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Siervo bueno y fiel

Datos de la vida de don José Garibi Rivera

2ª parte

Enrique Varela Vázquez[1]

 

 

 

Ningún laico en la Arquidiócesis de Guadalajara alcanzó

en la segunda mitad del siglo xx, la talla del autor de esta columna.

Él mismo nos ofrece una explicación de ello: su mentor, del que aquí escribe.

 

1.     

2.     

3.     

4.    “Como un ave azorada en la cima del gozo”

 

 

El recorrido de México a Guadalajara fue de apoteosis. Faltan palabras para describirlo. Nos limitamos a decir que habiendo pasado triunfalmente por Querétaro, Celaya, León y por Lagos de Moreno donde pernoctó, salieron a la carretera vecinos de todos los pueblos aledaños para “conocer a un Cardenal” y, por añadidura, mexicano. El día 29 después de celebrar en Lagos, ya dentro de su jurisdicción, fue calurosamente recibido en las circunscripciones parroquiales de Lagos, San Miguel el Alto, Jalostotitlán, Valle de Guadalupe, Pegueros, el crucero de Arandas –en donde se reunieron cerca de veinte mil personas–, Tepatitlán, Zapotlanejo y Puente Grande para llegar a San Pedro Tlaquepaque donde, en la finca que fuera del Arzobispo Mártir Francisco Orozco y Jiménez se revistió con sus atuendos cardenalicios.

El recorrido se inició en la llamada Pila Seca, donde se levantó un arco muy especial, con muestras del arte típico de Tonalá y Tlaquepaque. Partió por la calzada del Paradero, siguió por la Plaza de la Bandera y por la calle de Catalán, donde luego se trazó la avenida de la Revolución, para desembocar en el monumento a la Independencia en la calzada de ese nombre y proseguir por la calle Héroes hasta la Iglesia de San Francisco y doblar la comitiva por la avenida16 de Septiembre rumbo a la catedral.

Guadalajara hasta ese momento no había visto una recepción tan imponente y espontánea. En su recorrido se levantaban arcos triunfales y se puede mencionar el colocado por la parroquia de San José de Analco, en un tablado especial y a gran altura, en el que aparecía un Nacimiento viviente para significar que en los días cercanos a la Navidad, todavía con el recuerdo de esa fecha, la alegría del Nacimiento de Cristo se hacía presente, en el gozo por el padre que regresaba a su sede investido de la púrpura cardenalicia.

La organización del recorrido contó con la colaboración de todas las clases sociales de la ciudad. Se puso a disposición un carro especialmente preparado en el que viajaron en la parte posterior y con la altura suficiente para ser vistos por el pueblo, nuestro Cardenal y el Delegado Apostólico, gran benefactor de la Iglesia Mexicana y después Cardenal, don Luigi Raymondi. También ocuparon sitios especiales como secretarios, el presbítero Luis Cervantes Mayagoitia y Monseñor Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, actual Nuncio Papal en Uruguay.[2]

Dirigió el automóvil el señor don Francisco Unamuno, llevando a su diestra a don Rafael Anaya de la Peña, que fue presidente de la Comisión Organizadora.

El automóvil fue jalado por los miembros de la Guardia Zapopana, como lo hacen tradicionalmente al trasladar la imagen de la Virgen de Zapopan de un templo a otro en su recorrido por la ciudad y al frente de la comitiva iba una banda de guerra de la Confederación Regional Obrera y Campesina que quiso estar cerca de su pastor anunciando con tambores y cornetas y con las marchas triunfales, la presencia del nuevo Purpurado.

En la esquina de Héroes y 16 de septiembre se unieron a la comitiva, uno a cada lado del carro cardenalicio, el señor Presidente Municipal don José María Ramos y el señor presidente de la Cámara de Comercio don Abelardo Garciarce, quienes acompañaron al prelado hasta su entrada a la Catedral, en donde frente a las luces de bengala y juegos pirotécnicos y ante el estallido y esplendor de infinidad de papelillos que surcaban los aires, se destacaba la presencia humilde pero majestuosa a la vez, del eminentísimo purpurado.

Son muchas las anécdotas y recuerdos históricos que se pueden señalar. Debemos resumirlos en algunas de las frases que pronunciara el Canónigo José Ruíz Medrano, cantor de María y de Guadalajara, al dar la bienvenida al Pastor.

