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Noticias, en su centenario, de la Semana Social Mexicana en Zacatecas, arquidiócesis de Guadalajara.

 

 

Francisco Barbosa Guzmán[1]

 

Aceptando la invitación de este Boletín a reseñar un suceso que hace un siglo dejó huella en la recta final de la primera generación del catolicismo social mexicano, el autor de este estudio, quien mejor puede hablar de este tema, sintetiza el suceso y su relieve en el ámbito local y regional

Uno

 

Con sobrada razón el presbítero Tomás de Híjar, director del Boletín Eclesiástico que el lector tiene en sus manos, se mostró interesado en rememorar el acontecimiento, llevado a cabo entre el 23 y 28 de septiembre de 1912. Actuando en consecuencia, nos extendió la invitación para escribir estas noticias. Si bien es cierto la reunión tuvo lugar en la sede episcopal zacatecana –sufragánea de Guadalajara- fue relevante la participación de la diócesis tapatía. El obispo anfitrión, el jalisciense Miguel M. de la Mora, formó parte de su presbiterio, y destacados semaneros, laicos y del clero, eran de la misma diócesis; a más de formar parte de una asociación con presencia en varios estados de la república, y que a la distancia los historiadores han colocado en la vanguardia de la nueva forma de relacionarse la Iglesia con la sociedad, los Operarios Guadalupanos (OO.GG). Quienes a mayor abundamiento, fueron los responsables de la Semana. Permítasenos comenzar dando alguna información general, en sus antecedentes y circunstancias, lo que nos parece necesario para una mejor intelección.

Los de la vanguardia que decíamos tenían establecido un canal de comunicación, que empleaban, esencialmente, para el estudio y difusión Pergamino horizontal: 1de la democracia cristiana, cuyo significado, nos adelantamos a aclarar, no nos debe remitir a una forma de gobierno, sino a acción benéfica para el pueblo;[2] con la finalidad, entre otras, de unir a la Iglesia con el pueblo. Para entonces -1912-  habían dado en este sentido pasos importantes: comenzaba a crecer el número de sociedades de ayuda mutua, tal y como lo había mandado el papa León xiii en su célebre encíclica Rerum novarum (15.5.1891) y, más aún, la asociación conseguida hasta entonces había ayudado en la obtención de los triunfos electorales que recién había obtenido el flamante Partido Católico Nacional (fundado el centro general y el regional de Jalisco en 1911). Incluso el partido podía gloriarse de haber promovido específicas leyes en la entidad mencionada, deducidas de su Programa; de acuerdo con el cual daríase solución a problemas sociales, económicos y políticos, utilizando los remedios que proporcionaba el catolicismo.

En otras palabras, ya estaban dando frutos las energías que invirtieran desde principios del siglo xx, en buena medida, precisamente, en congresos y semanas sociales. Estas reuniones eran del todo necesarias, habida cuenta del desconocimiento que se tenía de lo que llegó a denominarse catolicismo social que entrañaba cuestiones económicas como lo relativo a, para decirlo pronto, las condiciones de trabajo que se encontraban en la encíclica citada antes; pero que en conjunto, en su complejidad, tenían el propósito de mayor alcance, como era el de hacer volver a Dios a los ámbitos de donde el liberalismo lo había excluido; la economía, la política, el espacio público, reduciéndolo al de la conciencia.

Aunque pueden citarse textos de variadas fuentes para ilustrar lo dicho recién vamos a emplear las publicadas con motivo de la Semana en Zacatecas, que son, en esencia, las de quienes sostenían entonces posturas integristas; entre ellos, el grupo vanguardista a que antes nos hemos referido, los Operarios Guadalupanos. Así pues, la acción social católica consistía en una “serie de actos, cuyo fin es procurar que los principios católicos sirvan de base inconmovible a la sociedad, dándole así la necesaria solidez y buena disposición que le es indispensable para alcanzar su fin, esto es, el bien de todos y cada uno de los asociados”.[3]

 

Dos

 

