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Desde mi sótano

Primera publicación de la resistencia activa de los católicos en México (12ª entrega)

 

Joaquín Cardoso, SJ, y otros

Con fecha de diciembre 5 de 1926, el número 13 del boletín clandestino denuncia la sumisión incondicional del Poder Legislativo al Poder Ejecutivo

 

 La preguntita

¿Por qué los camaradas de la Cámara de Diputados que tanto se indignaron el otro día contra una circular de los Caballeros de Colón de los Estados Unidos, no hicieron ni siquiera mención de un memorial enviado al presidente de los mismos Estados Unidos, por los obreros de la American Federation Labor, reunidos en una convención en Filadelfia concebida en términos más fuertes que la circular y que fue publicada en un periódico que se publicaba en ésta ciudad: “Orientación”?

El haberla publicado costó a dicho periódico la vida. Pero nuestros diputados tan valientes contra los católicos Caballeros, no dijeron ni esta boca es mía acerca de la circular o memorial obrero.

 

¡Éstos…!

Nunca más éste insignificante demostrativo “éstos”, había tenido tan frecuente uso en nuestra patria. Apenas hay conversación en que no aparezca la palabrita: ¡“Éstos”! Y por “éstos”, se designa a los individuos que forman toda la camada de gobernantes que nos están haciendo tan felices.

            La palabreja según quien la pronuncia y el tono que se le da al pronunciarla, refleja todos los sentimientos del corazón humano, menos los del amor y veneración. A veces significa desprecio, como si se dijera: “éstos pinacates”; a veces ira: “éstos… sinvergüenzas”; a veces odio: “éstos tiranos”; a veces asco: “éstos…rufianes”, a veces temor: “éstos…bandidos”; a veces burla: “éstos”…fantoches; a veces compasión: “éstos”…desgraciados; a veces dolor: “éstos”…malvados; a veces, en fin, todo junto, como cuando alguno de nuestros peladitos dice: “éstos”… y añade un epíteto fuerte de su léxico propio.

            Por la avenida Madero, iba el otro día un borrachín pacífico por el período de la ternura-y recibió un empellón de uno de esos próceres dueños de México. El borrachín gimoteando prosiguió su camino, y le alcanzamos a oír decir entre suspiros: ¡“éstos”…tales por cuales…todos los generales! Y ¡tú, Apolonio…!

            Los que deseáramos en nuestros compatriotas el respeto a la autoridad, el amor y la obediencia a sus representantes no podemos sin pena oír el famoso “éstos” en todos las bocas.

            Pero ¡qué quieren ustedes! “éstos”… tienen la culpa.

 

Los puntos sobre las íes

            En la sesión de la Cámara de Diputados del 25 de noviembre de 1926, Cerisola, Soto y Gama, Fabila, Santos y Gutiérrez, se despecharon a su gusto, y lo pudieron hacer con toda confianza, porque sabían que no había allí nadie que pudiera llamarlos al orden, pues todos son lobos de la misma camada.

            Con motivo de la situación internacional, bastante grave, que han provocado las estúpidas leyes y la falta de cumplimiento a lo prometido, por la política insensata del Gobierno Obregón-Calles, los líderes del cotarro ese que se llama por ironía Cámara de Diputados, acusaron al clero y a los católicos mexicanos de traidores a la patria.

            Los señores líderes, tienen un concepto de patriotismo bastante singular por no decir otra cosa. No nos olvidemos, que ellos son los que no hace mucho, en esa misma Cámara escupieron a la bandera nacional y pusieron encima de ella el guiñapo rojinegro. No nos olvidemos que ellos son los que hablan a cada rato de la fraternidad universal socialista y dicen que la evolución provocada por sus teorías infames, ha de producir la eliminación de los límites de las patrias, para no constituir sino una sola familia formada por los hombres de todo el mundo. No olvidemos que en los Congresos de la Federación Internacional de Trabajadores del mundo, a la que ellos pertenecen, se denigran constantemente a los conceptos de patria, patriotismo, nacionalidad, derechos de las naciones, etcétera, etcétera.

            Y recordando todo esto, examinemos el concepto de patria que nos echan en cara al atacar a los católicos mexicanos. Para ellos la patria es el bolchevismo mexicano, sus leyes y su política. Los que ataquen eso son traidores a la patria.

