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Celestial Patrona de Guadalajara contra terremotos y temblores de tierra Héctor Josué Quintero López[1]
Al tiempo de cumplirse los 250 años de la proclama de la Virgen de la Soledad como intercesora ante los bruscos movimientos telúricos en el terruño tapatío, se ofrece una semblanza sobre la añeja devoción que siempre tuvo una imagen mariana e indocristiana.
Ninguna imagen religiosa en Guadalajara es más antigua y venerable que la de Nuestra Señora de la Soledad, que se halla actualmente en el santuario parroquial que se alzó a instancias de un grupo de devotos de la colonia Reforma en la avenida Vallarta, antes de los Arcos, construcción impulsada bajo la tutela del presbítero don Luis Enrique Orozco, tan distinguido por su devoción a la Virgen María. Los trabajos fueron continuados por el presbítero Luis de Anda, y se levantó un decoroso templo que, a modo de capilla provisional, bendijo el Arzobispo tapatío don José Garibi Rivera el 5 de abril de 1952 y consagró, ya con el rango de santuario, el 7 de mayo de 1960. La importancia de ofrecer a la Virgen de la Soledad en esta antiquísima imagen un santuario digno se debe a su amparo a la ciudad de Guadalajara desde antiguo, pues se tienen registros documentales que el 21 de febrero de 1589 se fundó la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y del Santo Entierro de Cristo, y que de ella formaba parte casi la totalidad de los vecinos de esta ciudad. Se estableció en la capilla del Hospital de San Miguel, donde hoy se alza el Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y sus fundadores fueron el Deán Martín de Espes y el Chantre Francisco Martínez Tinoco, y tanto esta imagen mariana como la de Cristo yacente, a decir de don Luis Enrique Orozco, las hicieron con la técnica mexicana de pasta de caña de maíz artesanos indocristianos de Michoacán, hace algo menos de 500 años. Cuando se estrenó la catedral definitiva, dedicada al misterio de la Asunción de María, el 19 de febrero de 1618, en el viento oeste de donde se alzó la provisional, los cofrades echaron los cimientos del santuario para depositar las venerables imágenes, con las que se recorrían las calles del pequeño burgo cada Viernes Santo en pasos procesionales que recuerda de forma muy viva el cronista don Matías Ángel de la Mota Padilla en 1742. Describe que los cofrades, vestidos de penitentes, con túnicas y capirotes cubriéndoles el rostro y escapularios de tafetán negro al pecho, en los que se hallaban bordadas en hilos dorados las armas de Nuestra Señora de la Soledad, salían en pos de las andas de las devotísimas imágenes a la procesión más compungida de todas, descalzos y en silencio; la ruta consistía en hacer estaciones en los templos de la ciudad esa noche. El Domingo de Resurrección, antes de rayar el alba, se hacía otra corta procesión a la Catedral, revestidos ahora los cofrades con las mismas túnicas pero llevando al cuello guirnaldas de flores. Al paso, muchos, sin ser cofrades, se incorporaban al cortejo, descalzos –en señal de penitencia–, o deseosos de pagar alguna manda por un favor recibido, pues la fama de los milagros obrados por intercesión de Nuestra Señora en esta imagen eran muchos. En 1598, la efusiva devoción al Santo Cristo y a la Virgen de la Soledad le valieron a la cofradía ser agregada a la Catedral del Papa, la archibasílica de San Juan de Letrán en Roma, concediéndosele al año siguiente de 1599 tener un altar privilegiado, todo avalado por una Bula de Clemente viii. Esto atraía a los fieles tapatíos para lucrar las indulgencias que se adquirían al visitar dicha iglesia, donde colgaban ante la venerada imagen siete lámparas de plata que ardían todos los viernes del año desde el mediodía hasta las tres de la tarde, lo que dio pie a que en las casas se colocara una lámpara a las mismas horas, en memoria de las tres horas de agonía de Cristo asistido por su Madre dolorosa y afligida al pie de la cruz.