La semana social de Zacatecas tuvo sus antecesoras, tratándose de congresos católicos, los celebrados en los años 1903, para comenzar; 1904, 1906 (celebrada en Guadalajara), y la postrera de Oaxaca en 1909. Por lo que se refiere a las semanas sociales propiamente dichas (dado que se celebraron otras reuniones por esos años), le tocó a la de Zacatecas ser la cuarta de la serie, que iniciara en la Ciudad de México en el año de 1910. Las susodichas reuniones eran momentos de encuentro, formación y acción; en Europa ya se les utilizaban desde antaño. En nuestro medio se les siguió utilizando hasta por los años veintes, unas de carácter parroquial, otras regionales en donde se desarrollaba un tema en particular; como cuando fue necesario enseñar en el medio católico qué era un sindicato moderno, cómo fundarlo y hacerlo funcionar en la confesionalidad. Más acá en semanas de estudio se instruyó acerca de la Acción Católica Mexicana.

Si se trataba de una jornada social, las conferencias y lecciones se pronunciaban en un día completo; si de semana social se trataba, la reunión se extendía por los días que la comprendía, precisamente. La cuarta semana social de México, en Zacatecas, tuvo  verificativo del 23 al 28 de septiembre de 1912. Al publicar el Boletín Eclesiástico de la diócesis de Zacatecas (1.10.1912) el programa a desarrollar, hacía la siguiente definición: “la SEMANA SOCIAL es una UNIVERSIDAD AMBULANTE de sociología teórica práctica. Independiente de todo antagonismo social, reúne a cuantos desean acomodar su conducta social a las normas de la justicia y de la fraternidad cristiana, para escuchar la voz autorizada de maestros doctos y experimentados en materias sociales”.[4] Como tenía que suceder, la naturaleza de la empresa llevó a los católicos a interesarse por las cuestiones sociales, estudiar las “deficiencias” de la sociedad y elaborar una específica batería de soluciones; así como los alentó, dadas las condiciones favorables –efectividad del sufragio en el maderismo-, a la participación política. Cabe decir también que en las reuniones de  que hemos hecho mérito, es frecuente encontrar –si no es que la constante- que se pronunciaran discursos y lecciones tanto sobre materia religiosa como sociológica.

Vale decir que el obispo de Zacatecas, Miguel M. de la Mora, entonces formando parte del presbiterio de Guadalajara, canónigo magistral para mayores datos, propuso el estudio de la sociología en los seminarios, a efecto, claro está, de que los futuros sacerdotes adquirieran la preparación que ahora se precisaba; y lo hizo en una de las semanas sociales, en la segunda en la ciudad de México en octubre de 1910. Allí insistió en lo consecuente que eso era con las directrices papales, los estudios sociales en los seminarios, “por ser un medio de ilustrar más y encauzar mejor el celo sacerdotal en el nuevo campo que se ha creado en la democracia cristiana”.[5]

Fueron los organizadores directos de la cuarta semana los Operarios Guadalupanos. Nacieron en 1909 con el nombre de Círculo de Estudios Católicos Sociales de Santa María de Guadalupe; fue su voluntad ser siempre un pequeño cuanto selecto grupo de clérigos y seglares (152 en 1910), repartidos por diferentes poblaciones de la república. En varias de la diócesis de Guadalajara existían de esos grupos, en la sede episcopal, por ejemplo, encontramos, entre otros, a los sacerdotes Librado Tovar, Antonio Correa, Vicente M. Camacho, y desde luego, a Miguel M. de la Mora; los párrocos Silviano Carrillo en Ciudad Guzmán y Narciso Elizondo en San Julián. Entre los seglares a Miguel Palomar y Vizcarra, Félix Araiza, Alfredo Morfín Silva, Luis Ugarte, Nicolás Leaño. El señor De la Mora trabajó por el establecimiento del centro de Guadalajara, contando con la aquiescencia de su prelado el señor José de Jesús Ortiz,[6] cuyas juntas se celebraban en el Seminario, presidiéndolas él, hasta su promoción como obispo de Zacatecas.[7] Cuando ocurre esto último formaba parte del centro general de los OOGG.[8]

 

 

 

 

 

 

Tres

 

