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¿Qué hubiera sido de Guadalajara sin la vida y obra del “Fraile de la Calavera”?

Benjamín Becerra Rodríguez[1]

 

En el acto conmemorativo por el ccxxvi Aniversario Luctuoso de Fray Antonio Alcalde, o.p., que tuvo lugar la mañana del martes 7 de agosto del 2018 en el Patio de Exdirectores del Antiguo Hospital Civil que lleva su nombre, el siguiente discurso condensó la trayectoria humanitaria del Siervo de Dios.

 

Invitados especiales, autoridades gubernamentales, representantes de instituciones públicas, privadas y de la sociedad civil;

Subdirectores, Jefes de División, Jefes de Servicio, Sociedades Médicas de nuestras Unidades Hospitalarias, y muy especialmente trabajadores y becarios que integran la Comunidad del Hospital Civil de Guadalajara “Fray Antonio Alcalde”, todos muy orgullosamente “hijos del Fraile”;

Señoras y señores:

 

Cómo cantar tu grandeza

¡Oh santo fraile inmortal!

Si el tiempo va con presteza

Aumentando la firmeza

De tu excelso pedestal.

 

José Villa Gordoa

 

El magnífico recinto que esta mañana nos recibe vio concluida su construcción el día 14 de junio de 1792, cuando la salud del Obispo Fray Antonio Alcalde y Barriga era ya muy frágil, agobiado por la edad y por tantas penitencias y ayunos.

Finalmente, 55 días más tarde, a las cuatro de la mañana del martes 7 de agosto de 1792, falleció a los 91 años, 4 meses y 23 días de haber nacido el 14 de marzo de 1701 en la villa de Cigales, provincia de Valladolid, en Castilla la Vieja, España.

Cuando murió, Guadalajara tenía ya 24 249 habitantes, pero después de poco más de 20 años –tiempo que le llevó al Obispo Alcalde cumplir con su apostolado– ahora también tenía un hospital, el mayor hasta entonces construido en América, con un cupo cercano a las 1 000 camas; tenía 158 vecindades ubicadas en 16 manzanas, donde habitaban 1 500 familias; tenía la Casa de Maestras de la Enseñanza (donde está hoy el palacio federal) con capacidad para 300 educandas; tenía la Escuela de Primeras Letras del barrio de Guadalupe, para 300 niños; tenía el Santuario de Guadalupe, el templo del Sagrario, el templo de Mexicaltzingo, y por supuesto, tenía la Universidad de Guadalajara, de quien es el padre moral.

Hoy, a más de dos siglos de su desaparición, también dejó para todos nosotros una gran interrogante: ¿Qué hubiera sido de Guadalajara sin la vida y obra del “Fraile de la Calavera”? Porque, ¿quién que se precie de ser tapatío no lleva en su corazón y en su mente el nombre de este insigne dominico?

No debemos entender estas frases como simple cortesía hacia el personaje al que conmemoramos este día, sino como un profundo reconocimiento a quien, en palabras de la Doctora Ruiz Razura, nuestra destacadísima conferencista,

 

gracias a la universalidad de sus ideas florecieron el conocimiento científico y el bienestar social de Guadalajara, ya que su visión no fue la del relumbrón momentáneo, sino que trascendió hacia un porvenir más culto, al buscar la luz para beneficio de las futuras generaciones de nuestra ciudad.

 

            Sin embargo, aun cuando las grandes instituciones creadas por Fray Antonio Alcalde se consideran iconos del crecimiento de nuestra metrópoli, la mayor enseñanza que dejó entre quienes aquí habitamos fueron su solidaridad y su cariño por el prójimo, su entrega, su disposición, pero sobre todo su clara vocación de trabajar por los que menos tienen: “la humanidad doliente”; porque es claro que no se refería únicamente a aquellos que padecían el dolor de la enfermedad física, sino también al dolor de la exclusión, la discapacidad, la falta de oportunidades, la inequidad, la ignorancia y la incultura.

Su sólida formación cristiana que fija de manera clara para qué se vive, así como su formación dominica (pues el lema de la Orden de los Predicadores es “Encuentra la verdad, contémplala y llévala a los demás”) lo marcaron de por vida y nos marcaron el rumbo a seguir si nuestro verdadero deseo es honrar su figura y obra: construir en la adversidad y lograr el bien común por arriba de los intereses particulares; servir y trascender desde la solidaridad y el humanismo. Valores y principios que deben ser distintivos en quienes formamos parte de las instituciones fundadas por el benemérito Obispo.

Por ello, desde aquí hago votos para que la magna obra del Paseo Alcalde no sólo sea el camino que lleve por fin al español más jalisciense a la Rotonda de los personajes más ilustres de nuestro estado, sino que sea la inspiración para seguir transformando esta ciudad en un mejor lugar para vivir y crecer para todos.

Para finalizar, quiero parafrasear y establecer el mismo compromiso que el Dr. Mario Paredes Espinoza, Decano de la Medicina Interna en nuestro país y un indiscutible pilar de esta institución, quien en el año de 2003, con motivo de la entrega del Premio Fray Antonio Alcalde, se expresó de la siguiente manera: “me comprometo ante la amable presencia de todos ustedes a que mientras la vida me acompañe, seguiré transitando los caminos que nuestro pueblo pobre recorre en su búsqueda incansable de pan, agua, luz, seguridad, justicia, un poco de educación y de salud, y un poco de felicidad…” , que fue en su conjunto el legado que nos dejó Fray Antonio Alcalde y Barriga, de cuya maravillosa herencia en este 2018 se cumplen 226 años.

 

Huyen rápidos los años;

Todo en la nada se pierde;

Y para propios y extraños

Más resaltan tus tamaños

¡Oh, insigne Prior de Valverde!



[1] Psiquiatra, ha sido Director del Instituto Jalisciense de Salud Mental y a la fecha lo es del Antiguo Hospital Civil Fray Antonio Alcalde.



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