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Los cervantes de las Novelas ejemplares, con atención especial a El Licenciado Vidriera.

Fernando Carlos Vevia Romero1

 

En el marco del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, el centro cultural Casa ITESO-Clavigero de Guadalajara montó la exposición temporal Fragilidad y belleza, un diálogo con El licenciado Vidriera (octubre 2016 – marzo 2017), en cuyo acto inaugural, el jueves 27 de octubre del 2016, su autor dio a conocer el texto que sigue.

 

Opacada bajo la sombra gigantesca del Quijote, la historia de esta obra de Cervantes que lleva por título Novelas ejemplares, publicada en 1613, no es tan conocida, a pesar de los resultados conseguidos por las investigaciones de Jean Canavaggio2 y otros. Hay noticias de una colección de relatos de alrededor de 1604 en la que se encontraban ya Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño. Desde ese año hasta 1613 pudo haber varias versiones del propio Cervantes, o varias copias hechas de prisa y adaptadas por alguna mano desconocida.

            Precede a la edición de 1613 un prólogo de Cervantes dirigido al lector. En ese prólogo escribe las siguientes palabras:

 

Heles dado el nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar un ejemplo provechoso; y si no fuera por no alargar este sujeto, quizá te mostrara el sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas juntas, como de cada una de por sí.

 

La primera justificación de ese modo de proceder al escribir novelas la explica el mismo Cervantes al comparar la necesidad de leer este tipo de textos con la necesidad de que en las ciudades haya alamedas y fuentes, se allanen las cuestas y se cultiven jardines. Es decir: para relajar las tensiones del espíritu.

            Hay además en el prólogo una afirmación que también ha desatado largas controversias:

 

me doy a entender (y es así) que yo soy el primero que ha novelado en lengua castellana; que las muchas novelas que andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas.

 

            Por último, hemos de afrontar una tercera cuestión planteada por este prólogo:

 

Sólo esto quiero que consideres: que pues yo he tenido la osadía de dirigir estas novelas al gran conde de Lemos, algún misterio tienen escondido, que las levanta.

 

            Antes de comentar cada uno de estos tres temas por separado, es necesario hacer una vez más la advertencia (como en tantos otros temas de Literatura) de que las Novelas ejemplares han sufrido el asalto de todos los tipos de dogmatismo literario; es decir, que los investigadores y críticos y comentaristas hablan del tema según sus particulares procedimientos de análisis. Por ejemplo, algunos de esos críticos llaman a Cervantes “medieval”, cosa verdaderamente difícil de entender, a no ser que se refieran al hecho de que tiene sentimientos religiosos y confundan esa palabra con medieval. Después se pasó al “cuadro de costumbres”, con lo cual las Novelas ejemplares, los Entremeses y aun el Quijote eran grandiosos cuadros de costumbres.

            Durante gran parte del siglo xix y del siglo xx el supremo anhelo de los comentaristas fue contraponer Renacimiento y barroco; nada había más sublime que esas dos palabras, que permitían a los antagonistas celebrar combates violentos sobre el lugar que había que dar a cada escritor dentro de esa pareja de conceptos culturales. Acerca de este tema nuestra opinión es que en primer lugar hemos de tener en cuenta lo que el propio Cervantes pensaba de sí mismo; debemos aceptar las sugerencias que se hallan en la obra de Cervantes. En un poema que le dedica Fernando Bermúdez Carbajal leemos una comparación con el Laberinto de Creta, y el poeta le dice al lector que en estas novelas ejemplares encontrará más ingenio que en el famoso laberinto de la Antigüedad clásica:

 

viera en doce laberintos

mayor ingenio que en él.

 

Es decir que para este poeta lo más llamativo en la obra de Cervantes es el ingenio, la inteligencia con la que crea los complicados caminos que recorren sus personajes. La razón de estos laberintos la señala el mismo poeta en los versos finales:

 

Y si la Naturaleza

en la mucha variedad

enseña mayor beldad,

más artificio y belleza

celebre con más presteza

Cervantes raro y sutil,

aqueste florido abril

cuya variedad admira

la fama veloz que mira

en él variedades mil.

