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El caso insólito de las cinco sedes provisionales

de la catedral de Guadalajara antes de la definitiva (2ª parte)

Tomás de Híjar Ornelas[1]

 

 La catedral definitiva

 

Dijimos ya que quienes se han ocupado del tema, repitiendo a Tello,[2] atribuyen a fray Pedro de Ayala la bendición de la primera piedra de la catedral definitiva, dato inexacto puesto que las obras comenzaros varios años después de haber fallecido el belicoso pastor. Confunden, en todo caso, la posibilidad de que él bendijera la primera piedra del xacal grande.[3] Sin embargo, aún esto es difícil, dada la poca capacidad del prelado para ejercer de forma armónica su ministerio[4] y concitar las voluntades a la prosecución a una meta tan ambiciosa como implicaba tal empresa. En descargo de su poco don de gentes, nadie ha de negarle a don Pedro que durante su gestión se expidiera la licencia para que la cátedra episcopal pasara de una vez y para siempre de Compostela a Guadalajara; también, haber sido él quien sugirió a Felipe II el diseño de la catedral definitiva y que su licencia para edificarla en el lugar donde finalmente ésta se construyó. Cualquiera de esas decisiones bastaría para tenérsele como artífice del monumento, como pasaremos a demostrarlo.

Si bien no se desprende del hecho de encontrarse las obras totalmente paralizadas a principios de 1575 para considerar equívoca la fecha que nos proporciona fray Antonio Tello, atribuyendo a fray Pedro de Ayala la hazaña de haber bendecido y colocado la piedra angular de la catedral definitiva el 31 de julio de 1561. El primer estudio que redarguye tal fecha, es el varias veces citado de don Enrique Marco Dorta, quien afirma categórico que la colocación de la primera piedra tendría lugar después de 1568 y “mucho antes” de 1576.[5] Con mucho acierto, el distinguido investigador acierta en el año, del que ahora ya tenemos noticia: 1573, aprovechando la vacante del obispo De Ayala. Pero no adelantemos vísperas, pues de esto hablaremos luego.

 

8.1 Urgencia de la obra

 

Volviendo sobre nuestros pasos, repasemos cómo una vez ejecutada la traslación de las sedes de los gobiernos civil y eclesiástico de Compostela a Guadalajara, fray Pedro de Ayala pidió al Rey, el 27 de enero de 1561, su apoyo y venia para construir una sede catedralicia en sustitución de la ‘iglesia chica’, en pie sólo por la renuencia del prelado edificar otra provisional, que, como ya dijimos, en palabras de fray Pedro “no tiene anchura para hacer dentro de ella una procesión”.[6]

La solicitud del obispo se cruzó con una real cédula en la que el Rey manda a la Real Audiencia acometer de inmediato los trabajos, presionando para

 

[…] que deis orden que la tercia parte se pague de nuestra Hacienda Real, y que con la otra tercia parte ayuden los indios del dicho obispado; y con la otra tercia parte los vecinos y moradores encomenderos que tuvieren pueblos encomendados en él; y por la parte que cupiere a nos, de los pueblos que estuvieren en nuestra real corona, contribuyamos como cada una de los dichos encomenderos.[7]

 

De modo que en su respuesta al obispo, el soberano le entera, a fines de agosto de 1561, de tales providencias.[8] El mitrado, por su parte, contesta a su Majestad el 15 de marzo del siguiente año: “…La merced que vuestra Majestad me ha hecho y a que la iglesia catedral se haga, ha sido muy grande…”.[9]

 

8.2 Aprobación del trazo de la catedral definitiva

 

En otra carta al Rey, en febrero de 1565, fray Pedro de Ayala, además de solicitar por seis años la merced de los dos reales novenos del diezmo,[10] menciona que las finanzas en la diócesis son pésimas debido a que todavía siguen vivos “…los pleitos con la Iglesia de Mechoacán…”;[11] informa también que las obras de la catedral ni siquiera han comenzado, siguiendo en uso la iglesia chica, “…pequeña, cubierta de xacal de paja…”. No se cuenta ni siquiera con los planos aprobados para la catedral y, dice, los implicados en costear el proyecto quieren fabricarla con adobe en lugar de sillares, en lo cual él no está de acuerdo, pues

“no es cosa que conviene, que ha de ser cosa perpetua […] y así de adobes, las paredes, por bien que se encalen de dentro, se ha de ir cayendo y estarán desolladas a pedazos, y por de fuera muy feas, al fin, como de tierra, que por gotera que les dé, las ha de ir comiendo”.[12]

 

En la raíz del conflicto que enfrentará al prelado franciscano con su cabildo de clérigos seculares, fray Pedro, con buen seso, calcula que si autoriza la edificación de este templo de adobe, se retardará por tiempo indefinido la obra perpetua; también, considera un dispendio acometer de forma simultánea la construcción de una sede provisoria para la catedral y otra definitiva. Desea que esta se haga, y pide la aprobación del diseño de una iglesia “…llana y sin curiosidad alguna…”, pero fabricada con sillares, no con adobe.

Muy relevante nos parece que siendo él oriundo de la Guadalajara de Castilla, proponga como modelo para la catedral de la Guadalajara de Indias, uno que rinde tributo a su comarca nativa: “…traigo a la memoria a vuestra Majestad la iglesia de san Justo, de Alcalá de Henares, que es muy llana… no pretendo curiosidades ni tallas, sino que sea menor, conque sea de aquella traza…”.[13]

Felipe ii, que no calzaba en vano el adjetivo de 'católico', teniendo muy clara su responsabilidad como patrono de la Iglesia en el Nuevo Mundo, en su real cédula del 28 de octubre de 1568, increpa a los responsables de la audiencia neogallega por retener en sus arcas los dos novenos del diezmo a los que él renunció desde 1552 a favor de la fábrica material catedralicia, pues por tal retención “…[Se] han dejado de comprar ornamentos, librerías y otras muchas cosas necesarias al servicio de ellas…”, dice, a la vez que manda aplicar las cantidades a ese fin.[14]

Poco después, en otra real cédula, esta del 28 de febrero de 1569, retoma lo tocante a la parálisis de las obras de la sede episcopal e insiste a los oidores para que cese la demora de la construcción catedralicia. El edificio “…está todavía por edificar…”, y la que hace sus veces se reduce a un 'xacal grande', que por

 

…ser de paja y estar mal reparada se cree se va a caer, lo cual era causa para que los divinos oficios no se hiciesen con la decencia y autoridad que convenía, ni se hace el fruto que conviene en la doctrina de los indios…

 

En consecuencia de lo expuesto, pide a ese cuerpo colegial que cumpla su voluntad.[15] Sin embargo, el deceso de fray Pedro de Ayala, el 19 de septiembre de ese año, diferirá aún más los trabajos.