 

Eminencia: aquí está vuestro pueblo. Aquí está Guadalajara, tomad en vuestras manos el corazón de Jalisco, que se refugie en ellas como un ave azorada y jadeante por la subida a esta cima de gozo. ¡Que esta noche de amor y de paz que nos envuelve os vea así, en la cumbre, oh príncipe de la Iglesia, con el corazón palpitante de Jalisco entre las manos!”

 

Continuó el elocuente maestro así:

 

Aceptamos el compromiso, haremos que el espíritu de fe, de amor y de paz simbolizado en la púrpura sea en adelante el espíritu de Guadalajara, desde hoy, con más razón que antes, la ciudad abierta, de rostro provinciano, pero de mente y corazón abierto. Que sea Guadalajara dechado de dignidad humana, de nobleza y civilidad. ¡Ciudad de paz y caridad!

 

Todo esto aconteció el 19 de diciembre de 1958. Noche feliz en que Guadalajara se cubrió con la púrpura del primer Cardenal mexicano, tapatío insigne y benemérito.

Le correspondió también en 1960 celebrar el iv Centenario de la traslación de la sede de Compostela a Guadalajara.

En el mes de junio de 1964 y en ocasión del nacimiento del ‘Tapatío un millón’, en el que diversos organismos festejaron la llegada al mundo del niño que venía a señalar una etapa en la vida de Guadalajara, a pesar de encontrarse recluido después de un accidente automovilístico en el sanatorio de la Trinidad, en la capilla del propio hospital, lo bautizó con el nombre de Juan José Francisco, mostrando así que todo lo que tuviera que ver con Guadalajara le era propio. Los nombres impuestos al nuevo cristiano señalan los del señor Gobernador del Estado, Profesor Juan Gil Preciado, el del propio Arzobispo y el del Presidente Municipal de la ciudad, el Licenciado Francisco Medina Ascencio.

 

5.    Su obra mayor, el Expiatorio

 

No podemos dejar de mencionar una de las obras materiales que realizó el señor Garibi en nuestra ciudad: la construcción del templo Expiatorio consagrado a la Eucaristía. Día tras día contempló y comprobó los avances de la obra y recogía el óbolo, contaba las monedas depositadas en los cepos y a la vez alzaba la vista hacia lo Alto para implorar la ayuda necesaria en su terminación, pudiendo consagrar dicha iglesia al celebrar sus Bodas de Oro Sacerdotales en 1962. El templo Expiatorio es un testimonio del trabajo continuo y eficaz del mitrado tapatío que no conoció fatiga ni descanso y que en esa obra que ha quedado en nuestra ciudad, dejó la muestra de su carácter y de su solicitud para aquello que se le encomendaba. Aquí sí se puede decir con toda razón, que las piedras hablan por sí mismas.

Una obra material de sus últimos años fue la construcción del establecimiento del Colegio Mexicano en Roma que en nombre del Venerable Episcopado Mexicano acometió y a partir de 1960 gestionó ante la Santa Sede la autorización para el mismo. A pesar de su edad, fatigas y las ya numerosas gestiones, tocó varias puertas tanto en el país como en el extranjero y por fin el 12 de octubre de 1967 se bendijo e inauguró el Colegio con la complacencia y paternal solicitud del Santo Padre Paulo vi, quien, el día anterior en el Patio de San Dámaso del Vaticano, concedió una audiencia a la delegación mexicana y entregó al Cardenal Garibi un cáliz como recuerdo de la bendición del Colegio, la que fue llevada a cabo por el Cardenal Gabriel-Marie Garrone con la representación del Sumo Pontífice.

Del Colegio Mexicano en Roma se ha dicho que es una parte del corazón de la patria mexicana infiltrado también en la Ciudad Eterna. Son varios los mexicanos que visitan esa urbe y que acuden a ese recinto llamado también la Casa de México, en donde se forman y perfeccionan sus estudios y conocimientos, seminaristas y sacerdotes que después vendrán a la patria a propagar el mensaje evangélico como verdaderos pastores que se preocupan y aman a su pueblo.

El respeto a la autoridad constituida y el trato atento y cordial con gobernantes tanto del país como del Estado fue un signo característico del señor Garibi en sus tiempos de   Arzobispo y después como cardenal. Todos         los funcionarios públicos que lo trataron en diversas ocasiones guardaron y tienen la mejor impresión por la forma tanto personal como oficial en la que se platicó y dialogó sobre asuntos de interés común.         

