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Adalberto Navarro Sánchez

Fernando Carlos Vevia Romero[1]

 

Prolonga el testimonio que sigue el homenaje, en el primer centenario

de su nacimiento, a un mentor y humanista de hondo calado que se formó

en el Seminario Conciliar de Guadalajara: Adalberto Navarro Sánchez,

nacido en Lagos de Moreno el 23 de abril de 1918.[2]

 

Cincuenta años de vida poética de Navarro Sánchez. ¿Podremos aspirar a encontrar el sentido que encierran estas breves palabras en los escasos momentos de que disponemos? Necesitamos intentarlo, porque de otra forma se nos escaparía el sentido último y profundo de este homenaje.

            La mayoría de los aquí presentes habrán cursado, con mayor o menor intensidad, estudios de Literatura durante los años de su adolescencia o juventud. Muchos, movidos por los ejemplos de aquellos poetas que estudiaban, se lanzaron a escribir unos versos. Poemas de adolescencia, del primer amor, de la soledad y de la incomprensión que los mayores tenían para sus cosas. Pero con esos poemas todavía no hay un poeta. Hay que superar esa explosión de actividad primeriza, que es casi afectividad pura. Si alguien, recordando esos balbuceos de su adolescencia, creyera que no ha podido llegar a ser poeta por falta de tiempo, porque no se puso a ello, nunca podrá comprender lo que es un poeta.

Para llegar a ser poeta hay que cruzar una primera frontera a base de mucho trabajo.

Esa frontera es la elaboración del primer libro de poemas.

Navarro Sánchez pasó esa frontera en 1934, hace exactamente cincuenta años. El título de ese primer libro era Ejercicios. En él hay dos versos que anuncian ya el mundo interno que creará a lo largo de toda su actividad de poeta.

 

El hombre fija su destino propio

 

dice uno, y el otro, refiriéndose también al hombre:

 

solo, en la selva, cazador de signos...

 

El hombre como objeto de la pesquisa poética. El hombre y su contorno, que sólo se le da como signo que ha de interpretar.

Ya tenemos pues al joven poeta maravillado ante su primer libro, contemplándolo con el asombro con que se contempla al primer hijo recién nacido. Como en la conocida anécdota del pintor, puede también decirse a sí mismo: “Yo también soy poeta”.

Ahora se extiende ante el joven poeta una larga llanura en la que abundan las dificultades. Si quiere seguir adelante ha de renovar la técnica y los contenidos. No puede repetirse. También ha de evitar engañarse a sí mismo, creerse un elegido y pasar el resto de sus días jalando del vestido a la sociedad, como un niño lloriqueante y caprichoso las faldas de su madre: “Sociedad, dame dinero y fama, que soy poeta”. No de otra forma se pueden traducir las declaraciones de todos los que fracasan en este camino después de pasar las primeras fronteras.

El segundo y tercer libros marcan el paso de la segunda frontera. Ahora ya sí, el escritor adquiere oficio y seguridad. Navarro Sánchez lo hizo en la época que va de 1937 a

1949 y reunió su trabajo de esos años bajo el título de Sonetos del cántico y otros poemas.

 

Desde el primer verso,

 

Por este oscuro corredor tan mío...

 

se dibuja con más firmeza cada vez aquella transformación de sus sentimientos personales en voces que cada hombre podría repetir. Es la universalización de su experiencia personal. El hombre en su laberinto de fracasos, preguntas, dolores y gozos:

 

Por este oscuro corredor tan mío...

 

No resisto la tentación de recordar también aquel verso, que nos sirve precisamente para mostrar esta universalización de sus experiencias:

 

Si alguna vez mis labios lograran decir el nombre que mi recuerdo pronuncia...

 

Después de 1950 Navarro Sánchez se acercaba a la tercera y más difícil frontera que ha de cruzar el que se aventure a correr el riesgo de ser poeta. Es la crisis de la mitad de la vida.

Al estudiar la vida de Sigmund Freud, creador del método psicoanalítico, Dídier Anzieu caracteriza así este periodo de la vida de los hombres creadores: “¿Por qué el hombre al borde de la segunda mitad de su vida, que ya ha realizado todas sus identificaciones... y que ve el horizonte de la muerte perfilarse para él como un límite ahora perceptible, cuando hasta entonces creía disponer de un tiempo indefinido, ¿por qué este hombre pone en entredicho su orientación anterior, y si es creador, sus fuentes de inspiración, su estilo; por qué se siente obligado a partir de sí… con la impresión de jugárselo todo, en una lucha contra la pérdida de placer y contra la aproximación de la nada, dejando que crezcan y se afirmen certidumbres nuevas y tratando de comunicarlas?” Tal la mutación de J.Joyce cuando llega a los cuarenta… después de la aparición de Ulises y antes de Ulises y antes del comienzo de Finnegan’s Wake. Otro tanto en Marcel Proust a los treinta y tres años...           

Hay que añadir las relaciones entre el soñar y la creatividad. Jorge Luis Borges dijo: “La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido... La particularidad de Freud reside sin duda en que logró unir en sus sueños y su tratamiento el uso científico y la exploración literaria”.

A esto es lo que llamamos la tercera y última frontera. Se confirma en Navarro Sánchez. En 1953 termina un nuevo libro de poemas. Su título es El sueño herido, y como encabezado coloca los siguientes versos de San Juan de la Cruz:

 

sin luz y a oscuras viviendo todo me voy consumiendo.