En la sede vacante el Cabildo eclesiástico denuncia ante el Consejo de Indias que a pesar de lo mandado por el Rey, el interés de los oidores por la construcción de la catedral es nulo porque

 

…no ponen calor en ello, y el maestre y el mayordomo y los demás oficiales, de dos años a esta parte, llevan los salarios, y no han comenzado a hacer los cimientos ni a labrar piedra, y así se pasa el tiempo sin hacer nada o poco.[16]

 

Como se ha dicho, siendo una obra pública y sin rentas para valerse por sí misma, la obra debían costearla la Caja Real, los repartimientos de indios y los encomenderos. La queja del monarca llegó al virrey Martín Enríquez de Almanza, a quien se dirige Felipe ii en mayo de 1572, también reprochándole su poco interés en impulsar cuanto antes la ejecución del proyecto, pues ni los delegados cumplen su parte ni él le pone remedio

 

“… aunque se os había hecho instancia sobre de ello, y por ser en daño de nuestra real hacienda y de los encomenderos y naturales de la Nueva Galicia… vos mando que veáis lo que de suso se hace mención y la hagáis mandar y cumplir en los lugares del dicho obispado de la Nueva Galicia…”.[17]

 

Dos semanas más tarde, el 26 del mismo mes y año, el Rey, dirigiéndose al presidente de la audiencia de la Nueva Galicia, le refiere que posee informes según los cuales “…el mayordomo de la dicha iglesia y demás personas a cuyo cargo está la dicha obra, tenían poco cuidado y había descuido en lo que en ello se sacaba…”, y le pide que tome cartas en el asunto.[18]

La respuesta de la audiencia al soberano, en octubre de 1573, acusa recibo de una real cédula en la que se insta al virrey “… [para que] haga cumplir en los lugares de la Nueva España[19] que son de este reino la cédula de vuestra Majestad para que se haga iglesia catedral…”.[20]

Cuatro meses después del incendio que arrasó el xacal grande, la real cédula del 26 de octubre de 1574 vuelve a conminar a la Real Audiencia neogallega para que acelere las obras de construcción de la catedral definitiva, pues

 

…aunque por nos está mandado que la dicha iglesia se haga y acabe con brevedad y conforme a cierta traza que se nos envió de la manera que allá había parecido que se hiciese, hay remisión en el edificio de ella, y de ello se sigue grave inconveniente, así por estar indecente la iglesia en que al presente están, y el Santísimo Sacramento y ornamentos en peligro a causa de ser la dicha iglesia de xacal y paja, como por hacerse muchas costas con oficiales que hay nombrados para la obra… os mandamos… que proveíais con toda la diligencia que fuere posible, la dicha iglesia se haga y se acabe conforme a esa traza, teniendo cuenta con que el edificio sea moderado.[21]

 

8.3 La adquisición de los solares para construir la catedral nueva

 

Un dato proporcionado en una minuta de cuentas de gastos presentadas al Rey en 1574 consigna la compra de la manzana donde se construirá la catedral definitiva: “Ítem. Mil setecientos pesos que costaron los solares y casas que se mercaron de los bienes de Miguel de Ibarra para hacer la iglesia donde al presente se hace”.[22]

En otra breve nota de la relación de pagos correspondiente a ese mismo año de 1574, se da fe del acto por el cual se entregaron a un notario público y albacea de la sucesión de Miguel de Ibarra, el importe de los solares donde se construyó la catedral definitiva. Su sintaxis, muy enredada, dice

 

[Ade]más se pagaron a Bernaldo [sic] de Balbuena por unos solares en que está hecha la iglesia ochocientos pesos que eran de Miguel de Ibarra que fue una cuadra entera con unos aposentillos lo cual se le compró en los dichos 800 pesos el año de mil quinientos e setenta y un años.

 

Empecemos diciendo que el Bernaldo de Balbuena que aquí se menciona era Bernardo el Viejo, escribano de la primigenia Real Audiencia de la Nueva Galicia,[23] padre y homónimo del poeta manchego autor del monumental poema en cuarenta mil octavas reales intitulado La grandeza mexicana.[24]

Para destrabar el galimatías del párrafo antes citado, crucial para nuestro tema, propongo esta redacción: Ade[más], se pagaron ochocientos pesos a Bernaldo de Balbuena por unos solares que se […] compr[aron] en el año de mil quinientos setenta y un[o]; [donde se hará] la iglesia. [Los solares fueron] de Miguel de Ibarra [y abarcan] una cuadra entera; [hay en ellos] unos aposentillos.

Se da cuenta, pues, en 1574 un adeudo contraído en 1571 por “unos solares en que está hecha la iglesia”, sólo que la única iglesia ‘hecha’ en ese momento es el Xacal grande de tres naves y éste se hizo en 1565, de modo que no se alude a ella sino a la iglesia definitiva.

Dato relevante resulta saber que los solares habían sido de Miguel de Ibarra, encomendero y uno de los fundadores de la ciudad, de la que fue también su primer alcalde mayor;[25] que abarcaran “una cuadra entera” y que en ellos existían “unos aposentillos”, diminutivo que alude a la poca monta de esas construcciones. Con lo dicho creemos que la expresión “en que está hecha” ocasiona un equívoco, pues en todo caso debería decir “donde se está haciendo” en lugar de decir “donde está hecha” o “donde se pretende hacer”. Si por un lado no se alude aquí al xacal grande, que abrió sus puertas cinco años antes de haberse adquirido el predio del que tenemos noticia y por otro sabemos que un año después de haberse liquidado el adeudo aún no se han echado los cimientos de la catedral definitiva nos queda claro de qué lugar y edificio estamos hablando.

