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El ajuar escultórico de Victoriano Acuña

para la parroquia del Dulce Nombre de Jesús de Guadalajara.

3ª parte

Eduardo Padilla Casillas[1]

 

Nos enteramos ahora de cómo uno de los monumentos religiosos

más importantes de los construidos en Guadalajara,

la sede parroquial definitiva del Dulce Nombre de Jesús,

se edificó gracias a la tenacidad de una sola persona, José Antonio Camacho,

 al tiempo que en México se producían dos guerras:

la que le despojó de más de la mitad de su territorio en 1849

y la que enfrentó de forma total, entre 1858 y 1861,

a dos bandos políticos irreconciliables.[2]

 

 

 

La guerra y sus efectos perniciosos en el proceso constructivo de este conjunto arquitectónico

 

Como de sobra se sabe, esas fechas estuvieron acompañadas de convulsiones sociales tremendas, las de la guerra de los Tres Años o de Reforma, guerra civil que va de 1858 a principios de 1861, cuando el país, enfrentado en dos grupos políticos contendientes, el de los liberales y el de los conservadores, liquidó las estructuras que aún seguían en pie del antiguo régimen. En todos esos meses, ambos bandos ejercieron su dominio desde gobiernos paralelos, el conservador en la ciudad de México y el liberal en Veracruz. Fue una guerra muy sangrienta que polarizó al pueblo y dio pie, a la postre, a la intervención francesa.

De lo que ello implicó para la obra de la que venimos hablando, en lo relativo a la construcción del curato, nos da cuenta el testimonio escrito de don Antonio Gómez. Por él sabemos, incluso, de las dificultades que los operarios tuvieron en el uso de herramientas; se venía usando las que estaban en la casa de don Antonio Camacho, pero luego de su muerte las reclamó como suyas el mayordomo. Otros insumos los incautó en marzo de 1858 el jefe político liberal Miguel Contreras Medellín, lo que orilló a don Antonio Gómez a adquirirlas de nuevo, aunque todas se las quitó poco después el general Silverio Núñez, del mismo bando. Dado el panorama, Teodoro Rentería se vio comprometido a prestar su propia herramienta para no interrumpir las obras.[3]

 

El curato

 

Con todo y esto, el párroco Gómez se empeñó en edificar una casa cural digna, empleando el solar contiguo al templo en el viento este. Se diseñó en una sola planta, con un partido arquitectónico tradicional, esto es, patio al centro con crujías alrededor, zaguán de ingreso, habitaciones y dependencias. El patio trasero fue para los diferentes servicios, incluyendo la cocina y la letrina, para todo lo cual intervinieron los mismos operarios que aún laboraban en el templo.

La fábrica de la casa cural la había comenzado don José Antonio Camacho, pero se interrumpió de forma brusca al tiempo de su deceso. Al reanudarse lo ya construido no se ajustó del todo al nuevo diseño que llevó a cabo, a petición de Antonio Gómez, nada menos que el arquitecto Manuel Gómez Ibarra. Hubo necesidad de hacer una demolición parcial de esa construcción, de lo cual se encargó Teodoro Rentería, que terminó de hacerlo a finales de 1857 a cambio de 663 pesos.[4] Él mismo se echó a cuestas la nueva etapa constructiva, de diciembre de 1857 a septiembre de 1859, y sólo en materiales se invirtieron 3 879 pesos[5] y en mano de obra 3 553 pesos con tres reales y medio.[6] Se empleó mucha cantera labrada y por ello el maestro Rentería pidió 349 pesos con dos reales; cerró las cuentas el 20 de septiembre de 1859.[7]

El maestro carpintero J. Guadalupe Lucero fue de nuevo contratado para las obras de su oficio en la casa cural; importó su participación 625 pesos, según el recibo de fecha 30 de septiembre de 1859.[8] Igualmente, la herrería se encargó al maestro Miguel Ortega a cambio de 109 pesos, finiquitados el 30 de septiembre de ese año.[9] La pintura exterior e interior del inmueble importó 270 pesos, según consta por recibo de Manuel Macedo de fecha 12 de octubre de ese año.[10]

Coronó el proyecto la gestión realizada por don Antonio Gómez ante el Ayuntamiento de Guadalajara para que se empedraran las calles del frente, sur y costado poniente del templo, pues la falta de empedrado hacía que se cubriera de polvo el recinto por dentro y por fuera, y más porque una zanja de escurrimiento de las aguas pluviales entorpecía el tránsito de la calle. El Ayuntamiento no respondió de manera favorable a la petición, pero don Antonio ofreció la la piedra y el ladrillo para las banquetas, el gasto de fleteo de la piedra, la compra de la cantera para los machuelos y la mano de obra.

Con tal ofrecimiento, la comisión resolvió de conformidad por ser de beneficio público, y erogó para el caso 1 224 pesos, cantidad de la que Rafael Elizalde cobró 135 pesos para el machuelo, el empedrado y la banqueta colindantes con su domicilio particular, y otros 60, con el mismo fin, José Ortiz. Del gasto, el curato asumió 1 028 pesos con cuatro reales,[11] incluyendo los 78 pesos que cobró el maestro Cruz Cortés por echar la banqueta, que concluyó el 22 de mayo de 1859.[12]



[1] Licenciado en Conservación y Restauración de Bienes Muebles, egresado de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente; es desde hace muchos años docente de ella y un investigador meticuloso de temas relativos al patrimonio eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara.  El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia auspiciada por el Programa del Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (pecda) del área de difusión e investigación del patrimonio cultural de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco.

[2] Este Boletín agradece a su autor su inmediata disposición para publicar aquí su estudio. Él, por su parte, agradece las atenciones del Señor Cura del Dulce Nombre de Jesús, don José Vázquez Ruiz, y de la secretaria del despacho parroquial, Laura Luna, para esta investigación en el modélico archivo.

[3] ahag/sg/pu-j, 1830-1860, exp. 10, caja 1, comprobantes de los gastos hechos en la casa cural de la Parroquia de Jesús, años 1857, 1858 y 1859, primera memoria de materiales gastados, pp. 2-2v.

[4] Ibid., séptima memoria, cuenta de los gastos por demoliciones de la casa cural que estaba levantando Antonio Camacho, p. 14.

[5] Ibid., primera memoria de materiales gastados, pp. 1-2.

[6] Ibid., segunda memoria que da testimonio de los pagos a los albañiles, pp. 3-9v.

[7] Ibid., tercera memoria de la piedra labrada para la casa cural, p. 10.

[8] Ibid., cuarta memoria de las puertas y ventanas de la casa cural, p. 11.

[9] Ibid., quinta memoria de la herrería para la casa cural, p. 12.

[10] Ibid., sexta memoria, recibo de honorarios de Manuel Macedo, p. 12.

[11] ahag/sg/pu-j, 1830-1892, exp. 21, caja 2, listas y documentos comprobantes de la obra de la iglesia parroquial de Jesús, cuenta número cinco de la Comisión de Ornato, pp. 9-10.

[12] Ibid., cuenta número cinco de Cruz Cortés, p. 10. Este conjunto, muy hermoso, estuvo en pie hasta bien entrado el siglo xx, habiéndolo demolido casi en su totalidad y con mucho sentimiento e impotencia de la feligresía el párroco J. Jesús Quezada Limón, sólo porque nadie se lo impidió de forma enérgica [N. del E.].



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