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Los inicios seráficos zapopanos del primer cardenal mexicano

don José Garibi Rivera

Raúl Robledo Delgadillo ofm[1]

 

 

Al tiempo de pasar a la etapa final de su formación

en el Seminario Conciliar de Guadalajara, el tapatío José Garibi Rivera,

al lado de su condiscípulo José María Figueroa y Luna,

pasó entre 1906 y 1907, y con el visto bueno de sus superiores,

al noviciado del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Zapopan,

para aclarar inquietudes vocacionales.

Fue su maestro el polígrafo Fray Luis del Refugio de Palacio ofm, y

su estancia en el claustro se redujo a un año lectivo,

pero les dejó recuerdos indelebles y alientos para acciones muy puntuales

a favor de la restauración de la Provincia de los Santos Francisco y Santiago

y la atención pastoral anual a los recorridos de la Virgen de Zapopan.

 

 

Al tiempo que se conmemora medio siglo de la muerte de quien fue el primer cardenal mexicano durante los vientos renovados del Concilio Vaticano ii, vale la pena dirigir la mirada en retrospectiva a los apuntes biográficos de este gran prelado que marcó una época en la Iglesia de Guadalajara, y darnos cuenta que, de manera lacónica, se ha consignado escasísima información respecto a sus inicios vocacionales en la orden seráfica y su breve pero enriquecedor paso por el Colegio de Propaganda Fide de Zapopan, el cual dejó su impronta en las futuras determinaciones pastorales y fervor devocional que se traduciría en la propagación de la devoción a Nuestra Señora de la Expectación, mejor conocida como de Zapopan, y al cercano trato con la orden franciscana.

 

1.    Signos de alerta. La realidad de las instituciones de Propaganda Fide

A finales del siglo xix los franciscanos en México estaban en una realidad lastimosa que les hizo replantearse su situación. Las antiguas Provincias Franciscanas y los grandes Colegios de Propaganda Fide que tanto habían ayudado a la propagación del Evangelio y a crear redes de influencia en las sociedades locales de norte a sur se encontraban minadas en integrantes y en su labor pastoral. Los esfuerzos por sobreponerse a esta debacle que representó la secularización de las doctrinas y misiones en el siglo xviii y las leyes jacobinas del siglo xix pusieron a las instituciones religiosas en un punto crítico.

Ante esta adversidad, los Colegios de Propaganda Fide enfrentaron la dureza de las leyes civiles y, hacia 1860, el Colegio de Cholula sería la última fundación de este régimen. Tanto las Provincias como los Colegios dieron la lucha para no decaer en su existencia, idearon maneras de poder hacer que este trance fuera menos grave de lo esperado, pero al final no se pudo postergar más un actuar en conjunto para resurgir.

Hacia 1889, el Capítulo General de la orden elige como Ministro General de los franciscanos a fray Luis de Parma y éste pide a fray Isidoro Camacho, hijo del Colegio de San Fernando en la ciudad de México, como Comisario General de los Colegios de Propaganda Fide, que redacte un informe sobre la situación de las instituciones. La información no fue satisfactoria, y en consecuencia se propusieron soluciones al problema. Los cuestionamientos ante la débil actividad fueron muy severos; los franciscanos se vieron en la necesidad de buscar una solución ante este desafío que pedía de ellos algo más en esfuerzo conjunto para poder asegurar su continuidad. Ante ello, la solución buscada fue promover y fortalecer un noviciado común, pues los Colegios que habían intentado tenerlo por su cuenta eran descubiertos y dispersada la venerable comunidad, como ocurrió en Cholula hacia 1891.[2] Esto minaría las últimas esperanzas que se tenían para de manera clandestina continuar recibiendo novicios, y se pidió se buscara en el extranjero una casa para fundar un noviciado común a los siete Colegios Apostólicos mexicanos.

Para 1891 se destina como casa noviciado la antigua Misión de San Luis Rey en la Alta California, pues los Estados Unidos de América garantizaban la libertad de culto a sus ciudadanos y los frailes no se enfrentarían a los problemas que en la patria mexicana tenían con la legislación civil. Al principio se había pensado consolidar el noviciado en la misión de Santa Bárbara, ya que los franciscanos de San Fernando tenían misiones desde la época de fray Junípero Serra.[3] Su reconstrucción fue muy cara para la época, pues el convento estaba en ruinas y debía ponerse en óptimas condiciones para albergar a los jóvenes que tenían la esperanza de vestir el sayal franciscano y con esto garantizar la continuidad en vocaciones y la enseñanza a los formandos de la disciplina de vida a la que estaban optando.

