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Don Pedro Loza y Pardavé, obispo de Sonora y arzobispo de Guadalajara, 1815-1898

+ Emeterio Valverde Téllez1

Nadie mejor para contextualizar la vida y la obra de fundador de este Boletín Eclesiástico que su hermano en el episcopado, bibliófilo absoluto y, caso único en la historia de la Iglesia en México, afanoso recopilador de las aportaciones literarias del clero en esta parte del mundo. Habiendo sido coetáneo a don Pedro, el suyo es un testimonio fresco y patente acerca de la impronta de alguien que habiendo nacido hace dos eras, dejó a la posteridad obras imperecederas2

1.    Datos biográficos

 

He aquí uno de los personajes más preclaros del Episcopado Mexicano, varón según el corazón de Dios por sus excelsas virtudes, apóstol infatigable que en visita pastoral recorrió el dilatado territorio de Sonora y Sinaloa, y muchas veces el de Jalisco, Colima y Aguascalientes; centinela vigilante para hacer que su Seminario y su clero se acercasen más y más al ideal del sacerdocio; celosísimo pastor de la grey espiritual para apacentarla en la verdad y en el bien, mediante la frecuente expedición de documentos pastorales, no menos que con la predicación y el ejemplo; propagador y bienhechor generoso de la instrucción del pueblo; padre providente y caritativo de los pobres; en suma: “inmortal es su memoria, y su gloria esplende delante de Dios y de los hombres”.

El Señor Loza, que andando el tiempo había de ser, como el santo de su nombre, apóstol y pescador de almas, nació en la ciudad de México el 18 de enero de 1815. Fue hijo de don Juan Evangelista Loza y de doña María del Carmen Pardavé. Contaba apenas nueve años de edad cuando tuvo la desgracia de perder a su padre. A los trece, terminada la instrucción primaria, se matriculó de alumno externo en el Seminario Conciliar. De 1828 a 1830 cursó humanidades; pasó a la facultad de filosofía, y desde el principio de los estudios llamó la atención por la lucidez de su inteligencia y por su memoria extraordinaria. Sobresalía entre sus condiscípulos en las clases obteniendo en los exámenes las más altas calificaciones, y, al fin, el grado de bachiller que la Universidad le otorgara en 16 de enero de 1833. En lo eclesiástico y en lo civil era entonces muy apreciada la jurisprudencia, a la que se dedicó nuestro joven acudiendo a la cátedra de derecho canónico regentada por el doctor don Lázaro de la Garza y Ballesteros, quien así tuvo ocasión de conocer las virtudes, el talento y demás prendas de su discípulo.

El señor De la Garza, en su consagración episcopal, efectuada el 8 de octubre de 1837, hizo que el joven Loza le asistiera de familiar; a los pocos días le administró la tonsura y las órdenes menores, y al partir para la diócesis de Sonora lo llevó consigo. El último día de ese año llegaron a Guadalajara y un mes después arribaron a Culiacán, que era la sede de la diócesis sonorense. Allí el prelado lo ordenó de subdiácono y de diácono y diole la unción sacerdotal el 19 de marzo de 1838; el nuevo presbítero celebró humilde y privadamente su primera misa en el oratorio de la casa episcopal.

Abriose el Seminario el 8 de octubre inmediato, en el que nuestro Loza tuvo los cargos de vicerrector y de maestro de latín hasta 1841; siguió con sus discípulos en el curso de artes, terminando en agosto de 1844. Por haber enfermado el rector, lo sustituyó en el puesto y en las cátedras de religión, teología y literatura. Ya era, por decirlo así, el brazo derecho del señor obispo, pero más cuando fue Secretario de la Mitra.

El Papa Pío ix trasladó al señor De la Garza al arzobispado de México en el consistorio de 30 de septiembre de 1850; en tal virtud, el nuevo metropolitano partió de Culiacán el 1° de enero de 1851, el 25 llegó a Zapopan, el 26 a Guadalajara; el 29 continuó el viaje y el 4 de febrero entró a la capital y se hospedó en el convento de San Fernando. El día 11 tomó posesión de su sede y el 13 le impuso en la Catedral el Sagrado Palio el señor obispo don Joaquín Fernández de Madrid y Canal.

