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Hombría de bien a carta cabal. ccl aniversario natalicio del doctor José Francisco Arroyo Guillermo Raúl Zepeda Lecuona[1]
Se ofrecen aquí datos de un presbítero del clero de Guadalajara que abrazó la causa del federalismo en México y como legislador redactó la constitución política del estado de Nuevo León, que por ello bautizó con el nombre de Doctor Arroyo a un municipio.[2]
El presbítero y doctor don José Francisco Arroyo Villagómez, uno de los más brillantes y decididos artífices del federalismo mexicano en su cuna, al lado de su compañero Francisco Severo Maldonado, hace 200 años, vino al mundo en el Real de Minas de San Sebastián, en el Reino de la Nueva Galicia, en el año de 1775, fruto del matrimonio formado por Mariano Arroyo de Anda y Margarita Villagómez Gutiérrez de Hermosillo. A la edad de 9 años lo confirmó su obispo, fray Antonio Alcalde,[3] primero de muchos vínculos espirituales que alcanzará a tener con ese benefactor inmenso, pues a la edad de 12 años se dio de alta como pupilo del Seminario Conciliar, donde obtuvo y retuvo la beca de honor y se graduó de bachiller en artes (1794) y en teología (1797), teniendo como mentor al doctor José María Hidalgo. Su biógrafo más preclaro hasta hoy, Juan B. Iguíniz, dice de él que poseyó
[…] un talento no común por los merecidos laureles que se conquistó en los cursos de Humanidades, Filosofía, Teología y Derecho. Logró por oposición y con aprobación unánime de sus sinodales, una beca de honor de Teología, así como también que sus superiores lo invistieran con los honoríficos cargos de Presidente de academias, Consiliario y substituto nato de todas las clases, sólo concedidos a aquellos alumnos que se hacen acreedores a ellos por su saber y su conducta ejemplar.[4]
En 1798, ya diácono, aceptó la invitación del cuarto obispo de Sonora, fray Francisco de Jesús María Rousset (1749 - 1814), al que sirvió como secretario de cámara y de gobierno un quinquenio, luego del cual regresó a Guadalajara, donde lo ordenó presbítero para su clero don Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo. Licenciado y Doctor en Teología por la Real Universidad de Guadalajara, títulos que obtuvo en 1804 “…con universal aprobación nemine discrepante”,[5] opositó en ese plantel cátedras de teología, de modo que desempeñó la de Prima, la de Santo Tomás y la de Lugares Teológicos, en tanto que en el Seminario Conciliar fungía como catedrático para las asignaturas de Historia Eclesiástica y Elocuencia Sagrada. Entre 1805 y 1815, de los 30 a los 40 años de edad, fungió como Rector del poco antes instaurado Seminario Clerical de El Salvador del Mundo y su Madre Santísima Nuestra Señora de la Soledad, anexo al santuario de ese nombre,[6] creado por el obispo Cabañas para atender al clero en sus aspectos menos presentables, cargo que alternó con las funciones de párroco interino de las dos parroquias más importantes de la diócesis, la del Sagrario en el bienio 1805-1807 y la del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de 1808 a 1815, que atendía incluso durante los días de terror que impuso la presencia del caudillo de sotana Miguel Hidalgo en Guadalajara, responsable de la masacre de peninsulares en las barranquitas de Belén. Aplaudió el orden jurídico gaditano, y hasta autorizó circulara un discurso que pronunció en 1813, en el marco del juramento que se hizo en Guadalajara la primera Constitución de la monarquía española.[7] Durante la gran epidemia de fiebre amarilla de 1814, durante la cual murieron muchísimas personas, atendió con abnegación heroica a los enfermos asilados en el hospital de Belén e incluso un lazareto, instalado en los suburbios del viento sur de la ciudad, en el barrio de Mexicaltzingo.