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Carta Pastoral del Arzobispo de Guadalajara

en ocasión del bicentenario, del centenario y de la situación actual

  

 Saludo

 

1.                 “Ante todo, doy gracias a Dios, por medio de Jesucristo, por todos ustedes...”[1], pueblo elegido por Dios que peregrina en esta Iglesia Particular de Guadalajara, y ha recibido desde hace cinco siglos el don inestimable de su fe en Cristo.

2.                 Recurre en este año la conmemoración del bicentenario del movimiento de Independencia y el centenario de la Revolución. Ambos acontecimientos nos ofrecen un espacio privilegiado para agradecer a Dios, Señor de la historia, los innumerables beneficios que ha concedido a esta comunidad humana, por la acción de tantos creyentes solidarios con su fe católica y con el compromiso social que de ella se deriva. También nos invitan a reconocer aciertos y errores cometidos en el pasado, pero sobre todo nos invitan a reflexionar con seriedad en nuestro presente y en las graves dificultades que enfrenta nuestra patria, de las cuales, en mayor o menor medida, todos somos responsables y no sólo víctimas.

3.                 Por este motivo y en este amplio marco de festejo y conmemoración quiero presentar a ustedes, como pastor de esta grey, las preocupaciones y los anhelos que la situación actual de nuestro país genera, como una invitación a reflexionar para buscar juntos las respuestas apropiadas, sobre todo, ante la amenaza que se presenta en contra de las instituciones fundamentales del hombre, como son la familia, la Iglesia y el Estado, que se ven combatidas con grave peligro de que su desmantelamiento deje al ser humano atomizado y desprotegido.

 

Las fechas que celebramos

 

4.                 El deseo del episcopado y de la mayoría de los mexicanos es que, con ocasión de las celebraciones del Bicentenario del inicio de la Independencia y del Centenario de la Revolución, se purifique la memoria histórica y se clarifiquen los hechos del pasado, para dejar atrás una historia maniquea plagada de falsedades y lagunas y presentar la verdad de los hechos y a sus héroes o actores en su justa dimensión, con sus aciertos y errores. La historia verdadera de México nos debe reconciliar y ha de conducirnos a la unidad y a cobrar identidad como nación.

5.                 Hace doscientos años inició en la comunidad católica virreinal un proceso que nos llevó a constituirnos como nación independiente. A lo largo de once años se aprendió que la división conduce siempre al fracaso de las mejores empresas, y que solamente la unión de metas y voluntades produce el éxito, así, lo que comenzó de manera incierta y un poco desorganizada con Hidalgo, que quería conservar la religión católica y la nación para el rey Fernando VII, y que dividió a la sociedad por su inesperada novedad, fue madurando y aclarándose a tal punto que pudo culminar con don Agustín de Iturbide mediante una concertación de intenciones y voluntades, a favor de la independencia de México, casi sin derramamiento de sangre, a tal punto, que la mayor parte de la comunidad y de sus instituciones se hicieron solidarios de la causa independentista, gracias a lo cual nació México un 27 de septiembre de 1821. Hidalgo comenzó, Iturbide culminó, y en el transcurso de 11 años muchos otros héroes como Morelos, Matamoros, Allende, Aldama, Antonio y Nicolás Bravo, Vicente Guerrero… lucharon y ofrendaron su vida por nuestra libertad. Cuantos participaron en este largo proceso, desde Hidalgo a Iturbide, merecen nuestra perenne gratitud y el reconocimiento de ser tenidos como padres de la patria.

6.                 Pero la misma unidad que favoreció la consumación de la independencia, fue vista como un obstáculo a los intereses de otras naciones, por lo mismo muy pronto comenzó a ser combatida por diversos medios provocando un caos permanente que se extendió por 55 años. La imposición de la democracia sin una previa educación político-social permitió que la diversidad de los partidos se convirtiera en contienda permanente cada vez más radicalizada y cada vez menos democrática. Fueron muchas las tragedias que esta nueva división provocó en México, abriendo las puertas a un sistema en el cual se combinó el sentido común con los recursos de la fuerza, la democracia institucional con la dictadura de facto.

7.                 La pacificación del país y la negociación de la unidad fueron las claves que permitieron un progreso general desconocido hasta entonces, y que se desarrolla durante el gobierno porfirista. Estas nuevas condiciones permitieron igualmente el desarrollo de un pensamiento político, social y económico que pudo muy pronto advertir las limitaciones del régimen vigente y hacer propuestas oportunas. En este trabajo se destacó el esfuerzo de la comunidad católica a favor de hacer vida la Doctrina Social de la Iglesia, particularmente a partir de la encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII, de manera que los ideales de la justicia social, de la redistribución de la riqueza, del mejoramiento de las condiciones obrero campesinas y del desarrollo de una verdadera democracia se hicieron presentes en nuestro país años antes del estallido de la revolución.

8.                 El maderismo fue primero la bandera pacífica que pugnó por una sana transición política, fracasado el intento comenzó otra vez la guerra civil que en cinco meses alcanzó su objetivo. Francisco I. Madero es electo presidente de México con lo cual concluyó la revolución que él mismo había enarbolado, y cuyo centenario estamos celebrando.

9.                 Los hechos posteriores fueron una trágica y larga transición del porfiriato a un nuevo sistema político que tardará treinta años en consolidarse, dejando una secuela de división, muerte y destrucción.

10.             Nuevamente se evidenció que la unidad, el diálogo y la justicia son los caminos adecuados para la superación de los conflictos, y que su pérdida acarrea siempre consecuencias devastadoras para la sociedad.

 

La Situación Actual

 

11.             La crítica de la situación actual no se hace con actitud negativa ni por amargura o desanimo. Tampoco hay la ingenuidad de creer que en este mundo las cosas pueden algún día ser perfectas; sería ignorar el misterio del mal presente siempre en el corazón del hombre, y por ende, en su obrar; sería ignorar la existencia del maligno, “príncipe de este mundo”, que organiza en grande los males que ha venido padeciendo la humanidad. Al contrario, se hace esta crítica con la firme convicción de que es posible revertir la situación actual y mejorar las cosas en base a lo mucho de bueno que hay en el corazón del hombre, y, sobre todo, por la fe en la gracia de Dios que no le puede faltar a un pueblo creyente.

