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“Respondamos a lo esencial: educar a nuestros niños y jóvenes”

 

Mensaje para las comunidades educativas y sus directivos, maestros,

padres de familia, estudiantes y sociedad en general

de la Conferencia del Episcopado Mexicano

ante el inicio del nuevo ciclo escolar 2022-2023.

 

 

Prot. No. 128/22

 

Saludamos con aprecio y respeto a la comunidad educativa, recordando que no hay actividad más importante, más humana, que guiar y acompañar a cada persona en el desarrollo de sus facultades físicas y espirituales (inteligencia, voluntad, afectos, memoria, imaginación, capacidad de síntesis), individuales, ambientales y sociales, en favor de una civilización más fraterna, solidaria y responsable.

Frente a la compleja situación en la que nos encontramos, ponemos a su consideración los siguientes puntos, a fin de apostar por la esperanza y trascender los determinismos mediante nuestra acción educativa:

Muchos son los desafíos que tenemos en materia educativa a escala planetaria. El Papa Francisco ha hablado incluso de una “catástrofe educativa global”, y por ello, nos convoca a articular Pactos Educativos que vuelvan a tejer los lazos esenciales entre los directivos, maestros, padres de familia y estudiantes, con el hilo cálido de la solidaridad, el cuidado y la creatividad, en cada comunidad educativa.

Lo anterior no sólo con el fin de responder a los desafíos inmediatos de las instituciones educativas, sino también, para que a través de su servicio, los seres humanos encontremos caminos nuevos de relación, de cara a la crisis generalizada que vivimos, y que se manifiesta en el ámbito político, económico, social, cultural, familiar y ambiental, principalmente. Las crisis más apremiantes, son la antropológica y la cultural,[1] pues mientras el ser humano no asuma su existencia de manera trascendente y responsable, vivirá ahogado en sus visiones, intereses y sinsentidos.

Los procesos de globalización, con sus limitantes y virtudes, aunados a los efectos de la pandemia de covid-19, nos interpelan a reorientar nuestras vidas con una mirada restaurativa, creativa y generosa, a fin de posicionar lo verdaderamente humano en el centro de nuestra civilización: la libertad, la justicia, la verdad y el amor. Que los defectos, vicios, torpezas e intereses particulares o de grupo no nos nublen el horizonte, sino que, yendo más allá de ellos, orientemos nuestras pasiones y anhelos a proyectos concretos, solidarios y factibles. El mal sólo se soluciona con el bien. El fuego no se puede apagar con fuego.

Es urgente que, en cada encuentro educativo, avivemos con la fe, la esperanza y la caridad el esfuerzo cotidiano para conseguir un cambio sereno y eficaz, que detenga la ola de una cultura de muerte, abuso, corrupción, ineptitud, así como de un deterioro ambiental y social presentes en múltiples sectores de nuestro México. La paz es un don y una tarea. La paz es posible. Educar para construirla es prioritario.[2]

Él mismo, en el mensaje apenas citado, propone siete compromisos. En el sexto señala: “Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral”.

Frente a ello, el Papa Francisco –en su valiosa encíclica social Fratelli Tutti, que publicó doce días antes del lanzamiento del Pacto Educativo Global, en octubre de 2020– nos anima a vivir como criterio fundamental de nuestra vida social las grandes enseñanzas de la parábola del Buen Samaritano. Insistimos: más que engancharnos en el mal, estamos llamados a curar, sanar, hacernos cargo, y por supuesto a cooperar para aliviar las situaciones de dolor de nuestros hermanos, particularmente los más pequeños. “Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos”.[3]

Los niños y jóvenes nos piden, de mil maneras, ser atendidos y acompañados. Que nada nos distraiga de la tarea esencial de la educación, que es transmitir a las nuevas generaciones el aliento de vida, así como su cuidado y promoción en el respeto irrestricto a su dignidad, a su libertad de pensamiento, de conciencia, a su integridad.

Ellos son los destinatarios y el fin último de cada Pacto Educativo, por lo que estamos llamados a escucharles y a comprometernos con ellos, sobre todo en las situaciones de mayor necesidad. Tal es el caso de aquéllos que han salido del sistema educativo y de quienes requieren de una fuerte regularización, entre otros.

Ningún proyecto político, económico, ideológico o social debe ver a la educación como un botín o instrumento de poder. La educación, en sí misma, exige claridad de intención, de operación y de fin. Educar es un acto de amor, de generosidad, de gratuidad. El Estado, es decir gobierno y sociedad, deben articular juntos, con la máxima participación social posible, la educación en el país, si queremos construir un futuro más digno y solidario. Es urgente desactivar los enconos, escuchar a los expertos, así como a los agentes directos de la educación.

A los maestros, principales agentes de la educación formal, nuestro reconocimiento y gratitud. Hoy, más que nunca, ellos tienen que coadyuvar con paciencia, generosidad y talento. A los padres de familia, primeros y principales responsables de la educación de sus hijos,[4] nuestro llamado para involucrarse en las escuelas, con orden, conciencia solidaria y, sobre todo, capacidad de escucha.

El Pacto Educativo Global nos llama a invertir nuestros mayores talentos en los niños y jóvenes de nuestro país. Llamamos a nuestras autoridades civiles, empresarios, líderes sociales y políticos para hacer resurgir en cada espacio educativo caminos de diálogo, de construcción de paz y de desarrollo humano, integral, solidario y sustentable.

Es tiempo de lo esencial en cuanto a la transmisión de los conocimientos y métodos pedagógicos, pero sobre todo de atender correctamente el estado socioemocional, principalmente de los alumnos y maestros.

A las comunidades religiosas y a las obras diocesanas dedicadas a la educación a lo largo y ancho del país, nuestro aliento, solidaridad y afecto. A los niños y jóvenes, nuestro aprecio, ánimo y cercanía.

Que Santa María de Guadalupe, la principal colaboradora de Jesús Maestro, nos inspire a dar ese sí confiado, fecundo y generoso.

Ciudad de México, a 25 de agosto del 2022

 

† Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey y Presidente de la cem

† Mons. Alfonso Cortés Contreras, Arzobispo de León y responsable de la Dimensión Pastoral Educativa y de Cultura de la cem

† Mons. Ramón Castro Castro, Obispo de Cuernavaca y Secretario General de la cem

† Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Arzobispo de Durango y Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Profética

 



[1] Cfr. Proyecto Global de Pastoral 2031- 2033, n. 20

[2] Cfr. Papa Francisco, Mensaje del Lanzamiento del Pacto Educativo Global, 15 de octubre del 2020.

[3] N. 77

[4] Cfr. Educar para una nueva sociedad, n. 64



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