[8] Por el tiempo, le tocó vivir cada día el doloroso y largo proceso que entre 1808 y 1824 produjo la emancipación de España y el nacimiento del Imperio Mexicano; por su talento y liderazgo, participar en la adopción del sistema federal republicano, circunstancia que le alcanzará el respeto de dos coetáneos y correligionarios eminentes, fray Servando Teresa de Mier, O.P., y Francisco Severo Maldonado, de los que tenemos suyas dos referencias gratísimas que pronto citaremos. De 1815 a 1819 fue cura propietario de Tlaltenango, donde promovió la vacuna antiviruela de los niños.[9] En este último año “obtuvo por oposición y unanimidad de votos la Canonjía Doctoral para el Cabildo Catedral de Monterrey, tomando posesión el 24 de mayo de 1819”.[10] “Durante su estancia en Monterrey promovió la fundación de la Casa de Beneficencia, de la que fue síndico procurador y capellán; fue además confesor del Seminario, examinador sinodal, juez hacedor, gobernador de la Mitra y miembro de la Junta de Censura Eclesiástica”.[11] El 20 de agosto de 1820 fue electo diputado por la Nueva Galicia a las cortes españolas para el bienio de 1820 a 1821. En 1823 aceptó ser Rector del Seminario Conciliar de Monterrey. En una carta que fray Servando Teresa de Mier dirige a José Bernardino Cantú el 19 de junio de 1824, donde le precisa cómo se ha de integrar el Congreso Constituyente neoleonés, le señala sin rodeos: “Particularmente, le encargo sean elegidos diputados usted y el doctor Arroyo, para que haya quien dirija a los demás”.[12] En efecto, bajo tal investidura, la de diputado constituyente del Congreso de Nuevo León en 1824, presidió esa asamblea, para la que produjo un `Bosquejo de Constitución`, que a su lado hicieron, de los once de esa legislatura, suya los comisionados Ballesteros, Gutiérrez de Lara, de Llano y Parás. Por lo demás, como su preparación académica e intelectual era tanta como su experiencia política y legislativa respecto a las de sus compañeros de curul, el llevó la discusión del documento y la redacción del texto finalmente votado, la Constitución neolonesa.[13] Código de vanguardia en su tiempo, atento a reconocer al lado de los derechos los deberes cívicos ciudadanos, en la exposición de motivos vemos insertado uno de los postulados del primer economista de México, el ya dos veces mencionado Francisco Severo Maldonado, alentando al lado de “las obligaciones civiles y de artes e industrias sencillas, manuales y fáciles, para que un hombre o una mujer sola, con muy corto capital pueda buscar subsistencia”.[14] Maldonado, por su parte, en la obra cimera que compuso y de donde se sacó la cita apenas entrecomillada, El Contrato de Asociación para la República de los Estados Unidos del Anáhuac, publicado en el año de 1823, no deja pasar la ocasión de incluir el nombre de su condiscípulo entre los más ardorosos simpatizantes del sistema federal en México. La Constitución neolonesa se promulgó el 3 de marzo de 1825 y se juró el siguiente día 10. Momentos antes de hacerlo, se solemnizó la jornada con un Te Deum en la catedral de Monterrey al que asistieron todas las corporaciones civiles y eclesiásticas de la ciudad. El doctor Arroyo, bajo su doble investidura de Presidente del Congreso y canónigo lectoral, echó un discurso que mereció de todos aplausos y congratulaciones.[15] A empeños suyos se estableció una Gaceta Constitucional a partir de 1826, siendo él uno de sus redactores principales. También, por gestiones que emprendió, abrió sus puertas el primer ensayo de un centro de readaptación social en aquella capital, la Casa de Corrección. Su servicio como diputado fue tan satisfactoria que fue reelecto para las subsecuentes cuatro legislaturas estatales, lapso caracterizado por la promulgación de leyes necesarias y justas, sobresaliendo los avances que al respecto hubo en materia educativa.
