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El corazón del Santo Entierro del Pirulito.

Crucifijos novohispanos con postizos de corazón

Monserrat González Guzmán[1]

 

Sintetiza el artículo que sigue el análisis hecho a una escultura de un Cristo yacente, conocida como el Señor de la Misericordia, del templo del Pirulito, en Lagos de Moreno, Jalisco, la cual cuenta con un artificio de exaltado hiperrealismo, un corazón, algo usual en la imaginería de tradición hispana y de la que es relevante tener datos tan precisos como los que aquí se ofrecen

 

Existen en el patrimonio religioso de los mexicanos imágenes sagradas que se han entrelazado con la historia de las comunidades y de las familias durante siglos en las iglesias y en las colecciones públicas y privadas. A ese linaje pertenece la escultura policromada novohispana, creada para producir en los espectadores emociones precisas relacionadas con usos, costumbres y rituales de culto y veneración que nuestros ancestros expresaron con un exacerbado naturalismo que a veces recurría a elementos postizos y accesorios o a piezas articuladas mediante goznes para facilitar el movimiento de algunas partes de ellas. El ejemplo más cabal, que sigue gozando de salud, se alcanzó en las dramatizaciones pasionarias de la Semana Santa.

Ni los devotos ni los estudiosos del arte sacro desconocen la existencia de estos recursos, si bien la bibliografía es corta en lo que se refiere a los elementos escultóricos como el aquí analizado, relevante para la historia del arte, la iconografía, la teología y la restauración, toda vez que los postizos de corazón colocados de forma pendular en esculturas policromadas novohispanas con tema cristológico no han sido objeto de especial atención.

Para referirnos al término postizos de corazón y al empleo que tenían es necesario comprender la devoción cristológica, su uso como instrumento de teatralización y catequesis y revisar algunas obras con dicho postizo como la que es materia de estudio particular en este caso.

 

1.    Antecedentes históricos de la imaginería cristológica en el Nuevo Mundo

 

El Virreinato novohispano, en representación de la Corona y de la fe católica, gobernó a los pueblos del actual territorio mexicano (1521-1810).[2] La religión abarcaba la vida de todos los estratos sociales, lo que influyó en la creación artística religiosa.[3]

Las religiones crean mecanismos para relacionar a la humanidad con Dios; uno de ellos es el arte sacro que busca vincular lo sagrado con lo profano.[4] En la Nueva España, la iconografía sirvió a conquista espiritual, para la instrucción en la doctrina, pues la educación con imágenes resultaba más comprensible para la población.[5] Gracias a ello florecieron las diferentes artes, entre ellas la escultura.

La figura de Jesús es la más representada en el arte sacro, en el que su pasión y muerte son un motivo central. El suplicio de la Cruz es aparentemente una contradicción, pues significa su triunfo sobre la muerte, identificada con el pecado.[6] Los evangelizadores trajeron la idea de un Cristo sufriente, humanizado, humilde, bondadoso, que buscaba el consuelo de indios y pobres. El arte virreinal es cristóforo, es decir, portador de la fe en el Mesías, pues se aceptó a Jesucristo como maestro en un mundo donde florecía la interculturalidad que produciendo un sincretismo complejo entre tradiciones.[7] El crucificado novohispano luce muerto o agonizante, con un dramatismo violento donde la exaltación del sufrimiento y el sacrificio sobrepasa la crueldad hasta el máximo de la resistencia humana.[8]

La veneración a Cristo muerto surge como una expresión del misterio de la redención y se asocia con el sacramento de la comunión, es decir la devoción al cordero sacrificado.[9] Los devotos no encontraban un particular consuelo en su figura como glorificado, sino en el Cristo dolido y muerto que incitaba la compasión, que otorgaba un alivio mayor a los fieles, identificados con sus penas cotidianas. Para el cristiano, la crucifixión y la resurrección son la garantía de la salvación.