Con los antecedentes dichos, no es de extrañar entonces, que tan pronto tomara posesión (el 19 de mayo de 1911),[9] procurara en su diócesis el señor De la Mora el establecimiento de los Operarios Guadalupanos; y prontamente se ocupara de la realización de la semana social. Al efecto, se dio a conocer en la tercera reunión de los OO.GG (12. 1911)  que la cuarta semana se verificaría en Zacatecas, “por especialísima invitación” que el obispo De la Mora les hacía.[10] Así se dio a conocer a los consocios en circular de 25 de agosto de 1912, haciendo la advertencia: “si la revolución no lo impedía”. La circular se expidió desde Guadalajara, porque en esta ciudad radicaba la directiva de los Operarios, a donde había sido trasladada de Tortugas-Temascalillos, Hgo., que resultara electa en la mencionada tercera reunión, su presidente Félix Araiza, su secretario, Indalecio A. Dávila.[11]

Para entonces, los de la diócesis de Guadalajara contaban con una especial consideración que les dispensaba el presidente nacional de la acción social, el arzobispo de México, José Mora del Río.

Para esas fechas, recordaremos, en el país no acababa de consolidarse la paz, de allí la cierta prevención de los organizadores de la semana. A principios de 1912 el Partido Católico Nacional, Centro de Jalisco, había dado una demostración de fuerza que le fue reconocida por el Centro General del partido; estaban en sus manos la totalidad de curules del Congreso del estado, lo que hacía presuponer el advenimiento de nuevos triunfos en diferentes niveles de gobierno. Pero, por otra parte, la situación del país no acababa de apaciguarse. No obstante el triunfo indiscutible de Francisco I. Madero en las elecciones presidenciales -con la cooperación del PCN- pronto se vio precisado a combatir levantamientos armados -encabezados por Vázquez Gómez, Pascual Orozco- por ejemplo, que lo mismo alteraban la paz en Jalisco, Zacatecas y  en otras entidades.

De regreso a la Semana, diremos que el público -los semaneros-, habría de estar integrado, para comenzar por clérigos y seglares, aun cuando no fueran Operarios. Para el caso presente -Zacatecas- la indicación de la directiva fue que los  asociados repartieran las invitaciones “con eficacia y prudencia” a fin de que concurriera “el mayor número de personas cultas y amantes del bien social que sea posible”.[12] La asistencia, se dice en una crónica, fue en aumento con el transcurrir de los días, al punto de llegar a ser insuficiente el salón de actos del Instituto Científico de  Señor San José, donde precisamente se desarrollaban los trabajos.[13]

Hubo gran concurrencia de sacerdotes, entre ellos varios prelados, quienes se habían constituido en protectores de los OO.GG, y ya despuntaban entre los convencidos de la opción del catolicismo social; estuvieron presentes los arzobispos de Durango y Puebla, Francisco Mendoza y Ramón Ibarra, respectivamente; y los obispos de León, Emeterio Valverde, de Tepic, Andrés Segura, y el anfitrión, Miguel M. de la Mora, todos los cuales ocuparon la presidencia honoraria en las sesiones.

Según es habitual en las reuniones de católicos, las sesiones iniciaban invocando el auxilio divino, y no faltaron funciones propiamente religiosas a las que habría de asistir la concurrencia. Del mismo modo, solicitaron la bendición papal -que desde luego les fue mandada- , tanto como la del delegado apostólico en México. Presentaron sus respetos al arzobispo de México, presidente de la acción social católica. Los expositores era gente ilustrada en derecho y sociología, o en las cuestiones técnicas que de pronto se incluían, pero sin duda de las confianzas de los prelados, quienes conocían de la ortodoxia de sus ideas religiosas, y ahora, podemos agregar, de las sociales, deducidas de los documentos papales.