En 1892 asume la comisaría de los Colegio Apostólicos fray José Guadalupe Alva, que hasta entonces era el guardián del Colegio de Guadalupe, Zacatecas. Él y algunos integrantes de su comunidad zacatecana asistieron a la apertura del noviciado; los Colegios aportaron bienes materiales para la sacristía, libros, objetos de arte y sumas de dinero, lo cual hacía que este esfuerzo fuera por demás costoso. Pocos años después ese sueño se vio frustrado por la indiferencia de algunos guardianes, que dejaron de lado este empeño conjunto y con ello una nueva crisis se cernía sobre su futuro.

Fray Luis del Refugio de Palacio, fraile tapatío, hijo ilustre del Colegio de Propaganda Fide y preclaro historiador de la orden franciscana, estuvo en aquel proyecto, donde participó de manera activa. El comisario de los Colegios, Fray José Guadalupe Alva, al tiempo que fue apartado del cargo por su nombramiento como arzobispo de Mérida en 1898, le pidió estar en la nueva fundación, donde participó como Lector de Teología Escolástica y Moral y también como maestro de novicios.[4]

 

2.    Novicios zapopanos: esperanza seráfica

 

En Zapopan se conservan en el Archivo Histórico Franciscano cartas de petición de ingreso por aspirantes a frailes pidiendo acceder al noviciado californiano. Entre los personajes solicitantes se leen nombres de algunos que saltaron a la notoriedad años después y cuyo interés fue ser franciscanos en alguna época de su vida.

En el libro de Discretorio[5] tenemos las filiaciones de aspirantes al Colegio de Zapopan y ya no en San Luis Rey; a partir de 1903 pareciera que había ya condiciones para que los novicios pudiesen ser recibidos y formados dentro del viejo Colegio de Propaganda Fide de la villa zapopana. Los esfuerzos de vivir la clausura y observancia por la comunidad serían transmitidos a los nuevos solicitantes a afiliación e ingreso a la comunidad bajo el estricto celo de los demás frailes.

En ese libro del repositorio archivístico zapopano tenemos noticia de que el 27 de octubre de 1904, siendo Guardián fray Nicolás del Niño Jesús Fernández, y Secretario Discreto fray Luis del Refugio de Palacio, se redactó el acta de la solicitud de un sacerdote de la orden llamado fray Genaro Fernández, extranjero de procedencia, el cual fue aceptado como huésped antes de su decisión de afiliación; del mismo modo, existen actas de un joven novicio en San Luis Rey llamado Don Luis López, con solicitud aplazada, y de don José Ayala, que se admitió como laico.[6] Esta documentación nos revela el continuo interés en formar parte de la Orden Seráfica bajo el beneplácito de la venerable comunidad, pero eso no quería decir que la respuesta de aceptación se diera de manera inmediata.

El 26 de enero de 1905 tenemos que se registran para ingreso los siguientes solicitantes:

 

Hubo cuatro pretensiones para el hábito, siendo admitidos el señor presbítero don Adelaido Garcés y el señor menorista don Nicolás Dávila para el coro; don José Robledo para Donado por ser de más edad de la que se permite recibir laicos; en calidad de que si es de buen espíritu y fuerte aún para trabajar, se le pedirá la dispensa. La otra pretensión, sólo verbal, fue aplazada hasta que el interesado estudie latinidad.[7]

 

Para 1906 se registra el 12 de junio lo siguiente:

 

Muy Reverendo Padre Guardián y Venerable Discretorio de este Apostólico Colegio de Nuestra Madre Santísima de Zapopan: hizo relación verbal el Muy Reverendo Padre Guardián de dos pretensiones para nuestro santo hábito, a saber: el señor clérigo don José Figueroa, tonsurado, para el coro, y el señor don Manuel Madueño para laico. Se tomó la votación secreta y fue favorable para ambos. Además se suscitó la duda de si en estas presentes circunstancias sería conveniente recibir novicios de coro, atento que hay veces, y últimamente han sido frecuente que se hace imposible reunirse el número canónico para pagar el coro. Resolvieron los padres que, habiendo el coro habitualmente, no obstaba el que accidentalmente faltase una ni otra vez y más, que las causas son bien notorias aun a los mismos jóvenes y no provendría por ello mal ejemplo.[8]

 

Encontramos pues la preocupación de otorgar también una calidad y certeza en la formación y no sólo recibir y aceptar novicios sin más pretensiones que el número, sino preocupados por lo que se les podía ofrecer para su formación como verdaderos hijos de san Francisco.