            Para nosotros la patria es la nación mexicana, con todas sus tradiciones, con todos sus sentimientos, con su historia, con sus glorias y sus dolores, con su pueblo y sus tres garantías simbolizadas en nuestra bendita mil veces bandera tricolor: la Religión, Unión, Independencia. Es un pueblo libre con todas las libertades legítimas, desde la libertad de conciencia, hasta la libertad de poseer; con todos sus progresos, desde el espiritual y científico, al agricultor industrial y comercial: Es México caminando por los senderos del progreso y de la libertad coronado, como dice nuestro Himno Nacional: “por el Arcángel divino”, con el lauro de la paz. Es México, rindiendo el homenaje del deber cumplido, a los pies de un Monarca Divino, el único cuyo dominio no envilece, sino que engrandece y dignifica porque está dentro del orden, de un Monarca Universal y Soberano, de Cristo Rey.

            El que toque a cualquiera de estas cosas ese es para nosotros el traidor y el felón

            Para ellos la patria es: despojar a los agricultores de sus tierras, para entregarlas despedazadas a zánganos que arruinen la agricultura nacional (leyes agrarias); es: un pueblo miserable y llorando porque ya no encuentra en su iglesia, a Cristo Eucaristía, que consolaba sus penas, ni en sus hospitales, asilos y colegios, a las santas mujeres, que sacrificaron su juventud, sus bienes y sus alegrías mundanas, por hacer a todos el mayor bien posible (leyes de materia religiosa); es: un pueblo sin pan, emigrando en masa a regiones extrañas, porque aquí los campos están yermos y las fábricas en huelga, y las minas inundadas, y el comercio entrampado y los capitales ausentes, (política de Calles); es: los niños suicidas, porque ya de los colegios han arrancado la imagen de Cristo crucificado, que les enseñaba el valor y el amor al sufrimiento que dignifica (leyes escolares); es: el diputado borracho y matón, que hace escándalos en una cantina en compañía de mujerzuelas, o el senador imberbe que por un tiquismiquis asesina en el mismo senado a su colega, (asuntos Hernández y Henshaw); es el gobernador acusando de asesinato y abigeo y recibiendo en castigo la vicepresidencia del Senado (Tomás Garrido Canaba); es: el juez infiel y tramposo que usa de los depósitos judiciales en su favor (asunto Castro Lafuente); es: la burla de la Magistratura, por cualquier policía, que se ríe de los amparos y la manda a los excusados de la prisión (asunto cotidiano).

 

Castigo de Dios

            En las obras del Palacio Nacional no se puso el día tres de mayo, la simbólica cruz de los albañiles. Otros edificios del Gobierno, entonces en construcción, ostentaron en la parte más alta de los andamios el símbolo que diera a Constantino la victoria. Pero en el Palacio Nacional se rompió la piadosa tradición de nuestros trabajadores, que se encomendaban a la cruz para que les libre de todos los peligros propios del oficio. Alguien no permitió que se celebrara en las obras del Palacio Nacional la fiesta de la Santa Cruz, porque ese alguien trata de desfanatizar a las clases laborantes.

            Parece que la sombra augusta de la Cruz no se proyecta en las obras del Palacio Nacional. Parece que los albañiles que allí trabajan, sin protección ni amparo divino, son perseguidos por la muerte. Los diarios de la ciudad publicaron en primera página, una estadística de los accidentes sufridos por los trabajadores del Palacio, según la cual, ciento veinticinco albañiles han sido víctimas de los peligros propios del oficio, muriendo treinta y seis de ellos.

 

Lo que la prensa calla.

            Por fin, ¡se aclaró el misterio! Ya los buenos capitalinos conocen, de manera que no deja lugar a duda, el objeto del viaje del Gran Farsante, del Títere Enorme, del Héroe de Celaya, elgeneral Obregón dedicado hoy, en la tranquilidad de sus latifundios de Cájeme, a la filosofía y a la literatura.

            Todas las conjeturas que se habían hecho sobre ese viajecito del figurón revolucionario, han caído por tierra, se han desvanecido como se desvanece el humo.

            Cierto, muy cierto, que Obregón vino desde sus fértiles propiedades, para echar una ojeada a los asuntos con los gringos: también es verdad que lo trajeron los enjuagues políticos de la sucesión presidencial. Pero no fueron ninguna de estas cosas las que hicieron al general Obregón abandonar sus negocios, pues que desde lejos bien podía haberlas arreglado, si es que arreglo pueden tener.