Varios de los participantes en Zacatecas eran para entonces gente conocida y reconocida por haber sido conferencistas en otras reuniones, contándose entre ellos, cosa de los tiempos, a diputados por el Partido Católico Nacional.[14] Por ejemplo eran diputados locales en Jalisco, Miguel Palomar y Vizcarra e Indalecio A. Dávila, quienes no asistieron, pero mandaron sus conferencias. En cambio sí hizo acto de presencia el presidente de los OO.GG Félix Araiza, jalisciense quien dictó dos, era entonces diputado suplente en la misma Legislatura. Aniceto Lomelí diputado en la Legislatura de Aguascalientes, y otros destacados miembros del PCN de este ultimo estado, como Carlos Salas López; y de Zacatecas, Francisco Llamas Noriega, y quien sería pronto gobernador de este estado por el dicho partido, Rafael Ceniceros y Villarreal.[15]

Se leyó un trabajo del sacerdote jesuita Bernardo Bergoend, muy vinculado a la gente del PCN y quien pronto fundará la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (la ACJM). También dictó una conferencia el párroco de Ciudad Guzmán, Silviano Carrillo, entusiasta fundador de sociedades de ayuda mutua (respondiendo de modo práctico a las indicaciones de la Rerum novarum) y del partido político mencionado recién.[16] Dos, Amado López, ordenado sacerdote en el Seminario de Guadalajara, entonces rector del Colegio Católico de Colotlán, Jalisco. Otros clérigos (Benito Márquez, Benjamín Rodarte) formaban parte de la diócesis de Zacatecas y algunos otros seglares de allí mismo. Finalmente, el presbítero Librado Tovar, entonces párroco de Tecolotlán, Jalisco, hizo la síntesis de los trabajos.[17]

Sin el ánimo de hacer ni siquiera una síntesis de las ideas expuestas, que el espacio disponible no nos lo permite; no queremos, sin embargo, dejar de referirnos a algunas de ellas.[18]

Si atendemos a los temas, veremos que nos remiten sobre todo al agro (al cultivo, condiciones de trabajo y del crédito, distribución de la propiedad), a diferentes aspectos relativos a los fundamentos doctrinales de la solución católica a la problemática socioeconómica, y concomitantemente, a desechar otras, tenidas por disolventes, básicamente el socialismo; en el caso presente, aplicándolo lo mismo a la cuestión agraria. Un par de ponencias nos hablan de aspectos locales, la minería. Es notorio el interés por involucrar al elemento sacerdotal en la restauración social. Uno de los asuntos que abordó el padre Amado López (“La acción social del sacerdote”) le fue sugerida -lo dice él mismo- para aprovechar la presencia de los clérigos, casi todos los adscritos a la diócesis, según la crónica, Lo más probable es que la sugerencia partiera del obispo M. de la Mora. Se observa la ausencia total de temas netamente religiosos (presentes en otras semanas y congresos católicos), como el predominio del análisis de la realidad mexicana y la exposición de algunas propuestas concretas de solución.

Cuando tratan de la situación del trabajador del campo, peones y medieros en haciendas, y en tanto pequeños propietarios, los análisis son bastante críticos. Los señalamientos que hace el padre Carrillo son un buen ejemplo de ello, cuando expone los abusos e injusticias que se cometían mediante la usura; fuera mediante los negocios que celebraban los terratenientes cuando prestaban dinero o mediante la habilitación a medieros y mozos, pactando con ellos, que al cosechar, entregaran el pago del doble y hasta el triple, sin considerar el valor justo de las semillas; o con las tiendas de raya, “cuando en ellas se obliga a los pobres mozos a compra a precios fabulosos” (p. 110). No contentándose con la teoría, nos dice, propone un remedio, que por cierto conoce bien, y que es el del mutualismo cristiano (pp. 111-112). En la ocasión presente otros fueron los asuntos que correspondieron al padre Amado López pero conocemos algún texto de su autoría donde se expresó en parecidos términos.[19]

En realidad, como dijimos, varias de las exposiciones se encuentran vinculadas. Dávila dio cuenta del proceso histórico de la desvinculación de los bienes comunales indígenas y la forma como a la postre las perdieron, dando origen a la gran propiedad particular. Entre las propuestas que hizo para solventar ese estado de cosas, se encuentra el reparto entre los indígenas de tierras en propiedad común, adjudicándolas individualmente a cada cabeza de familia, “con la obligación de cultivarlas y con la prohibición de enajenarlas o gravarla”, como una forma, se entiende, de conservar a la pequeña propiedad a salvo de una nueva concentración territorial. Recomendaba la formación de colonias agrícolas de indios, previendo concesiones legales, combinándolas con el Bien de Familia (pp.104-105). Esta institución también estaba encaminada a la protección de la pequeña propiedad (declarado un Bien dentro de él, se volvía inembargable, inalienable e indivisible).