 

Así tenemos resumido el valor de la obra en su conjunto. Un trabajo de inteligencia, de invención, de novedad, motivado por aquel lema de la Antigüedad: varietas delectat.

            Otro de los poetas que saludan esta obra de Cervantes, Juan de Solís Mejía, explica también el secreto de que hablaba Cervantes en su prólogo:

 

¡Oh tú, que estas fábulas leíste!

si lo secreto dellas contemplaste,

verás que son de la verdad engaste,

que por tu gusto tal disfraz se viste.

 

Es decir: el secreto de Cervantes sería presentar casos verdaderos pero engastados como una joya, para gusto del lector.

            Resulta para algunos extraño el carácter religioso de Cervantes y acuden corriendo a la explicación del erasmismo –en último término, de la hipocresía– para explicar por ejemplo la muerte de Don Quijote. En mi caso pienso que no hay tal hipocresía, sino una cuestión de gusto, cuestión que resumía Cervantes al hablar de la Celestina:

 

libro a mi parecer divino,

si encubriera más lo humano.

 

Es decir que Cervantes estaba en el polo opuesto de la literatura carroñera, que encubre lo divino del hombre para mostrar sólo los peores aspectos de lo humano.

            Por otra parte, en las Novelas parece haber varios estilos que corresponderían al Cervantes de La Galatea, al de Don Quijote, al de los Entremeses, al poeta y quizás a alguno más. La idea fue ya expuesta por Sergio Fernández en su introducción a la edición Porrúa de las Novelas Ejemplares3 y merece ser acogida y ampliada.

            Al Cervantes de La Galatea lo vemos como un hombre que conoció en su juventud el renacimiento literario italiano desde un punto privilegiado, como fue dentro de la casa de un cardenal. No hemos de verlo tal vez como el descubrimiento de una moda agradable que atrajera al joven Cervantes, sino más bien el encuentro con algo que concordaba con sus más profundos deseos. Esa colección de jóvenes, ellos y ellas, en el campo, en un ambiente de paz, sin miserias ni pobrezas, viviendo sólo para el amor y para la poesía, es decir, el lenguaje tratado como gran señor habitante del espacio humano. He aquí uno de los constantes ejemplos que podrían aducirse, tomado del Libro III de La Galatea:

 

Acabado esto, toda la juventud del pueblo renovó las danzas, y los pastoriles instrumentos formaron una agradable música; pero viendo que ya el sol apresuraba su carrera hacia el ocaso, cesaron las concertadas voces y todos los que allí estaban determinaron de llevar a los desposados hasta su casa…

 

Y el amor por todas partes, siempre en el filo de la tragedia, pero salvado por la voluntad de un autor que vuelve ese tema como el centro de su vida. Lo pastoril –que podríamos resumir como juventud, belleza, amor, música, canciones y el aire libre– está en las Novelas ejemplares: La gitanilla, con cambio de escenario y un elemento de fondo propio suyo: la niña secuestrada en la cuna y recuperada por su familia. Llama la atención que el escritor otorga el perdón a los que tanto dolor había producido. Todo se resuelve en un ámbito que podríamos llamar “familiar”. Nos podemos preguntar: ¿es ése el misterio que anunciaba Cervantes que se encerraba en sus Novelas ejemplares? Sergio Fernández opinaba que las Novelas se oponen a otros libros de la época por evitar el tema del desengaño: “es una decisión pensada”, pero el desengaño no tiene razón de ser porque Cervantes “no permite que el engaño triunfe en sus novelas: el crimen, la enfermedad, la herejía, las formas vulgares de la vida, lo sucio, lo feo, los chismes, la mentira, el amor adúltero”.

            Cervantes, en las Novelas Ejemplares, “es el creador de un ambiente en donde será a un tiempo juez y protector”.4 La belleza, que es sinónimo de la virtud, va siempre acompañada de gestos apropiados, de buenas maneras, de metáforas o comparaciones luminosas. Un suelo acolchado, muelle, se labra en estas pequeñas obras, incluso en el cuartel de Monipodio, entre las clase bajas a las que pertenecen Rinconete y Cortadillo. “A los personajes se les impone la felicidad”, llega a decir Sergio Fernández.