12.             A grandes rasgos, la situación actual de nuestro país podríamos pintarla de la siguiente manera, haciendo notar que se trata de generalizaciones, simplificaciones y esquematizaciones que admiten fácilmente no pocas excepciones:

13.             Hoy en México se practica la corrupción generalizada, que implica la práctica de la mentira, el engaño, el robo y la desviación de las instituciones hacia otros fines que no son los propios.

14.             El crimen organizado a escala nacional, repartido en muchos grupos de delincuentes que causan violencia, constantes asesinatos, inseguridad, temor y parálisis social y económica.

15.             Desde hace varias décadas, el narcotráfico a grande escala, favorecido a veces por personas en el gobierno, se acompaña ahora del narcomenudeo, que está envenenando a la población, sobre todo a los adolescentes y jóvenes, y que lleva la lucha y la muerte por el mercado y la inseguridad hasta los ambientes más pobres.

16.             Empobrecimiento en expansión y riqueza que se concentra cada vez más en pocas manos, en parte, debido al regreso del capitalismo salvaje que se olvida de la responsabilidad social, suprime conquistas laborales a los trabajadores y de alguna manera hace alianza con los gobiernos en turno.

17.             Constantes ataques a la familia tendientes a deteriorarla: amor libre, divorcio, antinatalismo, aborto y pretendidos matrimonios de personas del mismo sexo y el derecho de adopción.

18.             Nos envuelve una cultura decadente del relativismo y escepticismo, así en el campo de la fe como de la moral, una cultura de la frivolidad y del pensamiento débil.

19.             Una juventud desorientada, que se aleja de Dios y se entrega a la diversión y al placer sin freno. Una juventud que parece no tener deseo de cambio ni ilusiones ni proyecto de vida. Desgraciadamente hoy se les ofrecen a los jóvenes más centros de vicio que escuelas o lugares de trabajo.

20.             En muchos priva el individualismo, el hedonismo y el desencanto de la vida; parece no haber visión de futuro ni proyecto de nación compartido por todos los mexicanos.

21.             Avanza el secularismo, al que se le puede definir como un ateísmo práctico, ya que teóricamente no se niega a Dios, pero se vive como si Dios no existiera, mirando sólo a la tierra y al presente, sin la visión trascendente de un Ser Supremo y de la vida futura.

22.             Entramos hace una década en la democracia, y la que tenemos hoy es una democracia incipiente, imperfecta, en cierta manera secuestrada por los partidos políticos, sumamente costosa y que no logra el diálogo y el acuerdo entre los tres poderes.

23.             Con honrosas excepciones, los medios de comunicación social están planteados como negocios, y por lo general no informan debidamente al pueblo ni contribuyen a elevar su educación.

24.             La postmodernidad, que se difunde rápidamente por el planeta, y como mentalidad tentadora y confusa, pretende ser cultura única y aportadora de un nuevo estilo de vida; pero, en realidad, no es otra cosa, sino la máscara de una desilusión. En efecto, es el producto del desencanto por el fracaso de las ideologías y de los sistemas sociales que engendró la modernidad, o sea, la Ilustración y el Iluminismo de los siglos XVIII y XIX, cuando se entronizó a la diosa razón como única fuente de conocimiento capaz de descubrir al hombre la verdad de todas las cosas y llevarlo a una era de progreso científico y social sin límites, que haría desaparecer todos los males que aquejan a la humanidad. La Ilustración negó toda verdad revelada y en consecuencia se opuso al cristianismo y lo persiguió. Pero la Ilustración, en lugar de crear el paraíso prometido en la tierra engendró los grandes sistemas materialistas intramundanos, tales como el capitalismo, el marxismo y el nazismo, que ensangrentaron el siglo XX con las más terribles guerras y genocidios de toda la historia.

25.             De ahí, el desencanto y la falta de fe en las ideologías, en los sistemas sociales o políticos y en las instituciones que las promueven. A este desencanto se le llama postmodernidad, la cual suele definirse, no como una “época de cambio”, sino como un “cambio de época”. En ella, se da preferencia a la imagen por encima del pensamiento y de la palabra. Las imágenes causan mayor efecto en las personas en lo que se refiere a publicidad, promoción o transporte de “verdades” y productos. En la postmodernidad se están privatizando principios y valores tradicionales que se consideraban públicos. La experiencia individual ocupa el lugar de la razón, el conocimiento y la comprensión. El hombre postmoderno, sin el apego a las instituciones y sin una visión del mundo que le dé sentido a su existencia y razón para vivir, queda atomizado, desligado del conjunto y del pasado y del futuro, y, en consecuencia, entregado al momento presente y al interés personal.

26.             De no tener nada como cierto, se sigue el relativismo, es decir, la verdad de cada quien, que es igual al escepticismo, o sea, a no creer en la verdad; se sigue la falta de ideales y proyectos y la urgencia de vivir el presente, sin límite alguno, en el hedonismo y el egoísmo. Por ello, la idea misma de nación-estado enfrenta un grave desafío. Se prefiere el individualismo a la vida de comunidad. Se constata una gran fragmentación a nivel personal, nacional e internacional. En una ideología individualista y utilitarista se pierde el respeto a la vida y a la dignidad de la persona, y se propicia el deterioro del tejido social, como consecuencia de ello hay que añadir la violencia, la corrupción y la falta de políticas públicas de equidad social, en un Estado carcomido y débil.

27.             La globalización es una realidad reciente e irreversible, que va en crecimiento. Globalización económica, de las comunicaciones, cultural, política y del crimen. Pero falta, como alguna vez dijo el recordado Papa Juan Pablo II, fomentar la globalización de la solidaridad, que nos lleve a compartir tanto los bienes materiales como culturales y espirituales en un mundo fraterno.

 

La Familia

 

28.             “La familia, en los tiempo modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura. [...] [gran número de familias, en esta situación,] se sienten inciertas y desanimadas de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras, en fin, a causa de diferentes situaciones de injusticia se ven impedidas para realizar sus derechos fundamentales.”[2] Esta constatación del Papa Juan Pablo II no sólo sigue siendo actual sino que se ha hecho aún más grave, a causa de los nuevos factores que han ido surgiendo recientemente.

29.             En efecto, estamos en un momento histórico en que la familia es blanco de varias fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, y en el que no faltan signos de preocupante degradación de algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de la fe y de la moral cristianas; el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad y práctica anticonceptiva, aún mediante leyes e instituciones oficiales. Estos fenómenos negativos manifiestan, por lo general, una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como la afirmación autónoma de sí mismo, frecuentemente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta.[3] Pero sobre todo, se oscurece aún en los creyentes, el origen divino de la familia, como obra del Creador y la confianza en la gracia del Redentor que ayuda a cumplir los deberes de la familia.