***
Desde antiguo, la capital novogalaica fue asolada por temblores; los sismos que atormentaron la ciudad en la segunda mitad del siglo xviii dejaron grandes afectaciones. En 1749 un fuerte temblor derribó el frente de la catedral, se desplomaron la cúpula de el Sagrario y varios edificios de la ciudad. Nuevamente, hacia 1769 se sintieron estos movimientos de tierra, que se prolongaron hasta 1770; el más fuerte fue el día 29 de septiembre, cuando tembló doce veces por espacio de tres horas; volvieron meses de tranquilidad hasta regresaron los terremotos con gran intensidad en 1771, con pánico de los habitantes de la ciudad. A razón de ello, en noviembre de 1771, el Ayuntamiento tapatío, en sesión de cabildo, decidió elegir por sorteo un intercesor ante la Corte celestial a favor de la ciudad en tales apuros, y se propusieron cuatro candidatos: San Emigdio, San Cristóbal, el Señor San José y Nuestra Señora de la Soledad. Ella resultó electa Patrona y Abogada. Avalaron la elección los funcionarios de la Real Audiencia de la Nueva Galicia el día 22 de ese mes, prometiendo jurar solemnemente el Patronato y turnando enseguida el asunto al Cabildo Eclesiástico, que dio su parecer el 4 de diciembre. Se señaló que la jura se efectuase el 23 de marzo de 1772 y se nombraron comisionados para la solemne función. Cercana la fecha, la Real Audiencia mandó que todos los vecinos de Guadalajara adornaran sus puertas, ventanas y balcones los días 21, 22 y 23 y que por la noche se iluminaran las calles. En la víspera, la imagen de Nuestra Señora de la Soledad fue procesionalmente trasladada a la iglesia matriz, donde llegó para entronizarla bajo un rico dosel, en medio del regocijo de los fieles. El día de la festividad, se celebró con solemnidad una Misa Pontifical encabezada por el Siervo de Dios Fray Antonio Alcalde. Después del sermón, junto a los comisionados, Regidores y Señores de Justicia, con la mano sobre los Evangelios, se juró solemnemente como “Patrona de esta Nobilísima ciudad contra los terremotos y temblores de tierra a la Soberana Reina y Señora de la Soledad”, con el compromiso de celebrar todos los años, la tercera domínica de septiembre o en la que se celebraren los Dolores de nuestra Señora, una solemne función y procesión. Turnado que fue este asunto al Rey Carlos iii, en Cédula Real lo aprobó en 1777.
*** El presbítero José Rosario Ramírez Mercado –todos lo conocimos como el Padre Chayo– pasó a letras de molde el juramento y actas levantadas en este marco al tiempo de su aprobación oficial. Helas aquí.
Aprobación
Del Rey nuestro Señor, del Patronato de Nuestra Señora de la Soledad contenido en las dos escrituras anteriores.
En el tomo décimo del Cedulario de la Real Audiencia de Guadalajara, al folio ciento ochenta y dos, se halla una Real Cédula expedida en El Prado a veinte de enero de mil setecientos setenta y siete, por la que el Rey Nuestro Señor aprueba el voto que hizo la ciudad de celebrar la anual función de Nuestra Señora de la Soledad, cuyo tenor a la letra es el siguiente:
El Rey. – Regente y Oidores de mi Real Audiencia de la Provincia de la Nueva Galicia que reside en la Ciudad de Guadalajara. En carta de quince de abril del año de mil setecientos setenta y dos disteis cuenta con testimonio de que la consternación en que de tres años a aquella parte habían puesto a la Ciudad y sus moradores los continuos temblores de tierra habían estimulado al Ayuntamiento de ella a votar una fiesta anual a Nuestra Señora de la Soledad, lo que hacíais presente para que me disgnase aprobar esta disposición, permitiendo la asistencia perpetua de este tribunal; después de lo cual, en otra carta de quince de octubre de mil setecientos setenta y tres, con referencia a lo que me expusisteis en la citada anterior, disteis también cuenta de que habíais proveído últimamente Auto declarando por de pura Devoción vuestra asistencia en un día feriado, interin me designaba resolver si debería o no ser perpetua; y visto lo referido en mi Consejo de las Indias, con lo que en su inteligencia expuso mi Fiscal: me ha parecido aprobar, como por la presente mi Real Cedula apruebo, el voto hecho por ese Ayuntamiento; y en su consecuencia mando que el día determinado para la fieta de que se trata sea feriado, y permito que en él pueda ese Tribunal asistir en cuerpo a tal devoción. Lo que tendréis entendido, y daréis de esta mi resolución al aviso que corresponde a la ciudad para su noticia y gobierno, por ser así mi voluntad. Fecha en El Prado, a veinte de enero de mil setecientos setenta y siete.
Yo, el Rey
Por mandado de el Rey Nuestro Señor Pedro García Mayoral Secretario
[Oficio a la Audiencia de Guadalaxara participando haberse aprobado el voto que ha hecho aquella ciudad de una fiesta anual a Nuestra Señora de la soledad por el motivo que se indica; y permitiéndola asista a ella en cuerpo de tal].
[1] Investigador del tema zapopano desde hace dos lustros y director desde el año 2007 del medio informativo Reina y Madre de Jalisco; es autor del libro Vengo siguiendo tus pasos, 80 años de fundación de la Guardia de Honor de Nuestra Señora de Zapopan. Estudio histórico-documental (2019). Concluyó las licenciaturas en Psicología y en Conservación y Restauración de Bienes Muebles. |