            Pudiera ser, pensamos nosotros, que Cervantes, escribiera estas narraciones cortas con diferencia de años y experiencias y las tuviera como posible repertorio para incorporar al Quijote o a Los Trabajos, o a las otras obras que nunca pudo realizar. Porque ciertamente hay un cambio en sus Novelas a partir de El licenciado Vidriera.

            ¿Qué tipo de narración encontramos en esta novela? Dos jóvenes caballeros, estudiantes en Salamanca, se pasean a las orillas del río Tormes. Descubren a un muchacho como de once años. Se interesan por él, sus padres, sus fines al andar solo, y él sólo contesta que quiere hacer famoso a su pueblo y a sus padres mediante sus estudios. Parece insinuarse una continuación de la antigua discusión entre las Armas y las Letras. El muchacho prefiere las Letras. Al poco tiempo muestra su inteligencia, con grandes avances en los estudios, y al mismo tiempo sirve a sus amos con fidelidad, puntualidad y diligencia. Está con ellos ocho años. Estudiaba Leyes, pero lo que más le gustaba eran las Letras. Se hace famoso también por su memoria. Los amos terminan sus estudios y se vuelven a sus casas, pero Tomás prefiere volverse a Salamanca para seguir con los estudios.

            Ahora cambia bruscamente la orientación de la novela. Al salir de Málaga andando hacia Salamanca, Tomás topó con un gentilhombre a caballo, con dos criados. Hacen amistad. El nuevo amigo es capitán de infantería de Su Majestad. Le hace el elogio de la vida de las armas. Le describe las maravillas de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milán, la abundancia de la Lombardía. Pero no le dijo nada del frío de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, del hambre de los cercos… Pero supo encandilar a Tomás y aficionarlo a la vida del soldado, que tan cerca tiene la muerte.

            Don Diego de Valdivia logra encandilar a Tomás y lo invita a acompañarle al viaje a Italia. Cervantes aprovecha para comentar dolores profundos que tenía incrustados en su alma con respecto a ese momento del encuadramiento y organización de los ejércitos.

 

Allí notó Tomás la autoridad de los comisarios, la comodidad de algunos capitanes, la solicitud de los aposentadores, la industria y cuenta de los pagadores, las quejas de los pueblos, el rescate de las boletas, las insolencias de los bisoños, las pendencias de los huéspedes, el pedir bagajes más de los necesarios….

 

Por razones de ese tipo había ido el propio Cervantes a la cárcel, y Tomás Rodaja tomaba nota de todo lo que le parecía mal.

            Embarcan en cuatro galeras de Nápoles y Rodaja señala la extraña vida en aquellas casas marítimas. Experimenta dos tormentas. Desembarcan, conoce los grandes vinos italianos. Se despide del capitán y marcha a Roma, a Florencia. Aprovecha Cervantes para mostrar su amor por el paisaje, las ciudades y las costumbres de Italia.

            Viene ahora el segundo gran cambio. Regresa Rodaja a sus estudios en Salamanca, hasta graduarse en Leyes. Parece que terminó el discurso de las Armas y las Letras. Pero ahora aparece el destino como una fuerza ciega que destroza las vidas humanas:

 

Sucedió que en ese tiempo llegó a aquella ciudad una dama de todo rumbo y manejo. Acudieron luego a la añagaza y reclamo todos los pájaros del lugar… Dijéronle a Tomás que aquella dama decía que había estado en Italia y Flandes y por ver si la conocía fue a visitarla de cuya visita y vista quedó ella enamorada de Tomás…

 

Tres veces trata Cervantes en sus obras este caso de la mujer que se enamora de un joven y utiliza magia, hechizos, para dominar su voluntad. Así ocurre en este caso. Tomás come un membrillo hechizado, sufre ataques, se queda como seco durante los seis meses que estuvo en cama.

            Vemos pues el violento ziga zag de su vida: estudios, viaje a Italia, conocer vida del soldado, resto del viaje por Europa, regreso a los estudios, locura.