 

Es sin duda la vivencia de esa crisis de personalidad en la que el hombre creador puede abandonar la actividad poética o surgir con nuevas fuerzas.

Ahora ya sí la poesía deja de ser un juego (y entendemos el juego como algo importantísimo, como un espacio vital en que todo es posible y en el que tal vez somos auténticamente libres a la par que ejercitamos las posibilidades del mañana). Pero queremos decir que la poesía se hace ahora una actividad seria y expresión honda de humanidad;

 

En el silencio escucho

el llanto sostenido a contrapunto

de sombras, de siluetas,

de transitar de lobos...

 

La realidad se despoja de velos ilusorios y llega hasta los versos con una calidad nueva. No es de extrañar que a partir de ahora encontramos en ellos a los amigos, las angustias cotidianas, aunque remotas; no es de extrañar que el centro de gravedad ya no sea el yo investigador de las primeras etapas del poeta. Toman su lugar el mundo y de todos los hombres:

 

A la ciudad de mis juegos

bajo el cristal amarillo de las campanas...

 

También es lógico que encontremos en sus versos la necesidad de una nueva poética, ya que nuevas experiencias exigen nuevos instrumentos técnicos. Así lo confiesa en su poema que se titula precisamente Nueva Poética:

 

en este mundo de sonidos

desprecio el mundo de las palabras.

 

            Decíamos al comienzo de este brevísimo comentario que desde el principio se dibujó en la obra de Navarro Sánchez la preocupación por el ser humano, rasgo característico de los que logran entrar en el mundo de la poesía tomando en serio esa palabra.

            Podría parecer a quienes viven alejados del ambiente literario que el trabajo del poeta carece de sentido en la sociedad moderna. Ese trabajo que describimos como un ensanchar, milímetro a milímetro, verso a verso, nuestra experiencia de aquello que más nos importa, a saber: nosotros mismos, la especie humana. Sólo porque el poeta investiga, descubre y expresa lo que el hombre es, lo descubrimos también nosotros.

            Hace muy pocos meses uno de los mejores escritores rusos del momento, Shinguz Aimatov, lo ha expresado bellísimamente. Su testimonio tiene un valor extraordinario por surgir de dentro de una sociedad tecnificada y burocratizada.

            Decía Aimatov:

 

¿Cuál es la misión suprema de la cultura, y en particular de la literatura? Nuestras obras deben contribuir a desarrollar la razón humana que libera a los hombres de los prejuicios de toda laya que dividen a los hombres y los enfrentan a cada paso.

            …creo que la misión suprema de la literatura consiste en cultivar el humanismo despertando la razón de los hombres…

            ¡Qué extraordinario y poético fue el testimonio de los cosmonautas que vieron la Tierra –la cuna de la humanidad– como una estrella azul, tan pequeña que parecía caber en nuestras manos! Se sienten ganas de acariciarla, de acunarla como a un niño solitario e indefenso…

            Ahora, al salir al cosmos, hemos comprendido de pronto con indescriptible ternura y dolor, que es la tierra la que debe ser protegida… De nosotros mismos, por desgracia. El objetivo del arte no es asustar al lector, sino ayudar al hombre a vencer la desesperación y el miedo ante la vida, a despertar en su espíritu sentimientos elevados que le permitan resistir al mal, cualquiera que sea la forma o la apariencia que tome.

            El arte y la literatura pueden inquietar, despertar en el hombre la conciencia, el valor, el humanismo, descubrirle el mundo entero, para que no pueda ni ose olvidar que es un ser humano, que su salud espiritual es uno de los principales factores que permiten la vida digna en el planeta.

           

Esto es lo que ha hecho este poeta durante cincuenta años. Esto es lo que encierra en esa breve frase. Pero quedaría incompleto nuestro esfuerzo si no mencionamos dos circunstancias que hacen el trabajo de Navarro Sánchez más valioso.

            Primera, que este duro trabajo social del poeta no se desarrolló en la sociedad alfombrada de una riqueza privilegiada, sino en medio de la intensísima vida de trabajo intelectual que todos conocemos. Esto quiere decir infaliblemente que ha habido muchas horas robadas al descanso y al sueño, tras jornadas agotadoras.

            La segunda circunstancia vamos a expresarla con versos de Antonio Machado, que muy bien podría repetirnos el maestro Navarro Sánchez:

 

            Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

            A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

            El traje que me cubre y la mansión que habito,

            El pan que me alimenta y el lecho donde yago.

 

            Cincuenta años de poesías son cincuenta años dedicados a luchar cuerpo a cuerpo con la palabra, para arrancarle sus secretos sobre el hombre.

            Bien podemos resumir esta hazaña con unos versos que el maestro Navarro escribió a la memoria de Agustín Yáñez:

 

            Dueño de la palabra y de su nombre

            Navegó al cobijo de los signos.

 

            Por tanto, si hemos aplaudido en otras ocasiones su esfuerzo titánico como maestro universitario, quiero pedir ahora para él el aplauso especial que premie su esfuerzo como poeta.

 



[1]Maestro Emérito de la Universidad de Guadalajara, licenciado en Filosofía por la Universidad de Comillas, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid, doctor en Filosofía por la Universidad de Comillas después de cuatro años de posgrado en la Universidad de Deusto en las mismas disciplinas.

[2] Este Boletín agradece la gentileza del autor de este texto, que permanecía inédito, para su publicación en estas páginas.



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