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Francisco Severo Maldonado y Ocampo Juan Real Ledezma[1]
Hacerle justicia al ideólogo más sistemático del nuevo régimen no sólo en el estado de Jalisco, sino en todo México al tiempo del inicio del proceso de su emancipación, de su nacimiento como Imperio Mexicano y, finalmente, como república federal bajo la nomenclatura de Estados Unidos Mexicanos, coloca en primer plano al académico, catedrático y párroco del obispado de Guadalajara, en el bicentenario del nacimiento de la primera entidad federativa del país.[2]
Nació en Tepic, población del Reino de la Nueva Galicia, el 7 de noviembre de 1775. Fueron sus padres los señores Rafael Maldonado y María Teresa de Ocampo, un “matrimonio [muy] querido por sus coterráneos”.[3] De pequeño fue traído a vivir a Guadalajara, donde recibió su instrucción elemental. Ingresó al Seminario Conciliar, en el cual destacó como un estudiante muy brillante. En 1792 concluyó el curso de artes y recibió “beca distinguida” de teología, y el Cabildo Eclesiástico le otorgó el título de “primer colegial teólogo”. Para dar la bienvenida al nuevo obispo de Guadalajara, se le designó para intervenir en un acto de estatuto, que no llegó a celebrarse por el inesperado fallecimiento del prelado Esteban Lorenzo de Tristán. En la Real Universidad de Guadalajara cursó sus estudios profesionales. El 10 de abril de 1793 probó haber ganado dos cursos de filosofía y uno de retórica en el Colegio Seminario. El 6 de mayo de 1796 recibió el grado de bachiller, y el 19 de ese mismo mes y año se matriculó al primer curso de leyes. El claustro de doctores lo designó para que el 15 de febrero de 1797 sustentara acto de teología en la bienvenida que se le ofreció al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. Fue tal su éxito que se le dispensó el examen para recibir el orden del subdiaconado y se le aligeró el del presbiterado, el cual recibió en diciembre de 1799. El 22 de marzo de 1800, siendo catedrático de latín en el Seminario, solicitó los grados mayores. El 25 de marzo atestiguaron Felipe Sierra, Hipólito Hermosillo y José María Aceves sobre su limpieza de sangre. El 13 de abril presentó acto de repetición. El 29 de mayo sustentó el acto quodlibetos. El 9 de junio se le asignaron los puntos de examen, y al día siguiente presentó examen de noche triste, en el cual fue aprobado nemine discrepante. El día 11 recibió el grado mayor de licenciado en teología. El 14 de julio de 1802, tras haber disputado la cuestión doctoral, recibió las insignias y el grado de doctor en teología. Fue su padrino el bachiller José Manuel Ocampo, su tío y cura de Hostotipaquillo. Al término del acto, recibió las felicitaciones de algunos capitulares del Cabildo Eclesiástico, a quienes explicó la razón de su éxito: “Mientras yo estudio, vosotros dormís y descansáis y por esa causa, el Venerable Cabildo está compuesto, como el Arca de Noé, de animales de toda especie”.[4] De la Real Audiencia de Guadalajara recibió el título de abogado. En el elenco que formó el canónigo Daniel R. Loweree, aparece como catedrático de mínimos del Seminario Conciliar de 1798 a 1802, y de 1802 a 1806 en filosofía y física. Fueron sus discípulos Valentín Gómez Farías, Anastasio Bustamante y Juan de Dios Cañedo, entre otros. En 1804 se opuso a la canonjía magistral, y a pesar de su gran preparación no la obtuvo. Probablemente su comentario sobre el Cabildo y el arca de Noé aún no caía en el olvido. Ejerció como cura interino de Ixtlán, donde fundó una escuela para niños, la cual dotó de local, libros y útiles escolares. Esta situación que no es de extrañar, dado que opinaba que “el único pecado original del hombre es la ignorancia”. Además, realizó importantes mejoras en la casa parroquial y en el templo, lo que no le impidió continuar con sus lecturas. En 1806 se hizo cargo de la parroquia de Mascota. El 26 de noviembre de 1810, el doctor Maldonado se encontraba en Guadalajara –no sabemos si casual o intencionalmente– al llegar el cura Miguel Hidalgo, a quien propuso la publicación de un periódico, que se titularía El Despertador Americano, cuyo primer ejemplar –de siete– apareció el 20 de diciembre.
