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El ajuar escultórico de Victoriano Acuña

para la parroquia del Dulce Nombre de Jesús de Guadalajara

2ª parte

 

Eduardo Padilla Casillas[1]

 

El estudio de las cuentas de la fábrica material

del templo parroquial tapatío del Dulce Nombre de Jesús

a partir de 1851 permite describir cómo se le dotó con obras provisionales

pero muy decorosas para servir al culto divino y de la atención pastoral.[2]

 

Los retablos provisionales y el curato del Dulce Nombre de Jesús

 

El presbiterio

 

En el año de 1851, no bien concluyó la obra negra de uno de los monumentos religiosos más relevantes de la capital de Jalisco en ese tiempo, el templo parroquial del Dulce Nombre de Jesús, se impuso la necesidad inmediata de completar los elementos indispensables para su uso y revestirlo con los elementos de mayor importancia para los devotos de la parroquia que antes estuvieron expuestos a la pública veneración en la sede primitiva, mucho más pequeña y de la que nada se conserva, salvo, hemos dicho, la persistencia de seguirse refiriendo a la iglesia y al barrio como la Capilla de Jesús.

Un inventario de ese año, que levantó el párroco interino don Juan Nepomuceno Camarena, nos permiten tener una idea clara del interior el día en que el templo fue dedicado, el 8 de mayo. Por él sabemos de sus retablos, que como aún faltaba labrar en piedra los definitivos, se instalaron provisionales, todos de madera y con muchas pinturas más que esculturas.

En el principal de ellos, en el muro testero, que cae al norte, se puso el cuadro del Divino Salvador, de cuerpo entero y engastada en un marco dorado; se le circundó con otros cuatro cuyos títulos ignoramos. El sagrario se hizo de cedro, su interior se forró con terciopelo carmesí y el altar tuvo un frontal de hojalata.

En los muros oriente y poniente del presbiterio también se instalaron retablos. Lo mismo en los transeptos. El uno fue para honrar el misterio de la Santísima Trinidad en un lienzo con su marco dorado sin vidriera, y a su lado dos pinturas también con marco dorado y otras tantas en óvalos, y allí mismo otra con el tema del Divino Salvador, de la parte central y superior de cuyo marco salía una ráfaga dorada. En ese crucero se colocó otro retablo con altar y frontal y el del lado opuesto se dedicó a Nuestra Señora de Guadalupe, pintada esta advocación en un lienzo con su marco dorado, bordeada de otros ocho, más una representación del Santo Niño con guarnición bruñida y un Divino Rostro con un marco negro y protegido con vidrio. La mesa de este altar tuvo un sagrario metálico plateado y su frontal.

En los muros perimetrales de la nave se emplazaron los restantes dos retablos con su altar y frontal. Uno se dedicó al Señor del Perdón,[3] en tela y con marco pintado, rodeado de seis pinturas de formato oval con molduras dorados representando a los Apóstoles, y a los lados esculturas de Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de los Dolores. El otro, con su mesa anclada al muro y su frontal de algodón pintado, fue para San Agustín, cuyo retrato, en un lienzo con vidrio y marco pigmentado, flanqueaban dos cuadros. Otro sin marco era el de Nuestra Señora de la Luz.

En la desembocadura de la nave y el transepto se instaló el púlpito, y en su respaldo un lienzo de San Francisco de Sales, predicador eximio.

Sabemos que en ambos lados de la nave, en las oficinas de la Hermandad y en la sacristía, se colgaron distintas pinturas; también que en esta última se pusieron esculturas de Nuestra Señora de la Candelaria, Nuestra Señora de la Soledad y Señor San José.[4]

 

El altar mayor pétreo

 

De esta obra nos da cuenta, a punto de concluirla, una misiva del 25 de enero de 1855 que dirige el Presbítero Juan Nepomuceno Camarena a su Obispo, don Pedro Espinosa, junto con una relación de las cuentas del fondo de la fábrica material de la parroquia, haciéndole saber que si no se consigna en ellas el manejo completo de las partidas es porque él de su propio peculio ha tenido que financiar no poco del retablo del altar mayor, del que tiene el compromiso moral de finalizarlo.[5]

Al año siguiente, el 9 de septiembre de 1856, el Presbítero Antonio Gómez es quien reporta a la superioridad eclesiástica el nuevo inventario del menaje y ajuar del templo. Por él sabemos que en el retablo de la Santísima Trinidad hay las siguientes representaciones pictóricas: de la Divina Providencia, de la Purísima Concepción, de San Miguel Arcángel y dos lienzos más con Apóstoles.