Para la mitra de Sonora el señor De la Garza propuso al presbítero Loza al gobierno, y éste a su vez lo presentó a la Santa Sede en terna con los eclesiásticos don Pedro Espinosa y don Francisco de Paula Verea. Fue preferido el primero y preconizado en el Consistorio de 18 de marzo de 1852. Al saberlo, el humilde electo, con la debida licencia salió de Culiacán, y se dirigió a Puebla, donde se le agració con una capellanía en la catedral; mas el metropolitano hizo que se lo remitieran a México, lo persuadió de la necesidad de que obedeciera, que se preparara practicando los ejercicios espirituales, y al fin le confirió la consagración episcopal el 22 de agosto de 1852 en la iglesia de San Fernando, en la que quince años antes lo había ordenado de menores.

Detúvose aún en la capital templando su alma en el retiro y en la oración para ir a ejercer el ministerio. Al despedirse del señor De la Garza, hízole éste donación de los muebles que había dejado en el palacio, los que eran “unas desvencijadas sillas de tule, una mesa de madera corriente, una cama de tablas, y por colchón una zalea”. Parece éste un episodio de la vida de aquellos anacoretas y monjes de los tiempos heroicos del cristianismo. Se encaminó, pues, a su diócesis, de la que tomó posesión el 5 de diciembre del referido año, dedicándose en seguida a reorganizar el Seminario y a fundar escuelas, a visitar las parroquias, a predicar, a ejercer el ministerio, en una palabra, a salvar a las almas.

Por haber rehusado que se diera sepultura eclesiástica a un cabecilla que murió impenitente, fue desterrado el venerable obispo por capricho de un tal Rafael A. Corella, coronel de los que se improvisan en las revoluciones, apoyado en el código del machete y de la pistola. Esto sucedía en 1858. Detúvose en Horcasitas, cerca de Ures, para permanecer dentro de los límites de la diócesis, y empleó el tiempo en visitar los curatos de Sonora.

Regresó a su sede el 19 de enero de 1860; mas, temiendo ser objeto de vejaciones de parte de Plácido Vega, que era gobernador, quiso establecerse en Álamos; aprehendido, empero, se le condujo a Culiacán, de allí a Mazatlán y en seguida se le remitió al puerto de Acapulco, consignado al general don Juan Álvarez. Aunque este guerrillero suriano no lo trató mal, tampoco le dio libertad, por lo que el prelado pidió que se le dejara salir del país.

En diciembre de ese mismo año se embarcó para San Francisco de California, donde le recibió fraternalmente el obispo de la diócesis. No estuvo ni un día ocioso; pronto aprendió el inglés, y en esta lengua y en castellano predicaba y confesaba, y servía a los fieles con ejemplar abnegación. En esa época ordenó a los señores don Francisco Díaz Montes, don José María Armas y fray José María de Jesús Portugal, que después fueron obispos, y asistió al Sínodo Diocesano de California, en cuya ceremonia de clausura, efectuada el 13 de agosto de 1864, pronunció un elegante discurso latino.

Volvió a Mazatlán en junio de 1865; en octubre se embarcó para Guaymas y de allí se dirigió a Hermosillo. En enero de 1866, impelido por los acontecimientos políticos, regresó a Guaymas; embarcose el 12 de septiembre y en la travesía estuvo a punto de naufragar. Se detuvo unos días en Mazatlán y el 27 de ese mismo mes arribó a San Blas desde donde el 1° de octubre marchó hacia Tepic. El 3 de noviembre estaba en Guadalajara, de donde salió en febrero de 1867; el 27 de marzo siguiente llegó a Culiacán, y, “como decíamos ayer”, a continuación de tan penosa odisea, púsose a laborar sin descanso en la ímproba tarea de reconstruir la diócesis de la que había estado ausente durante siete largos años.