Al dirigirse a los “¡Nobles americanos! ¡Virtuosos criollos!”, expresaba: “Despertad al ruido de las cadenas que arrastráis a tres siglos; abrid los ojos a vuestros verdaderos intereses, no os acobarden los sacrificios y privaciones que forzosamente acarrea toda revolución en su principio; volad al campo del honor”.[5]
Sobre la importancia de la primera publicación insurgente, Juan Bautista Iguíniz, escribe:
El papel que desempeñó El Despertador Americano en pro de la causa independiente, fue insignificante, por no decir que casi nulo, pues aparte de que su vida fue tan efímera, su esfera de acción se redujo al lugar de su publicación, en vista de que la estricta vigilancia del gobierno español impedía su circulación fuera del recinto ocupado por los revolucionarios.[6]
Durante el gobierno insurgente en Guadalajara aprovechó el púlpito de las iglesias para propagar la revolución. El general Ignacio Allende, ante las ejecuciones de los españoles consentidas por el cura Miguel Hidalgo, lo consultó junto con el doctor José María Gómez y Villaseñor sobre la licitud de envenenar al cura Hidalgo. Sobre su opinión a favor o en contra del magnicidio, las opiniones de los historiadores se dividen. Fregoso Génnis, con base en las obras de Pérez Verdía y de Zamacois, afirma que se opuso.[7] El 17 de enero de 1811 Hidalgo fue derrotado en el Puente de Calderón y Maldonado huyó a Mascota. Pero fue denunciado a los realistas, y no habiendo aceptado el indulto fue procesado. Le confiscaron sus bienes, en especial sus “demoníacos libros” –entre los que figuraban los enciclopedistas franceses–, y fue tachado de “oprobio del sacerdocio y ejemplar de la perversidad del corazón humano”.[8] De enero a abril de 1811 se le siguió el proceso. Al final fue indultado por el general José de la Cruz, quien en el documento absolutorio afirmaba que Maldonado, “habiéndose presentado en esta ciudad luego que sus males le permitieron hacerlo, tomó a su cargo la oferta voluntaria [de] ser el editor de El Telégrafo de esta ciudad o semanario patriótico”.[9] En el mismo texto del indulto, afirmó que fue obligado por los rebeldes a escribir El Despertador Americano. El indulto en realidad era un castigo humillante. Más adelante afirmó: “Cuando posteriormente y gimiendo ya la provincia bajo el yugo de la conquista española, publicábamos El Telégrafo de Guadalajara, periódico cuando menos en apariencia, según lo exigía la suspicacia de los déspotas, contrariaba la opinión dominante de la nación”.[10] El 27 de mayo de 1811 circuló el primer número de El Telégrafo de Guadalajara, dedicado al virrey Francisco Javier Venegas, en que escribió:
Americanos: libres ya de las cadenas de la violencia que nos impuso el apóstata más rapaz y sanguinario que jamás se ha visto, puede nuestra pluma en lo sucesivo ser el órgano de la verdad, e intérprete de la justicia agraviada; ya que podemos hablaros en la efusión de nuestro corazón, y descubriros nuestros más íntimos y verdaderos sentimientos.[11]
El periódico circuló de la citada fecha al 24 de febrero de 1812, con un total de 82 números. Además, publicó otros dos periódicos legitimistas: El Mentor Provisional, del 18 de marzo al 5 de abril de 1813, con tres números; y El Mentor de la Nueva Galicia, con 27 números. Sobre su doble actitud, primero de gran entusiasmo por la independencia y luego de apoyo incondicional al régimen virreinal, Iguíniz escribe:
Parece increíble que una misma pluma hubiese podido emitir conceptos tan contradictorios, mas ello nos demuestra la volubilidad de los principios del escritor o su falta de carácter para exponer francamente sus ideas en el medio en que se hallaba. Además, semejante proceder, viene a justificar el dictado de ‘hombre de todas facciones’ que le aplicó el historiador Carlos María Bustamante.[12]
Por su parte, Alfonso Noriega asume su defensa:
¿Existe, en la actitud de Maldonado, venalidad o miedo? ¿Las furibundas diatribas en contra de Hidalgo y los insurgentes las escribió en realidad el cura jalisciense, o bien fue José de la Cruz, quien obligó a consignar tales insultos, enmendando el texto original de sus artículos? Mi opinión es favorable al hecho de que De la Cruz obligó e incluso impuso a Maldonado el texto en contra del Padre de la Independencia.[13]
Aparejada a su punitiva labor periodística, fungió como abogado de la Real Audiencia de Guadalajara. Más tarde fue nombrado cura de Jalostotitlán. En 1821 fue electo diputado a las Cortes Españolas, para el periodo 1822-1823. Él se preparó a conciencia para su encomienda legislativa y escribió El nuevo pacto social propuesto a la nación española para su discusión en las Cortes de 1822 y 1823. Dividió su tratado en una parte eclesiástica y otra civil, y
fue desde el momento de su aparición una obra de grandes polémicas, tanto por el sentido populista [¿popular?] que en ella plasmaba y que atentaba contra el ya caduco sistema de explotación español, como por el cúmulo de ideas de sabios europeos que encuentran eco en los escritos del inquieto cura que las interpreta y adapta a las realidades americanas, pero ideas de difícil asimilación por la falta de antecedentes de estas nuevas corrientes del pensamiento que campeaban por Europa y como consecuencia del hermetismo y censura a que la Corona Española lo sujetó, tardía o difícilmente eran conocidas en América; por lo que el mismo Maldonado, al opinar sobre el Pacto Social afirma que es una obra difícil de digerir.[14]
La independencia de México, empero, dejó sin efecto su elección a las Cortes. Se manifestó con júbilo por la independencia en sus escritos, publicados en forma anónima, tales como Gloria a Dios en las alturas y paz al hombre en la tierra. Viva la independencia, viva la religión, viva la unión más estrecha y más cordial entre los habitantes todos del Imperio Mexicano e Himno al Ser Supremo. El libertador Agustín de Iturbide lo nombró miembro de la Soberana Junta Gubernativa, en la cual tuvo una actuación destacada. Emitió opiniones muy progresistas, sobre todo en materia económica y de derecho público. En la Ciudad de México empezó a publicar un folleto-periódico que denominó El Fanal del Imperio o Miscelánea Política. En sus siete números publicados aparecieron notables artículos, tales como la Memoria política-instructiva de fray Servando Teresa de Mier, Los principios de organización social del abate de Pradt, El origen de la corrupción en las sociedades y medio de repararla de Velino, entre otros. Fue electo diputado al Primer Congreso Nacional Constituyente y se le encomendó la redacción de un proyecto de constitución, al que se dedicó con gran entusiasmo. Se dice que trabajaba dictando a la vez a tres escribientes. El emperador Agustín i lo condecoró con la cruz de caballero de la Orden Imperial de Guadalupe. Sin embargo, el imperio fue efímero y regresó a Guadalajara en compañía del doctor Toribio González, quien no esperó a que le aprobaran su licencia de retiro en el Congreso. En consecuencia, fueron ambos detenidos en Querétaro. A mediados de junio de 1823 llegó a Guadalajara, y colaboró en el periódico La Estrella Polar de los Amigos Deseosos de la Ilustración. Luego se unió a la defensa que hizo el licenciado José Luis Verdía de uno de los articulistas –Anastasio Cañedo–, a quien por sus críticas al clero se le intentó excomulgar. Continuó con la publicación de El Fanal, dando a conocer ese mismo año su trascendental Contrato de asociación para la república de los Estados Unidos del Anáhuac, o el Proyecto de Constitución Política de la República Mexicana, que firmó con el seudónimo ‘Un Ciudadano del Estado de Xalisco’. Por su Contrato de asociación, Jesús Reyes Heroles lo clasifica como un “utopista agrario” y asevera que:
pretende crear un sistema orgánico y general. Desde luego, supone la existencia de una moneda nacional y la creación de un banco nacional [...]. El pensamiento de Maldonado es claro en materia agraria. Habla de la necesidad de establecer una ley agraria para dar medios de subsistir a todos los que carecen de ellos [...]. El establecimiento de la ley agraria lo juzga de absoluta e indispensable necesidad “para la extirpación de la miseria”. Su proyecto implica que toda la tierra perteneciente a la nación, en los términos previstos por la organización del banco nacional.[15]