30.             El factor económico también afecta de manera fuerte a la familia; vemos que en nuestro medio, por una parte, a gran número de familias les faltan muchas veces bien sea los medios fundamentales para vivir con dignidad, como son el alimento, el trabajo, la vivienda, las medicinas, bien sea las libertades más elementales, y, muy frecuentemente, los dos cónyuges se ven forzados a trabajar, privando, así, a sus hijos del cuidado y de la educación fundamental del hogar. Por otra parte, en otras familias, que son minoría, el bienestar, a veces excesivo, y la mentalidad consumista, quitan a los esposos la generosidad y la valentía para procrear hijos; y así la vida, en muchas ocasiones, no se ve ya como una bendición, sino como una carga que hay que evitar.

31.             Además, es de preocupante actualidad un conjunto de fenómenos perjudiciales que se caracterizan por tener como base común considerar el impulso sexual independientemente de su fin natural, es decir, de la unión afectiva y complementaria de los sexos y de su apertura a la vida, en la procreación y educación de los hijos.

32.             En este contexto se colocan la difusión, por todos los medios, de la pornografía cada vez más degradante, la proliferación de los espectáculos eróticos, el crecimiento de una “cultura juvenil” masiva y amoral, en la que se combinan las adicciones al alcohol y la droga, con el erotismo sin límites. Se pugna por imponer el homosexualismo, la “ideología de género” con todas sus manifestaciones y reivindicaciones, promovidas por organizaciones poderosas y aguerridas, cuya acción está orientada, entre otras finalidades, a conseguir del Estado leyes que reconozcan, protejan e impongan en la sociedad una serie de pretendidos “derechos”.

33.             Ideología de género. De 1995 a la fecha se ha elaborado y difundido el concepto de género o “perspectiva de género” desde el cual se quieren redefinir los conceptos de hombre y mujer, de matrimonio, familia y sexualidad.

34.             Según este concepto de “genero”, las diferencias entre hombre y mujer responden a una estructura cultural, social y psicológica y no a condiciones biológicas. Al ser la sociedad la que inventa las diferencias entre los sexos, éstas no tienen un origen natural ni mucho menos divino.

35.             En esta perspectiva de género, la diferencia fundamental de los sexos, varón y mujer, es ignorada o minusvalorada. El cuerpo y la naturaleza humana, en sus expresiones de feminidad y masculinidad, pierden toda relevancia moral, así como su significación e importancia con respecto al matrimonio y a la familia y se convierten en instrumento al servicio del placer egoísta.

36.             Pero no se trata de una simple justificación ideológica del hedonismo, o de la homosexualidad, de la anticoncepción o el aborto, etc., sino de todo un programa para “reconstruir” la sociedad, imponiéndole una nueva forma de ver y vivir la sexualidad y sus relaciones. En esta visión, el género no se identifica con el sexo, ni tampoco se refiere a los individuos en sí, sino más bien a un sistema de relaciones binarias, en el que las personas pueden elegir arbitrariamente a qué género quieren pertenecer, independientemente de su sexo biológico.

37.             La “equidad de género” propugna con obstinación y agresividad la igualdad de derechos de todas las formas de relación sexual: los mismos derechos han de tener el hombre y la mujer que unen sus vidas en un matrimonio estable y fecundo conforme a la naturaleza y al plan de Dios que las uniones de personas del mismo sexo, lo cual lleva a presionar a los gobiernos a reconocer las uniones homosexuales como verdaderos matrimonios y otorgarles derechos absurdos y perjudiciales como el de la adopción. Se podría estar de acuerdo en que a estas uniones homosexuales se les conceda algún estatuto jurídico, sin que invadan el ámbito sagrado del matrimonio.

38.             La “equidad de género” está siendo invocada también para liberar a la mujer de la dominación del varón y terminar con la opresión ancestral del, así llamado, sexo débil. Es necesario, según eso, un cambio cultural, que la mujer compita con el hombre, que tenga iguales oportunidades de trabajo, de educación, de participación en la política, etc..

39.             Este feminismo reivindicador puede encerrar una manipulación del lenguaje, porque no se ha dicho en la cultura occidental, y mucho menos en el Cristianismo, que el hombre sea superior a la mujer, sino que tienen la misma dignidad, pero no la misma identidad, son dos seres humanos física y espiritualmente distintos. Tampoco es bueno contraponer los sexos, son complementarios y en esto radica, precisamente, su valor. Más que proponer que las mujeres compitan contra los varones, se ha de promover la complementariedad de los sexos tan necesaria y benéfica para ellos, la familia y la sociedad.

40.             El feminismo, a ultranza, no beneficia a la mujer, ya que trastoca todo el orden natural y hace pensar a la mujer que su igual dignidad con el varón está, no en ser persona humana, sino en sus habilidades o en el papel que juega en la sociedad.

41.             Es evidente que la “ideología de género” y la “equidad de género” deben ser rechazadas porque han sido impuestas con una serie de equívocos y manipulaciones, y con objetivos poco claros que no son éticos ni aceptables y dañan a la familia y a la sociedad.

42.             La Familia, designio de Dios. No se pretende aquí ofrecer soluciones que sustituyan la responsabilidad de los padres de familia, esposos e hijos, sino presentar brevemente la doctrina del Magisterio de la Iglesia para la tutela y renovación de la familia.

43.             De todos es conocido que la familia se origina en la alianza matrimonial, por la cual el varón y la mujer, se unen para toda la vida con amor exclusivo y fiel. El matrimonio válido, es indisoluble, pues la familia es obra del Creador que los creó varón y mujer y les mandó que se amaran y fueran no dos, sino una sola cosa.[4] Cristo afianzó la alianza matrimonial prohibiendo el divorcio y recordando la intención primera del creador: “lo que Dios ha unido no lo ha de separar el hombre”.[5] En la familia nace la vida humana y se le acoge responsable y generosamente, por eso la familia es el santuario de la vida, servidora de la vida, comunidad de vida y amor en la que todo es gratuidad. Es patrimonio de la humanidad y la célula viva de la Iglesia y de la sociedad.

44.             El Siervo de Dios, Juan Pablo II, se expresa así de la familia: “Es el vehículo privilegiado para la trasmisión de aquellos valores religiosos y culturales que ayudan a la persona a adquirir su propia identidad. Fundada en el amor y abierta al don de la vida, la familia lleva consigo el porvenir de la sociedad. Su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz”[6].