El uso de las esculturas en los dramas litúrgicos previos al tiempo pascual se remonta al siglo x en Europa occidental, como parte de la escena pública teatral cristiana destinada a difundir la perspectiva pasionaria a modo de interpolación al significado profundo de la misa.[10]

La representación de los misterios sagrados con imágenes dentro de los templos fue dando lugar a los dramas litúrgicos de la Pasión, a los pasos procesionales y a los autos sacramentales adoptados en la Nueva España.[11]

 

2.    Secretos escultóricos

 

Los postizos presentan distintos elementos añadidos a la talla, algunos de ellos no expuestos a simple vista sino en compartimentos secretos destinados a unos cuantos y atentos espectadores. Casos se dan de partes cuya presencia sólo es posible conocer mediante instrumentos especializados. El acceso a las imágenes sagradas y su manipulación era restringido, pues el común de los mortales sólo podía observarlas desde lejos.

De los variados elementos que pueden catalogarse entre los postizos se podría hacer una lista no pequeña de formas, materiales y funciones, como mecanismos de cordelería y de goznes, entre otros, cuyo empleo podía tener distintas finalidades tanto para complementar al personaje representado como para darle cierto movimiento.

Un postizo escultórico es un elemento que se utiliza para suplir la falta de talla en una zona de la pieza que no se hizo o sólo se esbozó. Su importancia radica en la capacidad de complementar la forma anatómica normal faltante; también se emplea en sustitución de algo o para acentuar ciertos detalles ornamentales e iconográficos exaltando las características físicas[12] como parte de la representación figurativa naturalista que busca brindar los elementos básicos que identifican a un objeto o sin los cuales su interpretación quedaría incompleta.[13]

Autores hay que mencionan lo tardío de los postizos en la imaginería novohispana, sin embargo tenemos ejemplos que datan del siglo xvi,[14] aunque su auge sería en los siglos xvii y xviii.[15] Entre las diversas tipologías hasta hoy estudiadas podemos mencionar ojos de vidrio, pestañas, barbas y pelucas de pelo natural, lenguas y paladares de madera, dientes naturales, uñas de marfil, lágrimas de resina o cristal, cordelería, cera, textiles encolados, cuero, papelón o canutillos de gallina, así como huesos de animales.

Se sabe de postizos empleados únicamente en las imágenes de Cristo, como la cera para asemejar la sangre que mana de la herida del costado, o cuero para la piel desollada; del empleo de espejos para brindar mayor profundidad tanto al interior de la boca como en la herida del costado, además del uso de mangueras para que de ésta brotara un humor acuoso parecido al flujo hemático. Especial atención daremos aquí al postizo que simula un corazón y que consiste en un mecanismo pendular metido dentro del pecho de la escultura.[16] Estos objetos se añadieron a modo de complemento de la imagen en toda su intensidad, como si el carácter sacro de la pieza, además de poderes sobrenaturales, manifestara vida a través de lágrimas y movimientos del cuerpo y hasta de los ojos.

 

3.    La devoción al Sagrado Corazón de Jesús

 

El corazón como atributo simboliza la vida, el amor, la existencia y el sentir humano. Anatómicamente es el órgano principal del aparato circulatorio, que funciona como el motor sanguíneo. En la Biblia se alude a él como símbolo del hombre interior, centro de su juicio, de inteligencia, amor, coraje, devoción, dolor y gloria; es, además, el lugar propio de la actividad divina, al que se confinan todos sentimientos, buenos y malos. Así lo captó la iconografía católica dándole significados diversos y emotivos,[17] que alcanzarán su cumbre en el atributo por excelencia del Sagrado Corazón de Jesús y en el culto a su Preciosa Sangre.[18]

El postizo de corazón en el campo escultórico se usó también para imitar ese elemento esencial de la vitalidad humana situándolo en una cavidad en la obra a la altura del pecho, suspenso a modo de péndulo por un alambre y aun con movimiento, pero no con el propósito de que fuera visto por todos ni producir ningún sonido. Su confinamiento al interior de estas piezas explica en parte la escasez de estudios especializados en el tema.[19]

Esta clase de postizos, no hechos para que cualquiera sepa de su presencia, fue ante todo parte de la representación hiperrealista de Jesucristo, como lo eran también los dientes y el pelo, las uñas y la sangre o las lágrimas, elementos que conferían a la obra signos vitales.[20]

Pese a la poca información disponible relativa a esculturas de Cristo con corazón, pude ubicar casos concretos de obras de factura novohispana registrados mediante fotografías, estudios radiográficos e informes de intervención en Michoacán, Zacatecas y en algunas regiones de los Altos de Jalisco por restauradores competentes que las intervinieron. Con esto no insinúo que dichos postizos fueran exclusivos de estas regiones.[21]