Precisar este dato no ha sido en manera alguna baladí, dado que desconocemos el acta –si la hubo– y el día exacto de la colocación de la primera piedra de la catedral definitiva. Podemos preguntarnos: ¿Se hizo conforme a un ceremonial? Y si así fue, ¿quién lo presidió, pues no pudo hacerlo fray Pedro de Ayala, mucho menos en la fecha que hasta el día de hoy ostenta la placa colocada al exterior del muro del recinto catedralicio?

Dávila Garibi –como ya lo mencionamos– recuerda que en 1570 “no se había empezado la obra, no obstante la recomendación de Felipe ii de que se trabajase en ella con la mayor diligencia”.[26] Y si los solares donde vino a construirse se pagaron apenas en 1571, no parece razonable que la primera piedra se pusiera antes de haberlos adquirido y gozar de la seguridad jurídica para acometer la empresa, incluyendo el diseño autorizado tal y como lo solicitó el obispo De Ayala siete años antes. Tampoco la fecha puede ser posterior a 1574, antes de la toma de posesión de don Francisco Gómez de Mendiola, tercer obispo de Guadalajara, pues el presidente de la audiencia, en carta al Rey, fechada el 07 de junio de 1599, dice que “La obra nueva de la construcción de la catedral ha veinte y seis años que se empezó, en la cual se han gastado casi doscientos mil pesos”.[27] Consideramos, pues, que fue durante la sede vacante de fray Pedro, que duró un lustro (1569–1574), cuando se echaron los cimientos de la catedral definitiva. Si la bendición y colocación de la piedra angular del inmueble se hizo como un acto público, debió presidirlo el deán de la catedral, pero no consta.

En la carta del 15 de abril de 1571, la audiencia de la Nueva Galicia recuerda al Rey su compromiso de gravar con una tercera parte de los gastos a los repartimientos de indios, lo cual, dicen, será “…causa para que la obra cese, habiendo tanta necesidad que la iglesia se acabe, lo cual esta Audiencia no es parte para remediarlo”.[28]

Habiendo sido electo tercer obispo de Guadalajara, en 1574, el oidor don Francisco Gómez de Mendiola y Solórzano, 64 ¿tendrá usted una fotografía del obispo Mendiola en sus tiempos de oidor? Existe en la clavería de la catedral. En caso afirmativo, aquí iría) frisando la edad quincuagenaria, comenzó a desempeñar su tarea de inmediato. La carta donde el Cabildo eclesiástico acepta al presentado, revela su complacencia por la designación.[29] Una de sus primeras gestiones de don Francisco fue avalar ante el Monarca la petición de su cabildo para reparar el “…descuido del prelado difunto, y nuestro…” de solicitar de nueva cuenta merced de los dos novenos de los años de 66 a 69, importantes por 3285 pesos de minas.[30] La respuesta fue negativa, pero en contraparte, Felipe ii pedirá al virrey, se ha dicho, que inste a los tributarios puestos a su cuidado pero diocesanos de Guadalajara, para que contribuyan a la magna fábrica.

Poco después, otra real cédula requiere al presidente de la Audiencia de la Nueva Galicia para que indague cómo va el proceso de la construcción, el cual no debe detenerse, pues el Rey señala que

 

[…] aunque la obra de la dicha iglesia todavía se iba prosiguiendo […] el mayordomo de la dicha iglesia, y las demás personas a cuyo cargo está la dicha obra, tenían poco cuidado y había descuido en lo que en ella se gastaba […][31]

 

A mediados de 1573, el Rey renueva la donación de los dos reales novenos del cobro del diezmo al que tiene derecho como patrono de la Iglesia, a favor de la catedral de Guadalajara, pero añade que el importe de esa concesión “…se gaste y distribuya en la obra y edificación de la dicha iglesia, y no en otra cosa alguna”.[32]

Esto obliga al obispo y a su cabildo a enviar ante la Corte y el Consejo de Indias un personero, Juan Vázquez, al que extienden poder a principios de 1574, para que gestione la licencia para invertir ese dinero en

 

[…] ornamentos, cera, vino y otras cosas tocantes al gasto de su fábrica, atento a la necesidad e pobreza de la dicha santa iglesia, e a la carestía de esta tierra en las cosas a ella pertenecientes, e a que no hay en ella ornamentos y otras cosas de servicio que les convienen a la decencia que se debe al culto divino […][33]

 

Por lo que respecta al diseño de la Catedral de Guadalajara aprobado por el Rey, consideramos que fue el sugerido por fray Pedro de Ayala, pues en la real cédula del 26 de octubre de 1574, donde el meticuloso Felipe II reconviene a la audiencia neogallega, haciéndole saber que “…por Nos está mandado que la dicha iglesia se haga y acabe con brevedad” dice que ésta deberá hacerse “conforme a cierta traza que se nos envió, de la manera que allá había parecido que se hiciese…”. El Monarca pide a la audiencia proveer “[…] como todo la brevedad y diligencia que fuere posible la dicha iglesia se haga y acabe, conforme a la dicha traza, teniendo cuenta con que el edificio sea moderado”.[34]

En su respuesta, la audiencia dice, en marzo de 1575, que

 

[…] la obra de la santa iglesia [catedral] de esta ciudad no se prosigue con la priesa que deseamos, así porque el repartimiento que vuestra Majestad manda se haga para ella no se puede cobrar con facilidad por estar los vecinos lejos, como por haberse mandado visitar por oficiales para que con más fortaleza e brevedad e menos gasto se acabe, e no haberse hallado hasta agora tales que la puedan visitar […][35]

 