45.             Ante la incomunicación y disociación familiar y el progresivo debilitamiento de los lazos familiares debe renovarse la visión cristiana de la familia: “La criatura humana, en cuanto de naturaleza espiritual, se realiza en las relaciones interpersonales. El hombre se valoriza no aislándose sino poniéndose en relación con los otros y con Dios”[7].

46.             La incomunicación se registra también en el terreno religioso. Decrece en muchas familias la trasmisión de la fe y de las vivencias religiosas, la participación en la Eucaristía dominical queda a merced del deseo o el gusto personal. Están desapareciendo las prácticas religiosas en común. La aceptación y celebración del matrimonio sacramento, se dilata o se evade por diversas razones.

47.             Los miembros de las familias gozan de poco tiempo para convivir y compartir, ya que, por las condiciones de trabajo, se imponen prolongadas ausencias del hogar o la televisión impide el diálogo. Las familias que emigran, sobre todo fuera del país, empujadas por problemas económicos, sufren el desarraigo social y cultural que provoca serias dificultades para la estabilidad de la pareja o para la relación afectiva entre padres e hijos.

48.             Con el afán de mantener un estricto control natal, se han adoptado diversos instrumentos, a saber: feminismo radicalizado, amplia difusión de la mal llamada “salud reproductiva”, que en realidad es antirreproductiva, la educación sexual permisiva en las escuelas, la repartición y promoción amplia de preservativos y anticonceptivos, ofrecimiento gratuito de la esterilización y aborto, el divorcio exprés y la presión para equiparar las uniones de personas del mismo sexo y sus pretendidos derechos al matrimonio verdadero.

49.             Todo esto se presenta como un signo de progreso y conquista de la libertad, mientras se señalan como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida[8].

50.             La vida humana es siempre buena noticia. Aunque surja o se halle en circunstancias difíciles, cada persona humana es un regalo, un don de valor inestimable. El don maravilloso de la vida humana suscita en quienes lo reciben admiración y gratitud. “Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social”.[9]

51.             ¿Qué hacer? Es innegable el cambio de paradigmas que experimenta la sociedad en la actualidad, incluida la familia, y por eso, una vez más la familia debe dar razón de su fe, esperanza y amor. En la familia, el ser humano, como criatura espiritual, se enriquece y supera la tentación de aislarse, para ponerse en comunión con Dios y con los demás.[10]

52.             Debemos procurar a toda costa, que se vivan en plenitud, los valores fundamentales de la familia:

53.             El amor verdadero que Dios pone en el seno de la familia y que impulsa y da valor a la vida cristiana, la solidaridad, la generosidad, el respeto mutuo, la comunicación, la fidelidad, la responsabilidad, la sinceridad, la honestidad, la obediencia, entre otros. Ahí se deben encontrar la pobreza evangélica y la austeridad, la justicia y la verdad, la paz y la comprensión de los problemas para solucionarlos, el diálogo y el espíritu de trabajo, la alegría evangélica, la atención a los ancianos, etcétera.

54.             Los hijos no han de olvidar que han recibido de sus padres el don de la vida y los cuidados básicos para conservarla y desarrollarla, así como la fe y los valores culturales y morales que configuran su personalidad humana y cristiana.

55.             Es necesaria una palabra de reconocimiento, así como de gratitud y aliento por parte de la Iglesia para tantos laicos que militan en los movimientos de apostolado familiar, y que, juntamente con sus sacerdotes asesores se esfuerzan por dar organicidad al apostolado en favor de la familia, teniendo muy presente que “El futuro de la humanidad se fragua en la familia”.[11]

56.             A todos los sacerdotes se les exhorta a dar al apostolado familiar el primer lugar, ya que la familia es prioridad tanto de la Iglesia Universal como de nuestra Iglesia de Guadalajara. La familia es el primer y principal camino de la Iglesia y la escuela más eficaz de humanidad. Debemos formar familias atentas a la Palabra de Dios, eucarísticas, y con sentido misionero.

 

La Iglesia

 

57.             Cristo, su Fundador predijo que, siempre habría persecución como consecuencia de ser sus discípulos e identificarse con Él[12]; pero en cada época, la persecución tiene características propias. En este horizonte de globalización y postmodernidad, la Iglesia se ve sometida a una agresión cada vez más virulenta y sistemática, principalmente a través de los grandes medios de comunicación social, con el afán de desprestigiarla e impedirle el cumplimiento de su misión, aprovechado también las omisiones, deficiencias, errores y pecados de los hombres de Iglesia.

58.             En el ámbito religioso se echa de menos una evangelización nueva en su ardor, métodos y expresiones, a veces se hace énfasis en el ritualismo sin el conveniente itinerario de formación en la fe. Personas y grupos de creyentes que se olvidan de la dimensión social de la fe, una espiritualidad individualista; una mentalidad relativista en lo ético que hace caso omiso de la moral cristiana en el actuar en medio de la sociedad. Con relación a la inseguridad y violencia, se reconoce con tristeza que entre los involucrados en el crimen organizado hay mujeres y hombres bautizados, que con sus acciones contradicen su ser de cristianos y se alejan de Dios y de la Iglesia.

59.             En México, en la gran mayoría de los casos, para atacar a la Iglesia, se invoca, más como pretexto que como realidad, la defensa del “Estado laico”. Hay que tener muy claro que, bien entendida, la Iglesia también sostiene la laicidad del Estado, como la sana autonomía en las cuestiones temporales y el mutuo respeto de los diversos campos de competencia de cada institución.

60.             La verdadera laicidad. Es oportuno recordar lo que, ya hace 45 años, afirmaba el Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, acerca de las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política, partiendo de la verdadera autonomía de las realidades temporales: “Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia. Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del creador. Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida.”[13]

61.             Por lo que se refiere en particular al Estado, es necesario tener siempre en cuenta que: “La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas, habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo. El hombre, en efecto, no se limita al solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene íntegramente su vocación eterna. La Iglesia, por su parte, fundada en el amor del Redentor, contribuye a difundir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad en el seno de cada nación y entre las naciones. Predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano.”[14]

62.             Pero en México, lo que en realidad se quiere hacer valer y, según eso, “defender”, no es la laicidad del Estado que, como vemos, también la Iglesia proclama y respeta, sino una deformación de la laicidad que se llama “laicismo”.

