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Fray Antonio Alcalde, el benemérito mayor de Guadalajara Agustín del Castillo[1]
La categoría que la sociedad le reconoce al siervo de Dios fray Antonio Alcalde no es el resultado de gestiones aisladas sino de la solidez de un legado que el tiempo convalida y en los últimos años se va consolidando, como aquí expone una nota de prensa, en dos acciones colosales: las que dieron vida hace ya más de 230 años a las instituciones que hoy llevan los nombres de Universidad de Guadalajara y Antiguo y Benemérito Hospital Civil de Guadalajara, de todo lo cual hablan las autorizadas opiniones del Premio Ciudad de Guadalajara Juan José Doñán y la de la académica universitaria Lilia Oliver.[2]
“Porque sus obras parecen fábulas o milagros; porque levantó un barrio que sería sustancia y aroma de la ciudad; porque sobre los yermos de mezquinas disputas, y explotación de los humildes, y calamidades públicas hizo florecer la dignidad humana y sazonó los frutos del espíritu: caridad, gozo espiritual, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, tolerancia, fe, modestia; porque convirtió su sede y ciudad en montaña de bienaventuranzas, Guadalajara lo proclama su doctor, maestro y santo padre”.
Este elogio que para los desconocedores puede parecer desmedido, lo emitió uno de los escritores más ilustres de esta ciudad: Agustín Yáñez.[3] El futuro autor de esa revolución del estilo que fue Al filo del agua (1947), se refería a la luminosa figura de Fray Antonio Alcalde, dominico nacido en Cigales, España, y que fue obispo de la Perla Tapatía durante 21 años del siglo xviii, en que le dotó de algunas de las instituciones más duraderas y sólidas de su historia centenaria: la reubicación y ampliación del Hospital Real de San Miguel de Belén, hoy Antiguo y Benemérito Hospital Civil Fray Antonio Alcalde, y la Universidad Real y Literaria de Guadalajara, hoy, por su acrónimo, la UdeG.
Para el historiador Juan José Doñán, no hay duda: se trata del benemérito mayor de la historia de Guadalajara:
Llegó de 70 años, en 1771, proveniente de Mérida, y recibió una diócesis enorme que incluía Texas, parte de Louisiana, Zacatecas, Aguascalientes y todo el Pacífico; para Guadalajara no es sólo su maestro en lo espiritual, en lo educativo y en lo material, es precursor de la vivienda popular porque promovió en las 16 cuadritas en el barrio del Santuario, un barrio que es su hechura –tanto el templo como esas 158 viviendas colectivas que se rentaban a costos muy bajos y cuya recaudación sirvió para mantener el hospital de Belén.”
Añade.[4] Su sucesor, el obispo Juan Ruiz Cabañas continúo las obras pías con la Casa de la Misericordia que después se llamó Hospicio Cabañas; “pero mientras que Alcalde es casi puras luces y tuvo una suerte generosa, Cabañas le tocó también un lado oscuro que fue combatir a los héroes de la Independencia”. No obstante, enfrentó catástrofes serias: “hubo hambre a mediados de los años 80 del siglo xviii porque hubo muy malas cosechas; las epidemias diezmaron a la población; él trajo maíz de otras regiones y refaccionó a los agricultores para que pudieran seguir sembrando. Había tantos enfermos que movió el hospital de Belén a las afueras de la ciudad. Creó un jardín botánico que no era para plantas de ornato, sino para hierbas medicinales que se usaban en el hospital”. Fray Antonio Alcalde “es de las cartas que tiene la iglesia católica para presumir sin retórica, son logros reales y expresan lo que es un espíritu de servicio y humildad que aplicaba en su vida la obra de Kempis, La imitación de Cristo”. La historiadora Lilia Oliver Sánchez da el contexto:
El papel que desempeñó el fraile dominico con dificultad puede ser entendido de una manera objetiva si no lo ubicamos como parte de ese grupo de prelados españoles que simpatizaban abiertamente con las ideas políticas, sociales, religiosas y económicas del siglo de las luces […] el rechazo a la filosofía escolástica, la creación de colegios y seminarios dotados de nuevos programas de estudio, el desarrollo de una filosofía política caritativa aplicada a los asuntos terrenales.[5]
El Hospital Civil sigue siendo una construcción de gran calado para nuestra época. Sorprende que no se haya llevado a los altares a este ilustre católico, pero Doñán subraya: “hay santos que no requieren ser canonizados. Como dice el Evangelio, “…por sus frutos los conoceréis”, y los frutos están allí”. [1] P Agustín del Castillo, acreedor del Premio Jalisco de Periodismo 2018 en su categoría de Crónica por su trabajo ‘Región Wixárica, bajo la invasión de amapoleros y nuevo cárteles’, se ha especializado en temas de medio ambiente y movimientos sociales. [2] Esta columna periodística se publicó el domingo 11 de noviembre del año 2012 para las páginas del diario tapatío Milenio Jalisco, con el subtítulo “El obispo dominico deja su impronta en el Hospital Real de San Miguel de Belén, así como en la Universidad Real y Literaria de Guadalajara”. [3] En Genio y figuras de Guadalajara, 1941. [4] Las 158 vecindades constaban de diez viviendas familiares cada una, al modo como vemos en la única de ellas que se conserva y sigue abierta, ahora como albergue para personas que lo requieren. [5] En El Hospital Real de San Miguel de Belén, 1581-1802, editorial UdeG. |




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