El augusto Pontífice Pío ix, en Consistorio de 22 de junio de 1868, lo trasladó al arzobispado de Guadalajara. El 21 de noviembre le llegaron las bulas y el 27 de diciembre despedíase de sus primeros amados diocesanos para ir a recibir la nueva y más pesada cruz que le imponía la obediencia. En todos los poblados del camino era recibido con indescriptible entusiasmo, pero a todos superó Guadalajara, donde efectuó su entrada el 10 de febrero de 1869. El 7 de marzo le impuso el Sagrado Palio en la Iglesia Metropolitana el señor obispo de León, doctor José María de Jesús Díez de Sollano y el 23 siguiente tomó la posesión canónica de la arquidiócesis.

Resuelto a participar en el Concilio Ecuménico Vaticano, partió de Guadalajara el 2 de agosto de ese año, acompañado del doctor don Germán de Ascensión Villalvazo y Rodríguez y de su familiar, el presbítero Eduardo Sánchez Camacho. De Colima pasó a Manzanillo; el 16 se embarcó para San Francisco California; fue luego a Nueva York y de allí a Roma, donde arribó el 20 de octubre; el inmediato día lo recibió Pío ix en audiencia.

Asistió a las sesiones del Concilio que se inauguraron el 8 de diciembre de 1869 y que fue interrumpido a causa de la ocupación de la Ciudad Eterna por las tropas invasoras. Suspendió el Santo Padre la asamblea mediante una Bula fechada el 20 de octubre de 1870.

En el viaje de regreso a la patria, vinieron con monseñor Loza don Ignacio Mateo Guerra y Alva, obispo de Zacatecas, y don Carlos María Colina y Rubio, obispo de Puebla; el 12 de diciembre desembarcaron en Veracruz. Pasando después por Puebla, México, León y Lagos, nuestro arzobispo llegó a Guadalajara el 20 de enero de 1871. El 16 de mayo comenzó la serie de visitas pastorales, pocas veces y por cortos intervalos interrumpida.

Permanecía en las parroquias, en las vicarías, en las haciendas todo el tiempo que creía necesario, hasta que quedaba satisfecho de haber remediado en lo posible las necesidades espirituales, de haber corregido los abusos, de haber provisto a la enseñanza de la niñez, de la que fue un apóstol durante toda la vida. No le arredraba la inclemencia de los climas o el rigor de las estaciones, ni la aspereza de los caminos, ni los trabajos de toda especie para recorrer aquella inmensa diócesis que aún no se desmembraba, pues el obispado de Colima se erigiría el 11 de diciembre de 1881, el de Tepic el 23 de junio de 1891 y el de Aguascalientes el 27 de agosto de 1899.

Las escuelas constituían una de sus más tenaces preocupaciones. Con insistencia las recomendaba en las cartas pastorales, en las circulares, en las alocuciones, en los autos de visita; y a él prácticamente se debió la fundación y el sostenimiento de muchas de ellas en muchas parroquias, especialmente en la ciudad de Guadalajara, donde nombró una Junta Directiva de las Escuelas presidida por el canónigo don Florencio Parga.

La educación de un clero virtuoso y culto fue otro de sus grandes ideales; al efecto reformó el reglamento de disciplina y el plan de estudios, y, para que los alumnos tuvieran aliciente en la carrera, en su estancia en Roma solicitó, y se le otorgó el 17 de septiembre de 1869, la facultad de establecer una Academia Pontificia en la que se concedieran grados académicos; ésta se inauguró el 2 de mayo de 1872 y cesó de funcionar en 1895.

Fue monseñor Loza un guadalupano fervorosísimo, demostrándolo en las preces que elevaba a la Santa Sede, en las cartas pastorales, en las circulares, y siempre sugiriendo o aprobando todo cuanto estimaba que redundar pudiera en culto y honra de nuestra nacional Patrona.

El 8 de marzo de 1876 ordenó la publicación del Boletín Eclesiástico, Órgano Oficial de la Sagrada Mitra de Guadalajara, en el que en distintas épocas han colaborado sabios y eruditos escritores eclesiásticos, bajo el nombre de Colección de Documentos Eclesiásticos, destinada a dar a conocer al clero las disposiciones de la Santa Sede y las de la Sagrada Mitra, y con el fin de uniformar la observancia de la disciplina eclesiástica en la arquidiócesis.