A partir de los casos revisados hice diversas reflexiones: todas las esculturas, con características disímiles en cuanto a formato, materiales y técnica de manufactura, corresponden a Jesús crucificado, agonizante o muerto y coindicen en ciertos aspectos morfológicos; ninguna es articulada, aunque se puedan desmontar de la cruz. Cuatro tienen un orificio para describir la herida del costado, mientras que otra sólo está policromada. La mayoría son de pequeño formato, sólo una de mediano, y están datadas entre los últimos años del siglo xvii y a lo largo de todo el xviii, una sola de mediados del xix. En sólo dos casos se pudo observar el corazón, uno de ellos policromado, ambos labrados en madera.

Como poco se conoce en torno al método de inserción del postizo, las imágenes y radiografías indican que se realizaba ahuecando la espalda del Crucifijo en el lateral derecho y a la altura de las costillas, se introducía el corazón y se tapaba el hueco usando recursos para aplicar otros postizos como costillas, entre las cuales en ciertos casos incluso era en parte visible. Es interesante destacar que algunas de estas obras fueron concebidas con la idea de hacer perceptible este elemento, ya fuese por el costillar o el orificio de la lanzada, mientras que en otras no se colocó a la vista, por lo que su presencia sólo puede corroborarse con estudios radiológicos.[22]

A partir de la información anterior, en conjunto con la comparación de los casos observados, se advirtieron dos tipologías de postizos de corazón empleados en la escultura cristológica, que propuse según su forma:

·      Corazón ovoide: como su nombre lo indica, tiene una forma ovoide, que en la parte superior presenta un alambre atado a una espiga de madera, la cual suele clavarse en la caja torácica de la escultura.

·      Corazón cónico: su forma se asemeja a la de un higo con una pequeña cresta, como en el Sagrado corazón de Jesús. En la parte superior tiene una argolla donde puede colocarse el alambre para colgarlo en el interior de la caja torácica.[23]

 

4.    El corazón del Santo Entierro del Pirulito

 

El Santo Entierro del Templo del Pirulito, en Lagos de Moreno, Jalisco, es una escultura que tiene un postizo de corazón y de la cual, a diferencia de las imágenes mencionadas, realicé un estudio sistemático que aportó una mayor comprensión de la obra y de los elementos que la conforman, incluido el corazón.

Data del siglo xviii, está policromada y es de tamaño natural; cuenta con una serie de mecanismos en los hombros y en el cuello que permiten un movimiento articulado. También presenta en el pecho una cavidad con un objeto pendular que simula un corazón, así como otros postizos: ojos de vidrio, lengua y paladar de madera, telas encoladas, dientes y costillas de hueso, así como una peluca, una corona de espinas y un cendal de tela.

La escultura representa a Cristo después del Descendimiento y la Crucifixión, pero puede fungir en esas escenas del mismo modo que en el Santo Entierro, gracias a sus articulaciones.[24] Fue restaurada en la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente en el año 2011, lo cual facilitó un análisis detallado enriquecido con los estudios practicados durante los trabajos de restauración,[25] como exámenes estratigráficos e imageneológicos, algunos efectuados para esta investigación.

Tomando en cuenta las tipologías mencionadas, el corazón del Santo Entierro sería un corazón cónico. Anque no es posible determinar la técnica de factura, gracias a una tomografía axial computarizada se pudo constatar que presenta una base de preparación, por su radiodensidad similar, lo que hace suponer que está tallado en madera y además policromado, pues no habría necesidad de aplicar una base si no se va a pintar.

En las radiografías que se le realizaron se ve que el corazón está perforado de lado a lado verticalmente, para insertar un doble alambre que termina en una especie de argolla, sujeto a otro alambre empotrado en la caja torácica. Lamentablemente, en ninguna de las imágenes de los diversos estudios se percibió la densidad del elemento que lo sujeta, el clavo o la alcayata.

Por lo que se pudo observar en los otros Cristos, así como en los estudios imagenológicos del Santo Entierro, se infiere que en el lateral derecho de la espalda baja se realizó un corte rectangular y su desbaste con formón, ahuecando para colocar el postizo. Una vez insertado el corazón, se selló la zona con un bloque de otra clase de madera, en la que se tallaron e injertaron huesos para simular el costillar; posteriormente se agregó base de preparación y policromía. En este caso, no se tiene ninguna abertura que haga alusión a la herida de la lanzada, pues el postizo fue colocado para permanecer oculto, lejos de la vista de todos.