 

Quedó loco de la más extraña locura, que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginose el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación cuando alguno se llegaba a él, daba terrible voces pidiendo que no se le acercasen porque lo quebrarían. Permitía que le preguntasen cualquier cosa, pues al ser de vidrio el alma quedaba más a la vista y podía contestar con más libertad.

 

            A partir de este momento podríamos decir que comienza otra novela o que no era necesaria la primera parte. ¿Qué es ahora este escrito? ¿Es una especie de resumen medieval de sentencias populares? ¿Es una imitación lejana del Elogio de la locura de Erasmo?

            ¿Es una crítica de la vida en la Corte, donde el loco es escuchado y al sabio nadie le hace caso?

            Así parece indicarlo el final de la novela:

 

¡Oh Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes y acortas la de los virtuosos encogidos!¡Sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados y matas de hambre a los discretos vergonzosos!

Esto dijo y se fue a Flandes, donde la vida que había comenzado a eternizar por las Letras, la acabó de eternizar por las Armas, en compañía de su buen amigo el capitán Valdivia, dejando fama, en su muerte, de prudente y valentísimo soldado.

 

            Afirma Jean Cannavaggio que las Novelas ejemplares conocieron un éxito fulgurante: cuatro ediciones en diez meses. A lo largo del siglo xvii tuvieron 23 ediciones. Hubo seguidores entusiastas como Tirso de Molina, Castillo Solórzano, Salas Barbadillo y otros. Incluso Lope de Vega menciona en sus propias Novelas a Marcia Leonarda “que no faltó gracia y estilo a Miguel de Cervantes”. En Inglaterra el éxito fue también muy grande. En cuanto a Francia, fue un verdadero culto. Traducidas en 1615 por Rosset y d’Aundiguier, ocho ediciones en el siglo xvii: serán el libro de cabecera de todos los que presumían de practicar el español. Fueron preferidas por encima del Quijote, hasta llegar el siglo xviii, que cambió este aspecto.

            La valoración en el siglo xx se inclinó decididamente por el Quijote. A Ortega y Gasset se le escapó una valoración negativa. Escribió: “Cervantes llamó ejemplares a ciertas producciones menores suyas”. Entiende lo de Novelas ejemplares como “el triunfo a la heroica hipocresía ejercitada por los hombres superiores del siglo XVII”. No le importa afirmar que Galileo, después de instaurar la nueva física, “no encuentra inconveniente en desdecirse cuando la Iglesia romana le impone su áspera mano dogmática”; Descartes, después de descubrir el principio de su método, “corre a Loreto para agradecer a Nuestra Señora la ventura de tal descubrimiento”. Creo que entiende la palabra hipocresía en un modo exagerado e inexacto.

            Sigue reflexionando Ortega: “¡Cómo es posible introducir dentro de un mismo género El amante liberal, La española inglesa… y del otro lado, Rinconete o El celoso extremeño? Nosotros nos preguntamos otro tipo de cosas, hoy a más de cien años que escribiera eso Ortega. ¿Qué importancia tiene la clasificación? ¿Por qué tienen que ser todas iguales? ¿Por qué no pueden ser todas diferentes?

            Américo Castro, en su libro Hacia Cervantes,5 titula un apartado “La ejemplaridad de las novelas cervantinas”. Manifiesta algunas opiniones sugerentes acerca de la posibilidad de que Cervantes propusiera un escrito ejemplar. Escribe lo siguiente:

 

Según la clave que predominara en su ánimo labró figuras de “forajidos” (foraexiti), de vagantes por la libertad de los campos, de los sueltos y desligados de enlaces jurídicos y sociales (cabreros, caballeros andantes, gitanos, bandidos, galeotes, moriscos desterrados) o incluso de locos en discordancia con el sentido común de las gentes. [...] El Cervantes que prologa sus novelas tiene aún muy presente lo que había venido escribiendo y diciendo a lo largo de su vida. Las justificaciones y cautelas del prólogo de las novelas demuestran que sentía la necesidad de justificarse.

 

            El prólogo de las Novelas promete ejemplaridad y distracciones lícitas. Alude a sus calumniadores y recuerda con justo orgullo, primero, su gloria literaria: La Galatea, el Quijote, Viaje al Parnaso; luego su pasado heroico en Lepanto Tiene miedo de cómo le vaya a ir con el prólogo, pues tuvo problemas con el prólogo del Quijote.