63.             El laicismo es generalmente ateo o al menos agnóstico; profesa la autonomía absoluta del hombre y de la sociedad humana con respecto a Dios, a la fe y a la moral cristiana. Considera que la religión es y debe permanecer una cosa privada, y, por lo tanto, no debe tener ningún influjo en la vida pública; por eso, rechaza toda "injerencia" de la Iglesia, de la fe y de la moral cristiana en la vida del Estado, en la formulación de las leyes y en la administración pública. Los cristianos pueden participar, como ciudadanos, en las actividades del Estado, pero, aunque sean mayoría, como es el caso en México, en su actividad pública se les obliga a comportarse “como si Dios no existiera”; es decir, no deben hacer valer y prevalecer sus principios religiosos y morales.

64.        Esta postura laicista se aplica en campos muy precisos, para tener acotada a la Iglesia, como sucedió desde tiempos de la Reforma, haciendo caso omiso de reconocer, respetar y defender el derecho fundamental de cada ciudadano a la libertad religiosa. Las relaciones entre Iglesia y Estado se han orientado a reconocer, graciosamente, por parte del Estado a una asociación religiosa de derecho privado de ciudadanos, sometida a las leyes del Estado. Las consecuencias de este punto de partida del reconocimiento de la Iglesia, son las múltiples limitaciones y acotamientos que el Estado puede imponer a la ley de asociaciones religiosas, y a través de ellas a los cristianos que las conforman. Si el punto de partida para el reconocimiento de la personalidad jurídica de la Iglesia y de las demás asociaciones religiosas, fuera el reconocimiento del derecho natural de cada ciudadano a la libertad religiosa, la legislación fuera diferente.

65.        La Iglesia Cuerpo Místico de Cristo. Uno de los grandes problemas de nuestra época radica en una concepción equivocada de lo que es la Iglesia. La Iglesia de Cristo no es un partido, no es una asociación, no es un club: su estructura profunda no es democrática, sino sacramental y, por lo tanto, jerárquica; porque la jerarquía, fundada sobre la sucesión apostólica, es condición indispensable para alcanzar la fuerza y la realidad del sacramento. La autoridad, aquí, no se basa en los votos de la mayoría; se basa en la autoridad del mismo Cristo, que ha querido compartirla con los hombres que fueran sus representantes, hasta su retorno definitivo. Sólo ateniéndose a esta visión será posible descubrir, de nuevo, la necesidad y la fecundidad de la obediencia a las legítimas autoridades eclesiales.

66.        La Iglesia está compuesta por hombres que conforman la dimensión exterior de la misma; pero, detrás de esta dimensión, las estructuras fundamentales son queridas por Dios mismo y, por lo tanto, no se cambian. Detrás de la fachada humana está el misterio de una realidad sobrenatural sobre la que no pueden, en absoluto, intervenir ni el reformador, ni el sociólogo, ni el organizador. Si, por el contrario, la Iglesia se mira únicamente como mera construcción humana, como obra nuestra, también los contenidos de la fe terminan por hacerse arbitrarios: la fe no tiene ya un instrumento auténtico, plenamente garantizado, por medio del cual expresarse. De este modo, sin una visión sobrenatural, y no solo sociológica, del misterio de la Iglesia, la misma cristología pierde su referencia a lo Divino: una estructura puramente humana acaba siempre en proyecto humano.

67.        En la Sagrada Escritura, la expresión: “pueblo de Dios” remite siempre al elemento veterotestamentario de la Iglesia, a su continuidad con Israel. Pero la Iglesia recibe su connotación neotestamentaria más evidente en la expresión: “cuerpo de Cristo”. Se es Iglesia y se entra en ella no a través de pertenencias sociológicas, sino a través de la inserción en el “cuerpo” mismo del Señor, por medio del Bautismo y de la Eucaristía. La Iglesia no se agota en el “colectivo” de los creyentes: siendo como es “cuerpo místico de Cristo”, es mucho más que la simple suma de sus miembros porque, como en un cuerpo humano, Cristo es la Cabeza, los bautizados somos los miembros de este cuerpo y el Espíritu Santo es el alma que nos une con su gracia y nos santifica.

 

Estado y Sociedad

 

68.             Podemos darnos cuenta de la grave descomposición de la vida social en sus diversos aspectos, por el crecimiento de la violencia causada por la idolatría del dinero, el avance de una ideología individualista y utilitarista, también en los que gobiernan, el deterioro del tejido social, la corrupción y el contubernio, incluso en algunos que integran las fuerzas del orden, y la falta de políticas públicas de equidad social.[15] Parece que se busca minimizar la Nación y hacer crecer el Estado a costa de ella, olvidando que la Nación es más que el Estado y que los gobernantes deben estar al servicio de la Nación y no servirse de ella. “la Nación es una realidad socio-cultural anterior al Estado”.[16] Para colmo, se quiere un Estado débil, que no ponga obstáculos a un mundo regido por las leyes del mercado y de la globalización económica que convierte el lucro en valor supremo.

69.             Efectivamente, la globalización es un fenómeno actual que condiciona los acontecimientos políticos y económicos, que llevan aceleradamente a una cultura uniforme, roma y universal.

70.             La globalización se caracteriza por la creciente liberalización de la economía con el ilimitado desplazamiento del capital por todo el mundo en busca del máximo provecho a corto plazo, mediante operaciones financieras especulativas cuyas propias normas no guardan relación con la producción real de bienes o servicios económicos ni con normas de equidad social ni de solidaridad. Ello tiene efectos impredecibles, debilitar las economías nacionales, y virtualmente evitar toda posibilidad de influencia por parte de los gobiernos o las instituciones internacionales, y hasta valerse de ellas.

71.             En ese sentido, la globalización amenaza la base misma de la sociedad humana, pues el mercado libre no acotado por la responsabilidad social, se ha vuelto prácticamente, por lo menos en occidente, el único sistema en funcionamiento. La economía se ha convertido en el principal criterio de las relaciones humanas. Todo el ámbito de las realidades sociales actuales, incluidos los propios seres humanos, se define en función de categorías económicas y financieras. En el mercado mundial las personas tienen importancia en la medida en que son factores económicos que producen o consumen. Sólo sobreviven los más fuertes y competitivos. ¿Quiénes no representan ningún valor para el libre mercado? Los pobres, los enfermos, los desempleados, los que carecen de poder; son simplemente desplazados hacia las márgenes de la sociedad. Por eso, hoy, también en México, se destinan menos recursos que hace unas décadas a satisfacer necesidades fundamentales como la vivienda, la salud, la nutrición y la educación de los más pobres.