A la muerte de su Santidad Pío ix, acaecida el 7 de febrero de 1878, el 20 del mismo mes fue elegido para sucederle el Papa León xiii. Con tal motivo el señor Loza, después de felicitar al nuevo Pontífice, anunció a sus diocesanos así la pena por el fallecimiento del primero como el gozo por el advenimiento del segundo, cuya primera Encíclica publicó en una Carta Pastoral.

Sin duda debiose a monseñor Loza la erección de la diócesis de Colima, verificada, como hemos dicho, el 11 de diciembre de 1881, y la presentación y consagración de sus tres primeros obispos: don Francisco Melitón Vargas y Gutiérrez, don Francisco de Paula Díaz Montes y don Atenógenes Silva. Y no menos ha de haber procurado la creación del obispado de Tepic, decretada el 23 de junio de 1891, y confirió la unción episcopal al virtuoso doctor don Ignacio Díaz y Macedo.

El 19 de noviembre de 1884 consagró el Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos.

El 19 de marzo de 1888 se cumplió el jubileo áureo de su ordenación sacerdotal; para celebrarlo dignamente hubo espléndidas fiestas en Guadalajara y en toda la Arquidiócesis, no ciertamente promovidas por él, que era humildísimo, sino por el amor de su clero y de sus diocesanos, que no hacían más que corresponder de algún modo a las obras espirituales y materiales que por ellos había hecho, a los sacrificios de todo género que por ellos había arrostrado.

Sintiéndose escaso de la vista y del oído a causa de su ancianidad, escribió en 16 de marzo de 1893 al Santo Padre León xiii y al eminentísimo Cardenal Rampolla presentando la renuncia de la Mitra, y rogando que no se le nombrara un coadjutor para evitar divisiones. Insistió porque no se le daba respuesta. Entonces recibió una honrosa carta del Cardenal Secretario de Estado, que decía:

Ilustrísimo y reverendísimo señor: Me sorprende que no hayáis recibido contestación a las letras que, fechadas el 16 de marzo del corriente año, nos dirigisteis a Su Santidad y a mí, y lo siento en gran manera. Por tal motivo me es grato manifestaros, por medio de las presentes, que Su Santidad, considerando y atendiendo en el Señor lo que en dichas letras procurasteis exponerle, rehusó aceptar la renuncia que hicisteis de vuestra Sede Arzobispal. Porque como vea en vuestra arquidiócesis los negocios bien llevados y que V. S. ilustrísima, con laudable celo y con éxito feliz, atiende a la salvación de las almas a Vos encomendadas, Su Santidad os exhorta paternalmente a que permanezcáis con ánimo tranquilo en vuestro oficio arzobispal, confiando plenamente en el auxilio divino que os dará fuerza abundante para que en lo sucesivo continuéis, como hasta ahora, llenando cumplidamente el cargo que por dilatados años habéis venido desempeñando piadosamente y con aplauso de la Santa Sede. Como prenda de ese auxilio, con singular benevolencia os envía una Bendición Apostólica especial.

Roma, día 16 de septiembre de 1893

De V. S. Ilma. adictísimo

M. Card. Rampolla

Al Ilmo. y Rmo. Señor don Pedro Loza, Arzobispo de Guadalajara.

  

Sobreponiéndose a su ancianidad y a sus dolencias, el arzobispo emprendió el 26 de abril de 1895 por vez última la visita de algunas parroquias, pero en el mes de junio siguiente la interrumpió por ruegos de los sacerdotes y por prescripción médica.

Durante su pontificado ordenó quinientos treinta y seis sacerdotes, y en su Iglesia Metropolitana de Guadalajara confirió la consagración a nueve obispos:

·      El 26 de abril de 1874, a fray Ramón María de San José Moreno, de la Orden del Carmen, obispo in partibus de Eumenia, vicario apostólico de la Baja California, obispo de Chiapas y titular de Augustópolis.