Gracias a su pericia en torno a los intríngulis de la administración civil, don Francisco Gómez de Mendiola redime, para los fondos de la construcción catedralicia la 'cuarta episcopal vacante' de los ingresos que ya no percibió su predecesor, caídos hasta la fecha en que la Santa Sede lo nombró a él mismo. El Rey cedió ese monto en mayo de 1575, machacando que es “para que se gaste en la fábrica [de la catedral]”.[36]

Activado el proyecto, en marzo de 1576 la audiencia informa al monarca que “La obra de la iglesia de esta ciudad, conforme a la traza que vuestra Majestad mandó por su real cédula se siguiese, se prosigue, e irá adelante…”.[37]

En la real cédula del 07 de mayo de 1576, Felipe ii solicita a la audiencia que le informe acerca de “[…] la necesidad que tiene la dicha iglesia, y de qué y cómo y lo que valen los dichos dos novenos […]”.[38] Poco después, el 03 de julio de ese año, ordena que se prosiga y acabe la obra, porque con ello, entre otros beneficios “[…] se ahorrarán los salarios de los mayordomos, maestro veedor y otras personas que asisten en la dicha obra.”[39] Para apremiarlo todo, Felipe ii concede, el 28 de diciembre del mismo año, sus dos novenos, como se le pidió.[40] Tal vez esta carta se cruzó con otra, que repitiendo esa solicitud, le remite al Rey el Cabildo eclesiástico, en marzo de 1577, donde alude a “los grandes gastos que tiene esta iglesia después que se quemó […][41] Un día antes de esta última fecha, su Majestad increpa a la Real Audiencia por haber interrumpido las obras, toda vez que

 

[…] agora, estando ya la dicha obra fuera de cimientos, y tres estrados en alto acabados, vos, y algunos de los nuestros oidores de esa audiencia [han] mandado que cesase, no embargante que maestros expertos habían dado parecer de que iba buena, de lo cual se ha seguido y seguía grande daño, así como por no haber iglesia decente, como porque los maestros carreteros llevaban sus salarios de balde, y los bueyes y carretas se pierden y se ocupan en otras haciendas, [habiendo] sido comprados solamente para el dicho efecto […] vos mandamos […] proveáis de la dicha obra de la dicha iglesia se prosiga y acabe según y de la manera en que está ordenado.[42]

 

El 21 de octubre de ese año, el soberano concederá a la fábrica material catedralicia la mitad de las rentas de la cuarta episcopal por la sede vacante de Gómez de Mendiola,[43] y el 24 de marzo de 1578 exhorta al presidente de la audiencia a que acelere las obras.[44]

Poco antes de esta última fecha, alude a “la iglesia principal que se edifica de cantería”.[45] Como muchas veces ha hecho, el Cabildo eclesiástico de Guadalajara, arguyendo inopia, pide y obtiene, en mayo de 1578, la licencia para invertir el monto de los dos novenos del diezmo cedidos por el Rey, en ornamentos, cálices y libros para la catedral, tan urgida de todo luego de la destrucción de su acervo en el siniestro ya muchas veces descrito.[46]

En los años venideros, la insistente súplica de los capitulares y los motivos que invoquen para pedirla, serán idénticos.[47] El Rey concederá a medias lo solicitado,[48] aunque el Cabildo no se cansará de invocar el mecenazgo del soberano,[49] y este, en honor a la verdad, de concederlo, aun a la larga.[50]

Que las obras materiales iban aventajadas en 1596, lo acredita el expediente levantado para solicitar a la Santa Sede la erección canónica de la catedral,[51] acto canónico reservado al Papa.[52]

Por otro lado, el Monarca dispone, por esas mismas fechas, que su Real Audiencia indague si es cierta la denuncia de los tributarios de la Nueva Vizcaya, quejándose de que se les grava con “[…] grandes cantidades de pesos para la obra de esa iglesia catedral [de Guadalajara]”, siendo estas gentes tan pobres “[…] que muchas veces para pagarlo venden las armas o las ropas, mayormente que en sus pueblos no tienen ni iglesias ni sacerdotes […]”.[53]

Diego de Aguilera, maestro mayor de la Catedral de México desde el deceso de Claudio de Arciniega, compitió, en 1599, nada menos que con Andrés de Concha, por la dirección de las obras de la catedral de Guadalajara. Sin embargo, la muerte le impidió acometer la empresa, ocupando su lugar el maestro mayor Martín Casillas, según le hace saber al Rey la Real Audiencia, en 1601.[54]

En 1603 este cuerpo colegial hace saber al Rey que

 

Por mandato de vuestra Majestad, ha muchos años que se edifica la iglesia catedral en esta ciudad y se han hecho y se hacen grandísimas costas, y paga vuestra Majestad más de la mitad de ellas de su real hacienda, y lo demás se reparte en el reino, que esto le ha empobrecido mucho, por ser la gente dél en general necesitada. Se ha enviado a vuestro Consejo de Indias la traza y el remate de la obra y el estado en que ésta con brevedad se comenzará a cubrir…[55]

 

En 1609 se denuncia ante el Rey un presunto desvío de operarios de los repartimientos a actividades en beneficio del maestro mayor de las obras catedralicias, y que a consecuencia de ello “[…] la obra de la iglesia va más despacio de lo que convendría y podría […]” teniendo como tiene un repartimiento que equivale a 12 mil pesos al año.[56]

El 15 de mayo de 1612, la audiencia hace saber al Rey que la catedral en ciernes “ha mucho tiempo que está arqueada y hechas las bóvedas del altar mayor, de manera que falta poco para acaballa”.[57]

El lunes 19 de febrero de 1618 “habiéndose llevado el Santísimo Sacramento de la iglesia mayor de esta ciudad, vieja, en procesión a la iglesia catedral nueva, donde se ha colocado, en cuya festividad celebró la misa el doctor Pedro Gómez de Colio, arcediano de dicha catedral […]  a que asistió la Real Audiencia”,[58] se cerró definitivamente, en Guadalajara, el ciclo de las catedrales provisionales.