72.             A éste propósito, S.S. el Papa Benedicto XVI nos dice en su Encíclica Caritas in Veritate: “El mercado, al hacerse global, ha estimulado nuevas formas de competencia entre los estados con el fin de atraer centros productivos de empresas extranjeras, adoptando diversas medidas, como una fiscalidad favorable y la falta de reglamentación del mundo del trabajo. Estos procesos han llevado a la reducción de la red de seguridad social a cambio de la búsqueda de mayores ventajas competitivas en el mercado global, con grave peligro para los derechos de los trabajadores, para los derechos fundamentales del hombre y para la solidaridad en las tradicionales formas del Estado social. El conjunto de los cambios sociales y económicos hace que las organizaciones sindicales tengan mayores dificultades para desarrollar su tarea de representación de los intereses de los trabajadores, también porque los gobiernos, por razones de utilidad económica, limitan a menudo las libertades sindicales o la capacidad de negociación de los sindicatos mismos. Las redes de solidaridad tradicionales se ven obligadas a superar mayores obstáculos.”[17]

73.             En este contexto, se postula, como antes dicho, un Estado débil y reducido a su mínima expresión, no al servicio de la persona, de la sociedad y del bien común, sino sometido a los intereses del mercado, de las finanzas y de las grandes corporaciones de empresas, a las que también hay que promover con engañosas artimañas publicitarias o rescatar con dinero del erario público.

74.             También es cierto que la globalización se caracteriza por las nuevas tecnologías de la información y la abundancia de la comunicación masiva, cuyo acelerado desarrollo está transformando las relaciones de los individuos y de la sociedad. El mundo se está haciendo más pequeño. En todas partes las personas se benefician de los adelantos tecnológicos. La intercomunicación florece. Se pueden compartir instantáneamente los descubrimientos médicos y científicos. Los nuevos instrumentos de comunicación electrónica pueden servir para el progreso de la humanidad, para la creación de un mundo más humano y solidario.

75.             Sin embargo, las nuevas tecnologías de la información, también son utilizadas, con frecuencia, para el mal, ya sea en manos del crimen organizado, de los grandes intereses del mercado, de la industria de la pornografía y de personas capaces de desplazar grandes cantidades de dinero en segundos, a donde rindan mayores dividendos.

76.             La prensa y demás medios de comunicación, por lo general, están planteados como negocios que venden lo que rinda más dividendos: amarillismo, violencia, sexo, espectáculos de ínfima calidad artística. La crítica desmedida, la calumnia y la mentira no escasean y no constituyen ninguna falta merecedora de castigo por parte de la ley. Se sigue, como consecuencia, el deterioro de los niveles de educación del pueblo en lo moral, lo cívico, en el conocimiento crítico de la realidad y en la colaboración para la edificación del país. Por lo general, reporteros, fotógrafos y columnistas, de los medios de comunicación son muy mal pagados.

77.             Y quienes no tienen acceso a las nuevas redes de comunicación sufren una nueva forma de exclusión. En este contexto se da una situación contradictoria: por una parte, los órganos gubernamentales se sirven de estos medios para controlar a los ciudadanos, p. ej., en cuestiones fiscales, fichajes de inteligencia policial, y variada, abundante y dispendiosa propaganda política, etc.; y, por otra parte, esos mismos medios sirven para difundir el descrédito de las diversos organismos gubernamentales, partidos políticos, organizaciones laborales, instituciones educativas, etc.. Los dos aspectos de esta contradicción hacen daño y debilitan a la sociedad y al Estado.

78.             Inseguridad y violencia. Según los Obispos mexicanos en la Carta Pastoral: “Que en Cristo, nuestra paz, México tenga vida digna”, del año 2010 (nn 27 al 98), los factores que contribuyen a la violencia en nuestro país, son:

79.             La ambición de dinero se ha apoderado de las sociedades modernas, también en nuestro país, tanto en los hombres que nos gobiernan como en los demás actores y líderes de la sociedad. Por ejemplo, si hablamos del gobierno, el gasto corriente se lleva la mayor parte de los recursos, en sueldos muy elevados que con frecuencia no se devengan con un servicio de calidad, además compensaciones, bonos extras, aguinaldos, etc.. Aparte de ello hay grandes desfalcos contra el erario, a veces denunciados o publicados por los medios, pero casi nunca castigados. Ese mal ejemplo de los de arriba influye en que todos quieran dinero abundante, rápido y de la forma que sea. La falta de aplicación de la ley se vuelve un incentivo más de la corrupción generalizada en que se roba sin respeto ni temor de Dios ni de la justicia humana; se comprueba así, hoy en nuestra patria, lo cierto del dicho de S. Pablo: “la avaricia es la raíz de todos los males”[18].

80.             “La desigualdad y la exclusión social, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios, la discriminación, la migración forzada y los niveles inhumanos de vida, exponen a la violencia a muchas personas: por la irritación social que provocan; por hacerlas vulnerables ante las propuestas de actividades ilícitas y porque favorecen, en quienes tienen dinero, la corrupción y el abuso de poder”[19].

81.             El crecimiento de la pobreza y la desigualdad es abono para la delincuencia organizada; los negocios ilícitos son una fuerte tentación para la necesidad de quienes se encuentran en el límite de la supervivencia y para la ambición de quienes buscan llevar y sostener un estilo de vida suntuoso. Crece el número de jóvenes a los que no se les ofrece oportunidad ni de estudio ni de trabajo y se vuelven presa fácil para ser enlistados en la delincuencia organizada.

82.             El estancamiento del desarrollo agrícola y la falta de apoyos prometidos a los campesinos han ido contribuyendo a hacer pensar que es mucho más rentable para el campesino, recurrir a la siembra de estupefacientes, abandonar el campo e irse al extranjero ó ir a engrosar las periferias de las grandes urbes, donde se pierde la identidad, la cohesión familiar, y a veces la moral, donde abundan las peligrosas pandillas de jóvenes y la organización por explotadores de la mendicidad.

83.             Somos todavía una democracia incipiente, reducida a los procesos electorales, pero poco participativa. Quienes son elegidos se preocupan más de sus intereses particulares que del bien común. Los electores no tienen la capacidad de influir en las decisiones ni revocar el mandato a quien no cumpla con su cargo.