Del retablo de Nuestra Señora de Guadalupe especifica que la serie existente de ocho obras son episodios la vida de la Virgen María y que en el altar de San Agustín las cuatro pinturas ahí colocadas son igualmente episodios de la vida de la Madre de Jesús y de San José y San Ignacio. En el altar del Señor del Perdón sigue la escultura del Divino Preso y el frontal está pintado de blanco y azul.

Se conservan en su sitio las muchas pinturas colocadas en la nave, el bautisterio, la antesacristía y la sacristía, y en la sacristía las esculturas son la de Nuestra Señora de la Candelaria, dos de Nuestra Señora de los Dolores y en un nicho, el Santo Niño de Atocha y San Ramón Nonato.[6]

Muy conmovedora es la noticia que tenemos del benemérito don Juan Antonio Camacho,[7] el más ardoroso promotor de la obra material del templo. Es del 28 de agosto de 1857, poco después de su ordenación presbiteral y nombramiento de párroco, y por ella nos enteramos cómo su salud declina a raíz de una serie de padecimientos físicos; así lo informa al Obispo Espinosa el Presbítero Antonio Gómez.[8] No obstante ello, en una misiva del 20 de septiembre siguiente, el aludido don José Antonio hace del conocimiento de su prelado que sus servicios pastorales no han disminuido por sus achaques, y menos la supervisión de la obra material del templo, en la que para esas fechas ya tiene puesto el cancel de ingreso y contratado y pagado anticipos a los pintores, doradores,[9] carpintero-ebanista[10] y a los escultores.[11] Se agravaron sus males y el 13 de octubre de 1857, a la edad de 78 años, falleció el Señor Cura Camacho, asistido en todo momento por don Antonio Gómez,[12] quien será designado párroco interino y responsable de la continuación de las obras materiales, por nombramiento del 26 de octubre siguiente,[13] de modo que al concluir ese año, el día 31 de diciembre, convalidó el recibo de anticipo de 400 pesos que se dio a Manuel Macedo para la pintura y dorado del templo parroquial y sus retablos.[14]

 

Pintura y dorado

 

Las cuentas de Macedo revelan a un artesano muy diestro en los más diversos menesteres, hábil tanto para dirigir la decoración de interiores de inmuebles como terminados de carpintería y pinturas de caballete. Él asumió la decoración y el dorado de dos sagrarios, el del altar mayor y el de la capilla de Nuestra Señora del Refugio; igualmente pintó y doró el cancel de la puerta principal y el retablo del altar instalado en el bautisterio.

De su taller salieron los meses siguientes las pinturas en lienzo de San Antonio de Padua y la Natividad del Señor para el retablo dedicado a este Doctor de la Iglesia; un Niño Jesús entre los doctores, un San Miguel Arcángel, un retrato de Santo Tomás de Aquino para el púlpito y seis retratos de cuerpo entero para la sacristía, dedicados a los actores más cercanos a la obra, obispos y presbíteros.[15] También intervino los lienzos de Nuestra Señora de Guadalupe y de Nuestra Señora de la Luz ubicados en los otros retablos.

También suya fue la decoración de los muros de diversas dependencias y áreas de la parroquia y muchos otros trabajos de diferente clase relacionados con la pintura de puertas, bastidores para vidrieras de ventanas y mamparas, todo lo cual importó 1 039 pesos con 4 reales, 593 de ellos recibidos el 12 de octubre de 1859[16] y lo demás en varias partidas hasta el 28 de febrero de 1860.[17]

