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El santo de la transparencia política

Luis Enrique Silva Álvarez[1]

 

La mañana del 7 de agosto del 2019, al pie del monumento que recuerda al Siervo de Dios Fray Antonio Alcalde, op, en el jardín de la Rotonda de los Hombres Ilustres de Guadalajara, los miembros del Cabildo del Ayuntamiento de esta ciudad, con quien lo preside, Ismael del Toro Castro, y los del Cabildo Eclesiástico,

con Rafael González Reynoso a la cabeza, rindieron una guardia de honor,

antes de la cual, entre otros discursos, se escuchó el que sigue.

 

Licenciado Ismael del Toro Castro, Presidente Municipal de Guadalajara;

respetables miembros de los Cabildos Civil y Eclesiástico de Guadalajara;

representantes de las autoridades que nos acompañan,

muy estimados todos:

 

Se me otorga el uso de la palabra representando al Cabildo Eclesiástico de Guadalajara y el Grupo Corredor Cultural Paseo Fray Antonio Alcalde, que nació con la sola finalidad de coadyuvar con las autoridades municipales en la gestión del espacio público que, fusionando las avenidas Fray Antonio Alcalde y 16 de Septiembre, puede ser un eje modélico e históricamente articulador de una vocación a la que no debe renunciar la capital de Jalisco: la de ser casa común para quienes en ella buscan un destino, calidad de vida, educación y oportunidades.

Nos congrega en este lugar el aniversario luctuoso de un varón ante el que cabe esta pregunta: ¿cómo sería hoy el panorama de la ciudad sin las acciones que él emprendió, y que, a decir de su temprano biógrafo Mariano Otero, al tiempo de su muerte, un día como hoy hace 227 años, la elevaron a segunda en importancia de la Nueva España?

Para responder a ello me permito ofrecerles algunas de las motivaciones íntimas que seguramente tuvo este inmenso gestor social:

  • Atender su servicio con bríos más que juveniles, pese a su senectud.
  • Vivir sus convicciones personales en grado virtuoso, hasta el punto de no reservarse para sí y sus allegados nada que no fuera absolutamente indispensable.
  • Sembrar entre nosotros con los cimientos más sólidos un sistema escolarizado, desde las primeras letras hasta la educación universitaria pública y gratuita.
  • Promover en estas tierras el bien común de forma denodada, como nunca antes nadie lo había hecho. 
  • Instigar a otros a seguir sus huellas.

Pues bien, nada de lo que hoy recordamos hubiera sido posible sin el ánimo y el respaldo institucional de las instancias gubernamentales de su tiempo, la Real Audiencia de la Nueva Galicia y el Ayuntamiento de Guadalajara.

No es éste el momento indicado para demostrar ante ustedes lo que acabo de afirmar, que sí conocen los medianamente enterados del tema: las obras colosales que edificó el Obispo Alcalde fueron posibles no sólo por su absoluta probidad para administrar los recursos materiales que tuvo a su alcance, sino también gracias a la participación plena de quienes tutelaban el interés público, en especial el Cabildo edilicio tapatío, que lo mismo le donó la superficie para construir las obras sociales que perpetúan su memoria que le pidió su respaldo material hasta para reparar las calles de la ciudad.

Al Canónigo José Guadalupe Dueñas, actor de la causa de canonización del Obispo Alcalde, le acabo de escuchar una consigna que a su nombre hago pública: que si la causa de canonización de fray Antonio llega a feliz término, podríamos luego pedir se le declare el celestial patrono de la transparencia política.

¿Habría desmesura en ello? Respóndalo ustedes. Pero si están de acuerdo conmigo de que el único remedio al cáncer devastador de la democracia que ha terminado siendo la corrupción que hoy nos agobia es la transparencia política, la lección de vida que nos dejó también como legado fray Antonio Alcalde nos enseña cómo se cercena y cauteriza ese malestar social desde el gobierno: con honestidad, ética y responsabilidad, virtudes que él vivió en grado superlativo.

Y si no queremos que nuestra presencia aquí se reduzca a una ceremonia triunfalista y protocolaria pero vacía, de lo dicho nos queda como reto secundar lo que con tan sólidos antecedentes puede ahora el gobierno municipal de Guadalajara impulsar a través de un mecanismo inspirado en lo que en su tiempo estructuró fray Antonio Alcalde: preservar en este Paseo sus motivaciones humanitarias y humanísticas, con la participación de todos los actores sociales que pueden tomar parte en él hasta convertirse en un paradigma del principio democrático, que no margina a nadie y a todos tiende la mano. Esperemos que eso sea la Fundación que llevará su nombre. 

            Gracias por su atención.

 



[1] Párroco de Nuestra Señora del Sagrario, Vicario Episcopal, canónigo del Cabildo Metropolitano.



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