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Noticia oficial del nombramiento de monseñor Francisco Orozco y Jiménez como arzobispo de Guadalajara + Leopoldo Ruiz y Flores A punto de conmemorarse un siglo del arribo a Guadalajara e inicio de su singular gestión episcopal, se advierte ya en el primer documento oficial de su presencia en la Iglesia tapatía - un fragmento del Edicto cuaresmal del año de 1913-, suscrito por el arzobispo de Morelia, a la sazón Administrador Apostólico de Guadalajara, un anticipo de las azarosas vicisitudes que acompañarán el dilatado gobierno episcopal de monseñor Orozco y Jiménez[1] Nos el doctor don Leopoldo Ruiz, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, arzobispo de Michoacán y administrador apostólico de Guadalajara, al ilustrísimo señor deán y venerable Cabildo Metropolitano, al venerable clero secular y regular y a todos los fieles de la arquidiócesis de Guadalajara: Por el presente edicto venimos gustosos a cumplir con el deber de anunciaros que nuestro santísimo padre el señor Pío x, en el Consistorio del 2 de diciembre próximo pasado se dignó proveer la vacante arquidiócesis de Guadalajara, dándole por Pastor al ilustrísimo y reverendísimo señor don Francisco Orozco y Jiménez, obispo que era de Chiapas. Vuestro deber como católicos no consiste sólo en aceptar con obediencia al nuevo Prelado, sino también en recibirlo con la veneración y amor debidos al que Dios mismo os ha dado por padre de vuestras almas. Los impíos se han empeñado en denigrar al arzobispo electo de Guadalajara, continuando la detestable empresa de los que tan injustamente lo persiguieran en Chiapas; más para vosotros, los verdaderos hijos de la Iglesia debe ser una gloria el tener por prelado a quien tanto aborrecen los impíos, a quien ya sufrió tanto por Jesucristo y a quien la Santa Sede ocupada por el varón santo que todos admiramos, ha justificado de la manera más solemne al trasladarlo a la importantísima sede metropolitana de Jalisco, precisamente en los momentos de la más desapiadada persecución. Viene, pues, a vosotros el dignísimo obispo de Chiapas con la aureola del mártir, y espera encontrar en cada uno de los valientes católicos hijos de Jalisco un corazón netamente cristiano que sepa endulzar las pasadas amarguras. Las manifestaciones de obediencia y reverencia, y las pruebas de cristiana veneración y piadoso afecto que daréis al recibir a vuestro prelado serán la mejor respuesta que podéis dar a los que en momentos de quimérica ilusión creyeron poder apartaros de la Iglesia, sembrando en vuestros corazones pérfidas insinuaciones de desconfianza contra el vicario de Cristo, y de recelo contra vuestro nuevo prelado que no merece sino el aplauso de los buenos y la palma del que sabe cumplir con el deber. No olvidéis, amados hermanos, que el principal intento de la impiedad es dividiros para debilitaros; a vosotros toca repetir una vez más el admirable ejemplo de unión con que habéis llenado de júbilo a todos vuestros compatriotas. Los que en las luchas democráticas han sabido ser unidos y disciplinados, lo sabrán ser con mayor razón en la unión que Dios les pide con el Pastor de sus almas. Aquél que dijo hablando de sus discípulos “El que a vosotros recibe a mí me recibe”, sabrá premiaros cuanto hagáis por vuestro prelado. […] Este edicto se leerá en los templos de la Arquidiócesis en la forma acostumbrada, y se distribuirá entre los fieles para que llegue a conocimiento de todos. Dado en Morelia, el 1º de enero de 1913 + Leopoldo, arzobispo de Michoacán Administrador Apostólico de Guadalajara Por mandato de su señoría ilustrísima Francisco Banegas Secretario |