Expuso su ideario social en 448 artículos y propugnó por la libre circulación de las riquezas. En su proyecto constitucional, “Severo Maldonado podría decirse –continúa Jesús Reyes Heroles– que rompe el concepto tradicional de una constitución –derechos individuales, organización de poderes–, en cuanto se ocupa de cuestiones económicas, como la fuente de los salarios y de los empleos”.[16] Otras de sus obras fueron Dictamen imparcial sobre el modo de atajar prontamente la combustión de la patria, dirigido a las Diputaciones Provinciales, único órgano natural y legítimo de una verdadera expresión de la voluntad nacional en la violenta crisis de la disolución del Estado (1823), Análisis de Lógica, y al parecer la última fue El triunfo de la especie humana (1832), que trató sobre economía política. Sus principales aportaciones intelectuales, siguiendo a los autores Alfonso Noriega y Gabriel Agraz, se pueden sintetizar así:
Eminente sociólogo que precisó con toda claridad como problema fundamental de México, la distribución de la propiedad. Se anticipó así a Arriaga, Vallarta, Cabrera, Molina Henríquez, entre otros teóricos. La base del sistema que propuso fue la subdivisión de las propiedades agrícolas y el reparto agrario. Intuyó el militarismo, como un nefasto factor real de poder. Como sacerdote y distinguido maestro de Teología, propugnó por la separación de la Iglesia del Estado, o por lo menos de la delimitación de sus áreas de acción. Propuso la desamortización de los bienes del Clero y de “las manos muertas”, a través de otra de sus grandes propuestas: el banco nacional. Sugirió el establecimiento de una instancia de apelación legal, que llamaba Tribunal de la Conservación del Orden Judicial, antecedente del juicio constitucional. Fue el primer mexicano “que expusiera la Economía Política como ciencia organizada y que escribiera sobre ella”.[17]
Fue el precursor indiscutible de las transformaciones de la Reforma y de la Revolución de 1910. Ya en un ambiente político más favorable a su ideario, impartió cátedra en el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco. Por el excesivo uso del sentido de la vista quedó invidente, pero él siguió la lectura por sus ayudantes, y dictando sus escritos. Entre otras labores, intentó procesar las pencas de maguey para elaborar papel, ante la escasez de grasa porcina para fabricar jabón, propuso sustituirla por el aceite de coco; y organizó una cooperativa para repartir las utilidades. Ni siquiera al final de sus días perdió su espíritu combativo. Agustín Rivera y Sanromán escribió al respecto:
Me decía mi tío el doctor Sanromán que una vez él y el cura de Tepatitlán, doctor Manuel Moreno –que era candoroso– fueron a visitar al doctor Maldonado cuando ya estaba ciego, y les dijo: “Los mexicanos son ocho millones de orangutanes; el único hombre soy yo”. Los visitantes nada le respondieron y cuando estuvieron en la calle, el cura, que aunque era candoroso, era buen lógico, dijo a mi tío: “Según lo dijo Maldonado, usted y yo somos orangutanes”.[18]
El 8 de marzo de 1832 falleció en Guadalajara y fue inhumado en el cementerio de la parroquia de san Juan Bautista de Mexicaltzingo, hoy ya desaparecido. En el atrio lateral de dicho templo, el 5 de junio de 2011 se develó un busto de bronce en su honor.[19]
Juicios y testimonios
Juan Bautista Iguíniz: “El tiempo que le dejaban libre sus tareas ministeriales lo dedicaba al estudio de las ciencias sociales y políticas, en las que llegó a adquirir bastantes conocimientos, habiendo sido uno de los primeros mexicanos que las cultivaron. En su biblioteca figuraban los mejores tratados sobre esas materias, sin faltar los de los enciclopedistas, cuya lectura lo convirtieron en decidido socialista”.