*** Que su participación activa en la vida política de Nuevo León no entorpeció su ministerio eclesiástico lo hecha uno de ver en la siguiente circunstancia: en 1831, hallándose vacantes todas las sedes episcopales de México, en las ternas ofrecidas a la Secretaría de Estado de la Santa Sede tanto por el Supremo Consejo de Indias, la Cancillería del Gobierno Mexicano y los cabildos eclesiásticos en sede vacante, se le postuló para ceñir las mitras de Guadalajara y Durango, de Sonora y hasta de la metropolitana de México.[16] El 21 de julio de 1831 solicitó y obtuvo licencia para separarse de la Legislatura de Nuevo León. Alega para eso que necesita retornar a Guadalajara para opositar la Canonjía Penitenciaria, que finalmente obtuvo,[17] pues incluso conocemos el informe y la recomendación que de él hizo ante sus compañeros capitulares, al tiempo de las deliberaciones para cubrir esa vacante, el Gobernador de la Mitra, el cual no escatima elogios ni deja de mencionar sus muchas acciones eclesiales, civiles y cívicas llevadas a cabo durante su larga estancia en la ciudad de Monterrey:
…á más de haber desempeñado las funciones propias de la dicha Canonjía Lectoral y Dignidad, se ha ejercitado sin intermisión el Dr. Arroyo en la administración de los Santos Sacramentos y predicación de la palabra divina, no limitándose su celo por el bien de las almas á la diaria administración del sacramento de la penitencia en la iglesia, sino que se ha prestado con la mayor complacencia y actividad á cualquiera hora del día o de la noche, sin servirle de embarazo lo rígido de las estaciones del clima, al socorro de cuantos han solicitado su dirección, de modo que más bien se ha podido titular un Vicario expensado por el Cura del Sagrario, que Canónigo o Dignidad de la Catedral. Ha servido también de Penitenciario á los jóvenes del Seminario por cuya educación política y cristiana ha tomado el mayor interés. Ha promovido asimismo la erección de la Casa de Beneficencia de aquella ciudad, auxiliando á sus habitantes y sirviéndoles de Capellán. Ha predicado por muchos años los domingos por la tarde en aquella Santa Iglesia y en consideración á su instrucción y virtudes morales y políticas, aquella Mitra lo ha condecorado con los encargos de Examinador Sinodal é individuo de la Junta de Censura Eclesiástica.[18]
La legislatura del estado de Nuevo León, en un despacho del Congreso de 21 de Julio de 1831, hace lo propio, afirmando
…que el expresado Diputado lo ha sido y ejercido de tal con aplicación, celo, pureza é integridad en la Legislatura Constituyente y en las cuatro Legislaturas Constitucionales bienales sucesivas, inclusa la presente, impendiendo generalmente en todos los asuntos un trabajo ímprobo y laboriosidad infatigable con aplauso universal de todo el Estado, según que consta por notoriedad y por documentos que en abundancia obran en el archivo de la Secretaría.[19]
Ya en la ciudad episcopal de su Iglesia de origen, la de Guadalajara,
…presentó examen de oposición a la canonjía penitenciaria de la Catedral, la cual obtuvo el 1° de mayo de 1832, y se desempeñó como tal hasta el 16 de abril de 1837, en que ascendió a la dignidad de canónigo maestrescuelas, y en consecuencia ocupó el oficio de cancelario de la Universidad Nacional de Guadalajara, en la cual también fue catedrático de Teología.[20]
En enero de 1841 ascendió a Chantre y en mayo de 1845 a Arcediano.[21]
Su pericia absoluta in utroque iure, en el marco del estado confesional y al tiempo de las enconadas disputas de un gobierno mexicano empeñado en negociar con la Silla Apostólica un concordato que le reconociera al gobierno mexicano las atribuciones del patronato que sobre la Iglesia ejerció el trono español, le colocó en el ojo del huracán, con la vuelta de tuerca que supuso la adjudicación de los bienes raíces de las corporaciones religiosas y civiles. De su ingenio salieron copiosos artículos para la revista El Defensor de la Religión, trinchera donde coincidieron no menos que en el cabildo catedral, su sucesor en el arcedianato y a la postre último obispo y primer arzobispo de Guadalajara, don Pedro Espinoza y Dávalos. En el otoño de su vida “se desempeñó como gobernador de la Mitra de Guadalajara, capellán de las monjas capuchinas y catedrático de Religión y Filosofía Moral, en el Colegio de San Juan Bautista”. Murió el 5 de noviembre de 1847 en Guadalajara. Recibió sepultura en el templo de San Francisco. Sus huesos áridos, reinhumados, descansan en el presbiterio del templo de las capuchinas. Al cabo de cuatro años, en homenaje póstumo a su memoria, por decreto del Congreso de Nuevo León de fecha 31 de marzo de 1851, al Valle de la Purísima Concepción se le impuso el que a la sazón tiene: Doctor Arroyo.