·      El 29 de junio de 1880, al ilustrísimo doctor don Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas.

·      El mismo día 29 de junio de 1880, a fray Buenaventura del Purísimo Corazón de María Portillo y Tejeda, O. F. M., obispo in partibus de Tricalia, vicario apostólico de la Baja California, obispo de Chilapa y de Zacatecas.

·      El 27 de mayo de 1883, al doctor don Francisco Melitón Vargas y Gutiérrez, obispo de Colima y de Puebla.

·      El 29 de agosto de 1886, al ilustrísimo señor don Jacinto López y Romo, último obispo y primer arzobispo de Linares y tercer arzobispo de Guadalajara.

·      El 8 de diciembre de 1888, al ilustrísimo fray José María de Jesús Portugal y Serratos, O. F. M., obispo de Sinaloa, de Saltillo y de Aguascalientes.

·      El 25 de agosto de 1889, al ilustrísimo doctor don Francisco de Paula Díaz y Montes, obispo de Colima.

·      El 9 de octubre de 1892, al ilustrísimo doctor don Atenógenes Silva y Álvarez Tostado, obispo de Colima y arzobispo de Michoacán.

·      El 16 de abril de 1893, al ilustrísimo doctor don Ignacio Díaz y Macedo, obispo de Tepic.

El ilustrísimo señor Loza celebró en los últimos días de 1896 y primeros de 1897  el Primer Concilio Provincial Guadalajarense, al que asistieron los sufragáneos obispos de Colima, don Atenógenes Silva; de Tepic, don Ignacio Díaz Macedo; fray Teófilo García Sancho, procurador del obispo de Zacatecas, fray Buenaventura Portillo. Fueron enviados a Roma las Actas y Decretos, pero no se revisaron y aprobaron sino hasta el 23 de diciembre de 1905, porque en 1899 se celebró el Concilio Plenario de la América Latina.

Finalmente, el ilustrísimo y reverendísimo señor arzobispo Loza, el padre amoroso, el Pastor vigilante, el sabio Maestro, oyó la voz del cielo que le decía: “Siervo bueno y fiel, ven a participar del gozo de tu Señor” con la dulce confianza en la divina misericordia, pues se narra que decía: “Señor: yo te pago mis deudas con la Sangre de tu Hijo, y no te pido lo vuelto”. Con la apacible serenidad de los santos voló al abrazo, al ósculo de eterna felicidad, de aquel Dios cuya gloria siempre había procurado. Falleció el 15 de noviembre de 1898, a la avanzada edad de 83 años, 9 meses y 28 días, a los 47 años de episcopado.

El día siguiente de la muerte del prelado los médicos embalsamaron el cuerpo; el 19 celebráronse solemnísimas exequias en la Catedral, en las que el ilustrísimo doctor don Atenógenes Silva, entonces obispo de Colima, pronunció la Oración Fúnebre ante numerosa concurrencia de clero y fieles presidida por don Jacinto López, arzobispo de Linares, y por los señores Portillo, Portugal y Silva, obispos respectivamente de Zacatecas, Saltillo y Colima. Por la tarde de ese día se efectuó el sepelio en el cementerio de Santa Paula.

Pasados ocho años, el 11 de noviembre de 1906, fue exhumado el cadáver y llevado al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, donde permaneció hasta el día 14, cuando se le condujo a la Iglesia Metropolitana; allí se cantaron las vísperas de difuntos y el canónigo doctor don Manuel Alvarado y Sánchez Aldana dijo una elegante oración latina. El día 15, octavo aniversario del fallecimiento, efectuáronse los funerales, en los que el canónigo magistral doctor don Luis Silva pronunció la oración fúnebre. A las cuatro de la tarde fueron depositados los venerables restos en el severo mausoleo de estilo clásico erigido en la capilla de la Purísima de la misma Catedral.

2.    Bibliografía

Incompleto es el catálogo que don Alberto Santoscoy nos da de los escritos de monseñor Loza, pues se limita a muy pocas y muy sucintas indicaciones intercaladas acá y allá en la biografía. Nosotros poseemos las Cartas Pastorales, que en su lugar anotaremos.