Pero ¿Qué pasó con la ‘iglesia vieja’? Sólo sabemos que se convirtió en bodega de materiales para edificar la nueva y que luego allí edificará a su costa una capilla la cofradía del Santo Entierro y de Nuestra Señora de la Soledad, la más importante de la ciudad. El 18 de enero de 1619 Diego López Guerra se compromete con el cabildo eclesiástico

 

[…] a traer puestos a esta ciudad, dentro de la iglesia vieja, doscientos cincuenta tablones de madera de cedro, de cuatro varas de largo y dos tercias de ancho y cinco dedos de grueso, que no sea nudosa, y limpia […] [59]

 

Dicha madera, extraída de la hacienda de El Cabezón, entonces propiedad de Luis de Ahumada, sirvió al maestro arquitecto y escultor Francisco de la Gándara y Hermosa para fabricar ese mismo año, la sillería del coro de la nueva catedral.[60]

 

Conclusiones

 

A semejanza de los erráticos y transitorios asentamientos de la ciudad episcopal, en la Guadalajara de la Nueva Galicia, hubo antes de la definitiva, cuatro catedrales provisionales, sin considerar que el documento fundacional de la misma, la bula Super specula militantis Ecclesiæ, del 13 de julio de 1548, le dio por asiento la ciudad de Compostela y dispuso que en ella se erigiera una iglesia catedral que se llamaría compostelana. El templo parroquial de Compostela nunca sirvió en la práctica ni al obispo para enseñar y regir, ni a su cabildo para elevar preces y deliberar.

            La primera de esas catedrales transitorias, en las inmediaciones de la primitiva plaza mayor, fue el modestísimo templo parroquial de San Miguel Arcángel, a pocos pasos de la cual construyó su vivienda el primer obispo de la Nueva Galicia, don Pedro Gómez Maraver. Él gestionó sin éxito el traslado de su sede de Compostela a Guadalajara. No lo sabemos de forma directa, pero sí tenemos datos para adjudicar a este prelado la ampliación del templo parroquial tapatío, haciéndolo funcional para las necesidades más imperiosas de una catedral: la silla episcopal, el coro de los canónigos y el estrado de las autoridades civiles, de modo que podemos considerarlo artífice de la ‘iglesia chica’, que estará en servicio algo menos de veinte años, desde el año incierto en el que se emprendió la obra (después de 1546) hasta la inauguración de la segunda (1565), el xacal grande, construido en apenas seis meses, bajo la dirección de Alonso de Robalcaba y en ausencia del segundo obispo, el franciscano fray Pedro de Ayala.

El cronista fray Antonio Tello atribuye, a mediados del siglo xvii, a éste correligionario, doblemente guadalajarense, haber colocado, el 31 de julio de 1561, la primera piedra de la catedral de Guadalajara. A menos que se refiera al xacal grande, de la definitiva no puede tratarse. Pero aun lo primero resulta poco probable, toda vez que sabemos a ciencia cierta su tajante oposición a edificar una catedral efímera de forma paralela a la final. Sí, en cambio, fue fray Pedro quien propuso al rey Felipe ii que la obra se inspirara en la catedral magistral de Alcalá de Henares.

Sabemos, como fruto de la paciente pesquisa del maestro Pedro Franco, apoyo documental de buena parte de este apunte, que la tercera catedral provisional se edificó unos doscientos metros al poniente de la misma rúa donde estaba la iglesia chica, y que tal decisión implicó un cambio de viento al trazo urbano definitivo de la ciudad veinte años después de su fundación. Lo endeble de los muros de adobe y su cubierta de zacate, fueron la causa de la ruina de aquel edificio, consumido por un incendio voraz antes de cumplirse diez años de su apertura.

Para remediar los daños, se contrató de nuevo a Alonso de Rovalcaba, quien sobre las ruinas del inmueble quemado, reconstruyó una cuarta catedral transitoria, usando los mismos materiales deleznables, adobe y madera, pero cubriendo la techumbre con terrado sobre viguería y no con paja. Enriqueció el conjunto una torre separada del edificio e inaugurada pocas semanas antes del incendio del xacal grande, donde además de las campanas, se instaló el primer reloj público que tuvo la ciudad.

Esta ‘iglesia mayor’ estuvo en uso algo menos de 45 años, hasta el 19 de febrero de 1618, fecha en la cual la reserva eucarística fue oficialmente trasladada a la catedral nueva, la cual se edificó en los solares adquiridos a la sucesión del conquistador Miguel de Ibarra en 1571.

Por fin tenemos noticias puntuales acerca de la ubicación del ‘xacal grande’ y de la ‘iglesia mayor de terrado’: es el lugar que hoy se conoce como jardín de los Jaliscienses Ilustres, frente a la puerta norte de la catedral definitiva.

Llegando al final de este camino, que comenzó jurídicamente en Compostela, en 1548, y concluyó en Guadalajara, en 1618, digamos por último que el azaroso derrotero de las sedes catedralicias provisionales tapatías y aún el de la definitiva, describen con hechos tanto o más elocuentes que las palabras, la accidentada y fatigosa gestación social que transformó la feracidad de tierras ignotas en asientos de civilización y cultura, cuyo hilo conductor, nos parece, fue un marcado sentido de la trascendencia cristiana, que Guadalajara perpetuó en la mole pétrea de un monumento tallado a golpe de marro y filo de cincel, que bien sintetiza de lo que fue, es y aspira a seguir siendo la segunda ciudad en importancia en la república mexicana: una casa común para propios y para extraños.