            Americo Castro goza con la idea sugerida por el propio Cervantes: “yo me levantara a mí mismo dos docenas de testimonios, con que extendiera mi nombre y acreditara mi ingenio”. Un Cervantes inventado por Cervantes pudiera ser tan grande como el real y auténtico, exclama Américo Castro. Además, insiste en el prólogo en la conciencia de ser el primero en novelar. Cervantes es quien pone o quita la moralidad de sus novelas; ésa sería en el fondo la opinión manifestada por Américo Castro. Es decir, por los motivos que él mismo sabía.

            Por su parte, Joaquín Casalduero pone mucho énfasis en el orden con que fueron publicadas las Novelas ejemplares, pues eso fue cosa del mismo Cervantes. Cada una de las once novelas nos cuenta una historia de amor, subraya Casalduero, lo que da una perspectiva diferente a cada una. Resulta muy interesante en ese estudio de Casalduero la reflexión que hace sobre una paradoja de la vida española. Los tradicionalistas han rechazado toda manifestación noble y aristocráticamente española para regocijarse solamente en la literatura que presenta los aspectos negativos de la vida. La España de mendigos, ventas y pícaros, que existió y existe, no tuvo nada interesante. Lo que caracteriza la España del siglo xvii, afirma Casalduero, no es la existencia de un mundo de pícaros, sino el valor quijotesco que tienen los hombres de esa época. Todavía en El licenciado Vidriera se niega Cervantes a entregarse a la realidad: el licenciado deja las letras por las armas y con una verdadera experiencia vuelve a vivir.6

            Por su parte, Javier Blasco7 comenta el hecho “de que siempre, al afrontar la lectura de las novelas cervantinas, he tenido la impresión de que Cervantes llegó a la novela desde el teatro”, como ya han propuesto otros.

            Así pues, hay valoraciones muy distintas de las Novelas ejemplares por parte de los críticos modernos. Pero creo que sí podemos encontrar un fondo común a todos ellos. Les molesta el no poder catalogar satisfactoriamente las novelas de Cervantes. Les cuesta aceptar el aspecto creativo de la obra, aun en su título. En segundo lugar, les cuesta no poder afirmar rotundamente que sean novelas realistas. Para muchos el único mandamiento supremo de un buen novelista es el realismo. No consideran una novela de fantasía, o de ideas, o poética, o de reflexión cultural, como digna de la literatura.

            A favor de Cervantes podemos decir que crea en sus Novelas ejemplares una serie de personajes inolvidables: Preciosa, la gitanilla, Ricardo, Tomás Rodaja, Rinconete y Cortadillo, hasta dos perros: Cipión y Berganza. A Cervantes lo que le interesa son las vidas, no las doctrinas (Javier Blasco); no son relatos de tesis, ni ensayos teóricos sobre la virtud y el vicio. Eso es lo que desconcierta quizás en esta obra; son novelas cortas, pero crea personajes dignos de estar dentro del Quijote; cuenta sucesos, pero tenemos conciencia de que está diciendo algo más. Eso hace que sigamos fascinados por la interpretación de sus Novelas ejemplares.

 



1 Maestro Emérito de la Universidad de Guadalajara, doctor en Filosofía en la Universidad de Comillas, profesor, investigador, traductor en España, Francia, Alemania y México, ha publicado Curso de introducción a la Semiótica, Estudios sobre la obra de Cervantes, La sociedad mexicana en teatro de Rodolfo Usigli, Un aspecto de sexualidad en las novelas de Cervantes, El discurso político religioso en América Latina. El texto que sigue fue gentilmente cedido por su autor para ser publicado en las páginas de este Boletín.

2 Cervantes, Colección Austral, Madrid, Espasa, 2003.

3 México, 1990.

4 Op. cit., p. xi.

5 Madrid, Taurus, 1957.

6 Sentido y forma de las novelas ejemplares, Madrid, Gredos, 1969.

7 Cervantes, un hombre que escribe, Valladolid, Difácil, 2006.



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