            No tan solo se unió a las celebraciones del Sesquicentenario del Decreto de la Liberación de la Esclavitud que promulgó el iniciador de la Independencia Mexicana señor cura don Miguel Hidalgo y Costilla el 6 de diciembre de 1810 en nuestra ciudad, sino que con ese motivo en la santa iglesia Catedral Basílica celebró de pontifical para dar gracias al Señor por los bienes que nos ha concedido a los hombres: la razón, la libertad y la redención. En esta festividad predicó el canónigo don José Ruiz Medrano, quien reconoció que todos los decretos de liberación de las demás naciones son posteriores al decreto de Guadalajara y que fue la voz de Hidalgo la que articuló el grito angustiado de siglos de esclavitud. Señaló que “en él habló la humanidad” y fue el iniciador de la Independencia, instrumento de que Dios se valió para devolvernos la libertad que nos había dado.

La presencia del Cardenal Garibi en detalles que a otros pudieran pasar inadvertidos nos la revela el dato anecdótico siguiente: un día después, o sea el 7 de diciembre de 1960, se celebró una cena en honor del señor Presidente de la República, licenciado Adolfo López Mateos, distinguido visitante a nuestra ciudad, que organizaron las autoridades en colaboración con diversas instituciones empresariales y de profesionistas de la ciudad.

De acuerdo a las normas y disposiciones de la Iglesia de aquellos tiempos, ese día, vísperas de la festividad de la inmaculada Concepción, se debía cumplir por parte de los católicos con el ayuno y abstinencia de carne. Ante esa situación, el Purpurado jalisciense concedió a los asistentes al convivio en honor del Primer Magistrado de la Nación, la dispensa de estas obligaciones, lo que señaló en sus tarjetas especiales que fueron colocadas en todos y cada uno de los sitios correspondientes a las mesas distribuidas en el salón en que se efectuó dicho evento. El propio señor Presidente de la República tuvo posteriormente la delicadeza de agradecer a nuestro Cardenal su atención y deferencia.

 

6.    Una carta de despedida

 

Al serle aceptada su renuncia como vi Arzobispo de Guadalajara, el último de febrero de 1969 se despidió de sus diocesanos con una sentida carta en la que dejaba escapar de su corazón todos los sentimientos de cariño y devoción hacia todos aquellos que fueron sus ovejas durante tantos años y a la vez les prometía seguir llevando ante el Señor las plegarias y los votos para implorar dones y gracias para todos.

Cargado más de méritos que de años vio llegar el final de su jornada terrena el sábado 27 de mayo de 1972, momentos después de la once de la noche. Preparado como estaba para presentarse ante el Creador, pleno de obras y acciones en el cumplimiento del deber que le impusieron todos sus cargos, días antes encomendó con gran preocupación que se liquidara de acuerdo a la ley a todos y cada uno de los operarios de su templo Expiatorio: obreros, canteros y trabajadores en general, porque no quería quedarse con ese pendiente y sintiendo que su final estaba próximo, deseaba también terminar su compromiso personal. Así lo sentía en sus relaciones laborales con ellos.

Por supuesto que todos los que servían y prestaban su colaboración en los trabajos de la edificación colosal del templo Expiatorio ignoraban tal determinación, por lo que grande fue su sorpresa cuando el martes 23 por la tarde, al reunirse ante la presencia del rector del mismo templo, presbítero don Guillermo García, y del Notario Público y hoy Cronista de la Ciudad, licenciado Juan López Jiménez, se les hizo entrega de las cantidades que legalmente les correspondían sin que esto impidiera que siguieran laborando en la misma obra, pero recibiendo en esos momentos lo que les correspondía por tantos años de labor.

Este acto muestra el cuidado y la responsabilidad que en todos sus actos de gobierno o particulares tuvo nuestro Cardenal Tapatío. Fue quizá su último deseo y pendiente que tenía en aquellos momentos. Minutos antes de morir al presentarse ante el venerable Prelado, el comisionado del caso quien trataba de conocer el estado de salud del Eminentísimo Señor, cuya gravedad ya era conocida por varias personas, el ilustre enfermo al descubrirlo en el dintel de la puerta de su cuarto y recibir su saludo, lo primero que procuró fue el indagar y conocer cuál había sido el resultado de los trámites y gestiones que le había encargado en beneficio de los trabajadores de su templo.