84.             La democracia se encuentra secuestrada por los partidos, que a veces no pueden llenar sus cuadros con militantes propios que sean competentes y no permiten, por ley, que personas ajenas al partido puedan ser propuestas como candidatos para ocupar cargos públicos. En consecuencia, el pueblo se ve obligado a votar por quienes el partido proponga, sean competentes y honestos o no lo sean.

85.             Hay lentitud en tomar acuerdos y resoluciones. Están pendientes, por ejemplo, varias reformas muy necesarias para el desarrollo del país: la reforma política, la hacendaria, la energética, etc., ¿Por qué no se han hecho? Porque se piensa más en el interés del partido o del grupo que en el bien del país. Además en Jalisco se tiene la fama bien ganada de oponerse a todo de manera irreflexiva y sistemática, sin la debida información, lo cual paraliza y atrasa al Estado.

86.             La corrupción y la impunidad; la infiltración de la delincuencia organizada en instituciones del Estado; la crisis del sistema penitenciario que no resocializa ni readapta a los internos sino que, más bien, es escuela especializada del crimen.

87.             En el ámbito social: el narcotráfico es una realidad presente desde hace algunas décadas, pero que no se le había combatido, sino que en algunos casos estaba protegido desde las esferas del poder. Ahora se le está combatiendo con decisión, pero con muchos obstáculos. No es un secreto que la delincuencia organizada se ha infiltrado en las instituciones del Estado, y que la colusión de jueces y policías es una de las dificultades mayores en esta lucha.

88.             El tener que vender en México una parte de la droga con que se paga a quienes la siembran o la transportan ha creado la necesidad de impulsar por todas partes el narco menudeo, y la lucha a sangre y fuego entre cárteles por conquistar o defender su propio territorio. Junto a los narcotraficantes han surgido varios grupos de crimen organizado con el afán de participar en el botín de la droga, del secuestro, de la extorsión, y en vender “protección”.

89.             Otro factor que alienta la violencia es el hecho de vivir en una sociedad que se guía por “la ley del menor esfuerzo”, por una permisividad que absolutiza la libertad en detrimento de la verdad y que señala como objetivo de la existencia el máximo disfrute de las posibilidades que ofrece la vida. Para lograr realizar todos sus deseos, el hombre debe rechazar todas las prohibiciones de la moral, de la religión o de la sociedad, a las que considera como tabús del pasado.

90.             Efecto de la postmodernidad es la crisis de valores éticos, el predominio del hedonismo, del individualismo y espíritu de competencia, la pérdida de respeto a la autoridad, la desestima a las instituciones, sean estas religiosas, educativas, políticas o la misma familia. Las miras de la educación son, por lo general, reduccionistas, pues se concibe en función de la producción, de la competitividad y del mercado.

91.             Se habla mucho de derechos y se invita al pueblo a exigirlos, en cambio, se habla poco de obligaciones y del respeto a los derechos de los demás. Esto crea una sociedad poco cooperativa, pero insatisfecha y exigente.

92.             Una “cultura” del poder, un estilo de vida materialista, economicista que antepone las cosas a las personas, fomenta una mentalidad basada en una concepción errónea de la persona humana. Es factor generador de violencia, ya que en ella el hombre se guía sólo por la ley del máximo beneficio; vencen siempre los más fuertes y la marginación o eliminación de los menos dotados aparece incluso como provechosa y útil para la sociedad, cuyo progreso requiere el triunfo de los más fuertes e inteligentes.

93.             Un peligro que parece estar gestándose en la sociedad es la convicción de que la violencia es el único camino para edificar una sociedad sin violencia: “como si la violencia justa pudiera eliminar la violencia injusta”.

94.             Una sociedad guiada por la permisividad, es decir, una sociedad en la que las personas absolutizan la libertad y tienen como objetivo de su existencia la expresión máxima de sus posibilidades de vida, se revela también como generadora de violencia.

95.             ¿Qué hacer ante la violencia? En el problema de la inseguridad y la violencia, de alguna manera somos responsables todos los mexicanos, ya sea por actuar indebidamente o por la indolencia de no actuar contra la corrupción, la pobreza, la marginación. De igual manera, la solución a todos nos corresponde.

96.             La evolución del crimen organizado exige revisar y depurar todos los instrumentos de seguridad y justicia, es decir, leyes y personas. Un nuevo modelo policíaco es una parte crítica e indispensable de la solución, pero no es lo único. Se requiere, además, un nuevo modelo de justicia, de prevención del delito, de salud pública, de coordinación institucional y de supervisión de las operaciones financieras. Le reconocemos al Presidente de la República la decisión y el valor con que ha emprendido la lucha contra el crimen organizado.  Alentamos el dialogo que ha iniciado con los diferentes sectores y actores de la sociedad mexicana en la búsqueda de soluciones a fondo de este problema. Reconocemos la complejidad del problema y la dificultad que encierra, así como el largo periodo de tiempo que puede requerir la solución.

97.             En cada católico ha de haber un convencido, por su fe y por su sentido de humanidad, de que las cosas pueden y deben cambiar, que el creyente y toda persona de buena voluntad, debe hacer todo lo que está de su parte para no propiciar ni tolerar el crimen, la impunidad y la corrupción. Cada vez que con sus dichos y con sus actos diga "no" a estas formas de esclavitud, estará colaborando a erradicar los presentes males de México.

98.             Por su parte, los legisladores no deben aprobar leyes en contra de la naturaleza ni del bien común. Deben ocuparse de asuntos verdaderamente importantes y trascendentes para el País. Aunque no les obliga para sus determinaciones actuar de acuerdo con la moral de alguna religión, sin embargo, deben manejarse con valores universales que emanan de una ética natural escrita en el corazón del hombre y que no deben ignorar.

99.             Otro campo grave, que requiere atención, es el cuidado de los niños. La autoridad no puede tolerar acceso de menores a bares, cantinas y antros donde se corrompen. Debe investigar la red de personas involucradas que contribuyen al comercio de menores, en cualquiera de sus modalidades. Existen redes de explotación sexual infantil que no son afectadas.

100.         Esperamos la contribución de los medios de comunicación para que el amor a la verdad sea la norma de la información, con la finalidad de contribuir a que los ciudadanos alcancen mejores niveles de educación cívica y de conocimiento de la realidad en orden a una necesaria colaboración en la edificación del país. Se debe evitar que los medios de comunicación social estén planteados sólo como negocios, dispuestos a vender lo que más dividendos rinda: amarillismo, violencia, sexo y espectáculos de ínfima calidad artística. La crítica desmedida y falsa, la calumnia y la mentira deben ser erradicadas, porque aunque no estén tipificadas como faltas punibles por la ley, la moral y la decencia las reprueban.

