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El ajuar escultórico de Victoriano Acuña para la parroquia del Dulce Nombre de Jesús de Guadalajara 5ª parte Eduardo Padilla Casillas[1]
Continúa aquí la información, hasta hoy inédita, en torno a este monumento religioso, muy representativo de la capital de Jalisco.[2]
5.4 Tercera etapa. La estabilización de la fábrica material
El nuevo templo parroquial del Dulce Nombre de Jesús tuvo una importancia social que impactó de manera favorable el desarrollo urbano de la zona poniente de Guadalajara y terminaría siendo hito urbano y referencia visual, incluso cuando en los terrenos de la Hacienda de Leal se hayan diseñado y construido, en las postrimerías del siglo xix y principios del xx, las primeras colonias adosadas a la zona fundacional de la capital de Jalisco. Dado el carácter populoso que la barriada tuvo desde sus orígenes, se debieron tomar medidas importantes para asegurar la calidad de vida del vecindario. La Comisión de Fuentes del Ayuntamiento de Guadalajara, por ejemplo, por conducto de su responsable, Tomás Romo, notificó al párroco don Antonio Gómez, a principios de 1860, que era necesario que esa autoridad dotara a la parroquia de una fuente de agua corriente dentro del espacio de la sede. El párroco, atento al bienestar de su comunidad, dirigió una carta al Gobernador de la Mitra, don Francisco Arias y Cárdenas, notificándole el proyecto y confirmando la necesidad imperiosa de ejecutar la obra, pues en todo el barrio sólo existía una fuente pública, y propuso que del espacio público, el cementerio, se podría usar el ochavado de la esquina sudoeste en la parte de la banqueta para ello y de una alcantarilla en la esquina oriente, frente al ochavo. Arias y Cárdenas contestó el 5 de mayo que por parte de la Diócesis no había inconveniente.[3] El párroco, por su parte, pidió a Romo que él mismo se lo hiciera saber al Obispo don Pedro Espinosa, como en efecto lo hizo.[4] Cerrada la obra material de la nueva sede parroquial y construida la fuente pública, se echaron de ver daños estructurales. En 1861 se hicieron muy notorios los desperfectos del pórtico de ingreso, al grado que el vicario parroquial don Manuel López solicitó al arquitecto Manuel Gómez Ibarra un dictamen del estado material del pórtico. Dicho dictamen, fechado el 3 de agosto de ese año, advierte
que una de sus columnas tiene dos piedras remolidas, lo que se ve por las cuarteaduras y aun una cascara levantada, lo que fue ocasionado por la mala calidad de esas piedras. La pequeña bajada que dio la columna dio por resultado bajas también el cerramiento e hizo una cuarteadura oblicua; si no se atiende con prontitud es probable que el daño aumente, tanto más cuanto ahora se hará con mucho menos que después. Todo lo digo a solicitud del interesado.[5]
Poco después, el 7 de agosto, Manuel López remitió el dictamen a la Sagrada Mitra, notificándole que en pocos días el daño había aumentado, pues la columna mencionada por Gómez Ibarra se estaba desmoronando y la porción arquitectónica aledaña a ella sufriendo también daños, y que además la grieta ya era evidente en el frontón triangular, dentro y fuera, y llegaba ya a la bóveda del coro, por lo que solicitaba la inmediata licencia para repararla, como en efecto se la dieron.[6] Empero, y no obstante lo grave del caso, la inestabilidad política del país impidió acometer la tarea, y no será sino hasta 1863 cuando se haga la reparación, compostura que no solucionó el problema, según lo sabemos por el propio presbítero Manuel López. En misiva suya del 9 de abril de 1865, hace saber a los gobernadores de la Mitra la orden que le dieron el Provisor y el Vicario General del Obispado en su visita del 5 de diciembre de 1865, ordenándole que sin pérdida de tiempo solicitara a un perito el reconocimiento del estado material del edificio y la conveniencia de estabilizar y reforzar la estructura del templo con un arco embutido de refuerzo que distribuyera mejor la carga estructural de las torres y bóvedas. También se le instruyó para que dispusiera el examen de la cúpula, que presentaba algunas grietas muy visibles y estaba urgida de reparación. Don Manuel López respondió por escrito que nadie mejor que Teodoro Rentería era apto para ello. El constructor hizo un proyecto y éste se sometió al parecer de la Mitra.[7] Según las cuentas que presentó el 2 de abril de 1866, el costo de su intervención ascendería a 238 pesos para estabilizar de la estructura de la fachada principal y de 462 pesos por la compostura de la cúpula. Su propuesta fue:
En el pórtico se echará un arco embutido que romperá desde las medias columnas y que cortará por media enjuta, quedando encima el tímpano, y resanar las quebradas que se encuentren en dicho pórtico y [en la] bovedita plana […] Al cimborrio, para asegurarlo de las quebradas que se le ven, se le pondrá un sotabanco cuadrado que dé al alto de los pedestales de sillares y resanar todas las quebradas que se le ven…[8]
El presupuesto, aprobado el 12 de abril de 1866, facultó a don Manuel López a echarse a cuestas la realización del proyecto disponiendo del patrimonio y los recursos de la fábrica, los de la vacante del párroco y los donativos que al efecto se podían solicitar en el vecindario.[9] Teodoro Rentería concluyó su intervención el 19 de mayo de ese año, y durante ella se instalaron en las torres dos campanas y se concluyeron las cornisas faltantes de la del viento oeste.[10] El 14 de febrero de 1868 Manuel López notifica al Vicario Capitular que además de los gastos de la reparación del pórtico, invirtió 277 pesos en la fundición de dos campanas nuevas,[11] valiéndose de un préstamo que solicitó, para el pago del cual pedía una tercera parte de los sobrantes de la vacante para abonar el adeudo hasta su finiquito, a lo que el superior respondió, el 19 de febrero, que le parecía razonable lo solicitado.[12] Visto ahora sin el enjarre que originalmente cubría los muros del templo parroquial del Dulce Nombre de Jesús, uno echa de ver que el proyecto inicial de la obra sólo previó edificar un tramo abovedado en el coro de la nave central, anexo al pórtico y a las torres, pero que debió ser el peso excesivo de la carga y a consecuencia de ello la fractura de las bóvedas lo que obligó a reforzar por fuera la estructura, colocándole los contrafuertes que desde entonces contrarrestan el empuje hacia afuera de los muros perimetrales. En consecuencia, también desde el interior se echa de ver cómo se hizo necesario reformar las bóvedas del coro y levantar un gran muro y un arco de medio punto para lo mismo.
[1] Licenciado en Conservación y Restauración de Bienes Muebles, egresado de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente; es desde hace muchos años docente de ella y un investigador meticuloso de temas relativos al patrimonio eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara. El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia, auspiciada por el Programa del Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (pecda) del área de difusión e investigación del patrimonio cultural de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco. [2] Este Boletín agradece a su autor su inmediata disposición para publicar aquí su estudio. Él, por su parte, agradece las atenciones del párroco del Dulce Nombre de Jesús, don José Vázquez Ruiz, y de la secretaria del despacho parroquial, Laura Luna, para esta investigación en el modélico archivo parroquial. [3] Cf. Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara, Sección Gobierno, Serie parroquias urbanas, Parroquia del Dulce Nombre de Jesús, 1830-1892, exp. 21, caja 2, 1830-1860 (en lo sucesivo ahag/sg/pu-j), misiva de Antonio Gómez a la mitra, 5 de mayo de 1860 ff. 2-2v. [4] ahag/sg/pu-j, misiva de Tomás Romo, 2 de mayo de 1860 f. 1. [5] ahag/sg/pu-j, dictamen de Manuel Gómez Ibarra, f. 1. [6] ahag/sg/pu-j, misiva de Manuel López a la Sagrada Mitra el 7 de agosto de 1861, ff. 1-1v. [7] ahag/sg/pu-j, misiva de Manuel López a la Sagrada Mitra el 9 de abril de 1866, ff. 1-1v. [8] ahag/sg/pu-j, presupuesto de Teodoro Rentería por las reparaciones el dos de abril de 1866, f.1. [9] ahag/sg/pu-j, respuesta del doce de abril de 1866 a la misiva de Manuel López del nueve de abril de 1866, f.1. [10] ahag/sg/pu-j, recibo de obra fechado el 19 de mayo de 1866. [11] Las campanas que hubo por un periodo eran prestadas y propiedad de la orden franciscana. Manuel López también solicitaba los recursos para poder pagarle al Provincial de la orden que le estaba cobrando el importe por una de las campanas que era propiedad de la iglesia de Santa Anita. La campana pesaba 2@ 8 libras de y el provincial reclamaba el importe porque la campana ya no existía, pues se había quebrado desde 1861 y se usó el metal en las nuevas. [12] ahag/sg/pu-j, misiva del catorce de febrero de 1868 de Manuel López al Vicario Capitular y su contestación el 19 de febrero de 1868, ff. 1-2. |