La fábrica material tuvo en el Presbítero Antonio Gómez un digno operario. Los trabajos de carpintería de todo el conjunto se encargaron al maestro J. Guadalupe Luján, quien a cambió de 964 pesos con seis reales informa en el finiquito de su pago, fechado el 15 de noviembre de 1859, que de su taller salieron para la obra trabajos rudos y finos; de los de ebanistería destacan la alacena con cómoda secreta en cedro para los vasos sagrados de la sacristía, los bastidores en madera de allarín para los lienzos con los retratos de Macedo que se mencionaron, un banco cuádruple para alzar los faroles del sagrado Viático para ese lugar, los sagrarios del altar mayor y de la capilla de Nuestra Señora del Refugio que decoró Macedo, cinco bastidores de cedro para las pinturas de la nave del templo, catorce marcos para el Viacrucis, el bastidor para el lienzo de Santo Tomás de igual pincel, para el púlpito; la puerta del bautisterio, la ráfaga para el altar del bautisterio, la tapa de cedro de la pila bautismal, la tarima del bautisterio, los muebles para el archivo y numerosas puertas, ventanas, enrejados de madera y bastidores para vidrieras de todo el conjunto arquitectónico. Por último, refiere que cortó 212 vigas de punta y cabeza para techar las dependencias del conjunto pastoral.[18] Por las fechas manejadas es de observarse que Luján trabajó de forma paralela y coordinada con Macedo para que éste pudiera policromar los muebles y lienzos.

En la glosa del herrero Miguel Ortega, entregada el 30 de noviembre de 1859, se da razón de su trabajo en forja y de algunas reparaciones por la suma de 157 pesos con tres reales: tres docenas y media de estiradores para las tres mesas de los ornamentos; cuatro chapas y sus llaves para las cuatro cómodas de dichas mesas y dos más para la alacena de los vasos sagrados de la sacristía; seis alcayatas grandes para las pinturas de la sacristía, tres docenas y media de alcayatas para el Viacrucis de la iglesia; la chapa de la puerta del bautisterio, chilillos para la tarima del bautisterio, una armella para afianzar la concha del bautisterio y la reparación del enrejado del cementerio; incluye también aldabas y rejas de fierro para las ventanas.[19]

Del 31 de agosto de 1859 data el comprobante de las esculturas del bautisterio, que hizo el maestro Rafael Barragán, representado el conjunto de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo resaltado con una ráfaga dorada, y a San Juan Bautista.[20]

A la par, se concluyeron trabajos faltantes de albañilería en la construcción, y quedaban nada más los retablos definitivos de piedra y las obras de talla que debían acompañarles, de todo lo cual don Antonio Gómez hizo una relación de gastos separada, consignando en cuenta aparte los materiales adquiridos para tales labores, gracias a la cual podemos saber que estos trabajos empezaron el 4 de enero de 1858 y finalizaron el 4 de junio de 1859, si bien la cuenta no se cerró hasta el 22 de marzo de 1860. Los gastos ascendieron a la cantidad de 1 228 pesos con seis reales.[21]

Esta fase tuvo como director de obras a Teodoro Rentería, el cual también participó a título personal como artesano, de modo que de sus honorarios emitió dos cuentas separadas; gracias a ellas tenemos una lista detallada de sus actividades. La primera asciende a 142 pesos y la segunda a 108, cerradas una y otra el 22 de marzo de 1859.

 

La obra de Teodoro Rentería

 

De este maestro cantero, del que ya mucho dijimos en la primera parte de este artículo, son los trabajos y talla de la piedra de los altares y retablos de Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de la Luz, San Antonio y San Miguel Arcángel. También las cuatro portadas del crucero, la del bautisterio, de la notaría y del cuadrante. Terminó la ventana de dicho espacio, esculpió dos pilastras del arco del atrio y dos para el arco del pasillo de la notaría; labró piedras para dos cornisas de una torre, hizo perforaciones con taladro manual para colgar los cuadros del Viacrucis y de la sacristía. Asimismo, talló dos roleos para el pórtico del costado del atrio, abrió los derrames de su portada para colocar el cancel de fierro y talló la pila del aguamanil de la sacristía. Por último, esculpió de 58 piedras para las banquetas de las entradas de las puertas 57 machuelos para el atrio y patio de la sacristía, 16 impostas para las linternillas de las torres; labró el altar del bautisterio y la pila bautismal de la parroquia, entre otros muchos detalles finales.[22]

En las memorias financieras semanales que dejó escritas Teodoro Rentería asentó los avances de sus actividades por fecha, y gracias a estas anotaciones sabemos que su participación fue mucho más amplia. Por ejemplo, que entre el 9 de enero y el 6 de febrero de 1858 construyó el corredor que lleva al atrio, techó la notaría y el pasillo que a ella conduce; instaló el marco de la ventana de este espacio y amplió la del bautisterio. Que entre el 8 de febrero y el 12 de marzo enladrilló el piso de la notaría, su pasillo y construyó el cuadrante.[23]

Entre el 14 y el 26 de marzo se colocaron las almenas de la reja del atrio y se ejecutaron trabajos de albañilería en el ingreso central de éste. Del 3 de abril al 29 de mayo se levantaron, a un lado de la sacristía, el aposento para los presbíteros de la parroquia, un depósito para las veladoras y un pasillo para llegar a él y dos bodegas.