 

Apéndice

con el que se demuestra la relevancia del comercio transoceánico

merced al Galeón de Manila

 

Ornamentos del inventario catedralicio de 1603[61]

 

  • Diez ternos, uno de tela de oro y amarillo, con la cenefa bordada de oro, con la imagen de María Santísima; uno de brocado, bordado sobre terciopelo carmesí, otro damasco blanco, de Castilla, con cenefa bordado en oro y de imaginería sobre terciopelo azul; uno de terciopelo carmesí, con cenefa, bordado sobre terciopelo verde; otro, de terciopelo carmesí, con cenefa de terciopelo amarillo, otro, de terciopelo verde, con cenefa bordada sobre terciopelo carmesí; otro de terciopelo azul, con cenefa bordada sobre terciopelo carmesí, con la imagen de san Pedro bordada en la capilla de la pluvial; uno de damasco blanco de Castilla con cenefa de terciopelo carmesí; otro de terciopelo negro con cenefa de terciopelo azul, finalmente, otro de damasco negro de Castilla, con cenefa de terciopelo negro y fleco amarillo.
  • Las casullas sueltas sumaban la cantidad de dieciocho: una de damasco blanco de Castilla con cenefa bordada en oro sobre raso carmesí, otra de raso blanco, prensado de China con el envés morado y cenefa de brocadillo encarnada; cinco de damasco blanco, una de Castilla con cenefa bordada de unos pajarillos, otra con pasamanillo de oro y plata, dos con cenefas de terciopelo carmesí y otra con cenefa de damasco azul de China; una de damasco Carmesí de Castilla con cenefa de terciopelo carmesí; otra, de terciopelo azul con cenefa bordada de oro sobre terciopelo carmesí; una más, de terciopelo verde con cenefa bordada sobre terciopelo verde; otra, de damasco azul, de Castilla, con cenefa de terciopelo azul llano; dos de damasco azul, de China, una con cenefa de terciopelo azul y otra con cenefa de terciopelo verde; tres de tafetán morado doble, de Castilla, sencillas, con pasamanillo de oro, a la redonda; una de damasco negro de Castilla, con cenefa de terciopelo carmesí, finalmente, otra de tafetán negro de la tierra, con cenefa de raso amarillo.
  • Las capas de coro eran once: cuatro de damasco blanco de Castilla, dos con las cenefas bordadas sobre terciopelo carmesí y dos con pasamano de oro por cenefas; cuatro de terciopelo carmesí de Castilla con capillas y pectorales bordadas las cenefas sobre terciopelo azul, aforradas en bocarán; dos de terciopelo verde con cenefas bordadas de imaginería sobre terciopelo carmesí y una de tafetán doble de Castilla morado con pasamanillo de oro.
  • Cinco mangas de cruz, una rica, bordada de oro, imaginería sobre terciopelo carmesí, con flecos y cordones de seda y oro, que costó mil cien pesos; otra bordada sobre terciopelo verde; dos de terciopelo negro, la una llana y la otra bordada; una bordada sobre terciopelo carmesí que sirve de frontal en el altarcito de las vinajeras. Se registra también una bandera seña de tafetán negro de la tierra con una cruz en medio de tafetán carmesí con su fleco a la redonda y un paño negro de paño de la tierra que sirve a la tumba.
  • De los frontales se nos dice que eran veintidós: uno de brocado amarillo, otro de brocado cuarteado, seis de damasco blanco de Castilla, dos forrados en anjeo, otro cuarteado con pasamano de oro; dos frontales de terciopelo carmesí de Castilla, otro de chamelote carmesí, dos de terciopelo verde, uno de estos de China, con aletas y frontalera de lo propio, forradas con fleco de oro y seda; otro de terciopelo azul de Castilla; tres de damasco azul de China, otro de tafetán doble de Castilla con fleco y pasamanillo de oro cuarteado; dos de damasco negro de Castilla, el uno forrado en anjeo y el otro en bocarán. Uno de damasco azul y blanco, otro de damasco amarillo que también sirve al altar de las vinajeras.
  • En número de once se registran las frontaleras siguientes: una con aletas ricas bordadas de oro e imaginería sobre terciopelo azul; otra de terciopelo carmesí, bordada de oro e imaginería; otra de terciopelo carmesí, bordada de imaginería, llana; dos de terciopelo carmesí, una con flecos de oro bordado llano y otra con bordado llano y fleco de seda; otra bordada sobre terciopelo azul con flecos de seda y oro, otra de terciopelo carmesí llano, una más de terciopelo azul, llano; otra de terciopelo negro, llano, con flecos de seda negra y amarilla; por último, dos frontaleras de terciopelo negro llano.
  • Vienen luego los textiles para decorar los lugares litúrgicos relevantes: dos paños de púlpito, uno de chamelote carmesí y otro de tafetán blanco; un dosel de damasco de China azul y amarillo, tres doseles denominados cielos: “el de María Santísima y otro de San Miguel”, de Damasco blanco y cenefas de terciopelo azul, y otro “que sirve en el altar del Sagrario de tafetán amarillo, fleco de seda”. Ocho paños de atril, uno de terciopelo verde con faldones bordados de oro e imaginería, otro de damasco azul de Castilla, uno más de damasco blanco de Castilla, otro de raso carmesí de Castilla y pasamano de oro; uno de tafetán carmesí, sencillo y grande “traído para comulgar”, otro de tafetán de Castilla, blanco y sencillo, con fleco y pasamanillo de oro a la redonda; otro de tafetán morado de Castilla, también con pasamanillo de oro a la redonda, finalmente, uno de damasco negro y hoja de oliva de Castilla.
  • A continuación, se describen ocho tafetanes portapases, dos de tafetán blanco de China con fleco de lino y seda, dos de tafetán de la tierra, carmesís, con flecos amarillo y colorado; otros dos de tafetán verde de la tierra, con fleco verde y colorado dos más de tafetán morado de China.
  • Paños para cubrir los cálices se reportan otros ocho: cinco de tafetán blanco de China, con pasamanillo de oro y morado a la redonda, uno de ellos con sus bellotas de lo propio. Otro de tafetán carmesí; dos de tafetán de la tierra, uno verde y otro azul. Vienen luego tres pedazos de tafetán de a media vara, el uno azul, otro blanco, para cubrir las ánforas de los santos óleos.
  • Se nos habla de un biso de una vara de terciopelo negro para el altar mayor, de una toca grande, encarnada, con argentería a la redonda; de un frutero de red blanca para cubierta de cáliz; de cinco velos de toca para los altares de María Santísima, de San Miguel, del Crucifijo y de El Perdón. De tres cubiertas de misales, dos de terciopelo carmesí y una de terciopelo azul. De tres cojines, uno de terciopelo carmesí con sus borlas de seda a lo antiguo, otro del mismo tejido, con brillos por remate y otro más de de tafetán carmesí.
  • Por lo que a los atavíos pontificales respecta, se habla de cinco gremiales, uno bordado sobre terciopelo azul con cinco escudos en él; dos de tafetán blanco de Castilla, en uno de ellos pintado “un Jesús”, y el otro con un encaje de oro y plata a la redonda; los dos restantes eran de tafetán doble de Castilla, uno blanco y otro morado, cuarteados de pasamanillo de oro y borlas y flecos de seda y oro. Cuatro mitras, una de raso blanco y bordada de oro; otra de brocado blanco, bordada en oro; una de tela de plata con recamado de oro y una más de damasco blanco con pasamano de oro. Se mencionan dos pares de medias de seda unas y de damasco blanco de Castilla las otras; de unos guantes de seda azul de punto y de dos pares de zapatos, unos de terciopelo morado y los otros de damasco blanco.