Al conocer que todo había sido resuelto satisfactoriamente y que habían recibido no solamente con agrado sino con un reconocimiento filial la actitud y generosidad del Purpurado, exclamó con toda tranquilidad “Bendito sea Dios, que esto se ha cumplido”. Fueron sus últimos pensamientos y palabras en cuanto a situaciones y aspectos terrenales, poniéndose enseguida a disposición de su médico de cabecera, el doctor Miguel Quezada, quien se dio a la tarea de comprobar su ritmo cardíaco.

 

Conclusión

 

Los rasgos característicos del carácter y gobierno del vi Arzobispo de Guadalajara, primer cardenal mexicano, son numerosos e indudablemente no se puede en un corto espacio dar cuenta de ellos.

·      Estaba siempre enterado de todo lo que concernía no tan sólo a sus deberes y derechos sino también en relación a sus antecesores y también mirando hacia el futuro. Por lo mismo, llevaba cuenta de muchos de sus actos y así podemos decir que administró el sacramento de la confirmación a cerca de dos millones de personas y confirmó el orden sacerdotal a 717 sacerdotes, que formaron una corona y constantemente serán testigos ante la presencia del Señor, del don infatigable y la abundancia de dones que por las manos de nuestro insigne Prelado tapatío, fueron recibidos.

·      Fue también el obispo mexicano qué más ha conferido el Orden Episcopal a hermanos suyos como principal oficiante en estas ceremonias, pues lo hizo durante 22 ocasiones, principiando con el señor Anastasio Hurtado de Tepic y terminando con la Consagración Episcopal del Señor Luis Rojas Mena como Obispo Coadjutor de Culiacán. El gran número de Obispos que de él recibieron la plenitud sacerdotal, han sido la prolongación de su paternidad espiritual en la Iglesia de México.

·      Al conmemorarse este 30 de enero [de 1989] el primer Centenario de su nacimiento, podemos recordar que hace diez años, en 1979, el Santo Padre Juan Pablo ii visitó nuestra ciudad en la feliz coincidencia de que ese día se celebraba el nonagésimo aniversario del nacimiento de nuestro Cardenal Garibi.

·      Los restos del tapatío Ilustre, Cardenal Garibi y Rivera, descansan en la cripta bajo el altar mayor de la Catedral. En la tumba de cantera tapatía se encuentra una placa con la siguiente inscripción: “Los restos de un pobre pecador aquí descansan. Rogad a Dios por su alma”.

·      Mucho se puede decir del gobierno pastoral de don José Garibi y Rivera como vi Arzobispo de Guadalajara. y primer Cardenal mexicano. Para hacerlo, se requiere dividir los hechos de su vida y gobierno pastoral en varios aspectos, en los que cada uno contiene material e información inagotables. Ojalá que pronto un gran biógrafo lleve a cabo los trabajos tendientes a narrar la vida y obra de un gran prelado, “Gloria y Prez del Episcopado Mexicano”, “Hijo Ilustre de Guadalajara”, ya que siempre que se mencione al Cardenal Garibi, se tendrá también que hablar de nuestra ciudad.



[1] Tapatío (1928-2019), se formó en el Seminario Conciliar de Guadalajara y fue luego Director de la Cámara de Comercio de Guadalajara por 33 años; en 1966 formó la Federación de Cámaras de Comercio de Jalisco. Durante su gestión en ese ámbito se creó el primer centro comercial de América Latina, la Plaza del Sol. Su contribución al nacimiento del Consejo de Colaboración Municipal, entre habilitado para promover la participación del ciudadano en la comunidad fue muy grande. Fue miembro fundador del Patronato para la Conservación y Promoción Cultural del Antiguo Hospital Civil de Belén y postulador de la causa de canonización de Fray Antonio Alcalde.

[2] Don Andrea Cordero Lanza (1925-2017) fue consagrado obispo en 1976 y fungió de Nuncio Apostólico en Nicaragua, Honduras, Uruguay (de 1986 a 1990), Jerusalén y Palestina, Chipre, Israel, Italia y San Marino. Murió siendo Arcipreste emérito de la Basílica de San Pablo Extramuros y Cardenal-presbítero de Santa María en Pórtico. [N. del E.]



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