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La Liga Nacional de Defensa Religiosa

Su razón de ser

 

A punto de cumplirse ochenta años de los arreglos entre la Iglesia Católica y el Estado Mexicano, que concluyeron la fase activa de la resistencia de los católicos en contra del régimen totalitarista de Plutarco Elías Calles, y para preservar el valioso legajo de documentos contemporáneos a estos hechos, que constituye el fondo Jesús Medina Ascencio, de la biblioteca del Seminario Mayor de Guadalajara, a partir de este número del Boletín se publicarán gradualmente trascripciones de dichos textos. En esta ocasión, se ofrecen dos piezas documentales de gran valor: la primera convocatoria del grupo directo que configuró en la capital de la República de la Liga, y el primer texto del líder nato de la misma, René Capistrán Garza.

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El régimen actual oprime a la Nación mexicana, manteniéndola humillada bajo su férula. Ya es tiempo de que nos unamos los católicos mexicanos para defender la religión y la patria.

La Constitución que nos rige, elaborada en Querétaro por un grupo de gente armada, ha originado la persecución religiosa en forma permanente, como institución del Estado.

A los católicos no nos reconocen los derechos que conceden a los ciudadanos. No tenemos verdadera libertad en la enseñanza.

No podemos publicar periódicos que comenten asuntos políticos nacionales, ni agruparnos en partidos políticos con elementos y nombres propios, no podemos cumplir con nuestros deberes religiosos con entera y plena libertad.

Coloca nuestra Constitución a nuestros sacerdotes en situaciones tan restringidas y humillantes, que de hecho los incapacita para ejercer libremente su ministerio; le exige que sean mexicanos de nacimiento y les quita todos los derechos y las prerrogativas del ciudadano mexicano; los declara profesionistas y no les concede ninguno de los derechos de que gozan las personas, extranjeras o no, que ejercen en la república una profesión honesta, y los entregan atados de pies y manos al capricho de las autoridades que pueden limitar su numero de manera más arbitraria y ridícula: en una palabra, no sólo desconoce a la Iglesia, sino que puede despojarla de cuanto tiene; la incapacidad para poseer de cualquier manera que sea: la escarnece, la pone fuera de la ley y de toda clase de consideraciones, llevando la injusticia para con ella hasta el punto de establecer que los procesos por infiltración a las anteriores prescripciones nunca fueron vistos en jurado; y por último ni la tiranía de los de arriba ni el desenfreno de los de abajo parecen estar satisfechos, presentándose muy oscuros el porvenir.

Además, el socialismo revolucionario, aprisionando en una férrea malla las fuerzas vivas de la patria, mina a toda prisa sus fundamentos esenciales e imposibilita con sus excesos la vida nacional: integrando los sindicatos socialistas en gran parte por católicos que a su pesar se amparan bajo sus banderas para poder vivir, constituyen en México, no grupos de obreros que buscan su mejoramiento, sino ejércitos capitaneados por lideres que hacen maniobras políticas; la fuerza sindical revolucionaria en nuestra patria no es propia, sino emanada del poder publico.

Pues bien: ¿Qué hemos hecho y que hacemos los católicos mexicanos para poner coto a tamañas injusticias y un dique a la devastación comunista que ya nos ahoga?¿qué hacemos actualmente para detener al enemigo?

Nada, o casi nada. La apatía, el egoísmo, la falta de unidad en la dirección, nos hacen vivir vida de vencidos sin animo para empeñar una lucha decidida y vigorosa; por otra parte hay en nuestras filas cultura, abundancia de buenas voluntades, esfuerzos generosos personales, amor patrio vivísimo y amor acendrado a nuestra religión, elementos suficientes para librar la batalla e ir a la victoria, uniendo las pocas fuerzas ahora dispersas para convertirlas en un solo ejercito con unidad de miras y de mando.

Tal estado de cosas no debe durar por más tiempo: porque además de ser injusto, antinatural, y antidemocrático, mantiene entre nosotros, hijos de una misma patria, esto es, de una misma madre, un espíritu de división que ya ha degenerado en odio; y bien se sabe que el odio entre ciudadanos es el mayor enemigo que tiene la patria; y también es un deber para nosotros los católicos el poner un hasta aquí a los desmanes de los enemigos de nuestras creencias.

Es preciso, pues, que nos unamos concertando todas nuestras fuerzas, para que a su tiempo y a una hagamos un esfuerzo enérgico, tenaz, supremo e incontenible, que de una vez para siempre arranque de raíz de la constitución, todas las injusticias, sean las que fueren, y todas sus tiranías vengan de donde vinieren.

Se nos ha llamado al combate, se nos obliga a ello, con persecuciones injustas y tiránicas; lamentamos la guerra, pero nuestra dignidad ultrajada y nuestra fe perseguida nos obligan a acudir para la defensa, al mismo terreno en que se desarrolla el ataque.

Esta es la única manera en que tengamos libertad y de que se nos haga justicia; y para esto precisamente se funda la liga nacional de defensa religiosa.

 

Naturaleza y programa de la Liga

La Liga es una asociación legal, de carácter cívico, que tiene por fin conquistar la libertad religiosa y todas las libertades que se derivan de toda ella en el orden social o económico, por los medios adecuados que las circunstancias irán imponiendo.

La Liga quiere ser una asociación de todos los verdaderos católicos mexicanos, cansados ya de tantos atropellos en contra de su religión, del orden social y de sus derechos cívicos tan cínicamente burlados en los comicios electorales.

Esta unión se impone. Los elementos que nos son contrarios se sindicalizan en todas partes, imponiendo al país la tiranía mas audaz que se conoce y preparándose para ulteriores atropellos aun más inauditos. ¿Cómo se explica que siendo ellos la minoría, se hayan, sin embargo, atrevido a maniatarnos, a los que somos la mayoría incontestable de la nación? Sencillamente porque nos saben desunidos.