Los oyentes pudieron entender a cabalidad de qué se trataba el Bien de Familia (que en la Constitución de 1917 se le da el nombre de patrimonio de familia), porque se leyó  la iniciativa de ley que Palomar y Vizcarra presentó a la legislatura de Jalisco tendente a su establecimiento en el estado; y que por cierto obtuvo el carácter de ley a principios de 1913. Todo lo anterior se encuentra emparentado con la idea que los católico-sociales sostuvieron por años  respecto al modo de fraccionar la gran propiedad, y que en la semana social de Zacatecas hizo acto de presencia en varios discursos o lecciones. Nos referimos al convencimiento que tenían del seguro fracaso del reparto de tierras sin cubrir los dotados su precio y del método revolucionario.

En palabras de Dávila: “Cuando las tierras se dan a los hombres que no las han adquirido por su trabajo o industria, sino por una concesión gratuita de la ley, jamás saben apreciarlas ni sacar de ellas el partido que aquellos cuyos hábitos de laboriosidad les han proporcionado lo necesario para comprarlas” (pp. 100-101). Mucho más explícito es Aniceto Lomelí por apuntar su tema directo al asunto, y como es natural, coincide con otros oradores de la semana. El reparto de tierras debía hacerse con cordura, mediante el esfuerzo del beneficiado, crear el Bien de Familia; así se contribuirá a resolver la cuestión, “pero tal como nos lo ofrece la revolución, no trae a la clase agrícola la paz social fundada en la justicia y la caridad” (p.118). Palomar y Vizcarra expuso ideas similares, poniendo el procedimiento evolutivo por encima del revolucionario (p. 138).

Se encontraban pues los católicos sociales interviniendo en uno de los debates fundamentales entonces para la república, el de la cuestión agraria; la que se prolongaría por varios decenios, en compañía de otro tipo de problemáticas, como la obrera, sobre la cual también dijeron su palabra. Llamas Noriega hizo la advertencia de que la revolución política recién acaecida –la maderista- estaba ofreciendo “impúdicamente un fraccionamiento de tierras” que tenía que ser utópico; y todavía más, dijo con buen ojo, que esa revolución no aspiraba sólo a la ruina de la dictadura, sino que a su sombra se incubaba la revolución social, no de corta duración como lo fue la política, sino una revolución permanente (pp. 318-319).

La cuestión obrera, si bien en menor medida, fue tratada, trayendo a colación, no podía ser de otra manera, la encíclica que trata de esa materia, la Rerum novarum; muy en particular, en aquellas expresiones que muestran el inicio de la organización católica, es decir, las sociedades de obreros. Hay que multiplicarlas, afirmaba el padre Amado López, de modo que queden establecidas en el mayor número de pueblos. Las recomendaba como un antídoto al socialismo que veía en las puertas de la república (p. 247), representado por quienes hacían ofertas de mejoras a la clase obrera, a su juicio, sin el ánimo sincero de cumplirlas (p. 248). Tratándose de mutualistas, con base en la fraternidad cristiana, claro está, no era nada desdeñable la propuesta, cuando la gente que vivía de su trabajo carecía de lo que hoy conocemos como seguridad social. Los señalamientos de las condiciones de trabajo del minero zacatecanos son muy ilustrativos, los salarios que no compensaban el esfuerzo, el cobro que se les hacía para gastos de hospital, condujeron al autor a proponer que esos gastos los hiciera la negociación.[20] Expresaba la idea contenida en la iniciativa de ley que la diputación de Aguascalientes por el Partido Católico Nacional, en mayo de 1913 entregó a la Cámara federal; uno de los cuales diputados, Eduardo J. Correa, probablemente se encontraba entre los semaneros.[21]