Un sismo en el mes de mayo obligó a demoler, entre el 22 de junio y el 31de julio, las linternillas de las cúpulas, muy dañadas, y reparar a su vez la sacristía y la puerta lateral. Del 2 al 14 de agosto se enlosó el atrio y se colocaron sus machuelos perimetrales.

Del 16 de agosto al 24 de septiembre se aplicaron enjarres a las partes ya concluidas del conjunto: las bodegas, el depósito de las veladoras y su pasillo; se desmontaron los andamios de la sacristía y antesacristía y del espacio designado en este tiempo como cuarto de San Juan Nepomuceno, hasta entonces dedicado a los pintores y doradores.

La guerra suspendió los trabajos del 25 de septiembre al 26 de diciembre de ese año. Se reanudaron de este día hasta el 12 de febrero de 1859, cuando los operarios retiraron los andamios del bautisterio y permitieron que los pintores lavaran con agua y escoba el guardapolvo de la obra y colocaran sus propios andamios para dorara los retablos interiores y el cancel de madera de la puerta principal del templo. Del 14 de febrero al 5 de marzo se hizo el enjarre de los aposentos de los presbíteros y del sacristán, se levantó la barda perimetral lindera de la parte posterior del curato y se abrió el drenaje de esa zona para las precipitaciones pluviales; también se construyó y enjarró el muro de colindancia entre el patio y la sacristía.

Del 7 de marzo al 21 de mayo de ese año se enladrilló y se colocaron los machuelos del patio de la sacristía y se enjarraron los muros exteriores y posteriores de la parroquia. Del 23 de mayo al 30 de julio se echaron las banquetas del patio de la sacristía y del atrio, se aplanaron el cuadrante y su pasillo, se ajustó un muro del bautisterio para colocar ahí un aguamanil, se construyó su respectivo drenaje y se instaló desde el templo la puerta del ingreso al bautisterio. Todos estos trabajos tuvieron un costo de 892 pesos con tres reales y un cuarto.[24]



[1] Licenciado en Conservación y Restauración de Bienes Muebles, egresado de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente; es desde hace muchos años docente de ella y un investigador meticuloso de temas relativos al patrimonio eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara.  El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia auspiciada por el Programa del Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (pecda) del área de difusión e investigación del patrimonio cultural de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco.

[2] Este Boletín agradece a su autor su inmediata disposición para publicar aquí su estudio. Él, por su parte, agradece las atenciones del párroco del Dulce Nombre de Jesús, don José Vázquez Ruiz, y de la secretaria del despacho parroquial, Laura Luna, para esta investigación en el modélico archivo parroquial.

[3] Una imagen con ese título se veneraba en la capilla de los patronos del templo monástico de Santa Teresa. La escultura, procedente de Guatemala, la trajo consigo fray Antonio Margil de Jesús en 1711 al convento, con cuya priora, sor Leonor de San José, mantuvo una relación paternal. Al tiempo de evacuar su monasterio, las religiosas se llevaron la imagen a su actual sede, en la colonia Monraz.

[4] Una nota de este inventario señala que fue revisado y actualizado el 26 de agosto de 1854. Cf. Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara, Sección Gobierno, Serie parroquias urbanas, Parroquia del Dulce Nombre de Jesús (en lo sucesivo ahag/sg/pu-j), 1809-1830, exp. 10, caja 1, 1830-1860, Inventario del 8 de mayo de 1851, ff. 1-5.

[5] ahag/sg/pu-j, 1830-1892, exp. 21, caja 2. misiva del 28 de enero de 1855 de don Juan Camarena a Monseñor Pedro Espinoza, ff. 1-2.

[6] ahag/sg/pu-j, 1830-1860, inventario de 1856, ff. 1-2.

