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Acerca del Romancero de la Vía Dolorosa

 

J. Jesús Padilla Cuevas

 

A petición de este Boletín, quien un tiempo fuera su director, consigna en letras de molde su participación en la publicación, hace sesenta años, de uno de los poemas religiosos de más subidos kilates compuestos en estas latitudes por un miembro del clero de Guadalajara, el recién fallecido canónigo Benjamín Sánchez Espinoza (1923-2011)

 

En la azotea del viejo caserón de San Martín, se encontraba la oficina (el cuartucho) de la revista Apóstol, que el muy querido padre Salazar llamaba “El casino”, “El garito”, ¡Quién sabe porqué sería!

Yo[1] era director de la revista -aunque nunca apareció mi nombre como tal-. Ahí acudían colaboradores, compañeros, amigos y visitas. A veces centro de tertulia. Entre otros mencionaré a Benjamín Sánchez quien un buen día llegó abanicando un racimo de cuartillas con el original del Romancero de la Vía Dolorosa.

-Mira, Garza (así me llamaba de forma coloquial), mientras me pasaba los originales por el rostro.  Leí algo del contenido de prisa y me pareció muy bueno. Al despedirse hizo ademán de recoger la papelería, por lo que retiré su mano. 

–Esto ya es de Apóstol-

-No, Garza, quiero darle una pulida.

-Nada de eso, Michelin. Los artistas siempre quieren pulir y perfeccionar su obra. Este material ya queda bajo mi cuidado-

Y fue derechito a los talleres del impresor don Jesús Vera. Con ilustraciones no bien logradas, apareció por primera vez el hoy tan apreciado “Romancero de la Vía Dolorosa”Acerca del Romancero de la Vía Dolorosa

 

J. Jesús Padilla Cuevas

 

A petición de este Boletín, quien un tiempo fuera su director, consigna en letras de molde su participación en la publicación, hace sesenta años, de uno de los poemas religiosos de más subidos kilates compuestos en estas latitudes por un miembro del clero de Guadalajara, el recién fallecido canónigo Benjamín Sánchez Espinoza (1923-2011)

 

En la azotea del viejo caserón de San Martín, se encontraba la oficina (el cuartucho) de la revista Apóstol, que el muy querido padre Salazar llamaba “El casino”, “El garito”, ¡Quién sabe porqué sería!

Yo[1] era director de la revista -aunque nunca apareció mi nombre como tal-. Ahí acudían colaboradores, compañeros, amigos y visitas. A veces centro de tertulia. Entre otros mencionaré a Benjamín Sánchez quien un buen día llegó abanicando un racimo de cuartillas con el original del Romancero de la Vía Dolorosa.

-Mira, Garza (así me llamaba de forma coloquial), mientras me pasaba los originales por el rostro.  Leí algo del contenido de prisa y me pareció muy bueno. Al despedirse hizo ademán de recoger la papelería, por lo que retiré su mano. 

–Esto ya es de Apóstol-

-No, Garza, quiero darle una pulida.

-Nada de eso, Michelin. Los artistas siempre quieren pulir y perfeccionar su obra. Este material ya queda bajo mi cuidado-

Y fue derechito a los talleres del impresor don Jesús Vera. Con ilustraciones no bien logradas, apareció por primera vez el hoy tan apreciado “Romancero de la Vía Dolorosa” en la revista Apóstol en el año de 1949.[2]



[1]Jesús Padilla Cuevas

[2] Apóstol, mayo-junio, 1949.

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