Así pues la amenaza del socialismo se veía en los dos campos capitales de la sociedad, el agrario y el laboral; la que estará presente por varios años por delante, en la preocupación de los católicos, en un ambiente mucho más complejo. En la Semana de Zacatecas ya se expuso una de las razones por las cuales sostendrán el rechazo al socialismo, dicha de una manera sucinta: ataca las bases de la sociedad. Llamas Noriega lo dijo: los fundamentos sobre los cuales descansa la sociedad son tres: la religión, la familia y la propiedad, y él veía asediadas dos, la propiedad y la familia (p. 312). Con el transcurso de los años, en los veintes para ser precisos, verán amenazados los tres.

 

Último

 

La reunión acabó, quedando en el convencimiento de la particular utilidad de esta clase de reuniones, al grado de ver por su sistematización y extensión a toda la república. Al efecto, los prelados asistentes pidieron al arzobispo de México, José Mora del Río, propusiera a los demás miembros del Episcopado su celebración anual en cada una de las provincias eclesiásticas, procurando que asistiera el mayor número de sacerdotes. Tendiendo a la uniformidad, sugirieron que los temas de la semana fueran los mismos en todas las provincias, agregando, acaso, algunos pocos de importancia local. La elección de la temática (a excepción de los puntos de interés local) la haría un por crearse comité de las semanas sociales, de acuerdo con el arzobispo de México, quien asumía así su carácter de presidente nacional de la acción católica. El dicho comité habría de integrarlo la directiva en turno del Círculo de Estudios Sociales de Santa María de Guadalupe, es decir, los Operarios Guadalupanos, siempre bajo la dirección del arzobispo de México.[22]

Esta forma de difundir conocimientos sociales, dijimos parágrafos arriba, seguirá siendo utilizada; por lo pronto, con una circunscripción diocesana, probablemente la uniformidad buscada para la Iglesia en México no se intentaría sino hasta con la fundación del Secretariado Social Mexicano (1920). Por otra parte, ya no hubo tiempo para seguir con los planes por lo pronto, a causa de los trágicos acontecimientos nacionales –asesinato de Madero y Pino Suárez, el golpe de Estado encabezado por Victoriano Huerta; la revolución constitucionalista y su contenido anticlerical. Una de las consecuencias fue la desaparición de los Operarios Guadalupanos, eventuales responsables de la continuidad de las semanas. Pero siguieron vivos y activos en otras formas de organización clérigo-seglar, tan pronto como fue posible.

Nos parece que nos hemos extendido ya demasiado y debemos concluir este ensayo. Qué mejor que traer aquí las palabras que pronunció el obispo anfitrión, Miguel M. de la Mora, el 28 de septiembre de 1912, en son de despedida. Dijo: “Mucho tiempo hacía que soñaba en esta Semana Católico-Social,” luego, felicitando a los semaneros, les llamó “aguerridos campeones de las batallas católico-sociales”, quienes habían concurrido a Zacatecas para edificarlos e ilustrarlos. Él, pensando en sus diocesanos, que conformaban en su opinión una sociedad culta y profundamente cristiana, trabajó para que allí se celebrara la semana; al cabo pudo decir: “y estoy contento, bendito sea Dios”.[23]

 

 

 



[1] Doctor en historia, investigador del Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara, miembro del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara.

[2] Así explicada en la encíclica Graves de communi, León XIII, 18.1.1901. Boletín Eclesiástico de Guadalajara, 22.4.1901.

[3] Así entrecomillado lo publica, sin citar la fuente, el Boletín Eclesiástico de la diócesis de Zacatecas, 1.10. 1912.

[4] Más sucinta, y no menos clara, es esta otra definición: “Una Semana Católico-Social tiene por fin único que oyentes y conferencistas queden instruidos en la solución que da la doctrina católica a los problemas sociales”. “El salario. Extracto de las conferencias dadas por el Sr. Dr. D. J Refugio Galindo, OG, en algunas de las sesiones de la Segunda Semana Católico-Social, verificada en México en octubre de 1910”. Restauración Social, Guadalajara, Jal., 15.12.1910.