 

3.    Fray José Garibi Rivera ofm.

 

Nuestro personaje, un joven José Garibi, aparece como el posible solicitante del 26 de enero de 1905, donde se menciona que “la otra pretensión, sólo verbal, fue aplazada hasta que el interesado estudie latinidad”.[9] Posiblemente el joven al que se hace referencia es Garibi Rivera, pues en el libro no encontramos de él ninguna carta posterior en orden a la solicitud, a diferencia de las demás que sí se conservan.

De manera relevante, en un registro de fojas sueltas correspondientes al libro de tomas de hábito y profesiones, el joven José Garibi Rivera hace su aparición:

 

Por las presentes, y a nombre de toda nuestra Orden de Frailes Menores, según el tenor de nuestras Constituciones Generales al número 23, protestamos en toda forma no ser nuestro ánimo admitir a vuestra comunidad si padece enfermedad de epilepsia o cualquiera otra contagiosa, grave o habitual, y la ocultare; en cuyo caso la recepción y aun la profesión resultaría nula.

En este colegio apostólico de María Santísima de Zapopan, a siete de diciembre de mil novecientos seis.

José Garibi Rivera [rúbrica][10]

 

Este escrito presenta la firma donde declara estar libre de toda enfermedad, como lo pide la legislación de la Orden en su momento, y donde la firma representa su adhesión libre y voluntaria.

Un segundo documento que nos habla de él y su paso por los corredores del convento zapopano es su acta de ingreso al noviciado, donde dice lo siguiente:

 

El día 7 de diciembre de mil novecientos seis, reunida la Venerable Comunidad en la Iglesia de este Apostólico Colegio entre ocho y media y nueve de la noche, vistió el hábito de nuestra sagrada religión para religioso del coro don José Garibi, originario de Guadalajara, de diecisiete años, diez meses y siete días de edad, y para que conste lo firmó con el Reverendo Padre Guardián y religiosos testigos día, mes y año ut supra.

Fray Nicolás del Niño Jesús Fernández, Guardián.

J. Salvador Vizcarra, Testigo.

Fray Antonio R. del S. C. de J. Espinoza, Testigo.

Fray José Garibi Rivera, Novicio.[11]

 

El maestro de novicios era para entonces fray Luis del Refugio Palacio (desde el 8 de agosto de 1904 había asumido el cargo).[12] Aquí podemos ver en la rúbrica la única firma perteneciendo ya a la Comunidad seráfica en su año de prueba; desde ese día se consignó como fray José Garibi Rivera para Dios y el mundo.

La continuidad de vocaciones franciscanas se esclarece en el siguiente ingreso a la orden, que será el de don José Nemesio, de 22 años y originario de León, que ingresará el 6 de agosto de 1907 para ser lego,[13] es decir, casi 8 meses después del ingreso de fray José Garibi Rivera.

La referencia más inmediata a la actuación y proceder de fray José Garibi Rivera se encuentra en el Libro de Asientos de Alumnos del Seminario Conciliar de Guadalajara (1903-1926), prueba de que dejó el hábito franciscano para continuar su vocación como clérigo secular. El auto de inscripción nos muestra el registro de José Garibi, de 18 años, hijo de Joaquina Rivera y con domicilio en P. Sánchez 92, Inscrito al Seminario Mayor, originario de Guadalajara y registrado para cursar el primer año de Dogmática. Su registro está fechado el día 21 de noviembre de 1907.[14]

Como se puede deducir por las fechas, no terminó el año de prueba llamado noviciado, no tenemos registro de su salida ni de las razones, ya no encontramos su nombre en los libros de Discretorio, ni una nota marginal que nos hable de sus motivos de salida. La impronta de su estadía entre los franciscanos se denota en la espiritualidad que aprendió y los conocimientos recibidos entre los muros del Colegio Zapopano. El papel del maestro es fundamental y cercano con el alumno, y el tener al Padre Palacio lo debió haber marcado profundamente. Su recepción como novicio significó un gesto de esperanza para la orden, pues garantizaba que la comunidad continuaría con un miembro más.

El fin de las instituciones de Propaganda Fide estaba ya dictado, y ocurrió en el año de 1908 con la fusión de las Provincias, los Colegios de Propaganda Fide y la Provincia de San Diego en tres nuevas presencias, para reiniciar su actuar en México, inaugurando una nueva etapa del actuar franciscano.

 

Epílogo

Después de haber hecho un lacónico recorrido por el contexto de la institución que acogió en su ingreso al joven José Garibi Rivera y lo que representó la buena noticia de su ingreso ante la precaria situación que los franciscanos vivían, se puede comprender la manera en que, en el futuro, procedería con la orden franciscana en sus años como obispo y luego arzobispo y cardenal de la Iglesia en Guadalajara.