José López Portillo y Rojas: “Maldonado escribió 16 años antes que Fourier publicase ‘La Falange’ y 12 antes de la aparición de ‘El Falansterio’, y sin embargo, en muchos puntos de sus ideas coinciden con las del célebre visionario francés. Maldonado escribió 19 años antes que Proudhom atacase la propiedad y casi medio siglo antes que Marx predicase el establecimiento del gobierno del proletariado. Pero la voz del jalisciense, aunque fue la de un precursor, quedó ahogada en el medio social poco instruido donde resonó. Si se hubiese elevado en el seno de cualquier nación europea, el nombre de Maldonado habría obtenido celebridad mundial”.
Paulino Machorro Narváez: “Podemos pensar si se llegó ya al caso de que los ocho millones de que hablaba él convertidos en dieciséis [hoy más de cien millones] estudien el cerebro misterioso del único hombre que decía haber en México por el año de 1830. Era, por lo menos e ironía aparte, el único que miraba el remoto porvenir”.
Mariano Otero: “Maldonado, el sublime visionario, el sabio profundo y original, defendió los conocimientos más preciosos”.
Jesús Silva Herzog: “Sus ideas económicas y sociales son en algunos aspectos sorprendentemente modernas. A nuestro parecer, nadie en México, a principios de la tercera década del siglo pasado, le aventaja en hondura y claridad de pensamiento [...]. También puede clasificarse como un socialista agrario, sobre todo por su opinión de que debe abolirse el derecho de la propiedad territorial, perpetua y hereditaria. Son verdaderamente notables en este punto, las opiniones del ilustre clérigo jalisciense”. [1] Licenciado en derecho por la Universidad de Guadalajara y maestro en esa disciplina en la Universidad iteso, autor de varios libros de carácter jurídico e histórico, es miembro del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara. [2] Tomado de la Enciclopedia histórica y biográfica de la Universidad de Guadalajara [Los primeros universitarios. Tomo primero. La Real Universidad de Guadalajara, 1791-1821]. [3] Carlos Fregoso Génnis, Francisco Severo Maldonado, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco, 1984, p. 13. [4] Ibíd., p. 16. [5] El Despertador Americano. Guadalajara, 20 de diciembre de 1810, p. 4. [6] Iguíniz, “Los periódicos de Guadalajara, México, en la época colonial”, en Disquisiciones bibliográficas. Autores, libros, bibliotecas, artes gráficas. 2ª ed. México. unam. 1987. [7] Fregoso Génnis, op. cit., p. 24. [8] Ibíd., p. 25. [9] Ídem. [10] Ibíd., p. 26. [11] Iguíniz, art. cit., p. 102. [12] Ibíd., p. 103. [13] Alfonso Noriega, Francisco Severo Maldonado. El Precursor, México, unam, 1980, p. 22. [14] Fregoso Génnis, op. cit., p. 61. [15] Jesús Reyes Heroles, El liberalismo mexicano, Tomo iii, México, fce, 1982, pp. 550-551. [16] Ibíd., p. 552. [17] Agraz García de Alba Gabriel. Esencias de Jalisco en el proceso histórico de México. Guadalajara. Secretaría de Cultura de Jalisco. Colección: Hojas literarias. Serie: Ensayo. 1999, p. 62. [18] Rivera y Sanromán, Los hijos de Jalisco o sea catálogo de los catedráticos de filosofía del Seminario Conciliar de Guadalajara, Guadalajara, Escuela de Artes i Oficios. 1897. p. 63. [19] Se produjo en el marco de los fondos federales que administró la Secretaría de Cultura de Jalisco, con Alejandro Cravioto como secretario en 2010, y se instaló en el ángulo noreste del espacio abierto al lado poniente del templo de Mexicaltzingo, lo que no fue suficiente para que el retrato en bronce lo robaran en 2018 especialistas en ese tipo de acciones vandálicas, sin que hasta la fecha se le haya repuesto [N. E.]. |