El Santo Entierro presenta seis tiempos históricos que han determinado su ciclo de vida: uso, obsolescencia, resguardo / abandono, reconocimiento, restauración y restitución. Las transformaciones pudieron haber sido del tipo estético, funcional o por deterioro; por factores intrínsecos o extrínsecos, y según las costumbres de los tiempos. En cuanto al deterioro, estuvo y estará condicionado por el uso o desuso de la obra.[26]

El ciclo comienza con su manufactura y continúa con el reconocimiento que le dio la sociedad. Fue usado para evangelizar y catequizar participando en celebraciones donde experimentó desgaste, lo que provocó diversos deterioros e incluso modificaciones físicas.

A pesar del aprecio que se le tuvo, por distintas razones se abandonó el uso de la imagen, con lo cual dejó de cumplir con la función para la que fue creada.[27] Durante su resguardo, se produjeron en la obra una serie de transformaciones. Más tarde, de nuevo se le apreció, y a través de especialistas e instituciones se intervino para devolverle su valor, lo cual condujo a su estudio, investigación y restauración. Por último, antes de volver a Lagos de Moreno, se expuso en el Museo de Arte Sacro, de donde será devuelto a sus devotos del templo del Pirulito.

En mi estudio visité el templo del Pirulito y el Museo de Arte Sacro para conocer la interacción entre los devotos y espectadores con la imagen del Santo Entierro. Gracias a algunas entrevistas se pudo construir una historia oral aproximada del pasado reciente de la escultura; sin ellas no hubiese sido posible entender su empleo o la reacción de los fieles ante sus transformaciones.[28]

Aun con el limitado acceso que tienen a la imagen, sus devotos la reclaman y se identifican con ella, y si bien es importante que los visitantes del museo tengan la oportunidad de verla, no se debe olvidar su función primigenia: ser objeto de devoción, lo cual hace esencial que vuelva a su punto de partida.

 

***

 

Actualmente existe una cantidad considerable de exámenes científicos efectuados en imágenes cristológicas con postizos; sin embargo, el corazón no había sido abordado como tema principal.

Es posible proponer que en el marco de las celebraciones religiosas el corazón no tenía un uso evidente para los devotos, pues no siempre era visible, pero su presencia era importante por encarnar la humanidad de Jesús. Al tener un uso simbólico, funcionaba como complemento de la representación de Cristo: un rasgo de intenso realismo.

La imagen se hace con movilidad y otros detalles realistas para fungir como actor en una teatralización con el fin de impactar los sentidos de los devotos. Además posee un elemento oculto, que no se ve, que sólo conocen sus creadores o pocos más. La escultura está viva porque contiene un corazón, que es el órgano motor de la vida.

Todas las piezas de una escultura son colocadas con un fin, sin importar su materialidad, tamaño o localización, lo que no necesariamente se relaciona activamente con su empleo en las fiestas patronales o para que los espectadores las conozcan. Cada elemento o mecanismo complementa a la imagen, la hace única e influye en la manera en que puede interactuar con sus usuarios. En este caso, lo interesante del Santo Entierro del Pirulito no es sólo la presencia del corazón, sino la relación de sus elementos que se refleja en su uso y la interacción con sus fieles.



[1] Licenciada en restauración en bienes muebles, con estudios de curaduría e historia del arte, es autora del libro Cristos con Postizos de Corazón. Estudio de la escultura Santo Entierro del Templo del Pirulito, Lagos de Moreno, Lagos de Moreno, Ed. Casa de la Cultura, 2018. Este Boletín agradece su colaboración inédita, que resume esta obra.

[2] Perdigón, Judith Katia (1999). Lo que curan los Santos. Un estudio antropológico de los restauradores del Centro Churubusco y su relación con los objetos de culto. Tesis para optar por el grado de Maestría en Antropología Social. México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, inah. Consejo para la Cultura y las Artes. p.92.  

[3] Rocha Reyes, Juan Manuel y A. Vega Cardenas (1997). Iconografía y restauración. El estudio iconográfico en la restauración de los bienes culturales sacros. México. Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete. encrym, p.55.

[4] Rocha y Vega. Op. cit., p.99.  