Referencias
· Cavazos Garza, Israel. Breve Historia de Nuevo León. México: Fondo de Cultura Económica, Fideicomiso Historia de las Américas. Serie Breve Historia de la República Mexicana, 1996. · Iguiñiz, Juan B. “El Doctor Don José Francisco Arroyo. Intento Biográfico”. Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate, Tomo 33. Ciudad de México: Talleres Gráficos de la Secretaría de Fomento, 1917, pp. 343-353. · López, Eucario. “El Cabildo de Guadalajara. 1º de mayo 1552 – 1º de febrero de 1968, elenco formado por…”. Anuario de la Comisión Diocesana de Historia del Arzobispado de Guadalajara. Ciudad de México: Jus, 1968, pp. 175-218. · Montemayor Hernández, Andrés, “El goce de la libertad”, en Nuevo León: textos de su historia, tres tomos, Celso Garza Guajardo (compilador). México: Gobierno del Estado de Nuevo León, Instituto de Investigaciones Históricas Dr. José María Luis Mora, 1989, Tomo I, pp. 288-306. · Portillo Martínez, José Antonio. Diccionario de Clérigos y Misioneros Norestenses. Monterrey: Edición de autor, 2011. · Real Ledezma, Juan, Enciclopedia histórica y biográfica de la Universidad de Guadalajara, cinco volúmenes. Editorial Universitaria, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2017. · Torres López, Erasmo E y Ricardo Treviño García, La Primera Constitución Política de Nuevo León. Comentarios y Reproducción facsimilar. Monterrey: Universidad Autónoma de Nuevo León, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Colegio de Criminología, 2000. [1] Licenciado en Derecho, Maestro en Políticas Públicas, Doctor en Derecho, su especialidad son los estudios en Derechos Humanos, Seguridad y Justicia. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadoras. [2] Este Boletín agradece a su autor su absoluta disposición a publicar este texto inédito suyo. [3] Eso pasó el 10 de octubre de 1784 y de ello da fe en 1797 el párroco de El Sagrario, don José Simeón de Uría, según aparece en el expediente de órdenes del Doctor Arroyo que resguarda el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara. [4] Iguíniz (1917) 343 [5] Iguíniz (1917) 346 [6] Que es el espacio que hoy ocupa el Jardín de Jaliscienses Ilustres en la capital de Jalisco. [7] Se publicó con el título Sermón del cura interino de Santa María de Guadalupe a sus feligreses en el solemne juramento de la Constitución. [8] Dávila 1967, T IV, V.1, pp. 215-216 [9] Real 2018, I, p. 135 [10] Portillo 2011: 25 [11] Real 2018, I: 135 [12] Cavazos 1996, p. 130 [13] Torres y Treviño 2000, p. 20 [14] Montemayor 1983, p. 295 [15] Torres y Treviño 2000: p. 24 [16] Iguíniz 1917, p. 350 [17] Portillo 2011: 25 [18] Se conserva la ortografía original. Cf. Iguíniz 1917: 348-349. [19] Relación de méritos del Doctor Don José Francisco Arroyo. Maestrescuelas Dignidad de la Santa Iglesia Catedral de Monterrey, publicado en 1832. Cf. Iguíniz 1917: 350 [20] Real 2018, T.I, p. 135 [21] López 1968: 184 |