[5] “El estudio de sociología en los Seminarios”, por el canónigo magistral Miguel M. de la Mora, Operario Guadalupano, en la Semana Segunda Católico-Social Mexicana, el 22 de octubre de 1910. Restauración Social, Guadalajara, Jal., 15.4.1911. Para mayor abundamiento remitimos al lector al libro siguiente: Francisco Barbosa Guzmán (Estudio introductorio), Católicos prácticos con sentido social. Las cuestiones agraria y obrera en la Arquidiócesis de Guadalajara, 1903-1912, Guadalajara, Jal., Ediciones del Arzobispado de Guadalajara, 2008.

[6] Carta del arzobispo José de Jesús Ortiz, Guadalajara, 17 de octubre de 1911, a J. Refugio Galindo, presidente de los Operarios Guadalupanos, en Tortugas-Temascalillos, Hgo. refiriendo que con su beneplácito se habían establecido los Operarios Guadalupanos, los cuales se encontraban “en pleno florecimiento”. Archivo del arzobispado de Guadalajara. Sección: gobierno; serie: secretaría general. Correspondencia. Libros copiadores. Libro copiador 47, f. 324, caja 11.

[7] Daniel R. Loweree, Breve biografía del Excmo y Rvmo. Sr. Dr. D. Miguel M. de la Mora. Obispo que fue de Zacatecas y San Luis Potosí, Guadalajara, Jal., s.ed, 1961, pp.5-7. El autor, presbítero, perteneció lo mismo a los Operarios Guadalupanos.

[8] Era el primer consejero del Centro General. El boletín que circulaba entre los Operarios dio cuenta de la elevación del señor De la Mora al obispado de Zacatecas, pidiendo para él un largo y feliz pontificado, y que fuera “provechosísimo para la democracia cristiana a mayor gloria de Dios”. Expedida en Tortugas-Temascalillos, Hgo., el primero de abril de 1911.

[9] Pío x lo nombró obispo cuando era canónigo magistral de la metropolitana de Guadalajara. Carta del delegado apostólico Ridolfi, al vicario capitular de Zacatecas, de 18 de febrero de 1911.Archivo del obispado de Zacatecas. Sección: Gobierno, serie: obispos; subserie: correspondencia, caja 9.

[10] Actas de la tercera reunión de los Operarios Guadalupanos, Guadalupe Hidalgo, D.F., del 13 al 18 de diciembre de 1911. La invitación la hizo a nombre del obispo, el doctor Manuel Ocampo. En esa vez fue electa la directiva que provocó su traslado a Guadalajara. Archivo de Carlos A. Salas López. Recopilación de cartas, 16/29.

[11] Circular, Guadalajara, Jal., 25 de agosto de 1912, suscrita por el presidente y secretario.

[12] La circular de 25 de agosto de 1912 citada antes.

[13] Buena parte de la información de la semana está tomada del Boletín de “El Ilustrador Católico” el que publicó una crónica diaria de las sesiones de la Semana; concluida ésta, el Boletín desapareció. En El Demócrata se informó que el salón donde se celebraron las sesiones estuvo lleno “de bote en bote”; que asistió gente de todas las clases sociales y hasta varios varones que no pertenecían a su “confesión”. 28.9.1912.

[14] El órgano de Partido Católico Nacional de Zacatecas publicó el programa de la Semana. El Demócrata, Zacatecas, 21.9.1912.

[15] El Congreso local lo declaró gobernador constitucional en sesión de 24 de marzo de 1913. El Demócrata, órgano del Partido Católico Nacional de Zacatecas, 29.3.1913. Tomó posesión el primero de abril de 1913. José Bravo Ugarte, Historia de México, tomo tercero, México, Jus, Revista de Derecho y Ciencias Sociales, 1944, p. 436.

[16] En El Luchador Católico de Ciudad Guzmán se publicó el programa de la Semana. Informó de la asistencia del párroco Carrillo en ella –y la de Domingo Hinojosa- y a su regreso le dio la bienvenida. 6.10.1912.