-       Discurso acerca de la instrucción científica por el presbítero Pedro Loza, vice-rector fundador del Seminario (de Sonora en Culiacán), el primero que en él enseñó Gramática y Filosofía, y actual catedrático de Religión, Teología Moral y Liturgia. Pronunciado en la distribución de premios efectuada en agosto de 1844 e impreso en esos días.

-       Dos volúmenes de sermones cuaresmales. Parece que no fueron impresos. (A. S.)

-       Circular al Clero sobre derechos parroquiales. (A. S.)

-       Protestas contra las leyes vejatorias a la Iglesia. (A. S.)

-       Carta Pastoral de 27 de octubre de 1856, sobre la predicación. (A.S.)

-       Carta Pastoral de 1º de mayo de 1857, sobre la ilicitud del juramento de guardar la Constitución promulgada en febrero de ese año. (A. S.)

-       Circular sobre que no debía darse la absolución a los juramentados, a no ser que antes se retractasen. (A. S.)

-       Carta Pastoral expedida en Ures, a 15 de julio de 1859, con motivo de la apostasía de un clérigo, impresa en Tucson. (A. S.)

-       Polémica filosófico-literaria sostenida contra don Ignacio Ramírez (el Nigromante), que entonces estaba en Sinaloa. Los artículos del señor Loza se publicaron en un periódico de San Francisco bajo el seudónimo de Un mexicano.

-       Alocución latina pronunciada en el Sínodo Diocesano de California, clausurado el 13 de agosto de 1864. (A. S.)

-       Carta Pastoral publicada en Hermosillo el 24 de octubre de 1865, anunciando un Jubileo concedido por el Señor Pío ix. (A. S.)

 

Los documentos que siguen fueron expedidos en el Arzobispado de Guadalajara.

 

-       Circular fechada el 3 de abril de 1869, notificando al Clero la toma de posesión de  la Arquidiócesis, verificada el 3 de marzo anterior, ratificando las licencias y facultades y dando algunas disposiciones. (A. S.)

-       Carta Pastoral de 28 de julio de 1869, comunicando la noticia de su próximo viaje a Roma para asistir al Concilio Ecuménico Vaticano; dando al clero algunas advertencias sobre la predicación y el buen ejemplo, y exhortando a los fieles a guardar el debido respeto a los Sacerdotes. (A. S.)

-       Carta Pastoral de 31 de enero de 1871, promulgando las decisiones del Concilio Ecuménico Vaticano. (A.S.)

-       Carta Pastoral del Ilustrísimo y Reverendísimo señor doctor don Pedro Loza en que da a conocer la Encíclica de nuestro santísimo padre el señor Pío ix, que con motivo del vigésimo quinto año de su Pontificado expidió el día 4 de junio de 1871. Se lee en la Revista Eclesiástica de Puebla, segunda época, año i, 11 de noviembre de 1871. Teocaltiche, 28 de septiembre de 1871.

-       Carta Pastoral dirigida al clero y fieles de Colima mostrando gratitud por el solemne recibimiento que le habían hecho, firmada el 13 de abril de 1873. (A. S.)

-       Circular firmada en Guadalajara el 22 de septiembre de 1873 refutando un discurso apócrifo atribuido a monseñor Josip Juraj Strossmayer, obispo de Bosnia, que se decía que había sido pronunciado en el Concilio Vaticano. En 4º, 5 p.-B. V.

-       Circular firmada en Guadalajara el 4 de octubre de 1873. Daba a conocer, traducida, una alocución del Papa Pío ix, del 25 de julio del mismo año, condenando los nuevos atentados cometidos en Roma contra las comunidades religiosas y sus bienes. En 4º, 5 p.-B. V.

-       Carta Pastoral del Ilustrísimo Señor Arzobispo de Guadalajara sobre Peregrinaciones. Guadalajara, Tip. de N. Parga, C. del Santuario núm. 20.-1874.- Dada en la Visita Pastoral de la parroquia de Santa María de los Lagos el 24 de octubre de 1874. —-En 4º, 8 p.-B. V.