[7] La cartela de su retrato, salido del taller de Manuel Macedo, dice: “Retrato del señor presbítero don José Antonio Camacho, originario de Santa Cruz de las Flores, jurisdicción de Tlajomulco, casado que fue con doña María de los Ángeles Paz, cuya señora le ayudó a trabajar y reunirse a edificar esta parroquia de Jesús. La comenzó el año de 1844 pidiendo limosna para hacerla. Trabajó doce años y logró que (aunque sin concluir cuatro altares, sacristía, bautisterio y cementerio) se colocara el día 27 de abril de 1856, y habiendo enviudado, consiguió ordenarse y cantó su misa nueva el mismo día de la colocación. No concluyó la Iglesia porque murió el día 13 de octubre de 1857, de edad de 77 años, 8 meses, 12 días. Un memento por el descanso eterno de su alma. Se mandó retratar por el señor presbítero licenciado don Antonio Gómez, actual cura interino de esa parroquia de Jesús y su colocación en esta sacristía hoy, 1º de julio de 1859” [N. del E.].

[8] Ibíd., carta del 28 de agosto de 1857 de Antonio Gómez al obispo Guadalajara, f. 1-1v. De él, la cartela de su retrato salida del taller de Manuel Macedo y que aún se conserva, nos da los datos siguientes: “Retrato del señor presbítero licenciado don Antonio Gómez, Director del Colegio Clerical de esta ciudad, cura coadjutor de la parroquia de Sayula y actual cura interino de esta parroquia de Jesús. Por fallecimiento del señor presbítero don José Antonio Camacho fue comisionado por el Ilustrísimo Señor doctor don Pedro Espinosa para la conclusión de dicha parroquia y ha hecho todo lo que consta en el Libro de Gobierno del archivo de este curato, quedando terminada toda la obra hoy día” [N. del E.].

[9] Ibíd., 1830-1860, nota del 20 de septiembre de 1857 de don Juan Antonio Camacho al Obispo de Guadalajara, f. 1.

[10] ahag/sg/pu-j, 1809-1830, exp. 10, caja 1, 1830-1860, cuentas de Guadalupe Luján del 15 de noviembre de 1859, nota aclaratoria que no se incluye en la cuenta lo ya hecho y pagado por don Antonio Camacho, recibo 7, p. 18v.

[11] Ibíd., Relación de oficios entre el gobierno eclesiástico y Victoriano Acuña, f. 1.

[12] ahag/sg/pu-j, 1830-1892, exp. 21, caja 2, 1830-1860, nota del 13 de octubre de 1857 de don Antonio Gómez al Obispo de Guadalajara, f. 1v.

[13] Ibíd., nota del 26 de octubre de 1857 de don Antonio Gómez al Obispo de Guadalajara, f. 1.

[14] ahag/sg/pu-j, exp. 10, caja 1, cuentas de Manuel Macedo del 31 de diciembre de 1857, recibo 1, p. 12.

[15] De ellos han llegado hasta nosotros y recién han sido restaurados por Rigoberto Sánchez y Luisa Tapia los de don Juan Cruz Ruiz de Cabañas, que erigió la parroquia; don Diego Aranda, que autorizó la construcción de la definitiva; don Pedro Espinosa, que dispuso fuera concluida la obra material y los presbíteros Camacho y Gómez  [N. del E.].

[16] Ibíd., recibo 4, p. 15.

[17] Ibíd., recibos 1 y 5, pp. 12 y 16.

[18] Ibíd., cuentas de Guadalupe Luján del 15 de noviembre de 1859, recibo 7, pp. 17-18v.

[19] Ibíd., cuentas de Miguel Ortega del 30 de noviembre de 1859, recibo 98, pp. 19-29.

[20] Ibíd., Recibos que prueban los gastos de la obra de la iglesia parroquial de Jesús. Recibo de Rafael Barragán del 31 de agosto de 1859, p. 14.

[21] ahag/sg/pu-j, 1830-1860, exp. 21, caja 2, listas y documentos comprobantes de la obra de la iglesia parroquial de Jesús, cuenta número uno de materiales, pp. 1-4.

[22] Ibíd., pp. 5-6v.

[23] Los cuadrantes son ahora más conocidos como curatos, y eran en las sedes parroquiales las oficinas exclusivamente eclesiásticas, bajo el gobierno del cura [N. del E.].

[24] Ibíd., pp. 7-14.



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