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¡Bendita tú entre las mujeres!

Paz Rebeca Padilla Jiménez[1]

 

Al tiempo de cumplirse 200 años de la visita de la Virgen de Zapopan

al convento de Santa Teresa de Guadalajara,

el 13 de junio del 2021, su Guardia de Honor

hizo posible que la venerable imagen visitara de nuevo

un ámbito que le granjeo del pueblo el apodo de Mesón de la Virgen.

En ese contexto, y ante la concurrencia que participó en el acto,

la propietaria del recinto que con su patrimonio restauró con aliño,

ofreció esta salutación, memorable por todo lo que aquí se evoca.[2]

 

¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor

venga a verme?

Lc 1, 43

 

Muy queridos todos:

 

Reciban una cordial bienvenida al Convento de Santa Teresa, que vuelve a ser hoy, de forma excepcional y esperemos que no única, lo que fue hasta 1977, el Mesón de la Virgen, pues según lo nos lo dijo hace un momento Héctor Quintero, así le apodó al pueblo a este lugar, casa de una comunidad femenina que desde 1735 recibió la delicada encomienda de acicalar a la venerable imagen de Nuestra Señora de Zapopan al tiempo de su arribo a Guadalajara, cada 13 de junio, día de San Antonio, cuando comienza entre nosotros el temporal de lluvias.

Lo que nos une esta mañana de forma directa consiste en renovar lo que pasó un día como hoy, hace 200 años, al tiempo que hacia las 10 de la mañana hacía su arribo a este convento la Patrona de Aguas de la ciudad y, de forma simultánea, los jefes de las guarniciones milicianas que tenían a su cargo la seguridad pública en la Diputación Provincial de Guadalajara hacían pública, en San Pedro Tlaquepaque, su adhesión al Plan de Independencia de la América Septentrional, lanzado en la ciudad de Iguala el 24 de febrero de 1821, usando como divisa la bandera trigarante y los colores que representaban su contenido: blanco, verde y rojo, es decir, la fidelidad a la fe católica, la independencia y la unión entre todos los habitantes de este suelo más allá del color de su piel y de su condición social.

Eso permitió, unas horas más tarde, que ya en la Catedral y sus inmediaciones, sobre todo en la Plaza Mayor, que hoy llamamos de Armas, la multitud allí congregada fuera testigo del arribo de las tropas acuarteladas para la defensa de la Provincia, apenas convertidas en Ejército Libertador, con el brigadier Pedro Celestino Negrete y el coronel Juan Antonio Andrade como jefes. Tras llegar a la ciudad, impusieron su control e hicieron pública la decisión apenas tomada, en términos de absoluta aceptación, al grado que a la vuelta de unas horas, en el Palacio de Gobierno, los representantes de todas las corporaciones juraron la Independencia.

Esa circunstancia motivó al síndico Urbano Sanromán, el 9 de julio siguiente, a pedir en sesión de Cabildo que, en acatamiento de la opinión pública, se debía reconocer la intervención portentosa que en el caso tuvo la presencia de Nuestra Señora de Zapopan, y que para perpetuar este hecho se le debía otorgar la máxima condecoración, la de Generala de Armas del Reino.

Aprobada la iniciativa, se hicieron las gestiones ante la autoridad eclesiástica para avalar tal solicitud y el 15 de septiembre de 1821, doce días antes del arribo del Ejército Trigarante a la ciudad de México, ante el Obispo don Juan Cruz Ruiz de Cabañas, se  impusieron las insignias del rango y se juró lealtad y vasallaje a la Pacificadora.

A doscientos años de distancia, queremos recuperar tales esencias, y ante tan venerable reliquia de nuestra historia, fe y cultura, comprometernos a cultivar, al modo nuestro, las insignias de Iguala, religión, independencia y unión; es decir: libertad de credo y tolerancia, emancipación y compromiso cívicos y fraternidad por encima de todo.

Siéntanse en su casa.



[1] Diputada Federal Suplente de la LXIV Legislatura.

[2] Este Boletín agradece a la autora del texto que aquí se publica su disposición absoluta para ello.



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