la pena valorar este tesoro para que cuando hagamos profesión pública de fe nos sintamos orgullosos del vínculo que nos une con los cristianos de ayer y con los que vendrán después de nosotros. [1] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2013, obtuvo la licenciatura en Teología Patrística y Ciencias Patrísticas en el Pontificio Instituto Patrístico Augustinianum de Roma en 2020. Actualmente presta su servicio como secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal para Vocaciones y Ministerios de la Conferencia del Episcopado Mexicano. |