 

Conclusión

 

101.         Levantar los ojos a Dios. El ambiente de violencia e inseguridad en que vivimos, manifestado en el desprecio de la vida humana, la deformación de la conciencia y la carencia de valores humanos y cristianos, tiene, como su causa radical, la pérdida del sentido de Dios. Por esta razón, en el hoy de nuestra historia, es necesario que todos dirijamos nuestra mirada confiada y esperanzadora a Dios, que no quiere que nadie se pierda, sino que se convierta y viva[20].

102.         La violencia inicia cuando nos olvidamos quiénes somos. En el Génesis leemos que el Señor formó al hombre del polvo de la tierra[21], hechura de sus manos, y sin embargo, el hombre tuvo y tiene la tentación, descabellada e imposible, de independizarse y ser como Dios. El pecado de Adán y Eva, fue desobediencia a sugerencia del demonio: “serán como dioses”. Ahora bien, cuando la maldad se apodera del corazón del hombre, no sólo se vuelve éste contra Dios, sino también contra los hombres, sus hermanos, por eso Caín fue capaz de matar a su hermano Abel y dar a Dios una respuesta insolente: “¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?”[22].

103.         El hombre creado por Dios, cuando deja que el mal habite en su corazón, utiliza los dones que recibió de Él no para construir, sino para destruir. El corazón de carne con el que Dios lo creó se convierte en un corazón de piedra, insensible ante la suerte de sus hermanos[23]. San Pablo enumeró las “obras de la carne”, es decir, del hombre pecador que se aleja de Dios: injusticia, perversidad, codicia, maldad, envidia, homicidio, engaños, traición, odio de Dios, habilidad para hacer el mal, etc.[24].

104.         ¿Qué podemos hacer ante esta realidad del mal que se transforma en nuestra sociedad en violencia? ¿Cómo podremos librarnos de ella? Dios, se ha manifestado siempre como Padre amoroso, lo cual nos obliga a sentirnos y ser hermanos unos de otros. Sólo un auténtico sentido de fraternidad que nace de la fe en Dios, nuestro Padre, y en Jesucristo, nuestro Hermano, puede llevarnos a la reconciliación y al perdón.

105.         Jesús dice que del corazón del hombre “salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias”[25], y, al enviarnos el Espíritu Santo, que derrama el amor de Dios en nuestros corazones, cumple la profecía de Ezequiel: “Les daré un corazón nuevo, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne”[26]. Jesús, el Mesías, el príncipe de la paz[27] invitó a sus discípulos a que fueran como Él: mansos y humildes de corazón[28], y artífices de la paz[29]. Para romper la espiral de violencia, recomendó el perdón[30] y el amor a los enemigos[31], de lo cual nos dio ejemplo sublime clavado en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”[32].

106.          Debemos propiciar que el hombre se encuentre con Jesucristo vivo, que abra sus ojos a la luz del Evangelio, y su corazón al amor infinito de Dios, para que cambie sus criterios y su modo de actuar; viva, no en la violencia, sino en el amor fraterno y sincero. San Pablo presenta las consecuencias prácticas del mandato del amor cristiano: “No devolváis mal por mal [...] estad en paz con todo el mundo. Amigos no os toméis la venganza [...]. No te dejes vencer por el mal; vence al mal a fuerza de bien”[33].

107.          En este doblar de nuestra historia hacia el tercer milenio y hacia el tercer siglo de la independencia de México, y ante los graves problemas de todo orden que hoy nos aquejan, volvemos nuestra mirada amorosa y confiada de hijos, a Nuestra Madre Santísima de Guadalupe, garantía de supervivencia de esta nación, símbolo de su unidad y de la fusión de dos razas y culturas, bandera de nuestra independencia, y reclamo de todas las causas justas. Con Ella, y de su mano, vamos a Cristo, el Salvador, que nos tiene prometido participar de su reino eterno a condición de empeñarnos, en edificar, aquí en la tierra, su reino de verdad, de justicia, de amor y de paz.

108.          Esta comunidad humana de Guadalajara y Jalisco, tiene además, como especial Protectora y Madre, a la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Zapopan, cuya imagen está aquí presente desde la fundación de esta ciudad. Ella ha sido socorro y sostén en las calamidades, paño de lágrimas en las penas y poderosa ayuda en anhelos de superación.

109.          Esté siempre presente en la mente la memoria, y en los labios la invocación de nuestros Santos Mártires, Cristóbal Magallanes y compañeros, y los beatos Anacleto González Flores y compañeros mártires, que son el fruto más preciado de nuestra fe, ejemplo luminoso de fidelidad a Cristo y valiosos intercesores ante el Rey Inmortal y Señor de la Historia.

 

Guadalajara, Jalisco, 1 de noviembre del 2010

Solemnidad de todos los santos

+ Juan Card. Sandoval Íñiguez

Arzobispo de Guadalajara



[1] 1Rom1,8.

[2] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 1981, n. 1.

[3] Id. 3, 6.

[4] Gn 2, 24.

[5]  Mt 19, 6.

[6]  Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1994, n. 2.15.

[7]  C in V.53.

[8]  Cfr. Juan Pablo II, Carta Enc. Evangelium vitae, 17.

[9]  C in V 29.

[10]  Cf. Benedicto XVI, C inV.53.

[11]  F.C. 86.

[12] Cf. Mt 5, 11-12; 10, 16-25; Lc 6,22.

[13] GS n. 36.

[14] GS n. 76.

[15] cfr. Documento de Aparecida n. 78.

[16] CEM, Conmemorar… n. 65.

[17] CV n. 25.

[18]  1Tm 6, 10.

[19] Cf. Obispos de la Región Pastoral Noreste, Declaración Narcotráfico y violencia social, (2 de junio 2005), III).

 

[20]  Cf. 2Pe 3,9.

[21]  Cf. Gn 2,7.

[22]  Cf. Gn 4,1-16.

[23] Cf. Ez 36,26.

[24] Cf. Rm 1,29; Gal 5,19,21.

[25]  Mt 15,19.

[26] Ez 36,26.

[27] Cf. Is 9,5.

[28] Cf. Mt 11,29.

[29] Cf. Mt 5,9.

[30] Cf. Mt 18,22.

[31] Cf. Lc 6,35.

[32] Lc 23, 34.

[33] Rm 12,17-21.

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