[5] Fernández González, Ruth. (2010). Sistemas de articulación en Cristos del Descendimiento. Máster en Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Valencia. Universidad Politécnica de Valencia.

[6] Franco, María Ángela. (2002). “Crucifixus dolorosus. Cristo crucificado, el héroe trágico del cristianismo bajomedieval, en el marco de la iconografía pasional, de la liturgia, mística y devociones”. Quintana: revista de estudios do Departamento de Historia da Arte, p. 13.

[7] Vargaslugo, Elisa; E. I. Estrada y C. Maquívar (2000). Parábola novohispana. Cristo en el arte virreinal. México: Fomento Cultural Banamex.

[8] Mederos Henry, Francisco. (2011). Nuestro Señor de la Agonía. Informe de restauración. Guadalajara: Seminario Taller de Restauración de Escultura Policromada. Escuela de Conservación y Restauración de Occidente.

[9] Maquívar. Op. cit.

[10] Horcasitas, Fernando. (2004). Teatro náhuatl I. Épocas novohispana y moderna. México: Universidad Nacional Autónoma de México, p. 64.

[11] Avendaño, Ramón. (2015). Aproximación a las técnicas empleadas en la factura de cristos articulados novohispanos: el divino preso de San Pedro de la Cañada, Queretaro. Tesis para optar por el título de licenciado en restauración de bienes muebles. Guadalajara: Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, p. 59.

[12] Alarcón, Roberto y A. Alonso (1994). La tecnología de la obra de arte en la época colonial: pintura mural y de caballete, escultura y orfebrería. México: Universidad Iberoamericana.

[13] Manrique Tamayo, Silvia Noemí. (2006). Análisis formal de la escultura policromada novohispana. Tesis para optar por el título en Restauración de Bienes Muebles. México: Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete.

[14] Calzada, Hilda. (2011). La escultura articulada en el Distrito Federal: arte, ingenio y movimiento. Tesis para optar por el título de Maestra en Historia del Arte. México: Universidad Nacional Autónoma de México, p.15.

[15] Maquívar, María del Consuelo. (1999). El imaginero novohispano y su obra. Las esculturas de Tepotzotlán. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.

[16] Maquívar. Op, cit.

[17] Aladro, Angie & García, Alejandra Paola. (2003). Estampa vs. Estampa.Tesis para optar por el título en Licenciatura en Diseño Gráfico. Cholula: Universidad de las Américas Puebla, p. 201.

[18] Grández, Rufino María. (2011). Preciosa Sangre de Cristo. Obtenido de: Las hermosas palabras del Señor: http://hermosas-palabras.blogspot.mx/2011/07/68-preciosa-sangr4e-de-cristo.html

[19] González, Monserrat. (2017). Cristos con postizos de corazón. Estudio de la escultura El Santo Entierro del Templo del Pirulito, Lagos de Moreno, Jalisco. Tesis para optar por el título de licenciado en restauración de bienes muebles. Guadalajara: Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, p.65.

[20] González. Op, cit., p. 66

[21] Para complementar el tema se recomienda consultar la tesis de Monserrat González: Cristos con postizos de corazón. Estudio de la escultura el Santo Entierro del Templo del Pirulito, Lagos de Moreno, Jalisco (2017). Guadalajara. Escuela de Conservación y Restauración de Occidente.

[22] González. Op, cit., p. 76

[23] Ibid., p. 77.

[24] Avendaño, Ramón, C. Dávalos, I. Gómez y E. Orozco (2011). Informe de restauración del Santo Entierro. Guadalajara: Seminario Taller de Restauración de Escultura Policromada. Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, ecro.

[25] Debo mencionar que yo no participé en dicha restauración, pero pude retomar la información recopilada, con la debida autorización de sus autores.

[26] Insaurralde Caballero, Mirta Asunción (2010). “El oficio de conservar la memoria. Una reflexión acerca de la relación entre museos, patrimonio y restauración”. I Seminário de Investigação em Museologia dos Países de Língua Portuguesa e Espanhola I, 2009, vol 2 (págs. 348-358). Oporto: Faculdade de Letras, Universidade do Porto, p. 356.

[27] Insaurralde Caballero. Op. cit.

[28] Aceves, José. (1993). Historia Oral. México: Antologías Universitarias. Universidad Autónoma Metropolitana, p.120.



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