Si la devoción a la Virgen de Zapopan es practicada por el arzobispo tapatío, el culto se extiende y se posiciona ante los católicos, y fue el caso de nuestro personaje, que desde la noche del 7 de diciembre de 1906 en la actual Basílica de Zapopan vistió el hábito cenizo de los frailes zapopanos, y esto le dejaría su impronta. Con el tiempo dio algunas concesiones pastorales a los franciscanos que afianzaron la naciente provincia de los Santos Francisco y Santiago en México como fuerte bastión del franciscanismo en el mundo; su sencillo proceder siempre fue admirado por los frailes y su grey, y quedan las reseñas y fotografías como testimonio para la posteridad del gran afecto que expresó la orden seráfica con las recepciones que le ofrecían en los claustros del convento zapopano, los mismos pasillos que él recorrió siendo joven novicio y que los misterios de la vida le llevaron a abandonar sin dejar registro de ello.

 

 

Bibliografía

 

Fuentes Archivísticas

·       Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (ahag)

·       Archivo Histórico Franciscano de Zapopan (ahfz)

 

Fuentes bibliográficas

·       Badillo, ofm, Fr Carlos. Razón y concierto de la Provincia de Jalisco 1908-2018. Colima, Puerta Abierta Editores, 2018.

·       Cruz Torres, Alejandro de la. El Colegio de Propaganda Fide de Orizaba, México, Editorial Progreso, 1968.

·      Robledo Delgadillo, Raúl. “Fray Luis del Refugio Palacio y la devoción a la Virgen de Zapopan”, Estudios Jaliscienses 122, El Colegio de Jalisco, Zapopan, 2020.

·       Torre Curiel, José Refugio de la. Los franciscanos y las sociedades locales del norte y el occidente de México, siglos xvi-xix. Zapopan, El Colegio de Jalisco, 2018.

·      Torre Curiel, José Refugio de la. El antiguo Colegio Apostólico de Zapopan. 200 años de vida y tradición, Provincia Franciscana de los Santos Francisco y Santiago en México, Zapopan, A. R., 2016.



[1] Religioso franciscano y presbítero de la Provincia de los Santos Francisco y Santiago de México, a la sazón director del Archivo Histórico de la misma (en lo sucesivo ahfz) y su cronista, imparte el curso de Historia franciscana; ha compuesto publicado textos en Peregrino y Extranjero; es coordinador, al lado del doctor Francisco Velázquez, del estudio monográfico “Dos documentos centenarios sobre la Virgen de Zapopan”.

 

[2] De la Torre Curiel, José Refugio. Los franciscanos y las sociedades locales del norte y el occidente de México, siglos xvi-xix. p. 387.

[3] De la Cruz Torres, Alejandro. El Colegio de Propaganda Fide de Orizaba, México, Editorial Progreso, 1968. p. 258.

[4] Robledo Delgadillo, Raúl. “Fray Luis del Refugio Palacio y la devoción a la Virgen de Zapopan”, Estudios Jaliscienses 122, El Colegio de Jalisco, 2020. p. 54.

[5]  Libro donde se asentaron los acuerdos de gobierno que el órgano homónimo dictaba para los admitidos a la comunidad.

[6] Archivo Histórico Franciscano de Zapopan, (en adelante ahfz), Fondo:  Colegio Apostólico de Zapopan, Sección: Gobierno, Caja 4, Libro de actas del Venerable Discretorio, f. 362.

[7] Ibidem, f. 363.

[8] ahfz, Fondo: Colegio Apostólico de Zapopan, Sección: Gobierno, Caja 4, Libro de actas del Venerable Discretorio, f. 364.

[9] Ibidem, f. 363.

[10] ahfz, Fondo: Colegio Apostólico de Zapopan, Sección: Gobierno, Caja 4, Libro de Tomas de Hábito, Profesiones solemnes y simples desde 1816 hasta 1907, fojas sueltas dentro del libro.

[11] ahfz, Fondo: Colegio Apostólico de Zapopan, Sección: Gobierno, Caja 4, Libro de Tomas de Hábito, Profesiones solemnes y simples desde 1816 hasta 1907, f. 80.

[12] Robledo Delgadillo, Raúl. “Fray Luis del Refugio Palacio y la devoción a la Virgen de Zapopan”, Estudios Jaliscienses 122, El Colegio de Jalisco, 2020. f. 54.

[13] ahfz, Fondo: Colegio Apostólico de Zapopan, Sección: Gobierno, Caja 4, Libro de Tomas de Hábito, Profesiones solemnes y simples desde 1816 hasta 1907, f. 81.

[14] Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (ahag), Sección: Gobierno, Serie: Seminario, años 1878-1926. Caja 16., Libro de Asientos de Alumnos 1903-1926, f. 68.



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