[17] Tal y como se anunciara en la postrera sesión se publicaron en un tomo los Trabajos presentados en la Cuarta Semana Social Mexicana celebrada en Zacatecas, del 23 al 28 de septiembre de 1912, Zacatecas, Talleres de Imprenta del Asilo del Sagrado Corazón de Jesús, 1912. De esta fuente entresaco algunas de las ideas expuestas esa vez; el lugar de las citas textuales irán indicadas únicamente con la página.

[18] En su defecto escribimos aquí el listado de conferencias y conferencistas. Lic. Indalecio Dávila, “Situación de los indios acerca de la desvinculación de los bienes agrícolas”; Sr. cura Silviano Carrillo, “La usura entre los agricultores”; Lic. Aniceto Lomelí, “Reparto de tierras”; Lic. Miguel Palomar y Vizcarra, “El Bien de Familia”; Pbro. Benjamín Rodarte, “Los grandes beneficios del catolicismo”; Pro. Benito Márquez, “El trabajo de la mujer”; Pbro. Amado López, “La acción social del sacerdote” y “El origen divino del poder”; Bernardo Bergoend, SJ, “Un ejemplo de federación agrícola”; Lic. Francisco Llamas Noriega, “Peligro de la expansión del socialismo agrario”; Lic. Alberto Rueda, “El minero en Zacatecas, Sus necesidades y remedios. Necesidad y caracteres de reformas a la ley minera”; Ignacio Flores Maciel, “El minero en Zacatecas; sus necesidades y remedios”; licenciado Rafael Ceniceros y Villarreal, “La influencia social de la mujer”; Ingeniero Félix Araiza, “Cultivo del secano”y conferencia sobre riegos agrícolas; Fray Ángel Tiscareño, OM, “El deber de la vida”, y un trabajo de Enrique Flores del que sólo se dice que versó acerca de la niñez desheredada, en tema libre.

[19] El padre López escribió: “Las tiendas de raya son una de las plagas que es preciso combatir hasta que desaparezcan, porque perjudican en gran manera a los pobres”. Artículo “Las tiendas de raya”, Restauración Social, Guadalajara, Jal., 15.8.1912. El texto completo también en Católicos prácticos…

[20] El trabajo de Ignacio Flores Maciel, sobre las necesidades y remedios del minero en Zacatecas, no fue incluido en el libro Trabajos presentados…pero una síntesis del mismo puede leerse en el Boletín de “El Ilustrador Católico”, 27.9.1912.

[21] El autor del proyecto era Correa, el otro diputado, Ramón Morales, la secundó. Fechada en México el 27 de mayo de 1913 tenía por nombre Ley para remediar el daño procedente del riesgo profesional. Por la barahúnda política que se vivía, no se le dio seguimiento. El artículo primero indicaba: “Son a cargo de cada empresa la asistencia y la indemnización del daño que sufre el obrero que emplea”. Restauración Social, 15. 7.1913. Correa se encuentra entre las personas que habían aceptado tratar uno de los temas, sin embargo lo cual, nada de él aparece en Trabajos presentados…Y como no sabemos a ciencia cierta quienes concurrieron en calidad de semaneros…Sería también el caso del presidente del Centro regional de Jalisco del PCN (Manuel F. Chávez) y de otros. Trabajos presentados…, p. 7.

[22] Comunicación al arzobispo de México, José Mora del Río, Zacatecas, 26 de septiembre de 1912, suscrita por los arzobispos de Puebla y Durango, y los obispos de Zacatecas, Tepic, y León. Archivo del arzobispado de México. Carpeta: Comité Episcopal, gaveta 152.

[23] Trabajos presentados…, p. 75-76. Al terminar de escribir acerca de la semana, en la biografía que escribió de M. de la Mora, Correa exclama: “!Y todavía se tiene el descaro de presentar a la Iglesia como retardataria, aliada con el capitalismo y explotadora de los trabajadores!”. Eduardo J. Correa, Dos biografías. Mons. Miguel M. de la Mora. Mons. J. de Jesús López, México, ed. del autor, 1952, 86.

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