-       Carta Pastoral del Ilustrísimo Señor Arzobispo de Guadalajara, en la que publica la primera Encíclica de N. SS. Padre el Señor León xiii. Guadalajara, Imp. de N. Parga, calle del Seminario, núm. 26.-1878.- Dada en la Santa Visita de la parroquia de Zapopan el 4 de julio de 1878. En 4º 24 p.-B. V. Se lee también en la Colección de Documentos Eclesiásticos de Guadalajara números 14, 15 y 16 de 22 de julio, 8 y 22 de agosto de 1878.

-       Carta Pastoral del Arzobispo de Guadalajara, en la que publica la Indulgencia en forma de Jubileo concedida por nuestro Santísimo Padre el Señor León xiii. Guadalajara, Imp. de N. Parga. Calle del Seminario, núm. 26.-1879.-Dada en Guadalajara el 15 de mayo de 1879. Dada en Guadalajara el 15 de mayo de 1879. -En 4º, 19 p.-B. V.- Véase también Colección de Documentos, números 35, 36 y 37 de 8 y 22 de junio y de 8 de julio de 1879.

-       Edicto de 19 de noviembre de 1885 convocando a concursos para la provisión en propiedad de 48 parroquias. (A. S.)

-       Carta Pastoral de 29 de junio de 1886, sobre el Jubileo concedido por el Señor León xiii el 22 de diciembre del año anterior. (A. S.)

-       Carta Pastoral de 8 de abril de 1888, dando gracias al clero y a los fieles por el entusiasmo piadoso, general y espontáneo con que habían celebrado las Bodas de Oro Sacerdotales de Su Excelencia.

-       Carta Pastoral de 16 de agosto de 1888, relativa a la disposición pontificia de que el 30 de septiembre inmediato se hiciera una conmemoración especial por los fieles difuntos. (A. S.)

-       Edicto de 8 de noviembre de 1896, convocando el Concilio Provincial Guadalajarense. (A. S.)

-       Carta Pastoral del Ilustrísimo y Reverendísimo señor doctor don Pedro Loza, Arzobispo de Guadalajara, sobre los malos periódicos, Guadalajara, Ant. Tip. de N. Parga, D. Juan Manuel R. 1897. Dada en Guadalajara a 12 de enero de 1897. -En 4º, 13 p.-B.V.

-       Carta Pastoral del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo doctor don Pedro Loza en que excita a los sacerdotes y fieles al establecimiento del mayor número posible de Escuelas Católicas y Parroquiales, no menos que a la asidua explicación del Catecismo de la Doctrina Cristiana, Guadalajara, 24 de mayo, de 1898. En la Gaceta Eclesiástica Mexicana, t. ii., p. 51-56.

-       Carta Pastoral de 20 de noviembre de 1896, anunciando la celebración del Concilio Provincial.

 

En El Tiempo, periódico católico dirigido por el licenciado don Victoriano Agüeros, con ocasión de las Bodas de Oro Sacerdotales de monseñor Labastida, Arzobispo de México, celebradas el 8 de diciembre de 1889, se publicaron unas cortas biografías de los prelados mexicanos de aquella época, entre las cuales se lee la del ilustrísimo señor Loza, la que termina con los siguientes conceptos:

El señor arzobispo de Guadalajara es un hábil latinista, correcto escritor e inteligente matemático. Sus conocimientos filosóficos y sus dotes oratorias hacen de él un predicador de docta y conmovedora palabra. La vida del ilustrísimo señor Loza daría materia para un grueso volumen, y está íntimamente relacionada con la historia eclesiástica de las diócesis occidentales de México durante medio siglo. Es, como dijimos al principio, el más anciano de nuestros prelados, y sin duda alguna, de los más ameritados por sus hechos y sus virtudes.