            El Gran Títere vino con el fin principal, casi único, podemos decir, de arreglar asuntos trascendentales para él. Y aunque nuestros lectores no nos crean, podemos asegurarles que el manco estaba brujo. Fíjense bien en lo que les decimos.

            Empleamos el verbo estar en tiempo pasado, porque ya ahora nuestro hombre ya no está como estaba. ¡Qué va a estarlo! Ahora está nadando en la abundancia y con otra venidita se convertirá en émulo de los multimillonarios más famosos y hasta podrá decirle de tú.

            ¿Saben ustedes, lectores nuestros, a qué vino don Álvaro? Pues sencillamente a que le dieran dinero. Parece que los negocios agrícolas no producen tanto como se dice. Parece que una mala sombra persigue al héroe de Celaya. Parece que la Providencia ha empezado a castigar, aquí en la tierra, al encarnizado perseguidor de la Iglesia en México. Y aprovechando la coyuntura del yanqui, don Álvaro se ha llevado de las arcas de la Tesorería Federal, ¡nueve millones de pesos en oro!

            Y luego nos admiramos de que baje la plata. Y luego sentimos la escasez formidable de dinero que nos agobia. Y luego pretendemos solucionar la situación económica.

            Pero ya lo dijo el presidente: los diputados, cuando trataron lo de la crisis, cometieron mil tonterías, de puro ignorantes.

            Claro, como que no sabían que el Gobierno hiciera semejantes regalos a don Álvaro, pues hay que advertir que de los nueve millones en oro, tres se destinaron a pagos de los soldados que pelean en el Yaqui y seis a solventar los compromisos del Gran Títere.

            Así obran los salvadores de México. Estos son los patriotas inmaculados.

           

Sociales y personales

            En días pasados celebróse en los salones de la embajada inglesa un brillante baile de fantasía para festejar en su onomástico a la espiritual miss Ovey, hija del excelentísimo señor embajador de su Majestad Británica. Obtuvieron el premio, por la gracia y gentileza de sus ricos trajes, la señora Juana Cuevas, viuda de Arteche, y la señorita Ernestina Calles. Las dos a la par fueron muy celebradas. Tomaron parte en la fiesta, el señor don Manuel Campero, Marqués del Apartado, y la señora Marquesa, su esposa. El señor don Eduardo Vivanco y su señora. Otras muchas personas de nuestras familias más linajudas fueron también invitadas, pero se negaron a asistir al festejo por respeto al luto que guarda, en México, la Santa Iglesia Católica, de la cual se glorían en ser hijos dignos de finos sentimientos. La sociedad mexicana, verdaderamente noble y distinguida, agradece a éstos últimos, en nombre de la misma Iglesia, su condescendencia, y pide para las primeras indulgente olvido.

 

Nuestra labor entre los católicos de otras naciones

            Nuestra humilde población ha recibido en otros países honores que ciertamente no esperábamos, y que se deben a la mucha caridad con que nuestros hermanos católicos de aquellos pueblos, miran todas las cosas del catolicismo mexicano.

            En los Estado Unidos, se ha reproducido en la prensa por la fotografía, algún número de nuestro periódico, con artículos encomiásticos por nuestro valor y decisión.

            En Bélgica una simpática revista titulada “L´Effort”, publica íntegros nuestros artículos, y tiene la bondad de comparar nuestro “Desde mi Sótano” a la inmortal “Libre Belgique”, que fue durante la guerra, el sostén más simpático de los heroicos belgas. Sumamente honrosa e inmerecida es esta comparación que agradecemos profundamente.

 

La educación en la Secretaría de Educación.

            Días pasados el General Electric de esta capital inauguró estación difusora por radio, una de las más potentes según se dice, en la América Latina, y en conveniencia con el periódico El Universal preparó para dicha inauguración un selecto programa musical.

            Los radioescuchas, amantes de la buena música, nos preparábamos a pasar un rato agradable cuando unos léperos de los que abundan en la Secretaría de Educación, usando de la estación difusora de la misma Secretaría, y por consiguiente con autorización de los jefes, comenzaron a lanzar ondas de la misma longitud de la estación de la General Electric, con lo cual echaron a perder, por las interferencias, la audición.

            ¡Inconcebible muestra de cultura! ¿Fue envidia, o fue ese prurito del lépero de ensuciar la pared, o escupir en una alfombra, no más porque sí?

            Y ¡Estos son los que quieren el monopolio de la educación en México!

            ¿Qué si quieres? Amigos, ¡están verdes!

 

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