 



[1] Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara y Director de su Boletín Eclesiástico.

[2] “Comenzóse la iglesia nueva a treinta y uno de julio del año de mil y quinientos y sesenta y uno, y puso la primera piedra el reverendísimo don fray Pedro de Ayala, que fue el que la fomentó…” Tello, Libro II, volumen III (librería Font, México, 1942), p. 32.

[3] Dávila Garibi, repitiendo a Mota Padilla (y este a Tello), así lo afirma: Cfr. AHIG, t I, p. 542. Sin embargo, atendiendo a los en ese tiempo recientes hallazgos de Marcos Dorta, don José Ignacio se retracta pocos párrafos después, diciendo que “Hasta últimas fechas se creyó que dicho prelado colocó la primera piedra de la nueva catedral el 31 de julio de 1561” (p. 545). Añade que a la falta de un documento contemporáneo se tiene la noticia de que “…todavía en 1570 no se había empezado la obra, no obstante la recomendación del Rey…” (p. 578). Pero Dávila Garibi sostiene que “…el Ilmo. Sr. Ayala colocó la primera piedra de la actual catedral tapatía…”, y hasta dice que el prelado fue sepultado en “la catedral que en ese momento estaba en construcción” (t. I p. 576), lo cual no es posible, pues al sobrevenir el deceso del prelado, el 19 de septiembre de 1569, no había en construcción ninguna catedral.

[4] De él dice el canónigo Lorenzo López de Vergara que “…don fray Pedro de Ayala no fue como convenía por ser como era prelado de poca experiencia y sin letras, e que no sabía gobernar el obispado; y así, no le visitó ni confirmó, e ser hombre apasionado en los pleitos. E que sin haber porqué procuraba enojos con los oidores de este Reyno, y con los prebendados de su cabildo, e vecinos del obispado; e que tenía y tuvo poco cuidado de la dotrina de los naturales…”. Cfr. Fernández Sotelo, op. cit., p. 108.

[5] IV centenario de la fundación…, p. 180. Dávila Garibi, contra la seriedad que caracteriza sus afirmaciones, habla de una segunda catedral de Guadalajara, del todo ficticia o de existencia meramente literaria, y es él quien la inventa: “El Ilmo. Sr. D. Fray Pedro de Ayala, ordenó que se construyera provisionalmente una iglesia más grande donde los divinos oficios pudieran hacerse con mayor decoro y el vecindario que cada día iba en aumento, disfrutara en ella de mayor comodidad” (AHIG, t I, pp. 543-544). Siguiendo en el campo de las conjeturas, Héctor Antonio Martínez dice que “Fray Pedro de Ayala, de la Orden de Frailes Menores, segundo obispo de la Nueva Galicia, bendijo la primera piedra de la catedral nueva el 31 de julio, probablemente (sic) de 1568”. Cfr. La catedral de Guadalajara, 1992, p. 28. Recuérdese, además, que en 1568 el obispo Ayala sufría destierro de su diócesis.

[6] Cfr. icidg: agi, Guadalajara 51 - 41.

[7] Su fecha, el 23 de marzo de 1561. Cfr. icidg: agi, Guadalajara 230.

[8] “Entendida la pobreza de esa iglesia catedral y lo que escribís se comienza agora a hacer, y que si Nos no mandamos hacer con ella lo que se ha hecho con otras iglesias catedrales no hay con qué se haga”. Cfr. icidg: agi, Guadalajara 230 - 83.

[9] icidg: agi, Guadalajara 51 – 48.

[10] En este momento el total de recaudación por concepto de los dos novenos reales, es de 320 pesos.

[11] agi, Guadalajara 51. Los días del instigador del litigio, el muy longevo don Vasco de Quiroga, estaban contados. Falleció en Uruapan, un mes después de escrita esta carta, el 14.03.1565, a la edad de 95 años y treinta de obispo.

[12] icidg: agi, Guadalajara 51-81.

[13] icidg: agi, Guadalajara 51 – 67. La catedral de Alcalá de Henares, concluida en 1514 y dedicada a los niños mártires Justo y Pastor, tuvo el título de Magistral, sólo compartido con otras dos en el mundo, por la cualidad de ser los miembros de su cabildo borlados y catedráticos de la Universidad, creada en esa población por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.

[14] icidg: agi, Guadalajara 230. La Real Cédula del l5 de enero de 1569 prorroga por cuatro años más la merced de los dos novenos a favor de las obras de la catedral de Guadalajara.

[15] icidg: agi, Guadalajara 230.

[16] Ídem. 20 de enero de 1570.

[17] icidg: agi, Guadalajara 230 – 344.

[18] icidg: agi, Guadalajara 230 – 321.

[19] Como la provincia de Ávalos o Colima, parte de la cual pertenece en lo eclesiástico a Guadalajara.

[20] icidg: agi, Guadalajara 5 – 13.

[21] icidg: agi, Guadalajara 230 – 358.

[22] PF.