3. Textos biográficos relativos a don Pedro Loza

-       In Memoriam. -Honras Fúnebres del Ilustrísimo y Reverendísimo señor don Pedro Loza y Pardavé, 29º Arzobispo de Guadalajara, fallecido el día 15 de noviembre de 1898. -La portada interior dice: Exequias. Oración Fúnebre. Biografía. -Exequias que por la muerte del Ilustrísimo y Reverendísimo señor Arzobispo don Pedro Loza y Pardavé; se celebraron en la Iglesia Catedral de Guadalajara. Oración Fúnebre que en ellas pronunció el ilustrísimo y reverendísimo señor doctor don Atenógenes Silva, obispo de Colima, y biografía del mismo Venerable Metropolitano. Guadalajara. Ancira Hno. A. Ochoa Imp. Alcalde núm. 13. -1898. -En folio 110 p. -B. V. -El autor de la biografía fue don Alberto Santoscoy.

-       Traslación de los venerables restos del Ilustrísimo y Reverendísimo señor Arzobispo don Pedro Loza y Pardavé del cementerio de Santa Paula a la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad, y Honras Fúnebres que con este motivo se celebraron en la mencionada Iglesia en los días 14 y 15 del presente mes, (Año octavo del fallecimiento del que fuera dignísimo arzobispo de esta Metrópoli). Imprenta y Encuadernación del Asilo Josefino de Jóvenes Obreros. Gorrión 11. Guadalajara, noviembre de 1906. -En folio, 88 p. -B. V.- Contiene:

·       Vespertina Oratio, pronunciada por el Prebendado doctor don Manuel Alvarado el día 14, después de las Vísperas.

·       Elogio fúnebre, predicado por el canónigo magistral doctor don Luis Silva, el día 15 después de la misa.

·       Elogio fúnebre, escrito por el señor deán don Florencio Parga, quien por haber enfermado no pudo predicarlo.

·       Los funerales del ilustrísimo y reverendísimo señor Loza, por el doctor Silverio García.

4.    Adiciones

-       Sermón que el ilustrísimo señor arzobispo predicó en el Santuario de Nuestra Señora María Santísima de Guadalupe de esta ciudad (Guadalajara), el día 12 del mes corriente (enero de 1877), Colección de Documentos Eclesiásticos de Guadalajara, números 22 y 23 de 22 de enero y 8 de febrero de 1877.

-       Sermón predicado en la iglesia de Santa Teresa de Guadalajara el día 1º de junio del presente año de 1877, en la función con que terminó el mes de María. Colección de Documentos Eclesiásticos, números 32 y 33 de 22 de junio y 8 de julio de 1877.

-       “Dedicatoria” de la obra intitulada Las Encíclicas de S. S. León xiii. -Álbum que el Ilustrísimo y Reverendísimo señor Arzobispo doctor don Pedro Loza, el venerable Cabildo Metropolitano y la ciudad de Guadalajara, metrópoli del Arzobispado del mismo nombre, en la República Mexicana, dedican a nuestro Santísimo Padre el señor León xiii, con motivo de su gloriosísimo Jubileo Sacerdotal. Guadalajara, enero 1º de 1888, Imprenta y Librería de Ancíra y Hno, 1888. En gran fol., 99 p.-B. V.

-       Acta et Decreta Concilii Provincialis Guadalaxarensis Primi Annis Domini mdcccxcvi et mdcccxcvii Guadalaxarae celebrati, Romae Typis Vaticanis mcmv.-En 4º, 351 p.-B. V.



1 Nació en Santa María de la Peña de Francia, hoy Villa del Carbón, estado de México en 1864. Presbítero del clero de esa arquidiócesis (1887), profesor en el Seminario Conciliar, párroco de Santa Fe, Tlalmanalco, Zinacantepec y San José; canónigo prebendado de México (1897), en 1905 conoció Roma y Palestina. Electo obispo de León (1909), fue miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia (1930). Dirigió a partir de 1920 la construcción del monumento a Cristo Rey en el cerro del Cubilete. Murió en 1948. Su producción bibliográfica es muy grande.

2 Tomado de Valverde Téllez, Emeterio, Bio-Bibliografía Eclesiástica Mexicana (1821-1943), t. ii, México, JUS, 1949, pp.47-57.



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