Unámonos, pues, y seremos, ya no solo las innumerables gotas de agua que separadas fertilizan el suelo mexicano, sino también la corriente caudalosa formada por la reunión de estas mismas gotas, corriente que engendre fuerza ordenada y avasalladora. Las luchas del porvenir serán sindicalistas, y la victoria será de aquellas organizaciones que presenten mayor unión y mayor consistencia.

La Liga será una asociación legal. Según la constitución, “no se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto licito; pero solamente los ciudadanos de la república podrán hacerlo para tomar parte en los asuntos políticos del país” (Art. 9), y más adelante (Art. 35), al tratar de las prerrogativas del ciudadano, apunta la de “asociarse para tratar los asuntos políticos del país”.

Ahora bien: la cuestión religiosa en México es cuestión política, desde el momento en que ha tenido cabida en la constitución de la república y se han apropiado los poderes públicos el derecho de legislar sobre ella.

Luego pueden los ciudadanos mexicanos asociarse constitucionalmente, esto es, legalmente, bien para tomar parte en los asuntos políticos del país, bien para tratar el asunto religiosos del país.

 

La liga será de carácter cívico

La jerarquía católica no tiene que ver con ella ni con su organización, ni en su gobierno, ni en su actuación.

No quiere decir esto que la liga esté en oposición con la autoridad eclesiástica, y que quiera obrar con toda independencia del consejo y de la alta dirección de esta misma autoridad; sino que toma sobre si toda responsabilidad de sus actos, pretende simplemente moverse con libertad que racionalmente le conviene (Cf. encíclica "Il fermo proposito", de 11 de junio de 1905).

Conoce la Liga los principios y las orientaciones de la Santa Sede en materia cívica; y los hacen suyos; y nunca se apartara de ellos ni un ápice.

Dado este carácter de la Liga, esperamos que se nos unirán todos los mexicanos que amedrentados por los progresos de la inmortalidad y de la libre propaganda de doctrinas antisociales, temen con razón por el porvenir de la patria.

El fin de la Liga es pues detener al enemigo y reconquistar la libertad religiosa y las demás libertades que se derivan de ella. Tiene un programa que no es un grito de guerra ni una exigencia fuera de propósito: es solamente una síntesis de justas y debidas reivindicaciones a que tienen derecho los mexicanos para poder vivir como católicos, y que nadie en la republica democrática, pueda poner en tela de juicio.

Es tan sencillo, como es sencilla la formula que lo expresa, sin vaguedad alguna ni equívoco posible.

Se reduce a exigir:

1º. Libertad plena de enseñanza

2º. Derecho común para los ciudadanos católicos

3º. Derecho común para la Iglesia

4º. Derecho común para los trabajadores católicos

En consecuencia pide la Liga sean derogados los artículos de la constitución en todas aquellas partes que se oponen:

A la completa libertad de enseñanza, primaria, secundaria y profesional.

A los derechos de los católicos como mexicanos, con todas las prerrogativas que concede la constitución a los ciudadanos.

A los derechos de la iglesia relativos al culto, a sus iglesias, escuelas o obras de caridad y sociales dejando, dejándole por lo tanto, la propiedad y libre de uso y disposición de los bienes inmuebles necesarios para el culto, seminarios, alojamiento de ministros, patronatos, etc., lo mismo que los bienes muebles destinados al ejercicio de estos mismos servicios; pudiendo ella recibir y administrar, sin la validez de las donaciones legales; reconociendo legalmente a sus sacerdotes los derechos civiles y políticos que tengan los demás ciudadanos y declarando que ni el Congreso General , ni las legislaturas tendrán facultad para dictar leyes sobre asuntos religiosos.

Los medios legales de que se valdrá la Liga, para hacer que se respeten estos derechos, serán los constitucionales y los exigidos por el bien común.

 

México, 14 de marzo de 1925.

 

Licenciado R. Ceniceros y Villareal.- Av. 5 de Mayo 39.- México D.F.

Licenciado José Esquivel Alfaro.- 4 de Donceles 92.- México, D.F.

Licenciado Miguel Palomar y Vizcarra.- 4 de Tacuba 40.- México, D.F.

Ingeniero Carlos F. de Landero.- Calle de Niza número 66.- México, D.F.

Luis G. Bustos.- 1 de Ocampo número 3.- México, D.F.

Rene Capistrán Garza.- Rep. De Colombia número 56.- México, D.F.

Juan Lainé.- 1 San Juan de Letrán número 5.- México, D.F.

Enrique Torroella Jr.- Calle de Marsella 39.- México, D.F.

Licenciado Rafael Capetillo.- Av. Insurgentes número 85.- México, D.F.

Manuel de la Peza.- 2ª del Álamo 41.- México, D.F.

Doctor Manuel G del Valle y V.- 1ª de Monterrey numero 11.- México, D.F.

Mariano G Laris.- Calle de Rosas Moreno 122.- México, D.F.

Ramón Ruiz y Rueda.- 4ª de Colima 138.- México, D.F.

Edelmiro Traslosheros.- Sor Juana Inés de la Cruz 112.- México, D.F.

Luis G Ruiz y Rueda.- 4ª de Colima 138.- México, D.F.

Fernando Silva.- Av. Ribera de San Cosme 5.- México, D.F.

Francisco Palencia Llerena.- 4ª Proceso 94.- Tacubaya, D.F.

Francisco García de Quevedo.- 4ª de la Rosa 77.- México, D.F.

 

Si usted es católico ¡adhiérase!

Si usted es mexicano y ama la libertad ¡adhiérase!

Nota bene: las adhesiones pueden ser dirigidas a cualquiera de las personas arriba indicadas.

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