[23] En un testimonio que rinde en 1576, dando fe del incendio del Xacal Grande, dice ser quincuagenario. Conocemos el codicilo de su testamentaria. Cfr. Jorge Palomino y Cañedo, Los protocolos…, pp. 112-113. También, véase AHIG, t. II, p. 229 ss.

[24] Bernardo hijo Nació en Valdepeñas en 1562 y murió en 1627 siendo obispo de Puerto Rico. Siguiendo las huellas de su progenitor, vivió en la Nueva Galicia por espacio de diez años a partir de 1585, fecha en la cual llegó a este reino en calidad de capellán de la Real Audiencia.

[25] Vizcaíno, de los expedicionarios que acompañaron a Nuño Beltrán de Guzmán desde 1529, de los fundadores de Culiacán, de la Guadalajara de Nochistlán, vecino y fundador de la Guadalajara de Tacotlán entre 1536 y 1539, luchó por la pacificación caxcana durante tres años. Encomendero de Nochistlán, formó parte de la comisión que inspeccionó los valles de Toluquilla y de Atemajac para elegir el asiento definitivo a la ciudad trashumante. Fue nombrado capitán y alcalde mayor de Guadalajara por el virrey don Antonio de Mendoza, el 5 de febrero de 1542.

[26] AHIG, t I, p. 578

[27] icidg: agi, Guadalajara 6 – 121.

[28] icidg: agi, Guadalajara 51.

[29] La dirigen al Rey el 06 de marzo de 1572. icidg: agi, Guadalajara 64.

[30] Fechada el 20 de marzo de 1572. icidg: agi, Guadalajara 67-1-18/127

[31] Suscribe el texto en El Escorial el 26 de mayo de 1572. Cfr. icidg: agi, Guadalajara 64-230.

[32] Cfr. 26 de mayo de 1573. icidg: agi, Guadalajara 230.

[33] icidg: agi, Guadalajara 64.

[34] icidg: agi, Guadalajara 230.

[35] icidg: agi, Guadalajara 5-20.

[36] icidg: agi, Guadalajara 230.

[37] icidg: agi, Guadalajara 5.

[38] icidg: agi, Guadalajara 230.

[39] icidg: agi, Guadalajara 230-378.

[40] icidg: agi, Guadalajara 230.

[41] icidg: agi, Guadalajara 64

[42] icidg: agi, Guadalajara 230 – 405.

[43] icidg: agi, Guadalajara 230

[44] Ibíd.

[45] icidg: agi, Guadalajara 64-10

[46] icidg: agi, Guadalajara 129 - 230.

[47] Que se prorrogue la limosna de los dos novenos por 10 años más pide el obispo a rey el 03 de abril de 1583, Cfr. icidg: agi, Guadalajara 67-1-22. Que es urgente se provea de esta forma, escribe el deán el 19 de abril de 1584. Cfr. icidg: agi, Guadalajara 64.

[48] El 16 de agosto de 1585, concede una prórroga de los dos novenos por 4 años, para que se gasten en la obra de construcción. Cfr. icidg: agi, Guadalajara 236.

[49] El 22 de julio de 1588, por ejemplo, los capitulares informan a Felipe II que la catedral está muy necesitada de ornamentos y otras cosas necesarias. Cfr. icidg: agi, Guadalajara 64.

[50] Por ejemplo, la carta del cabildo catedralicio del 22 de julio de 1588, haciéndole saber al Rey que “la Iglesia está muy necesitada de ornamentos y de otras cosas para el servicio del culto divino”, el Rey, a la vuelta de casi dos años, el 16 de junio de 1590, solicita se levante información para justificar ese requerimiento. Cfr. icidg: agi, Guadalajara 230. El 13 de abril de 1594 la Audiencia informa sobre la pobreza y necesidad de la catedral, Cfr. icidg: agi, Guadalajara 64 y el 12 de mayo del mismo año, dictamina acerca de la conveniencia de que se le otorgue la gracia de los dos novenos de su diezmo, Cfr. Ídem, gracia que el Cabildo suplica, por conducto de su arcediano, el 08 de julio de 1595 se prolongue por espacio de diez años, Cfr. Ídem, cosa que el Rey extiende sólo a seis en la Real Cédula del 11 de octubre de 1595, Cfr. icidg: agi, Guadalajara 236, no sin antes consultar a la Audiencia (14 de enero de 1596, Cfr. Ídem, no sin antes consultar a la Audiencia (14 de enero 1596, icidg: agi, Guadalajara 1), y aprobarla definitivamente el 31 de enero de 1596 (icidg: agi, Guadalajara 236).

[51] icidg: agi, Guadalajara 64.

[52] Una iglesia catedral no puede ser erigida por nadie, sino por el Romano Pontífice”. Cfr. Pedro Murillo Velarde, Curso de derecho canónico hispano e indiano, vol. 1, El Colegio de Michoacán, UNAM, México, 2005, p. 411.

[53] icidg: agi, Guadalajara 230 – L II 623

[54] Eugenio de Salazar, oidor de la Audiencia de México, en carta al Presidente de este colegio en la Nueva Galicia, Santiago de Vera, recomendando a Aguilar en contra de Andrés de Concha, Dice: “…yo no sé el pintor qué puede saber de levantar paredes de cal y canto, de bóvedas, de mezclas y de carpintería”. Cfr. BPEJ, ARAG, Ramo Civil, Caja 2, Exp. 7.

[55] 10 de marzo de 1603. icidg: agi, Guadalajara 7 – 11.

[56] icidg: agi, Guadalajara 8 – L 15

[57] icidg: agi, Guadalajara 8 – 24.

[58] Archivo del Cabildo Eclesiástico de Guadalajara, Sección Secretaría, Serie Actas Capitulares, Libros de actas de cabildo núm. 1 (1552-1568), fs. 75-75v.

[59] Archivo Histórico del Estado de Jalisco, sección Notários, Andrés Venegas (1606-1625), Libro 2, fs. 49 – 49v.

[60] AHEJ, Notários, Andrés Venegas (1606-1625), Libro 2, fs. 12 – 14v.

[61] Extractos de la información del inventario relativa a los textiles, analizada por piezas y géneros.



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